“Weeds”, el colocón más largo
(ALERTA SPOILER: Revela detalles -detallitos, diría yo- de la trama de la serie, hasta el primer capítulo de la octava temporada)
Llevo mucho tiempo esperando poder escribir sobre “Weeds” y, ahora que llega el momento con motivo del estreno de su octava y última temporada, tengo miedo de no poder ser del todo justo con ella. Y es que la cuestión es un poquito complicada. Si tengo que hablar de la “Weeds” de sus tres primeras temporadas, podría afirmar con rotundidad que nos encontramos ante una de las comedias más divertidas, ingeniosas, mordaces y adictivas de la historia de la televisión, y creo no estar exagerando. Si tengo que hacerlo de la “Weeds” actual, o de la que hemos podido ver en los últimos cuatro años, no puedo negar la evidencia de que estamos ante una serie que, pese a mantener gran parte de sus señas de identidad, ha ido perdiendo paulatinamente su gancho, su poder de seducción y parte de su esencia. No lo estaría haciendo nada bien si ignoro este hecho, pero por otra parte temo que la impresión de que estoy ciertamente desencantado con ella pueda eclipsar todo lo demás. No sé, es algo así como criticar a la selección española por unos cuantos partidos regulares, que uno sabe que no está siendo del todo justo con los logros y los buenos momentos que nos ha hecho vivir en el pasado. Lo bueno es que esto tampoco ha terminado y, siguiendo con el símil, aún está por ver si la serie creada por Jenji Kohan puede aprovechar su final para demostrarnos que la magia aún sigue ahí, y nos haga levantarnos de nuestros sillones para despedirla con una última y merecida ovación.
Como ya he dicho, añoro la “Weeds” de sus inicios. La “Weeds” de Agrestic. La “Weeds” del “Little Boxes”. La “Weeds” de personajes como Celia, Dean e Isabelle Hodes, Heylia, Conrad y Vaneeta, sin olvidarnos de Lupita, Kat e incluso Peter Scottson. Todos ellos fueron quedándose por el camino, unos antes, otros más tarde, y se les acabó echando mucho de menos, pese a que algunos hayan ido regresando en momentos puntuales, muy celebrados especialmente por un servidor. La serie, nadie puede negarlo, tenía en esa ficticia y a la vez tan real localidad californiana el escenario ideal en el que las andanzas de Nancy Botwin (Mary-Louise Parker) cobraban todo el sentido. Con el tiempo, Nancy sólo ha sido capaz de arrastrar en su espiral de delincuencia a sus hijos Silas (Hunter Parrish), un muchacho extremadamente guapo y aparentemente inútil, pero en el fondo hipersensible y con muchos talentos ocultos (o no tan ocultos), Shane (Alexander Gould), ese pequeño psicópata que no ha dejado de crecer, en todos los sentidos, ante nuestros ojos, y a su fiel y enamorado cuñado Andy (Justin Kirk), el mejor personaje del conjunto y el que nos ha deparado, sobre todo en el pasado, muchos de sus mejores momentos. Ah… y a Doug Wilson (Kevin Nealon), uno de los tipos más despreciables y amorales, pero más jodidamente divertidos y entrañables, a su manera, que hemos visto en una pantalla de televisión.
En realidad, probablemente no quedó más remedio que abandonar Agrestic para hacer que la historia avanzara. Así, los Botwin se vieron obligados a un exilio forzoso en Ren Mar, situada junto a la frontera entre San Diego y México, y aunque, entre otras cosas, nos vimos privados de su excelente cabecera, la cosa aún siguió teniendo su gracia. Pero la trama mexicana y ese maldito Esteban Reyes (Demián Bichir) a mí, personalmente, se me acabó atragantando. Menos mal que Shane supo zanjar drásticamente el asunto, rescatándonos de lo que parecía un laberinto sin salida. “Weeds” recuperó parte de su brío en una sexta temporada que funcionó a un gran nivel a modo de ‘road movie’, y cuya conclusión podría habernos servido, razonablemente bien, como final de la serie, como demostraría un año más tarde una séptima temporada, la más floja de todas, que nos trasladó esta vez a Nueva York. Allí, todo resultó más forzado, más cogido con pinzas, menos creíble (si es que alguna vez hemos podido utilizar este adjetivo para hablar de “Weeds”) que nunca. Y para colmo, Kohan se sacó de la manga ese discutible final que nos descolocó, sobre todo al no tener aún la certeza de si estábamos ante la conclusión definitiva de la serie, dejándonos en ese caso con demasiadas cuestiones en el aire, o en cambio aún tendríamos más dosis de una droga cada vez de peor calidad.
Al menos, ya tenemos la respuesta, y “Weeds” continúa con su octava temporada que ya sabemos que, por suerte, será la última. Sólo hemos podido ver el primer episodio, “Messy”, y aún es demasiado pronto para saber por dónde irán los tiros. De momento, hemos podido disfrutar de un capítulo razonablemente bueno en el que Nancy, por exigencias del guión, apenas ha tenido participación, y han tenido que ser Silas, Shane, Andy, Doug y la odiosa hermana de la protagonista, Jill (Jennifer Jason Leigh), los que han llevado el peso de la trama. El polémico cierre de la anterior temporada nos dejaba dos grandes cuestiones: qué ha pasado y quién ha sido. La primera se ha respondido pronto y la segunda ha dado pie a una de las mejores escenas del episodio, en la que sus hijos repasan la larga lista de personas con motivos para querer hacer daño a Nancy. Al final, la pregunta ha sido respondida en los últimos segundos del episodio, y aunque tiene sentido, quizás habría tenido más gracia si hubiesen jugado durante más tiempo con ella. Pero quién sabe qué es lo que tiene Kohan en mente. Si pudiese elegir, yo me decantaría sin dudarlo por un regreso a los orígenes, a esa Agrestic que, a estas alturas, ya tendría que haberse alzado de nuevo de sus cenizas. La vuelta del “Little Boxes”, aunque en este caso haya sido para ilustrarnos de forma muy ingeniosa el recorrido de los Botwin en estos siete, ya ocho años, me hace albergar esperanzas. Tampoco sería mala la opción de que Nancy fuese pagando, y nos encontremos sólo ante el inicio, por todos los pecados cometidos hasta ahora, y que ni de lejos llegó a saldar con esa estancia de tres años en la cárcel que sirvió de elipsis entre la sexta y la séptima temporada.
En este sentido, no nos olvidemos de que “Weeds” nos propuso, tres años antes, un punto de partida muy similar al de “Breaking Bad”, aunque el tono y el desarrollo de las dos series haya sido luego radicalmente distinto. Pero si ambas siguen compartiendo algo hoy en día es el imparable descenso a los infiernos de sus dos protagonistas. Podríamos pensar que el experimentado por ese profesor de química de Albuquerque es mucho más profundo y terrible, pero eso es sólo porque la metanfetamina nos parece más censurable que la marihuana, y sobre todo porque, cuando Walter White se convierte en Heisenberg… reconozcámoslo, nos meamos en los pantalones. Nancy, en cambio, puede resultar la tía más encantadora cuando quiere y necesita serlo, que viene a ser la mayoría de las veces, es difícil no caer rendido a sus pies cuando nos susurra con esa vocecita tan dulce y… vale, quién puede negarlo, cada año parece estar más buena (no obstante, su hierba fue bautizada, por el mismísimo Snoop Dogg, como ‘MILF Weed’, y nunca un nombre nos pareció más apropiado). Pero la embaucadora madre interpretada por Mary-Louise Parker ni siquiera puede justificarse en un cáncer terminal, y su carrera criminal comenzó únicamente por sus deseos de seguir manteniendo, tras enviudar, su alto nivel de pijerío. Tampoco nos vale eso de “lo hago por la familia”, porque es probable que algunas veces haya sido así, pero otras muchas se ha movido por puro egoísmo y no ha titubeado a la hora de actuar cuando sus intereses chocaban con los de sus hijos y su maltratado cuñado, cuando no los pisoteaban directamente. Y Nancy ha dejado, no lo olvidemos, muchos, muchísimos cadáveres por el camino, que además no parecen pesarle lo más mínimo, ha herido a demasiadas personas e incluso ha sido capaz de dejar descabezada también alguna que otra importante organización criminal… únicamente en su propio beneficio.
“Weeds”, en cualquier caso, nunca ha sido una mala serie, aunque es cierto que el alto grado de exigencia que se marcó en sus primeros años nos haya hecho juzgarla con demasiada severidad. Marcada por el ritmo que imponen sus capítulos de 25 minutos, ha seguido siendo esa serie frenética, alocada, en la que los Botwin han sido capaces, y yo al menos he perdido la cuenta, de idear mil y una tramas aparentemente perfectas para mantener en pie sus negocios, que se han venido abajo de forma estrepitosa pocos episodios después. Y sus personajes han seguido creciendo y madurando, dejando al lado al ‘bueno’ de Doug, aunque algunos se hayan enriquecido más que otros (reconozco que yo mataría por recuperar al Andy de los inicios). La última palabra, en cualquier caso, deberemos escribirla dentro de doce capítulos, allá por finales de septiembre. Pero es de justicia reconocer también que “Weeds”, y un año más tarde “Dexter”, fueron las dos series que elevaron a Showtime hasta convertirla en la grandísima cadena que es hoy en día. Más tarde irían llegando “Californication”, “Nurse Jackie”, “United States of Tara”, “Episodes”, “Shameless” y esa impecable primera temporada de “Homeland”. Pero las semillas las plantó en 2005 la serie de Jenji Kohan y Mary-Louise Parker. Y entonces brotó un maravilloso producto que nos provocó el más placentero de los colocones, que aún nos dura y que hemos seguido disfrutando a pesar de sus inevitables bajones… Apuremos, mientras podamos, las últimas caladas, y ya nos preocuparemos más adelante de cómo sobrellevamos la resaca.
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