Cinderella: recordando a los grandes olvidados

Hay pocas cosas más injustas que la memoria. Muchas veces tendemos a pensar cómodamente que se trata de un mecanismo de objetividad infalible, pero, muy al contrario, pocos dispositivos humanos son más subjetivos y azarosos que el recuerdo. Si juntamos todas esas pequeñas aleatoriedades individuales tendremos que hemos conformado una ‘memoria global’ de lo menos fiable. Situándonos en terrenos más mundanos, todo lo anterior nos lleva a que retengamos en nuestras neuronas a un montón de bandas insignificantes y, sin embargo, hayamos borrado casi por completo cualquier remembranza de formaciones realmente importantes y que merecerían un lugar mucho más privilegiado en nuestro ‘disco duro’ particular.
Hasta el seguidor más casual del rock puede citar casi de carrerilla la lista de bandas que se ha ido estableciendo como ‘oficial’ a la hora de hablar de la ola de hard rock festivo que invadió EE.UU, y por ende el mundo occidental, en los años 80. Sin duda, en ella siempre aparecerán Guns’N’Roses, Bon Jovi, Mötley Crüe, Poison y Skid Row e incluso algún seguidor más avezado incluirá a grupos de destello más fugaz como Warrant. Pero de ese listado se cae en muchas ocasiones, sin duda demasiadas, un nombre que resultó igualmente importante en aquella época, en términos tanto cualitativos como comerciales, pero que las arenas del tiempo -y el hecho de tener la peor de las suertes en el momento menos adecuado- ha acabado sepultando de manera muy injusta: los fantásticos Cinderella. Dado que en los últimos 26 años sus seguidores apenas nos hemos podido echar a la boca una cantidad ingente de lanzamientos en directo y recopilatorios -además de la reciente y muy recomendable trayectoria en solitario de su sempiterno líder, Tom Keifer,-, nos centraremos en repasar sus cuatro discos en estudio, cuatro obras tan diferentes como interesantes cuya recuperación debería bastar para que muchos melómanos volvieran a colocar el nombre de Cinderella en el lugar que les corresponde: la eternidad. A por ello vamos:

«NIGHT SONGS» (1986)
Cinderella tuvo que esperar cuatro largos años desde su formación, con Keifer y el bajista Eric Brittingham como miembros fundacionales, en 1982 para lograr lanzar su primer disco y superar la huida de su guitarrista y su batería original a la banda rival Britny Fox. Pero la espera mereció la pena, ya que lo hicieron en las mejores condiciones posibles. El grupo de Philadelphia se reforzó con la incorporación del carismático Jeff LaBar a las seis cuerdas y ya llegaba muy rodado tras ofrecer numerosas actuaciones en directo. En esos shows encandilaron a la audiencia y a los grandes del negocio. Primero fue Gene Simmons (Kiss) quien intentó llevarles a PolyGram, pero fue finalmente Jon Bon Jovi el que se llevó el gato al agua y les facilitó un contrato discográfico. Pese a que el rosario de baterías en la formación continuó incesante, con el sesionista Jody Cortez tocando todo el álbum para dar paso después de cara a la siguiente gira al definitivo Fred Coury, la grabación iba a ser de lo más fructífera.
«Night Songs» es una obra claramente marcada por las circunstancias: la primera, la de un grupo debutante que aún no ha acabado de definir por completo su sonido y susceptible de caer en la emulación de la moda imperante; la segunda, la de un año de edición (1986) que supone el punto más álgido de la escena ‘sleazy’, justo el momento en que su propuesta inicial se había consolidado en lo más alto del ‘mainstream’ y aún no tenía necesidad de evolucionar hacia diferentes caminos para evitar la monotonía. En este contexto, Cinderella intentan tocar todos los palos. Por de pronto, sorprende un inicio como el protagonizado por el tema-título, un medio tiempo de riffs muy marcados y guitarras recias, mucho más sobrio de lo habitual en las bandas del estilo y presentando ya en sociedad su querencia por el rock’n’roll genuinamente americano que acabaría siendo tan importante en su trayectoria. Sin embargo, solo el cierre del disco, «Back Home Again», seguirá ese camino. ¿Y el resto? Pues un completo paseo por las tendencias imperantes en el hard rock de la época. Los reyes de la escena en aquel momento, Mötley Crüe, dejaban su impronta en temas como «Once Around the Ride» o «Somebody Save Me», mientras que los Aerosmith más clásicos se dejaban notar en «In From the Outside». Pero la tendencia ‘bluesy’ de la banda y esa característica garganta rota de Keifer tan Brian Johnson dejaban en bandeja a AC/DC el erigirse como mayor influencia del combo. De hecho, en ese dubitativo ecuador de la década que pasaron, los australianos hubieran agradecido contar en su repertorio con temas tan potentes como «Hell on Wheels» y, sobre todo, dos ‘hits’ de la entidad de «Push Push» y «Shake Me». Cinderella estrenaba con ellos su colección de clásicos, pero ninguno en su primer disco llega a la entidad de la maravillosa «Nobody’s Fool», una de las mejores ‘power ballads’ del decenio, una pieza arrebatadora que llenaba de ‘feeling’ un extraordinario Keifer y que despejaba cualquier tipo de duda: Cinderella habían llegado para quedarse.

«LONG COLD WINTER» (1988)
El hecho de estar en el momento y en el lugar adecuado proporcionó a Cinderella un impacto inmediato: el gran recibimiento otorgado a «Night Songs» pronto les granjeó grandes oportunidades que supieron aprovechar. Así, empezaron promocionando el disco en una gira conjunta con Poison, continuaron con los japoneses Loudness para pasar después a las ligas mayores, con el teloneo de dos de las grandes giras de aquella época: la primera de David Lee Roth en solitario y nada menos que la de «Slippery when Wet» de Bon Jovi. En apenas dos años, nuestra banda se había convertido en millonaria -«Night Songs» llego al triple platino- y tocaba corresponder tanto éxito con un segundo disco a la altura.
Tras la gran fiesta inicial era el momento de madurar para las bandas que habían triunfado con el denominado ‘glam metal’. Y en 1988 coincidieron en hacerlo casi a la vez Bon Jovi con su «New Jersey», Poison con su «Open Up and Say…Ahh!» y Cinderella no iba a ser menos con «Long Cold Winter». El comienzo ‘bluesy’ de la inicial «Bad Seamstress Blues/Fallin’ Apart at the Seams» ya avisa de lo que se viene: una producción mucho más poderosa (Andy Johns repetía a los mandos), unas guitarras mucho más recias y robustas, un Keifer que había dado un paso más allá en sus cualidades vocales, unas letras marcadamente más sombrías y profundas y unos tintes más de raíces, mas pegados al rock americano clásico que acaban conformando un fenomenal tema de apertura. Solo la canción de cierre del álbum, «Take me Back» rimará claramente con el espíritu festivo de su debut. El resto del repertorio -de muy variado cariz- se moverá entre el hard rock de riffs sencillos pero densos con estribillos plagados de coros que remite a AC/DC pero, sobre todo, a los adorables Def Leppard primerizos de «High’n’Dry» -aquí se inscriben balazos como «Fire and Ice», «Second Wind» e «If you don’t Like it»-, medios tiempos épicos como la genial «The Last Mile» y el muy blues tema- título -al que le perjudica su excesivo parecido con el «Since I’ve Been Loving You» zeppeliano- y ‘power ballads’ de calidad suprema y repercusión comercial en consonancia: la acústica «Coming Home» y una de los más grandes clásicos de la formación, una «Don’t Know what you Got (Till it’s Gone)» que incluye el arsenal completo de las baladas ochenteras más tópicas (piano, cuerdas, épico solo de guitarra justo a mitad de canción) pero que se sobrepone a todo ello merced a la mágica interpretación de Keifer y un desgarro y una fuerza descomunales. Para el final dejamos la joya de la corona: «Gypsy Road», ese adictivo rock de preciosa letra que se ha convertido en la quintaesencia del sonido Cinderella y el mayor himno de su carrera. «Long Cold Winter», pese a no alcanzar cotas tan grandes de éxito como su predecesor, consiguió objetivos mucho más importantes: confirmar a los de Philadelphia como un grupo realmente de primera línea, abrir una serie de posibles caminos que parecían casi imposibles dos años atrás y acabar configurando para la posteridad la perfecta pista de aterrizaje para cualquiera que se quiera adentrar en la trayectoria de la banda, el perfecto término medio de todo lo que nos ofrecieron.

«HEARTBREAK STATION» (1990)
Unos Cinderella ya absolutamente coronados -la gira de «Long Cold Winter» fue un éxito incontestable y no dejaron de codearse con los nombres más grandes en algunos de los eventos más importantes del momento, como el Moscow Music Peace Festival de 1989-, quisieron plasmar la madurez adquirida en una continuación aún más ambiciosa que su anterior disco, sin escatimar gasto alguno. De ahí que reclutaran colaboradores tan importantes como John Paul Jones o el ex Uriah Heep Ken Hensley para «Heartbreak Station».
A veces se juzga un libro únicamente por su portada y eso suele llevar a un flagrante error. La foto que ilustra la carátula y el arrollador hard boogie que inicia el recorrido, esa fantástica «The More Things Change», hace que muchos consideren «Heartbreak Station» algo así como el álbum ‘country & western’ de Cinderella. Algo de ello hay, claro que sí. Ahí están ese tufillo Skynyrd del precioso y excelente tema título y, sobre todo, la aparición de mandolina y dobro en ese blues cadencioso que conforma «Dead Man’s Road». Pero «Heartbreak Station» contiene mucho más, siendo el gran factor común el alejamiento casi por completo del inicial ‘hair metal’ de la banda, del que apenas queda rastro, certificando un rotundo viraje musical llevado a cabo gradualmente y sin resultar nada forzado en apenas tres álbumes y cinco años. La gran joya del disco es también el último gran ‘hit’ de la formación: un majestuoso «Shelter Me» preñado de piano, vientos y coros que, sin duda, está entre los mejores temas puramente ‘stonianos’ que nunca han grabado Sus Satánicas Majestades. En ese tono de puro rock’n’roll -también limítrofe, por tanto, con los Faces- están «Sick for the Cure», el precioso medio tiempo «One for Rock and Roll» y la más festiva «Make your own Way». Asimismo, Keifer y los suyos sacan a la palestra un gusto por el funk y la música negra más acentuado que nunca, que logran integrarla en su esencia de manera óptima: «Love’s Got me Doin’ Time» es puro Aerosmith 70’s, mientras que «Electric Love» también sigue la pista de Steven Tyler y compañía, pero esta vez en su trayectoria de los últimos 80. Aunque el resultado más espectacular en esta faceta la consiguen en la euforizante «Love Gone Bad» que llega más lejos y se acerca a los Kiss disco de «Dinasty», resultando el tema más deliciosamente pop del grupo. Cinderella lo habían vuelto a hacer: volvían a firmar un excelente disco que siempre quedará para la posteridad como el gran competidor de «Long Cold Winter» para lograr el puesto más alto en el pódium de su trayectoria. Quizá «Heartbreak Station» no tenga la retahíla de himnos de su predecesor pero sí que resulta un crisol de sonidos aún más rico que su ‘rival’. Que cada uno decida su favorito.

«STILL CLIMBING» (1994)
Todo había ido a pedir de boca en la carrera de Cinderella pero al karma le dio por enredar y todo se empezó a derrumbar a principios de los 90, justo después de haber deleitado al mundo con «Heartbreak Station». El primer contratiempo fue la marcha del batería Fred Coury, pero el realmente puso en jaque toda la trayectoria de la banda fue la grave enfermedad de garganta de Tom Keifer. Un sinfín de operaciones y recaídas impidieron a los de Philadelphia retomar su carrera discográfica hasta 1994 con «Still Climbing», incorporando a todo un genio como Kenny Aronoff a las baquetas. La dolencia de Keifer no pudo venir en peor momento. Cinderella era una de las pocas bandas de hard rock que tenían serias posibilidades de salir airosos de la fiebre alternativa que dominó la década, merced a su alejamiento del ‘hair metal’ y su apuesta por un rock más sobrio, austero y de claras miras a los 70. Sin embargo, en aquella época cuatro años eran un mundo…y más aquellos cuatro años. Entre 1990 y 1994 había dado tiempo a que el ‘grunge’ explorara comercialmente, a que llegara a consolidarse como vertiente hegemónica del rock a nivel comercial e incluso a que llegara a avistarse su próximo declive. Mientras tanto, el nombre de Cinderella había quedado sepultado en el olvido pese a su excelente reputación. De ahí que la salida de «Still Climbing» se produjera casi de tapadillo en medio de otros lanzamientos que reclamaron mucha más atención y su carrera comercial fue prácticamente nula.
Pese a este sonoro fracaso comercial, nada debería impedirnos de disfrutar de un álbum realmente fantástico, casi a la altura de sus dos proezas anteriores. Es de suponer que los múltiples impedimentos que la banda tuvo a la hora de terminar el disco hizo que recuperaran canciones guardadas en la recámara para completarlo. Fantástica noticia, puesto que la poderosa y pegadiza «Talk is Cheap», que ya tocaron en una versión diferente en 1987, y dos frenéticos bombazos como «Freewheelin'», escrita en 1985, y «Hot & Bothered», ya aparecida en 1992 en la banda sonora original del icónico filme «Wayne’s World», pueden ser considerados los ‘highlights’ del disco e incluso figurar en la larga lista de clásicos de la banda. Entre el repertorio genuinamente nuevo, pese a que el poderoso boogie inicial «Bad Attitude Shuffle» remita directamente a «The More Things Change», destaca un cierto alejamiento de la vertiente más ‘roots’ de «Heartbreak Station» para regresar a terrenos más próximos al hard rock ‘mainstream’ de la época, con una búsqueda más concreta de grandes estribillos y una fantástica producción capaz de amalgamar una florida instrumentación rica en pianos tintineantes, grandes coros y abundancia de vientos. La sombra de los exitosos Aerosmith de «Pump» se vuelve a hacer notar, esta vez en temas tan euforizantes como «All Comes Down» y «Easy Come Easy Go» y «Blood from a Stone» se asemeja a lo que venían haciendo por la época los nunca suficientemente ponderados Tesla. Los de Philadelphia tampoco descuidaron una de sus principales virtudes -la impecable factura de sus temas más suaves- y brillan tanto en medios tiempos como «The Road’s Still Long» como, sobre todo, en dos fantásticas baladas como la sureña «Hard to Find the Words», emotivo homenaje de Keifer a su madre, y la muy clásica «Through the Rain», que nos hace revivir su ‘hit’ «Don’t Know what you Got (Till it’s Gone)». En definitiva, una excelente manera de cerrar una carrera discográfica impoluta.

DE UN TIEMPO A ESTA PARTE…
El relato de la actividad de Cinderella desde que lanzaron «Still Climbing» hasta la actualidad parece más una crónica de sucesos e infortunios que una meramente musical. Ante la decepción provocada por la gélida recepción hacia su último disco, la banda entró en hiato indefinido en 1995, pero el tímido revival del hard rock que surgió en pleno decaimiento de la fiebre alternativa les alentó a volver, tanto con el primero de un sinfín de discos recopilatorios como al directo, en una gira que fue perfectamente retratada en «Live at the Key Club», un gran disco en directo de 1999 que saldaba con suficiencia una de sus grandes deudas con sus fans. Esta buena racha coincidió con un nuevo contrato con Sony que hacía augurar un inminente nuevo álbum, esperanza que se fue al garete cuando la propia compañía prescindió de sus servicios poco después y entraron en una larga serie de litigios legales. Ya entrado el siglo XXI, la trayectoria de Cinderella se resume en unas cuantas giras esporádicas (muchas de ellas aprovechando el poderoso circuito nostálgico existente en EE.UU) y continuos impedimentos para lograr publicar nuevas canciones: la falta de una compañía tras la espantada de Sony, las dificultades para juntar a los miembros de la banda para componer temas, una nueva recaída de la garganta de Keifer…Todo ello ha derivado en que en la actualidad sea prácticamente imposible concebir que vayamos a asistir a un regreso discográfico del grupo, máxime cuando el mismo Keifer parece haber tirado definitivamente la toalla y se ha centrado en una incipiente trayectoria en solitario que ha sido la encargada de darnos las mayores satisfacciones en los últimos años. Especialmente recomendable es su debut, «The Way Life Goes» (2013), en el que el vocalista exhibe similares características a la de su grupo pero con un sonido más orientado al rock clásico, el blues y el soul, mientras que «Rise» (2019) resulta algo menos inspirado pero también disfrutable. Un gozoso alivio para sobrellevar el injusto olvido de una de las bandas de hard rock más estimulantes de la historia.
Postdata: Si queréis descubrir/rememorar la excelente música que nos brindaron nuestros protagonistas a lo largo de su carrera, no tenéis más que reproducir justo debajo la playlist que hemos elaborado con sus 20 temas imprescindibles. ¡De nada!

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