«Banga», la madurez bien entendida de Patti Smith
Hablábamos hace unas semanas de Neil Young a propósito de la publicación de “Americana”, su octavo disco en los últimos diez años, como ejemplo de veterano de carrera longeva que sigue publicando trabajos con una regularidad pasmosa y siempre en una línea notable. El caso de Patti Smith, coetánea suyo con similar estatus legendario, es radicalmente distinto. Con solo diez discos publicados desde 1975 (once si contamos el prescindible álbum de versiones “Twelve”) y una trayectoria guadianesca marcada por largos retiros temporales y regresos por todo lo alto, la sempiterna “madrina del punk” –etiqueta que ya huele de tan manida- es a la música lo que Terrence Malick al cine. Un espíritu libre con un estilo lírico poderosamente definido y difícilmente imitable que apenas cambia con cada nueva entrega, suministradas con cuentagotas, pero que casi siempre es recibida con alborozo por la crítica especializada y por su selecto grupo de seguidores. ¡Ocho años! después del emocionante “Trampin”, la de Chicago nos entrega “Banga”, otra obra de madurez bien entendida y tremendamente expresiva, cuyo único posible defecto es que apenas presenta alteraciones en la fórmula magistral que aplicó en su celebrado retorno en los noventa con “Gone again” (1996) y que desde entonces ha ido repitiendo con más o menos acierto en cada nueva creación. Bueno, eso y la ausencia de uno de esos hit-singles pop-rock de estribillo poderoso con los que ha salpicado su carrera (desde la eterna “Because the night” hasta “Summer cannibals”, pasando por “Dancing barefoot” o “People have the power”), aunque hay que reconocer que tampoco lo había en el mencionado “Trampin” y eso no impedía que fuese un trabajo mayúsculo.
“Banga” es un disco de la Patti Smith adulta con todo lo que ello significa. Airados medios tiempos rockeros, emotivas baladas pop, sobrias aproximaciones espectrales al folk del desierto y, cómo no, la obligada odisea de larga duración en la que la autora de “Horses” da rienda suelta a sus viscerales recitados sobre un tapiz eléctrico de intensidad creciente en busca del paroxismo. Lo curioso del caso es que lo que en otras manos menos expertas y sabias podría dar lugar a un “cliché” mil veces repetido y rutinario, siempre suena honesto y pleno de convicción en la voz de Smith, arropada para la ocasión por sus fieles escuderos, el guitarrista Lenny Kaye, el bajista Tony Shanahan y el batería Jay Dee Daugherty, una de los grupos de acompañamientos más infravalorados de la historia del rock. Además, hay aportaciones puntuales de Tom Verlaine (Television), Jack Petruzzelli, el actor Johnny Depp o sus hijos Jackson y Jesse Paris.
Decíamos que han pasado ocho años desde su anterior trabajo con material nuevo, pero durante este tiempo no ha dado la sensación de que la Smith se haya quedado quietecita en su casa, porque además de haber visitado nuestro país en varias ocasiones (ya sea en conciertos o en recitales de poesía), ha publicado el fantástico libro autobiográfico “Just kids”, colaborado con Kevin Shields y Patrick Wolf , participado en el polémico documental de Jean-Luc Godard “Film Socialisme” y se ha mostrado activa políticamente apoyando el movimiento “Ocuppy Wall Street”. Todas estas vivencias y muchas otras le han servido para dar forma a “Banga”, obra que, como siempre desde su histórico disco de debut , está plagada de referencias intelectuales, eruditas o simplemente sentimentales. Así, Américo Vespucio, Piero della Francesca, Seneca, Andrei Tarkovsky, Nikolai Gogol, Mijail Bulgákov, Maria Schneider, Amy Winehouse o el propio Johnny Depp desfilan por los títulos, textos o notas interiores del disco. ¿Ejercicio de snobismo? Puede ser, pero nada que chirríe en una carrera que en el pasado encontró inspiración en Arthur Rimbaud, Jackson Pollock, Ho Chi Minh, William S.Burroughs, Jimi Hendrix, Kurt Cobain o el mismísimo Jesucristo. En cualquier caso, toda esa erudición pedante no debería ahuyentar a nadie de la escucha de un trabajo que rezuma sinceridad y humanismo por sus cuatro costados.
“Amerigo” abre el disco con una serena melodía cantada con inesperada dulzura por Patti Smith mientras que la banda va incrementando la intensidad apoyada por un maravilloso cuarteto de cuerda. Siguen “April fool”, otro medio tiempo deudor del sonido nuevaolero de los 80 que probablemente sea lo más comercial del lote (no en vano ha sido elegido como primer single), y “Fuji-san”, rock granítico que recuerda en el riff de guitarra al “Born in the USA” de Bruce Springsteen y que está dedicado a las víctimas del terremoto que asoló Japón en 2011. “This is the girl” sí es una novedad en el sonido de Smith, con su cadencia de girl group de los 50 y 60, su melodía deliciosa y atemporal y una delicadísima interpretación vocal. Gran homenaje a la trágicamente fallecida Winehouse. El tema homónimo nos devuelve a la Patti más feroz y visceral, en su versión de bruja mala del oeste sin intención de hacer prisioneros, mientras que “Maria” es otra balada conducida por el piano que transpira emoción elegíaca y “Mosaic” sabe a folk cocido a fuego lento al calor de una mandolina.
“Tarkovsky (the second stop is Jupiter)” continúa el juego de contrastes con un “spoken word” misterioso que se adentra en territorios musicales cercanos al jazz espacial (no es casual la colaboración de Sun Ra en la composición), en tanto que ”Nine”, dedicada a Depp, se pega a la tradición norteamericana de medio tiempo pedregoso, y “Seneca”, desnuda, solemne y espectral, se beneficia de un bellísimo arreglo de cuerdas. El esperado “tour de force” recitado de cada disco llega con “Constantine’s dream”, diez minutos de una densidad irrespirable y febril que, sin embargo, no alcanzan la brutalidad de aquella “Radio Baghdad” de “Trampin”. Tras el incendio, una lectura correcta y fiel del extraordinario “After the goldrush” de Neil Young sirve para tomar oxígeno y cerrar el disco con un coro de niños que probablemente sería del agrado del canadiense.
Pese a sus innegables virtudes, no me parece que “Banga” queme tanto como sus dos mejores discos de madurez, los ya mencionados “Gone again” y “Trampin”, pero sigue proporcionando una generosa ración de rock expresionista que, ante todo, ratifica que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
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