«My favourite faded fantasy»: la extrema y gratificante tristeza de Damien Rice
Hay discos que deberían de traer un prospecto en el que se advirtiera de sus posibles efectos secundarios, o al menos en el que se alertara de un potencial peligro derivado de la escucha continuada de las canciones que contiene. Algo así sucede con Damien Rice, un extraordinario artista, un estremecedor cantante, un genial compositor, pero del que conviene no abusar. La extrema tristeza que desprenden sus temas puede sumergirte en una espiral de nefastas consecuencias. Sin embargo, qué maravillosa es la devastadora sensación de, en plena crisis sentimental, existencial o de lo que sea, encontrarse con una banda sonora que acompañe e incluso ahonde en esa oscuridad. Qué bien nos sentimos cuando nos sentimos mal. Masoquismo hedonista quizás. Pero que no se nos vaya de las manos. Y parece que Damien Rice lo sabe y, así, esparce sus trabajos con el suficiente tiempo de por medio para no producir sobredosis.
Damien Rice es un irlandés que, después de abandonar el grupo Juniper por desavenencias artísticas, alcanzó la fama en 2002 con su primer disco en solitario, «O», en el que se encontraba la escalofriante «The Blower’s Daughter», una de esas canciones que traspasan a su autor, que se quedan flotando para el resto de los tiempos, que muchas veces no se sabe bien con qué relacionarlas pero que son reconocibles desde sus primeros acordes, embargándonos de una indescriptible sensación, de algo así como un «ésta es de las que me tocan». Todo el álbum estaba impregnado de una abrumadora melancolía, de una tristeza que sólo encontraba algo de luz cuando entraba la voz de Lisa Hannigan, su pareja sentimental por aquel entonces, una voz dulce que aportaba el perfecto contrapunto al tono agudo, roto y casi de falsete en ocasiones de un cantante a punto de desquebrajarse. «Delicate» era otra de las canciones destacadas, una (otra) tremenda balada que estallaba en su delicioso estribillo. Y en ese tono se movía todo el disco, cortes a flor de piel, abrazados en arreglos orquestales en ciertas ocasiones, desnudos otras veces, pero con el dolor impregnándolo todo, hasta reventar en la postrera «I remember», donde todo saltaba por los aires en un arrebato de furia que conseguía dejarte con miedo pero con ganas de volver a darle al play, si bien se retomaba algo de aliento con «Eskimo». Como ya se ha señalado, el disco resultó un gran éxito de ventas y críticas. Un EP en directo y un trabajo de rarezas sirvieron para calmar relativamente las ganas de saber si el tipo este era flor de un día o simplemente si había sobrevivido a tanto pesar. En 2006 editó «9» insistiendo en la fórmula, con menos pegada, menos repercusión y ligeros sintomas de sospecha. Y desde entonces no se habían tenido noticias suyas, y cuando ya casi se le tenía perdido para la causa, en el otoño de este 2014 (no podía ser en otra estación del año) nos llega «My favourite faded fantasy», y volvemos a disfrutarlo/sufrirlo como hace una docena de años hicimos con el ya lejano «O».
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El disco se abre con la canción que le da título,«My favourite faded fantasy», y en ella encontramos una evolución. Tras unos primeros compases en los que la voz de Damien Rice parece más frágil que nunca, en su parte final irrumpen unos arreglos en forma de tormenta sonora a base de guitarrazos y coros que acentúan su dramatismo habitual. Sin duda una excelente carta de presentación que se confirma con «It takes a lot to know a man», un precioso tema apoyado en unas acertadas notas de piano. Como en muchas otras ocasiones, la canción parece regodearse en sí misma, y cuando se atisba su fin vuelve a retomarse, insistiendo en ella, con subidas y bajadas, completando 10 minutos que son reflejo de lo que es el dolor en sí mismo. En «The greatest bastard» se despoja de todo arreglo para dejar que sólo las palabras muestren el dolor y el rencor («I made you laugh, I made you cry, I made you open up your eyes, didn’t I?. I helped you open up your wings, your legs, and many other things, didn’t I?»). La escandalosamente buena primera mitad del disco se cierra con «I don’t want to change you», canción de corte más clásico pero que es una de las destacadas y que bien podría devolverle a la primera fila de las listas de éxitos.
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La segunda parte, porque sí, se trata de un álbum con únicamente 8 canciones, aunque largas e intensas, se abre con «Colour me in», posiblemente la más floja, con unos adornos orquestales algo innecesarios esta vez. «The box» retoma la desnudez y bastante semejanza con «The Blower’s Daughter», volviendo a explotar en su tercio final en uno de esos cierres apoyados en cuerdas ya marca de la casa. «Trusty and true» indaga en las raíces folk, abriéndose a nuevos aires, para cerrar el disco la crepuscular, como no podía ser de otra forma, «Long, long way», con la que dejamos a Damien Rice a la deriva, abandonado a su suerte, hasta que volvamos a saber de él, probablemente dentro de varios años, probablemente de nuevo sufriendo, como queda documentado en el vídeo a continuación incrustado en una sobrecogedora actuación en directo.
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No ha habido huella esta vez de la voz de Lisa Hannigan, fundamental en sus dos primeros trabajos, con quien finalizó su relación años ha, pero sin duda la figura de esta dama sí está presente en cada una de las letras del disco, un disco que devuelve al mejor Damien Rice, con su sufrimiento, con su oscuridad y con su tormento.
Y por mi parte, y por mi salud metal, voy a ir cerrando ya esta breve reseña, que demasiado tiempo revisando la discografía de este torturado irlandés está empezando a hacer mella en mi autoestima y lo próximo es agarrar la botella de whisky o comprobar lo necesarias que son mis venas.
Muy buen post, me identifico con lo que dices, veo que nos soy el único que ha visto un peligro realmente de abusar de la esquisites de las composiciones de este artista. Y si es un masoquismo hedonista el pero adictivo sonido.
gracias por tu comentario, Eduardo, celebro nuestra coincidencia de criterios
Tengo un año mas o menos de incursionar en el indie folk exclusivamente. Y por Grey Room encontre al que hoy seria el compositor que escucho a diario y casi al único. Incursionar una a otra sus canciones es un placer de dias.. pero has sido muy bueno en describirlo. Este tipo cada cancion que escuchas de el si lo piensas en algún momento diras ¿Ojala nunca muera, no existe otro capaz de esto?.. Excelente post y gusto musical… Y Salud con ese Whisky.
A mi la melancolía de Rice lejos de deprimirme me estimula, en el amplio sentido del término. .. Pero reconozco que soy un tipo raro… (para la media)…