Uzzhuaïa y ‘Santos & Diablos’: a guitarras recias, oídos sordos
El rock español vive en la actualidad una extraña y trágica paradoja. Si bien desde hace una década, aproximadamente, el nivel de las bandas españolas ha crecido exponencialmente, siendo la primera generación realmente preparada para competir de tú a tú en los mercados internacionales -algo que éxitos como los de Angelus Apatrida o Toundra no hacen más que confirmar-, la brutal y casi endémica crisis discográfica ha provocado que estos logros cualitativos no hayan sido debidamente recompensados con el reconocimiento del público. Resultado: grupos que debieran estar gozando de holgadas ventas y un puesto privilegiado en la industria se ven con grandes problemas no ya para ser superventas, sino, simplemente, para poder continuar su carrera de una forma minimamente viable.
Un buen ejemplo es el caso de los valencianos Uzzhuaïa, una banda que se ha ido convirtiendo paulatinamente una de las mejores bandas de la historia del hard rock español. Una banda que, tras discos tan sólidos y con tantas posibilidades comerciales como ‘Uzzhuaïa’, ‘Destino Perdición’ o ’13 veces por minuto’, debiera estar reventando, al menos, salas grandes y siendo referencia de festivales (en un estátus parecido del que gozan formaciones como Lori Meyers o Supersubmarina). Sin embargo, el destino ha querido ser mucho más cruel y Uzzhuaïa han debido recurrir al ya tan habitual método del ‘crowdfunding’ para lograr la financiación suficiente para lanzar su nuevo disco, ‘Santos & Diablos’. No es que un servidor sea un convencido partidario de esta fuente de ingresos, pero más penosa si cabe habría sido la situación si no hubiéramos podido disfrutar de este gran álbum.
‘Una historia que contar’ da inicio de forma rotunda a ‘Santos & Diablos’, evidenciándose el acierto de una producción muy desnuda y despojada, que deja el espacio adecuado para que el atronador dúo de guitarras brille como es debido y para que luzca en primer plano la eficaz voz de Pablo Monteagudo. A buen seguro que al grupo no es demasiado partidario de ese sobrenombre que les ha caído, ‘los The Cult españoles’, pero no es menos cierto que esta máxima encaja como un guante a ‘Fugitivos’, que continúa con la travesía inmejorablemente, trayendo de vuelta los sencillos pero vibrantes riffs de ‘Electric’, aquella obra maestra de Ian Astbury y compañía. Una canción excelente que se alía con el tema título para conformar, posiblemente, el mejor momento de toda la obra. Dos canciones atronadoras, de estribillos triunfadores, que entran directamente en los puestos más altos del repertorio de la banda.
Con semejante comienzo, nuestros ya cansados cuellos comienzan a temer una avalancha de balazos rock que terminen definitivamente con ellos. Sin embargo, Uzzhuaïa nunca ha sido una banda de piñón fijo y la variedad se torna protagonista a partir de este momento. Aún queda rock de alto octanaje, pero más denso y cercano al heavy metal como demuestran ‘Directo al mar’ y ese excelente tema que es ‘Bailarás en el infierno’, que comienza negrísimo con un claro homenaje a Black Sabbath para después, sin abandonar la oscuridad, acelerar y plantarnos uno de los mejores estribillos del trabajo. Más moderna en su producción, en consonancia con lo que triunfa en las listas de rock estadounidenses en la actualidad, se nos presenta ‘A un millón de años luz’, engalanada con un exquisito trabajo en las guitarras.
Leyendo hasta aquí parece que estemos hablando de un disco únicamente destinado a los militantes del rock. Pero más de un A&R discográfico debería estar atento a las siguientes líneas. ‘Latidos’ es un boogie potente y a mil por hora, pero su estribillo nos retrotrae directamente al rock español más exitoso, pudiéndolo disfrutarlo sin problemas cualquier seguidor de M-Clan o La Frontera. La frenética y vacilona ‘El solitario’ también lleva en su ADN inconfundibles aromas del rock hispano, sonando a algo parecido a como sonarían Los Rodriguez puestos hasta el culo de speed.
No menor potencial comercial tienen los temas más melódicos del conjunto, como ‘Resplandor’, un magnífico medio tiempo electroacústico realzado por unos preciosos dibujos de guitarra arábigos; una ‘Cicatriz’ que perfectamente podría haber sido escrita en los años ochenta; ‘En Ciernes’, una balada acústica que se endurece en su mitad, y ‘1975’, que cierra el disco con otro estribillo de altos vuelos.
Las circunstancias no han podido con ellos, puede que no hayan grabado su obra maestra pero Uzzhuaïa siguen erre que erre, resistiendo como uno de los grupos españoles que mayor nivel de regularidad han conseguido en lo que va de siglo. Merecen, sin duda, que muchos de esos oídos sordos que nos rodean se abran por fin y descubran una trayectoria ejemplar.
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