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«Americana», las raíces profundas de Neil Young & Crazy Horse

01/06/2012

Si por algo se ha caracterizado el canadiense Neil Young a lo largo de su trayectoria es por haber hecho en cada momento lo que le ha dado la real gana, sin pensar demasiado si sus constantes y bruscos giros de timón eran del agrado de fans o discográficas. A Young nunca le ha gustado permanece en el mismo lugar mucho tiempo, y ese proceso constante de búsqueda ha cristalizado en una de las discografías más apasionantes, con todos sus aciertos y traspiés, de la historia del rock. Así, al tremendo éxito popular del acústico y reposado “Harvest”  de 1972 respondió con dos discos oscuros y deprimidos como “On the Beach” (74) y “Tonight’s the night” (75), y al canónico ejercicio de integridad rockera con el que cerró los 70, “Rust never sleeps” (79), le siguieron en los 80 una ramillete de discos a cada cual más peregrino –del tecno vocoderizado de “Trans” (82) al rockabilly y la gomina de “Everybody’s rockin” (83)-, que le terminaron costando el despido de Geffen por hacer música “no representativa”. Si nos ceñimos a su producción en el nuevo milenio, comprobamos que aunque el viejo Young (cumple ya 67 tacos) no nos ha entregado ninguna obra maestra sí ha mantenido un perfil notable en el que las inquietudes artísticas, la determinación por no repetir jugada  y una conciencia política cada vez más acusada han marcado todos sus pasos.

Su vertiente pastoral y acústica la cubrieron con nota los delicados “Silver & Gold” (2000) y “Praire wind” (2005), mientras que el rock más visceral lo suministraron el airado “Living with war” (2006) y el menor “Fork in the road” (2009), pero también hubo tiempo para proyectos como el ambicioso “Greendale” (2003), un trabajo conceptual multimedia en forma de gran saga familiar un tanto infravalorado; “Chrome dreams II” (2007), revisitación de un álbum que quedó inédito en 1977 y que incluye la monstruosa “Ordinary people”, posiblemente su cumbre de la década; el poco inspirado y más negroide “Are you passionate?” (2002) y el interesante experimento eléctrico junto a Daniel Lanois de “Le Noise” (2011), que recuperaba la perdida y sobrecogedora “Hitchhiker”.

Pero después de todas las idas y venidas, Young siempre termina regresando al mismo lugar, a ese garage polvoriento y destartalado en el que guarda a Crazy Horse. (Si quieres leer la historia de las aventuras de Neil Young con su banda de acompañamiento más emblemática, pincha aquí). Con todo el respeto a las distintas facetas del indómito canadiense, no hay nada como cuando desata la tormenta eléctrica definitiva mano a mano con Frank “Poncho” Sampedro, mientras que Ralph Molina y Bill Talbot esculpen una base rítmica tozuda  y obstinada como un caballo loco. En ese sentido, el flamante “Americana” vuelve a ser como una reunión de viejos colegas en la que las sempiternas anécdotas y las complicidades entre unos y otros funcionan tan bien como siempre. La excusa del reencuentro (no tocaban juntos desde la gira de “Greendale”) responde en esta ocasión a una pregunta que lleva tiempo rondando por la cabeza de Young: ¿Qué significa ser americano en 2012? La respuesta se remonta a la noche de los tiempos, a las raíces profundas de una tradición mítica e idealizada, forjada en más de dos siglos de historia y que todavía hoy puede ser tan vigente como en las épocas en las que fue gestándose.  El combo no rebusca entre oscuras perlas perdidas del cancionero tradicional estadounidense, sino que va directamente a copular con clásicos atemporales del folclore americano (una especie de greatest hits de la American folk music) para adaptarlos a su visión agreste y cruda del rock y hacerlos suyos. El resultado tiene el aspecto de haber sido grabado en primeras tomas, conservando toda la inmediatez y las imperfecciones de una jam-session en la que incluso se oyen risas y comentarios entre tema y tema.

 

Arranca la popular “Oh Susanna” e inmediatamente todo es reconocible y glorioso. Los desvencijados riffs de guitarra de Young y Sampedro que se enroscan sobre sí mismos, los baquetazos como coces, los coros campestres y la estructura simple y circular que repite una y otra vez el mismo patrón.  La familiaridad se prolonga en la balada western por excelencia, “Clementine”, aquí transmutada en indomable galopada galvánica, aunque sin los expansivos solos de “Ragged glory”, y en la tremenda adaptación de la murder ballad de 1866 “Tom Dula”. El disco cambia de registro en “Gallows pole”, alejada de la exuberancia de la ejemplar versión de Led Zeppelin y sometida aquí a un férreo tratamiento rythm and blues, y sorprende con la inclusión de “Get a job”, éxito en 1957 de la mano de The Silhouettes, del que se mantiene el divertido  tono doo-wop original, propiciando uno de los momentos más relajados de “Americana”  junto con “Travel on”, el hit country de Billy Grammer, también versionado por Bob Dylan en aquel defenestrado “Self portrait”.

La visceralidad más febril regresa con “High flyin’ bird”, tema de Billy Edd Wheeler popularizado por Jefferson Airplane, mientras que “Jesus’ Chariot” convierte el espiritual negro “She’ll be coming round the mountain” en una frenética estampida de bisontes colina abajo y marca la cumbre expresiva del disco. “Americana” levanta el pie del acelerador en su tramo final con una versión respetuosa y plagada de coros de la mejor canción de folk americano de todos los tiempos, el “This land is your land” de Woody Guthrie, y la crepuscular “Weyfarin’ stranger”, el único remanso acústico del disco, en una lectura cercana en tono a la de Johnny Cash que debería haber sido el final de la obra. Una interpretación de valor simbólico pero más bien insustancial de “God save the Queen” -no la de los Sex Pistols, sino el himno de Reino Unido, Canadá y EE. UU hasta 1931- cierra el trabajo un poco en modo piloto automático.

 

Es improbable que “Americana” llegue a codearse con el tiempo con las grandes obras maestras de la asociación Neil Young & Crazy Horse (para un servidor, “Everybody knows this is nowhere”, “Zuma”, “Rust never sleeps” y “Ragged glory”), principalmente por su propia condición de disco de versiones, pero tampoco hay que caer en el error de considerarlo un trabajo menor por ello. Esto es rock apasionante y necesario, que nos recuerda que en el pasado están plantadas las semillas del futuro. Además, qué demonios, bien podría ser la última vez que escuchemos a estos tipos juntos. Disfrutémoslo. Probablemente será uno de mis discos más pinchados de la cosecha de 2012. (Por cierto, aquí se puede ver «A day at the gallery», una curiosa y entrañable película de 40 minutos  que incluye varios cortes de «Americana» y captura el espíritu del proyecto).

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11 comentarios leave one →
  1. 03/06/2012 3:14

    Muy buen trabajo!
    saludos de Jefe argentino.

    • Jorge Luis García permalink*
      03/06/2012 11:20

      Muchas gracias, Jefe argentino! Pásate cuando quieras!

  2. idiot wind permalink
    07/06/2012 1:20

    Interesante crítica del último disco de Young. Desde luego que no es una obra maestra, pero tampoco es un bodrio que tengamos que despreciar, De nuevo cabalga Neil Young con sus viejos amigos de Crazy Horse. Quien espere sorpresas en este nuevo trabajo, no va a encontrar más que el mismo sonido eléctrico que Young viene praticando desde aquella joya llamada Zuma. Porque bien es justo reconocer que Everybodody Knows this is nowhere es algo que roza lo sublime: jamás Crazy Horse con Neil Young han facturado un disco de aquellas dimensiones de Cowgirl in the sand o Down by the river; lo que viene a demostrar que el fallecido Danny Whiten era un excelente guitarra rítmico, además de cantante y compositor; Poncho Sampedro es, digámoslo claro, un don nadie, un guitarra rítmico sucio que se rinde a la pleitesía de Young. Jamás Crazy Horse pasará a la historia por un grupo de buenos músicos, por lo menos los Crazy Horse de Poncho Sampedro. Lo que ha hecho grande al grupo es la genial mediocridad de sus compontes: la batería monótona de Molina, el bajo áspero de Talbot, la rítmica pobre de Sampedro y la guitarra solista de Young, técnicamente muy mal tocada, pero emocionalmente muy expresiva.
    En esta nuevo disco,se nota un cansancio evidente, puesto que el oyente ya está un poco harto del mismo sonido repetido hasta la náusea; además, la visceralidad de la guitarra de Young de discos como Zuma o Ragged Glory brilla por su ausencia: puros rasgueos distorsionados y algún solito tocado sin las vísceras de un Over and Over, o de un Danger Bird. Y por añadidura sin la fuerza que transmitía en su excelente Living with War- infinitamente mejor y más intenso que este último, y sin Crazy Horse,lo que demuestra que el sonido eléctrico de Young es sólo suyo, y da lo mismo que toque con Steve Stills o con Poncho Sampedro, por poner dos ejemplos-.
    Personalmente, las versiones de los temas folk de su último disco me hubieran gustado más en formato acústico, que Neil domina tan bien, si no mejor que el sonido rock. De hecho, Wayfarin Stranger es, sin duda alguna, el tema más logrado del disco (una simple guitarra acústica, una batería suave, el bajo de Talbot absolutamente magnífico y la voz cavernosa de Young casi declamando a lo Cohen). Con esto, no desdeño el divertimento rockabilly de Get a Job(por cierto, con un sonido precario), el más o menos blusero Gallows Pole, o Jesus chariot, sin duda este último el más cercano a la vieja intensidad de Young con los Crazy Horse o, en su época más reciente, Living with war. La versión de Guthrie no me convence demasiado, le faltan los matices de un formato acústico y está a años luz de la versión de Springsteen. Curiosamente, el viejo hippie Stills colabora en los coros. Quién sabe a lo mejor para 2013 aparece un disco de CSNY con Crazy Horse. El propio Young, sin duda mucho mejor compositor que Stills, podría haber dejado que Stills tocara un poco la guitarra eléctrica en algunos temas de este disco. Porque, a pesar de no poseer el nervio y la expresividad de Young, considero que Stills es mejor guitarrista; y para este disco que, en muchos momentos quiere acercarse al blues, no le hubiera quedado nada mal el estilo purista blues de Stills.
    Ahí tenemos, por ejemplo, Oh Susannah, que es un blues rock bastante previsible o el mismo Gallows Pole.
    Ya para acabar este largo comentario, indicar que estoy completamente de acuerdo en que al disco le sobra el God Save the queen, un osado atrevimiento de Young musicalmente equivocado.
    El tema Travel On suena un poco a las típicas canciones de country rock de Young en formato eléctrico;Clementine sigue un poco el rock garajero con vista al blues… y poco más. Casi todos los temas suenan parecido y se echa en falta los matices que le hubieran aportado otros instrumentos, como piano, violín, armónica o guitarras acústicas.
    Tozudo Young,se empeña en aplicar el formato Crazy Horse a cualquier tema,sin pensar lo más mínimo en mejores arreglos. Además, Crazy Horse, en ocasiones, se ha adentrado en territorios más acústicos- como en esa joya de los 90 Sleeps with Angels- o ha colaborado en proyectos de Young como American Stars and Bars o incluso en Trans. No es necesario que, siempre que Young se reúna con sus camaradas, tenga que sonar siempre igual y con los mismos instrumentos. Creo que Crazy Horse podría ser mucho más flexible y, de hecho, a veces ha demostrado ser algo más que un grupo de garaje, próximo a aquellos Blue Cheer sesenteros.

    A pesar de lo negativo, deciros que Americana es un buen disco que merece la pena escuchar y que tiene momentos muy buenos. El que quiera novedades, no va a encontrar nada nuevo bajo el sol; los fans del Young bucólico y acústico, deberéis esperar a que el viejo vaquero nos facture una de sus joyas lentas y delicadas ( aunque encontraréis ese islote perdido que es Wayfarin Stranger); y los fans del Young inspirador del grunge, aunque el sonido de este disco pueda parecer cercano a ese universo, siento deciros que no vais a encontrar los metrallazos de Re- ac-tor ni las guitarras incendiarias de Zuma.

    En cualquier caso, BUEN DISCO de uno de los más grandes artistas de todos los tiempos.

  3. Jorge Luis García permalink*
    07/06/2012 22:18

    Bienvenido, idiot wind. Muchas gracias por compartir aquí tu extenso (y sobresaliente) análisis. Algunos apuntes:
    Yo no despreciaría tan alegremente a Frank Sampedro. De acuerdo en que el trabajo de Danny Whiten en «Everybody knows this is nowhere» es más lucido, pero «Poncho» es parte esencial de la mayor parte de discos con Crazy Horse. Su labor es el segundo plano y la ejecuta perfectamente.
    Por supuesto que hay muchas bandas más dotadas técnicamente que Crazy Horse, pero su fuerza está en su personalidad reconocible e identificable, y en su cualidad expresiva y visceral. Y sí, a mí también me encanta «Living with war», pero, por mucho que digas, yo noto que ahí no está Crazy Horse.
    De acuerdo en que en «Americana» faltan los solos febriles de, por ejemplo, «Love and only love» o «Over and over», pero creo que el concepto aquí no va tanto por ahí, sino en centrarse más en las canciones. Y, por otro lado, pienso que si Young recurre a Crazy Horse es para que el disco suene como debe sonar con Crazy Horse. De haber querido otro tipo de arreglos se habría hecho acompañar de otros músicos, como ya ha hecho en otros proyectos.
    Coincido en que la versión de «This land is your land» no es precisamente de lo más destacado de «Americana» y en que la toma de Springsteen es mucho más acertada.
    Un saludo, y espero que sigas aportando tus reflexiones al Cadillac Negro en el futuro.

  4. idiot wind permalink
    09/06/2012 4:59

    Hola; Jorge:

    Muchas gracias por responder a mi humilde- y extensísima- crítica. Decirte que soy admirador de Young prácticamente de todos sus trabajos, a excepción de Landing on water y poco más. Incluso disfruto con Trans- gran trabajo tecno- rock con sonido y melodías muy originales. Decirte que el trabajo eléctrico de Young me fascina tanto como su lado acústico. Y precisamente lo que más me fascina de Crazy Horse es su imperfección, que es lo que le da vida y vehemencia, por poner un adjetivo. Respecto a Sampedro, bien dices que en un segundo plano está correcto: de acuerdo, pero eso no quita para reconocer que Whiten lo superaba en todos los aspectos, y también que, en mi opinión, el bajo de Talbot y la batería de Molina son, sin duda, la seña de identidad del grupo, si quitamos a Young, claro. Y eso que, volviendo a Sampedro, tampoco su labor es nula o desdeñable, sólo que no me parece tan importante como Talbot o Molina. También destacar que Frank Sampedro ha sido teclista de Young con su grupo blusero The bluenotes, y eso la verdad le da un cierto valor curricular dentro de la carrera de Young. No todo va a ser negativo para este músico.
    No comparto tu opinión cuando dices que en «Living with war» se nota la ausencia de Crazy Horse. Precisamente este disco demuestra que Neil Young puede sonar tan intenso como con Crazy Horse, e incluso superarlo: este disco tiene una fuerza impresionante.
    Respecto a Americana, disco que me gusta a pesar de las críticas, creo que si Young quería incidir en las letras, tal vez, deberiá haber recurrido a otros músicos o haber dado un tratamiento más ecléctico a lo musical: incluso con colaboración de Crazy Horse, otros músicos más country… Uno de los distintivos del sonido Crazy Horse, en mi opinión, es precisamente el conjunto de solos febriles de Young supurando electricidad junto a la machacona rítmica del trío: y eso falta, lo que explica que el trabajo tiene dos defectos: el primero que el sonido Crazy Horse está mermado por adaptarse a unas canciones que tal vez no necesitan de ese arreglo visceral; el segundo defecto es que la forma de interprestar esas canciones tal vez resulte mónótona con el sonido del grupo y hubieran necesitado más variedad instrumental y estilística.
    No obstante, confieso que me emociona todavía mucho oír a Young con su » tres mosqueteros» y que «Clementine» o Jesus Chariot son excelentes. Y, además, el disco tiene más joyas que ya cité en el comentario anterior.
    Como ves, Jorge, me enrollo como las persianas. Me encanta la música y , cuando me dan la oportunidad de dejar mi opinión, no dudo en hacerlo.
    ¿Podríamos hablar también del denostado último disco de Lou Reed con Metallica o del siempre bienvenido Cohen? Bien, cualquier opinión siempre es bien recibida en beneficio de esta maravilla que es la música.

    De nuevo, un saludo, y gracias por responder.

    • Jorge Luis García permalink*
      11/06/2012 0:33

      Hola, idiot wind. Que sepas que en el Cadillac Negro siempre vas a tener a tu disposición una ventana para compartir tus conocimientos de música (no hace falta que digas que te encanta, se nota) con nosotros. Aquí tenemos la sana costumbre de responder a todos los que nos dejan algún comentario, y en tu caso, con una aportación tan extensa y razonada, con más motivo. Y si quieres hablar de Lou Reed y Cohen, te invito a que busques en nuestros archivos, porque en los casi cuatro meses de vida que llevamos le hemos dedicado un post muy chulo y original al viejo Lou y otro al «Old ideas» del canadiense. Un saludo y esperamos verte por aquí de nuevo!

  5. Arsenio Cuesta. permalink
    21/06/2012 22:36

    Pues a mí me parece uno de los mejores discos de Young con Crazy Horse, no es Everybody…. pero claro joyas como ésa se hacen una vez en la vida. Y como instrumentistas son muy buenos, dentro de la falta de técnica, pero es que el rollo de Crazy Horse es otro. Hablamos de emociones, MUSICA con mayúscula, las carreras por el mástil para los guitar heroes. Y los coros son perfectos. Hacía tiempo que no oía un gran disco de Neil Young y éste lo es.

  6. Jorge Luis García permalink*
    22/06/2012 0:53

    Arsenio, bienvenido al Cadillac. Coincido contigo en que este es un gran disco de Young, pero discrepo en que hacía tiempo que no sacaba uno así. En mi opinión, «Living with war» o «Chrome dreams II», aún sin Crazy Horse, no tienen nada que envidiarle. Un saludo!

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