«The Newsroom», la aventura quijotesca de Aaron Sorkin
Cuando escribí ‘Las luces de la redacción se encienden en “The Newsroom”’, hace un par de meses, os prometí que volvería a retomar la serie de Aaron Sorkin en el blog para hacer un balance general al final de su primera temporada. Las vacaciones, el ajetreo del verano, y el haberme mantenido fiel a mi adicción a otras series como “Breaking Bad” o “Weeds” hicieron no obstante que, a falta de sólo una semana para la emisión del décimo y último episodio, “The Greater Fool”, yo me encontrase como al principio, con ocho capítulos pendientes por delante y el deber de llegar a tiempo a la cita prometida. No deja de haber sido una jugada arriesgada, pues a pesar de que el piloto me dejó muy buenas sensaciones, ocho entregas de casi 60 minutos en siete días podían convertirse en un suplicio si la serie se me acababa atragantando. Al final me sobraron tres días, y con eso os lo digo todo.
Esta inusual forma de haber seguido la serie, que creo que no se repetirá el año próximo, me ha permitido además haberla visto conociendo de antemano muchas de las reacciones que, especialmente al otro lado del Atlántico, han ido levantando los diez capítulos emitidos hasta la fecha. Así, además de disfrutarla de lo lindo, a la vez he podido ir juzgando si muchas de las críticas o alabanzas que había leído estaban justificadas o no. Mi veredicto, que no es más válido que el de cualquier otro, es que “The Newsroom” es una serie magnífica, diría que incluso una serie necesaria, a pesar de que no sea ni mucho menos perfecta y aún tenga un amplio margen de mejora. Por suerte, la cadena HBO no tardó en respaldarla, otorgándole enseguida una segunda temporada para 2013, así que Sorkin tiene casi un año entero por delante para ir puliendo y sacando aún más brillo a su última criatura.
El alma del creador de “El lado oeste de la Casa Blanca”, como no podía ser de otra forma, impregna cada minuto, cada segundo de “The Newsroom”. Efectivamente, sus personajes hablan mucho y son extremadamente inteligentes, ingeniosos y expresivos, y así asistimos a un festival sin tregua de réplicas, contrarréplicas y contracontrarréplicas, a cual más certera y ocurrente, y llega un momento en el que no nos sorprende que hasta los secundarios con una, dos o tres frases por episodio acaben soltando por su boquita lo que deben soltar en el lugar y el momento en el que conviene que lo suelten. Es así y o lo tomas o lo dejas. Cuando uno ve una película de Woody Allen o una de Quentin Tarantino, por poner sólo dos ejemplos, uno sabe que van a seguir siendo fieles a la fórmula que les ha llevado al éxito, ¿no? Pues eso. Que muchas de las críticas que le han llovido a Sorkin sigan yendo en este sentido es, como poco, incomprensible. Pero de la misma forma que puede agotarte Allen o sobrepasarte Tarantino (que no es mi caso), es evidente que no todo el mundo puede comulgar con la propuesta del oscarizado guionista. Lo bueno es que basta un capítulo, dos a lo sumo, para darse cuenta de por dónde van los tiros, así que ahí es cuando uno puede decidir si sigue adelante u opta por una retirada a tiempo.
Tampoco ha escondido nunca Sorkin su afiliación demócrata en un país de siempre muy polarizado, y últimamente más que nunca. Que buena parte de esta primera temporada haya servido para atizar con la mano bien abierta y en toda la boca al ‘Tea Party’ (que no al Partido Republicano, ojo, y creo que la serie sí acierta a la hora de diferenciarlos) no es algo que debería haber pillado desprevenido a nadie. En España más o menos la cosa nos la trae al pairo, pero no es difícil imaginarse cuántas ampollas habrá levantado en Estados Unidos, que además se enfrenta en tres meses a unas cruciales elecciones presidenciales. Es innegable que la serie toma partido ideológicamente en una dirección, así que si tu sentir es simplemente otro, pues no malgastes ni un minuto con ella y dedícate a otra cosa. En un mundo (el de la comunicación) en el que casi nadie se guarda sus cartas, ya somos mayorcitos para saber qué informativos ver, qué diarios leer, qué radios escuchar, y lo mismo podemos decir de los libros, las páginas webs, las películas y las series que circulan por ahí. Además, tan respetable es que algunos productos audiovisuales sólo pretendan entretener y divertir como que otros, en cambio, opten por adoctrinar. Nadie está obligado a nada ni, en definitiva, disfrutar con una cosa te impide categóricamente poder hacerlo con otra bien distinta.
“The Newsroom” también ha sido acusada de tramposa, ventajista, inverosímil e idealista. El hecho de que se haya optado por ‘jugar’ con noticias reales a posteriori (la acción de esta primera temporada abarca desde el 20 de abril de de 2010 hasta el 8 de agosto de 2011) parece no haber sentado nada bien en algunos medios de comunicación, que lo han entendido como una clara crítica de Sorkin a cómo fueron tratados estos sucesos en la mayoría de los noticieros norteamericanos. Algo así como “así deberíais haberlo hecho, gañanes”. También es verdad que, aquello que la redacción de ‘News Night’, con su (casi) intachable profesionalidad y su (casi) invulnerable ética, no ha podido resolver se ha solventado con algún golpe de efecto poco creíble, en plan “resulta que mi compañera de piso conoce a no sé quién, y nos viene de maravilla”. Vale, a fin de cuentas estamos hablando de una serie, así que tenemos que admitir ciertas licencias dentro de lo tolerable. No estamos ante un ‘reality’ ni ante un documental (que también se pueden manipular a nuestro antojo, ojo), y si alguien pusiese una cámara en la redacción de cualquier informativo sólo tengo la certeza de una cosa: nos aburriríamos como ostras. “The Newsroom” no deja de ser una ficción y a menudo tiene que recurrir a ciertos trucos y fórmulas, pero a pesar de todo creo que en ningún momento se ha llegado a sobrepasar ninguna línea. También habrá quien no comulgue con la “misión para civilizar” en la que se embarcan Will McAvoy, MacKenzie McHale y el resto de este ejemplar y modélico equipo de periodistas, ni con su afán por erigirse en Quijotes del siglo XXI, ni con sus reiteradas alusiones a Camelot. Sí, son tan íntegros, snobs y elitistas que apestan o, peor aún, no resultan creíbles. Yo sólo puedo decir que desconozco si es posible que un tipo como McAvoy exista o no en el mundo real, pero sí puedo asegurar que si no lo hay habría que inventarlo. Y eso, a fin de cuentas, es lo que nos ha regalado Sorkin. ¿Idealista? Por supuesto. ¿Necesario? En los tiempos que vivimos, también. Y absolutamente loable.
Los que hayáis leído hasta aquí sin haber visto “The Newsroom” podéis pensar que es solemnísima, o temer que sea incluso un tremendo coñazo. Nada más lejos de la realidad. Es verdad que su visionado exige cierto grado de atención (yo, de hecho, fui tan valiente que vi su capítulo piloto con los subtítulos en inglés y pronto comprendí que no debía repetir tamaña osadía), pero aún con todo eso consigue ser una serie inusitadamente entretenida y adictiva. Además, está regada de continuos golpes de humor, algunos brillantemente construidos, simplemente geniales, y otros en cambio un tanto facilones, diría que por contraste casi impropios. Son ese tipo de detalles los que Sorkin puede mejorar en el futuro; puesto que ya ha demostrado que es capaz de lograr la excelencia, sólo nos queda pedirle que se instale en ella permanentemente. También han tenido un considerable peso a lo largo de esta temporada las tramas afectivas, como ocurre al final en el 99% de las series y en la vida misma. Desde el inicio quedó claro que la tensión sentimental (más dialéctica que sexual, hasta ahora) entre Will y MacKenzie sería una de las constantes de la serie, y pronto también vislumbramos ese otro triángulo amoroso que luego se volvió un cuadrado y ha terminado convirtiéndose en un pentágono.
Por supuesto, nada de lo anteriormente citado se sustentaría sin lo más importante, en definitiva, de toda serie: sus personajes y, por extensión, los intérpretes que les ponen rostros, gestos y en este caso muchísima palabrería. “The Newsroom” nos ha presentado, en estos diez capítulos, un interesantísimo elenco principal, que también tiene sus luces y sus sombras, y algunos caracteres más atractivos, o mejor desarrollados, o con una evolución más satisfactoria que otros, como suele suceder. A mí, al menos, me han caído en gracia, y ya estoy deseando reencontrarme con todos ellos dentro de, calculo, diez meses. Claramente, el encargado de tirar del carro es ese Will McAvoy interpretado por Jeff Daniels. Reconozco que nunca he tenido un especial interés en seguir la carrera de este actor, pero ahora mismo ya no podría pensar en nadie mejor para un papel que, como mandan los cánones, es muy rico y complejo, irresistible. Cuando hemos estado convencidos de que el presentador y cabeza visible del informativo ‘News Night’ era un tipo despreciable, o como mínimo difícil de tratar, nos ha desmontado sacando a relucir su lado más afable. Cuando ha conseguido hacernos creer que era un tío valiente y heroico, a continuación ha cometido un injustificable acto de cobardía. Cuando le hemos visto como un ser poderoso, casi inquebrantable, de repente hemos alcanzado a vislumbrar sus debilidades, que son muchas, aunque una destaque por encima de todas. El otro pilar sobre el que se sustenta la redacción, y la serie, es la MacKenzie McHale de una Emily Mortimer que ha hecho lo que ha podido con un personaje desconcertante, capaz tanto de volar muy alto como de brindarnos escenas bastante discutibles. Su histerismo ha rozado en ocasiones el límite de lo tolerable y su patanería ha sido a veces impropia de alguien con el talento y las dotes que se le presuponen, pero también ha tenido sus grandezas, que la han convertido en indispensable. Sorkin deberá andarse con pies de plomo para ver por dónde decide llevarla en futuros episodios.
Difícilmente podríamos dejar de destacar a todos y cada uno de los demás integrantes de esta redacción, empezando por esa brújula moral con pajarita llamada Charlie Skinner (Sam Waterston), tan cálido y protector como exigente y despiadado, según lo haya requerido la situación, y continuando con Jim Harper (John Gallagher Jr.), quizás el papel mejor construido de todos, ese tipo más o menos normal en el que muchos de los espectadores masculinos de la serie hemos podido en algún momento reconocernos, y la nerviosa, insegura pero adorable Maggie Jordan (Alison Pill). Acertadísima ha sido también la evolución de Don Keefer (Thomas Sadoski), o quizás lo que ha ido cambiando ha sido nuestra perspectiva de él, pues pensábamos, o queríamos pensar, que era un hijo de perra y al final se ha acabado anotando bastantes puntos a su favor, mientras que Neal Sampat (Dev Patel) ha ejercido de ‘nerd’ oficial de la oficina pero también ha tenido sus momentos. La serie se ha permitido además el lujazo de contar con toda una leyenda, Jane Fonda, dando vida a Leona Lansing, la jefaza de la cadena ACN, impecable en sus tres breves apariciones, en las que ha evolucionado de miserable zorra sin escrúpulos a… miserable zorra con escrúpulos. Y luego hemos visto a Olivia Munn, perdón, quería decir, a la MARAVILLOSA Olivia Munn, salir airosa del reto de encarnar a esa Sloan Sabbith, la atípica analista económica de ‘News Night’, que ha acabado convirtiéndose en mi personaje favorito de la función. Extraordinariamente bella, asombrosamente inteligente y extremadamente inepta en el plano social. Algunos han lanzado sus dardos contra la actriz acusándola de haber mostrado un único registro a lo largo de toda la serie, pero a mí en cambio me parece que ese gesto suyo permanentemente serio ha sido fundamental para dotarla de esa comicidad que, en muchos momentos, ha derrochado, y ha hecho también que su sonrisa, las pocas veces que hemos podido verla, haya iluminado la pantalla aún con mucha más intensidad. Y ‘Bullies’, el capítulo en la que la vimos primero hablando japonés fluido y luego sacando los dientes, se convirtió por ese y otros motivos en uno de los mejores, sino el mejor, de toda la tanda.
Lo que ha quedado claro es que Sorkin ha ido a su bola, y me temo que casi con seguridad le habrán resbalado las críticas, y probablemente también las alabanzas, que las ha habido, que ha ido recibiendo. Los diez primeros episodios fueron rodados en su totalidad antes del estreno de la serie, lo que confirma la seguridad y la confianza en uno mismo de un creador empeñado en llevar su idea hasta las últimas consecuencias, ajeno a todo el ruido que pueda generar a su alrededor. Mi valoración es que ha superado el reto con un notable alto, y en el plano personal no puedo dejar de alegrarme por haber encontrado un entretenimiento veraniego formidable que espero que nos dure unos cuantos años, dado que “True Blood” nunca ha conseguido seducirme y ahora que “Weeds” está a punto de cerrar sus puertas y “Breaking Bad” nos dirá adiós (aunque ya sólo escribirlo duela) en agosto de 2013. Así que, simplemente, gracias señor Sorkin.
Gran reseña, sólo discrepo en el valor que tiene Mortimer en la serie, sin ella habría un desequilibrio muy grande y el prsonaje de Daniels no tendría un sustento moral en qué apoyarse.
Pinta para gran serie.
Hola, Super yo! Me alegro de que te haya gustado la reseña y estemos de acuerdo en todo, y sí, digo en todo, porque yo también coincido en el innegable valor que tiene Mortimer en la serie, y en que su papel es totalmente esencial. De hecho, he escrito que “ha tenido sus grandezas, que la han convertido en indispensable”, aunque sí es cierto que en algunos momentos me ha desconcertado su comportamiento, o su torpeza. En cualquier caso, yo ya creo que es una gran serie, pero si mejora aún más, que puede hacerlo, llegará a codearse con las más grandes. Un saludo!
Entonces estamos completamente de acuerdo!
Un abrazo!