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«Profesor Lazhar»: lecciones de vida…y de muerte

31/05/2012

Convertida en un pequeño fenómeno desde su reciente estreno en España y habiendo logrado un gran éxito en su país de procedencia, Canadá, con nominación al Oscar a mejor película de habla no inglesa incluida, «Profesor Lazhar» es uno de esos milagros que suceden muy de vez en cuando, esos en los que una buena película, sin necesitar de una gran promoción ni de una ristra de actores famosos y atractivos, obtiene su merecido premio: encandilar a una considerable audiencia.

Y eso que el argumento (un argelino, que ha huido de su país tras el asesinato de su familia, llega a un colegio canadiense para hacerse cargo de una clase que ha sufrido el suicidio de su profesora) daba pie a múltiples suspicacias. La más temida: la posibilidad de hallarse una película típicamente buenista, es decir, el adorable inmigrante que, tras atravesar un duro sendero de injusticias y prejuicios, logra demostrar su capacidad y es querido por todos. O bien la de estar ante un filme de épica estudiantil, en el que una clase incorregible, repleta de niños rebeldes e inaguantables, es poco a poco seducida por el buen hacer de su profesor y acaban sustituyendo la Play Station por libros de Nabokov. Pero no, fuera sospechas, porque Philippe Falardeau, director y guionista de la cinta y un nombre muy a tener en cuenta a partir de ahora, ha conseguido un filme tan serio y riguroso como entretenido y emotivo, en un ejercicio de equilibrio digno de funambulista.

Y es que, aunque lo parezca y en cierto modo haya sido vendida así, «Profesor Lazhar» no es ni una oda a la enseñanza, como era ese documental casi insuperable llamado «Ser y tener»; ni trata de establecer un estado de la cuestión sobre el tema, como sí pretendía la muy estimable «La clase». Pese a que trate temas candentes en torno al asunto (como el porcentaje de la educación de un niño que deben repartirse  la familia y el colegio en una época en la que muchos padres apenas pasan tiempo con sus vástagos o la agobiante tendencia hacia la extrema corrección política que no permite el contacto físico entre profesores y alumnos ante el temor de una denuncia por agresión o por abusos sexuales), Falardeau prefiere ir más allá. El cineasta canadiense consigue levantar, paradojicamente por medio de una trama sobre la que planean constantemente dos muertes traumáticas, todo un monumento a la vida, concebida como un camino por el que hay transitar superando duros obstáculos.

Así, de modo paralelo, se nos cuentan, por una parte, los intentos de Lazhar por levantarse en un país y una sociedad totalmente nuevas, luchando en los tribunales por conseguir el estatus de refugiado, después de que su familia fuera asesinada por razones políticas en su Argelia natal, y, por la otra, el mudo pero terrible impacto ocasionado en los niños de una clase en la que ha decidido poner fin a su vida su querida profesora. El drama se personifica en los dos únicos alumnos, un niño y una niña, que presenciaron el cuerpo sin vida de su maestra, con sus dos muy distintas maneras de llevar la tragedia, cuya herida no comenzará a cicatrizar hasta que, después de que fracasen los anestesiantes tratamientos «oficialistas» del colegio, el maestro recién llegado les haga mirar a la muerte de frente y les permita expulsar los sentimientos contenidos.

El éxito de la película consiste, en definitiva, en saber ir desarrollando estos espinosos discursos durante el metraje con coherencia (hay tantos momentos que incitan a sonreir como los que incitan a llorar,  sin caer nunca en el exceso), sentido del ritmo, empatía con el espectador (se agradece esa bonita incipiente historia de amor de Lazhar) y elegancia (con  un final tan abierto como inteligente y anti sensiblero como botón de muestra). Sin embargo, la mayor hazaña del filme es demostrar que sigue siendo posible  lograr enganchar al público desde el talento y la inteligencia, sin tener que endosarle unas gafitas de colores. Esperemos que siente cátedra.

3 comentarios leave one →
  1. 12/06/2012 13:25

    (Si no la has visto no me leas … Por si las flies)

    Muy bueno tu post. A veces apetece ir al cine para que se te abra una ventana por la que ver una historia normal, de personas normales, en un país diferente. Esto pasa con esta película. Poco a poco te vas metiendo en la historia. Los niños parecen niños. Un logro de casting, director y guionista que francamente se agradece. Es dificil explicar un suicidio y más un suicidio de una profesora querida en su propia aula y como dice el niño «ella sabía que yo la iba a ver». El director ni se molesta en hacerlo, parte del hecho de la muerte en sí, como aprendizaje vital. Pasan cosas que no entendemos, ni están en nuestra mano, pero que tenemos que superar. La forma más de moda en la sociedad occidental es la técnica del regate,o sea intentar evitarlo, enmascarando casi todo con una capa de azúcar, si eres menor, o a través del empastilling si eres mayor de edad, aunque si se es menor y se pregunta demasiado, también se aplica. En general, los crios se cansan, hacen como que están bién para evitarse la terapia y la zozobra se la guardan. Como en la peli. Los duelos son importantes y no hay nada de malo en hablar de la muerte y estar tristes. De hecho, es lo normal. Me encantan las expresiones de Bashir de incredulidad cuando se trata el tema.

    • Alberto Loriente permalink*
      12/06/2012 15:06

      Hola, Rubia. El mayor miedo que tenía ante esta película era que se pasara por momentos de azúcar, pero me sorprendió muy agradablemente el que fuera tan equilibrada en su tono. Este detalle es la que la alza a grandes cotas. Un saludo!

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