“Better Call Saul”: It’s showtime, folks!
(ALERTA SPOILER: Revela detalles importantes de los dos primeros episodios de la serie, “Uno” y “Mijo”. También contiene algún spoiler de “Breaking Bad”, pero es que todos hemos visto “Breaking Bad”… ¿NO?)
Dos series, estrenadas en 1960 con apenas unos días de diferencia, presumen de ser los primeros spin-offs de la historia de la televisión: “Pete and Gladys”, surgida a raíz de “December Bride”, y “The Andy Griffith Show”, derivada de “The Danny Thomas Show”. Sabíamos que el fenómeno no era reciente, pero quizás no tanto que su origen se remonta más allá de cinco décadas atrás. Desde entonces, cientos de producciones de este tipo han poblado el panorama televisivo a lo ancho del planeta, y lo cierto es que no carece de cierta lógica: siempre que haya algo, ya sea un personaje o una trama concreta, con potencial para ser explotado en su propia ficción, bien porque la original haya concluido o porque no tenga espacio suficiente para desarrollarse plenamente dentro de ésta, surge la posibilidad de lanzar un spin-off. Así que sí, desde el punto de vista artístico, muchas veces es entendible e incluso defendible. Otra cosa es cuando responde más bien a las ansias por exprimir y rentabilizar al máximo, sea como sea, un buen producto de partida o una franquicia prometedora. Ahí es cuando, a veces, el truco canta demasiado y se fuerza la máquina más de la cuenta. En cualquier caso, hay spin-offs que, tanto por calidad como por acogida de la audiencia, igualan o pueden llegar a superar a la serie madre, incluso tenemos algunas series de éxito que desconocemos que son en realidad spin-offs, porque su material de partida cayó largo tiempo atrás en el olvido. Otros, simplemente, tienen una andadura decente, mientras que todos conocemos muchos casos en los que la jugada no dio los réditos previstos, cuando no fue un absoluto desastre. Aquí, siempre hay dos ejemplos, relativamente recientes y muy populares, que todos rescatamos para hablar de un rotundo éxito (“Frasier”) y un monumental fracaso (“Joey”). Ambas partían de dos fenómenos televisivos aparentemente insuperables, “Cheers” y “Friends”, y ya vimos cómo los resultados fueron bien distintos. Y es que, cuando de lo que se trata es de revivir, perpetuar o como poco evocar la gloria de una de esas series que todos hemos encumbrado a lo más alto del Olimpo Televisivo, la apuesta se antoja más arriesgada que nunca y es lógico que salten todas las alarmas. Que es, al fin y al cabo, lo que nos sucede (¿sucedía?) con esta “Better Call Saul” nacida a la sombra de la inmensa, inconmensurable “Breaking Bad”.
Reconozcámoslo: todos los amantes de la serie de Vince Gilligan, y acabamos siendo millones, acogimos con un canguelo de mil pares la noticia de un spin-off, además inminente, casi diríamos que con el cadáver aún caliente, protagonizado por Saul Goodman, por mucho que el personaje acabase siendo uno de nuestros favoritos y viésemos que sí, ahí había suficientes espacios en blanco que podían ser rellenados de alguna forma. Porque da igual que sepamos que, pase lo que pase, nada empañará ni mancillará el brillo de una de nuestras series más amadas. Sigue siendo el mismo universo en el que pasamos, algunos, varios años de nuestras vidas disfrutando, y sufriendo, como pocas veces con muy pocas cosas. Un patinazo, o una cagada en toda regla, resultará inevitablemente dolorosísimo. Siempre tendremos la esperanza de que el genio Gilligan y su mano derecha, Peter Gould, nos estén reservando algo realmente grande pero… ¿y si también ellos han sucumbido a la peligrosa tentación actual de que hay que explotar, todo lo que se pueda, todo lo que funciona? La fiebre de Hollywood por los ‘remakes’, ‘reboots’, secuelas, precuelas, ‘crossovers’ y sagas interminables parece haber llegado al mundo de la televisión. Ya no hablamos sólo de spin-offs, sino también de regresos y ‘revivals’ que hace años nos parecían imposibles (cuando no descabellados), hasta el momento con resultados dispares: “Beverly Hills 90210”, “Dallas”, “Arrested Development”, “24”… y “Twin Peaks”, en 2016. Ya se da casi por hecho el retorno de “Expediente X” y, asumámoslo, en algún momento le llegará la hora a “Perdidos”. En serio, ¿algunas cosas no son mejor dejarlas como están? Sabemos que “Breaking Bad” nunca volverá (como, por suerte, tampoco lo harán “Los Soprano”, “The Wire”, “A dos metros bajo tierra”…) pero, ¿es realmente necesaria “Better Call Saul”? O planteado de otro modo: ¿va a merecer la pena?
La respuesta, como siempre muy personal pero lo cierto es que parece haber bastante unanimidad, es que, rotundamente, SÍ. Da igual la cautela, o los recelos, con los que pudiéramos haber acogido el proyecto. No importa que algunos nos hubiésemos hecho una idea de lo que podíamos (y queríamos) encontrarnos y que, como ha sido mi caso, esto no se haya cumplido. “Better Call Saul” mola, mola muchísimo. Hemos visto muy poco, es cierto, pero muy bueno. Todo. Cuando un servidor conoció las intenciones de la AMC, Gilligan y compañía de poner en marcha este spin-off, asegurándonos que tendría muchos más toques de comedia que “Breaking Bad”, no pude evitar fantasear con una serie, no de situación pero casi, ambientada en la oficina de Saul Goodman que todos conocemos, con el abogado rodeado de su equipo de confianza (ya saben, el indispensable Mike Ehrmantraut, pero también su peculiar secretaria Francesca, y por qué no, el matón Patrick Kuby y el enorme Huell Babineaux – ese gran cabo suelto de “Breaking Bad”−). Y es que siempre he pensado que, para que un spin-off tenga sentido, tiene que mantener parte del espíritu en el que germinó la semilla pero ofrecernos, asimismo, algo radicalmente distinto, novedoso, complementario. Que no sea más de lo mismo, aunque eso mismo fuese muy bueno. Pero qué sabré yo. Porque estos genios saben mucho más, son mucho más listos y tienen muchas más toneladas de talento que el autor de este post, y por suerte se han sacado de la manga algo que supera cualquier expectativa. No sólo el planteamiento es muy audaz, ‘arrancando’ en 2002, seis años antes de los hechos que ya conocíamos y cuando ni siquiera existe aún nuestro Saul, sino que han conseguido que sea terriblemente adictivo, casi desde su primer minuto… simplemente manteniendo la fórmula, casi intacta y como sólo ellos saben cocinarla, que ya les llevó a arrasar con su anterior serie. “Better Call Saul” no es “Breaking Bad 2”, pero sería lo más parecido posible. En ella hay comedia, sí, pero no más de la que ya nos fue colando Gilligan previamente en algunos momentos, muchos de ellos con el propio Saul en escena. Y se trata, en todo caso, de un humor negro, muy negro, o siempre con ese toque áspero, amargo, incómodo, cuyo regusto tan bien conocemos.
Desde los inspirados ‘cold openings’, pasando por su breve y cambiante cabecera, el tono, el estilo, el ritmo, el alucinante cuidado por cada detalle, y el ingenio y la osadía (tan familiares) que destila cada línea de guión… todo rezuma aroma a “Breaking Bad”. No muchas series se atreverían a abrir su capítulo piloto, “Uno”, con ocho minutos en los que no se pronuncia una sola palabra, y a la vez son capaces de contarnos tanto. Magistral. Muchas otras ficciones, incluso de una calidad notable, alternan secuencias o episodios más lucidos con otros en los que da la sensación de que incluso se va con el piloto automático. Con “Breaking Bad”, y ahora también con “Better Call Saul”, se nota que cada minuto es oro puro, cada segundo cuenta y hay que cuidarlo porque puede ser trascendente, o debe serlo. Conseguir eso y que el resultado final sea algo tan endemoniadamente entretenido y disfrutable, está al alcance de muy pocos. Parece que Gilligan y su equipo siguen en el estado de gracia con el que despidieron a Walter White y compañía hace, ahora, casi año y medio.
Tampoco es difícil encontrar bastantes paralelismos entre este James McGill que aún está lejos de convertirse en Saul Goodman, y ese Walter White que empezaba a dar sus titubeantes primeros pasos para ir transformándose, lenta pero inexorablemente, en Heisenberg. En los arranques de sus respectivas series, nos encontramos con dos personajes patéticos, que nos inspiran una infinita lástima y que afrontan una existencia miserable, con muchas menos recompensas de las que en justicia les corresponderían. Lo más triste de Walter es que era un genio atrapado en una vida mediocre. En su caso, fue una situación límite la que le llevó a liberar la bestia que escondía en su interior. Jimmy no es un genio, pero sí tiene incontables talentos y habilidades, especialmente idóneas para ese mundo profesional en el que comienza a desenvolverse. Podríamos decir que en muchos aspectos ya es el Saul que todos conocemos, pero aún conserva algo que difícilmente veríamos en el abogado de Walter y Jesse: escrúpulos. Yo siempre he pensado que el letrado tenía buen fondo, pero ahora eso podemos verlo mucho más en la superficie. Otro guiño impagable a “Breaking Bad” es que ambos vivan (o padezcan) su bautismo de fuego a manos de la misma persona, ese sociópata llamado Tuco Salamanca.
Es cierto que, allá por 2008, entonces no podíamos ni remotamente concebir en lo que se transformaría ese anodino profesor de química, mientras que sí sabemos, al menos hasta donde nos han contado, cuál será el destino del pobre McGill. Y su ¿última? parada no pasa por el señor Goodman, sino por ese miserable encargado de una cadena de repostería en un centro comercial en Omaha, Nebraska, de nombre Gene. Como Saul mismo ya pronosticó, en otro guiño genial, en esa tristísima despedida en el capítulo “Granite State” (escrito y dirigido por Gould, por cierto):
If I’m lucky, month from now, best-case scenario, I’m managing a Cinnabon in Omaha.
Qué manera de conquistarnos ya con ese flash forward inicial que supone, por un lado, la mayor conexión con “Breaking Bad” posible en cuanto a trama pero también a estilo, y por otro, nos engancha de mala manera y nos hace implorar que, por favor, volvamos en algún momento al blanco y negro a visitar al triste Gene. Algo que creo que sucederá, y confío en que más pronto que tarde. Sabemos de dónde nace “Better Call Saul”, de una serie que hizo historia, a la que le debe todo lo que ya tiene ganado de antemano, a la que de momento está haciendo justicia y a la que jamás debería intentar traicionar. Mientras siga así, poco o nada debemos temer, pero también es previsible, y deseable, que según avance no necesariamente se vaya alejando, pero sí encontrando sus propias vías, recursos y hallazgos. Si algo no fue nunca “Breaking Bad” fue previsible, manteniendo siempre intacta su capacidad para sorprendernos, su habilidad para desencajarnos la mandíbula día sí, día también, la maestría con la que conseguía maravillarnos más allá de lo concebible. No es una locura pensar que “Better Call Saul” también podría lograrlo, pero a su manera. Ahora que ya sabemos que antes del cambio de Saul a Gene se produjo la conversión de Jimmy a Saul, sería muy interesante que las piezas vayan encajando pero no necesariamente en el orden lógico, sino con saltos en el tiempo que incluso en algún momento nos devuelvan a la oficina del amigo Goodman, lo que además permitiría (aunque yo creo que preferiría que no ocurriera) que de alguna forma Walter y Jesse volviesen a estar presentes, si acaso en espíritu. Sí parece claro que el paso de James McGill a Saul Goodman es mucho menos traumático, más por propia voluntad o estrategia, que su forzado cambio de identidad posterior y huida a Nebraska. Y hay otra cosa que podemos dar por segura: casi más importante que los hechos concretos que irán desencadenando el proceso será ir viendo la evolución interna del personaje, y eso nadie lo hace mejor que estos tipos. Walter y Jimmy, dos viajes con algunas semejanzas y muchas diferencias, pero esperemos que igualmente apasionantes.
Recuerdo también cuando, medio año antes de su estreno, la AMC anunció la renovación de “Better Call Saul” por una segunda temporada, la decisión me pareció una sobrada. Una que nos llenaba a todos de esperanza y muy buenas vibraciones, pero una sobrada al fin y al cabo. Claro que, si lo que los mandamases de la cadena vieron fueron estos dos formidables primeros episodios, ahora lo entiendo todo. “Uno” está escrito por Gilligan y Gould y dirigido por el primero, reforzando así su papel como gran padrino del proyecto, aunque sabemos que será el segundo el que se quede realmente al frente del proyecto como ‘showrunner’. Se ha ganado los galones, después de ejercer como co-productor ejecutivo de “Breaking Bad”, escribir once episodios (entre ellos precisamente el “Better Call Saul” de la segunda temporada) y dirigir un par de ellos, “Problem Dog” y el mencionado “Granite State” que solventó muy bien la durísima papeleta de servir de puente entre El Capítulo Perfecto, “Ozymandias”, y El Desenlace Definitivo, “Felina”. Gould se queda ya como guionista en solitario en el segundo capítulo, “Mijo”, dejando las labores de dirección en otra vieja conocida, Michelle MacLaren. Todo queda en familia. Así, diríamos que “Uno”, tras su contundente prólogo, nos devuelve de lleno a nuestra añorada Albuquerque, va desvelando de forma modélica la ‘actual’ situación de Saul, quiero decir, de James McGill, y nos va introduciendo en su particular universo. Con muy leves pero concisos brochazos, empezamos a conocer, aún más bien a intuir, a una nueva galería de personajes: Howard Hamlin (Patrick Fabian), que creo que nos ha caído a todos como una patada en las pelotas, y tiene todos los visos de convertirse en la gran némesis de Jimmy al menos en esta temporada; Kim Wexler (Rhea Seehorn), que con su fría belleza y su aura intrigante insinúa tener algún tipo de conexión con el protagonista que resultará muy interesante ir descubriendo; y sobre todo Chuck McGill (Michael McKean, el mítico David St. Hubbins de Spinal Tap), hermano mayor de Jimmy, un prestigiosísimo abogado que se ha visto forzado a abandonar la profesión y recluirse en su casa, casi retrocediendo hasta la Edad Media, aquejado de una grave afección conocida como hipersensibilidad electromagnética. Chuck es, hasta el momento, uno de los más felices hallazgos de “Better Call Saul”, tanto por lo fascinante de su triste condición como por la dinámica que puede establecer con su hermano menor. Y por supuesto, también tenemos a nuestro queridísimo Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks), con apariciones muy breves que a muchos les habrán sabido a poco, pero que han valido su peso en oro. Tenemos también la certeza de que irá ganando muchísima más importancia a lo largo de la trama, pero ahora se nos plantea una duda: ¿es su trabajo en el parking de los juzgados de Albuquerque un paso intermedio entre su pasado como policía en Filadelfia y su futuro como sicario de Saul, o ya es un matón en toda regla ‘camuflado’? Veremos. “Uno” termina con Jimmy metiéndose en su primer berenjenal, en realidad en el peor escenario posible: la casa de Tuco Salamanca (Raymond Cruz).
Si “Uno” es muy bueno, “Mijo” es colosal. En parte, admitámoslo, porque está repleto de ecos y guiños a “Breaking Bad”. Sus primeros y tensísimos 24 minutos, desde que entramos en casa de Tuco hasta ese festival de huesos rotos en medio del desierto de Nuevo México (¡cuántas desgracias, y cuánto hemos llegado a disfrutar, en este escenario!), son, de largo, lo mejorcito que un servidor ha visto en lo que llevamos de año… y en mucho tiempo. Además de Tuco, nos hemos topado con otros viejos conocidos, un verdadero regalo para los fans más fieles de “Breaking Bad”: Gonzo y No-Doze… que vemos cómo ya tiene tendencia a abrir la boca y sacar de quicio a su jefe en el momento menos apropiado, algo que con el tiempo tendrá fatales consecuencias para él. También hemos conocido a Nacho Varga (Michael Mando, el fantástico Vic de “Orphan Black”) que a todas luces parece que tendrá mucho más peso e influencia en la vida de Jimmy que el propio Tuco (no tengo tan claro que volvamos a verle, aunque ojalá me equivoque), y es muy probable que sea la puerta de entrada del ‘inocente’ abogado en el mundo criminal. La secuencia en el desierto sirve también para que contemplemos tanto la humanidad de Jimmy, regresando al rescate de esos dos pobres diablos, como su innegable talento como letrado:
Hey, I just talked you down from a death sentence to six months’ probation. I’m the best lawyer ever.
Los 22 minutos restantes de “Mijo” tampoco desmerecen con la primera parte del capítulo, sobresaliendo especialmente ese brillante montaje musical en claro homenaje a “All That Jazz” (traducida aquí en España, precisamente, como “Empieza el espectáculo”), con James McGill motivándose ante el espejo del mismo modo que ya lo hiciera ese otro inolvidable antihéroe, Joe Gideon, en el excepcional arranque del mencionado film. Pero esto no es Broadway, estos son los nada glamurosos juzgados de Albuquerque. Y esto no es una gran función, sino otro caso de oficio que a casi nadie le importa y que, muy probablemente, se saldará con la misma sentencia de siempre: «delito menor con antecedentes». No, realmente Jimmy no podría darnos más pena.
It’s showtime, folks!
Y vaya, ¿ni una sola palabra, hasta ahora, sobre Bob Odenkirk? Pero es que, ¿qué podemos decir más allá de lo obvio? ¿Que es un intérprete grandioso? ¿Que nos alegramos de que por fin le haya llegado la hora, después de brillar durante años como impagable secundario, de jugar en Primera División? ¿Que no concebimos que las futuras entregas de premios sigan ignorándole durante más tiempo? Pues eso.
“Better Call Saul” ha tenido un arranque inmejorable. No tiene sentido plantearnos (quizá nunca lo tenga, pero mucho menos aún en estos compases iniciales) si es igual de buena, o mejor, que “Breaking Bad”. Yo nunca me veré preparado para resolver esta cuestión, pero si estuviese encañonado en pleno desierto de Nuevo México y me viese obligado a responder, diría que no es, a día de hoy, ni de lejos superior a la “Breaking Bad” de las últimas temporadas, pero sí quizás a la “Breaking Bad” de sus inicios. Porque, admitámoslo, los primeros episodios con las aventuras y desventuras de Walter White resultaban un pelín duros (aunque ganen, y mucho, en posteriores visionados, una vez que uno ya es adicto al cristal azul), y a todos nos costó un poco ir adentrándonos en tan siniestro mundo. Sí es cierto que “Better Call Saul” tiene mucho ganado, o juega con ventaja, ya por el simple hecho de la existencia de la anterior joya de Gilligan. Pero si ésta no dejó de crecer y crecer, y de qué manera, hasta un desenlace tan apoteósico, tenemos permitido soñar con que, según vaya avanzando y construyéndose a sí misma, podamos estar aquí también ante algo grande. Muy grande. Mi compañero Jorge rogaba en la despedida de “Breaking Bad” que alguien, en algún momento, se atreviese a tomar el testigo. Desde entonces, yo me atrevo a afirmar que nos hemos topado con dos series sobresalientes al menos en sus primeras temporadas, “True Detective” y “Fargo” (con el propio Odenkirk a bordo, ojito). “Better Call Saul” nos hace pensar que, quizás, el testigo sigue en las mismas manos. En las mejores manos posibles.
Gracias por esta Gran Review para una pedazo Serie, que si que apunta maneras!y con esos «padres», cualquiera! cierto que BB nos dejó gran huella, pero este Jimmy-Saul nos va a dar mucho juego, que suerte tenemos!
paco
excelente review Cadillac Negro, gracias por el gusto de tomarse el tiempo
En mi opinión estos 2 episodios no le llegan ni a los talones a los inicios de BrBa. El piloto de Breaking Bad es muchísimo mejor que el de BCS, y el 2do cap es un poco predecible.
La verdad es que estuvo un poco por debajo de mis expectativas. Tiene destellos de calidad BrBa, pero por momentos flaquea (ese Tuco es mucho más imbécil que el de BrBa). Aún así la serie promete, y habrá que ver toda la temporada para dar un veredicto.