«Spectre»: ¡spectracular, spectracular!
Al igual que sucediera con el personaje de Harold Zidler (Jim Broadbent) en «Moulin rouge!«, cuando prometía a ‘El Duque‘ un espectáculo sin precedentes (so exciting!…so delighting!) con el fin de conseguir el capital necesario para financiar su puesta en escena, así se comporta también la última entrega de la longeva saga Bond. Un film que promete un espectáculo nunca antes visto en la saga del agente doble-cero, superlativa en su construcción, gigante en sus ambiciones y arrolladora en su puesta en escena, (aunque también algo tambaleante en su conclusión). No en vano, estamos ante la entrega más cara (las cifras oficiales hablan de 250 millones de dólares, aunque algunas fuentes estiman que ha sobrepasado los 300 millones…sea la cifra que sea, vemos en pantalla hasta el último dólar gastado en ella) y la de mayor duración (148 minutos que no le hacen ningún favor al ritmo del último tercio). De nuevo tenemos a Daniel Craig haciendo uso de su licencia para matar por cuarta vez (y aún con contrato para una quinta y última entrega) y a Sam Mendes dirigiendo por segunda vez consecutiva todo el proyecto (lógico, tras el record de recaudación que consiguió «Skyfall«, superando por primera vez los mil millones de dolares). Contamos también con un equipo de guionistas de altura, (John Logan, Neal Purvis y Robert Wade), necesario si se quiere sorprender al espectador con una historia ‘novedosa’ respecto a las más de veinte entregas precedentes y, al mismo tiempo respetando los más básicos clichés de la saga; aquellos que establecen la presencia en pantalla de hermosas localizaciones de los cinco continentes, persecuciones por tierra, mar y aire en los más variados y exclusivos medios de transporte existentes, exóticas bellezas internacionales, explosiones (cuanto más grandes, mejor), lujo a raudales y momentos en los que poder quitar el polvo al sistema de sonido de la sala con la partitura de John Barry.
Contamos además con numerosas novedades, pues a la baja que causó Judi Dench tras «Skyfall», ahora tenemos a Ralph Fiennes al mando del MI6. También (por fin) contamos con Monica Bellucci, tras un primer intento fallido para aparecer en la saga en el año 1997, cuando Pierce Brosnan protagonizaba «El mañana nunca muere» (papel que acabó recayendo en Teri Hatcher). Además, tenemos al doble ganador de un óscar, Christoph Waltz, en el papel de némesis de Bond y, entre muchos más detalles que analizaremos a continuación, se une a este elenco la voz de Sam Smith, interpretando el tema principal («Writing´s on the wall«). «Spectre» suma también numerosas referencias que los amantes de la obra de Ian Fleming acogerán con los brazos abiertos, como la reaparición de la organización que da nombre al film, (SPecial Executive for Counter-intelligent, Terrorism, Revenge and Extorsion), que no hacía acto de presencia en una entrega bondiana desde finales de los años 60 (en aquellos años amenazando ‘las democracias del mundo libre’, reconvertida ahora en ‘la peor pesadilla de George Orwell’). En definitiva, «Spectre» realiza todos los cambios necesarios, para que nada cambie. Bond sigue haciendo lo que venía haciendo desde «Agente 007 contra el doctor No» sólo que, ahora, lo hace como nunca.
Los muertos están vivos
Esta frase sobre un fondo negro da pie a la que ya podemos asegurar que es la mejor escena pre-créditos de toda la saga. Consciente del alto listón que dejó «Skyfall», «Spectre» se propone elevarlo aún más, dejando al espectador literalmente clavado en su asiento desde su primer plano, con una arrolladora escena inicial rodada durante el día de los muertos en México D.F. (siendo el primero de muchos guiños que habrá a los títulos más destacados de toda la saga, en este caso, a aquella marcha funeraria en Nueva Orleans de «Vive y deja morir«). Un potentísimo plano-secuencia que comienza en las tumultuosas calles del centro de la ciudad azteca hasta acabar recorriendo sus centenarios tejados; sin efectos, sin piruetas gratuitas, incluso sin apenas diálogos; pero rebosante de tensión y buen hacer, simplemente Bond. Con esa escena, (y la mareante pelea posterior en helicóptero), Mendes ya nos tiene ganados. No hay nadie en la sala que no esté convencido de que el milagro se ha vuelto a producir, que la espectacularidad y la trama van a ir en ascenso, que todo va a funcionar igual de bien que esos increíbles primeros minutos, tal y como una perfecta y precisa maquinaria recién engrasada haría…hasta que deja de hacerlo. Y ese momento llegará en el último tercio, donde la historia se desequilibra, perdiendo pegada por ciertos abusos, como los giros de guión algo rebuscados, explicaciones cogidas con alfileres y esa fea manía que tienen algunos villanos de explicarnos con una (evitable) charla su plan maestro y el no querer morir al primer intento. «Spectre» nunca superará ese espectacular arranque; aunque lo intentará con ganas en repetidas ocasiones, con apabullantes secuencias de acción, pero sin la brillantez técnica, ni la tensión que logra la primera secuencia.
Tras este glorioso arranque (y de los títulos de crédito iniciales, cuya combinación de torsos descubiertos, fuego y balas nos recordarán irremisiblemente a la mejor época de Roger Moore) descubriremos que el incidente de México, (que acaba derivando en un conflicto internacional y en la suspensión temporal de James Bond) fue originado por un mensaje del pasado que le llega a Bond junto con la indicación de matar al objetivo Marco Sciarra. Ese mensaje le obliga además a un compromiso ineludible, la asistencia a un funeral que pondrá en contacto a James con la viuda de Sciarra, Lucía (Monica Bellucci).
En paralelo, sabremos que el MI6 se encuentra en el punto de mira del Gobierno británico, trasladando a ‘M’ una gran presión (que los hechos provocados por Bond en México no hacen más que incrementar) para demostrar la necesidad del programa doble-cero. La obsolescencia de Bond otra vez en el punto de mira por la existencia de un plan alternativo, basado en la precisión de la tecnología punta, usando satélites y drones como principales herramientas para elaborar un espionaje global sin límites (a todo y a todos), plan personificado en la figura de un nuevo personaje con nombre en clave ‘C’ (Andrew Scott), que formará la trama secundaria en «Spectre». Destacando en este punto que, aunque muchas películas han reflejado el mundo que quedó tras los atentados del 11-S, es destacable que una saga que ha vivido muchas décadas gracias a la tensión que generó la guerra fría, centre sus últimos títulos en la más rabiosa actualidad, con un mundo amenazado por el ciberterrorismo en «Skyfall» y, ahora en «Spectre», basado en la era post-Snowden que acabamos de iniciar. Y, aunque la tecnología siempre ha estado presente en la saga, incluso en la etapa de Craig (recordar aquellas pantalla holográficas que usaba ‘M’ en «Skyfall»), ésta ha tenido en los últimos títulos un puesto muy ambiguo (evidenciando la ausencia de un personaje como ‘Q’ en sus primeras dos entregas) y nunca formando parte del atractivo que sí tenía en los títulos predecesores a Daniel Craig (entrando de lleno en el ridículo con aquel Aston Martin invisible de «Muere otro día«). Sin embargo, vemos como en «Spectre», Bond recupera (de forma contenida) el encanto por los gadgets tecnológicos que desarrolla ‘Q’ (Ben Whishaw), personaje mucho más cercano a un hacker, que a un ingeniero (en su presentación en «Skyfall» ya dejaba claro que él era capaz de causar más estragos a primera hora de la mañana, en pijama y con un portátil, que Bond en un año de trabajo de campo).
Tras la breve aparición de Bellucci (¡qué bien le habría hecho a la película un papel más extenso para la italiana!), Bond conseguirá introducirse en una reunión secreta de la organización Spectra, que sirve de excelente presentación (entre las sombras, entre susurros) de Franz Oberhauser (Christoph Waltz). La escena, rodada en una localización con un diseño clásico, más propio de antiguas reuniones masónicas (recordando mucho a la que sucedía en «Eyes Wide Shut«) será también la carta de presentación de Hinx (Dave Bautista), personaje que recuerda a otros tantos villanos clásicos de la saga (Oddjob, Tiburón, etc…) que basan su actuación en sus actos y no en sus frases (la única palabra que pronuncia Hinx llega en su último plano).
«Spectre» reinicia con la recuperación de esta organización otro de los pilares clásicos de la franquicia: la red global de supervillanos responsables del terror que nos rodea (punto clave, como veremos, en la unión con las otras tres entregas anteriores de Daniel Craig). El film intenta combinar lo mejor de los clásicos de la saga y lo exquisito de los más recientes títulos, aunque es palpable la tensión entre innovación y tradición que esto provoca.
También a medio camino se queda «Spectre» respecto a las otras tres entregas, superando claramente a aquel tropiezo que supuso «007: Quantum of Solace«; pero sin la frescura de la regenerativa «Casino Royale» y sin alcanzar la redonda (y poética) grandiosidad de «Skyfall», cuyo desarrollo de personajes y drama era superior y más acertado que el de «Spectre».
Si «Skyfall» era la disputa de dos hijos por el amor de una madre, «Spectre» acaba siendo la lucha de dos hijos por la atención de un padre (de seguir así, en la próxima entrega estaremos hablando del drama sobre una familia disfuncional).
Craig le tiene perfectamente cogidas las medidas al esmoquin desde «Casino Royale», así que huelga decir que en esta ocasión su interpretación es totalmente fluida, cómoda y redonda; aunque quizás más minimalista de lo deseable. Daniel es, sin dudas, uno de los mejores actores que han interpretado al agente, logrando aportarle un perfil mucho más humano que todos sus predecesores; pero en esta entrega le aporta al personaje una opacidad sentimental nada beneficiosa (palpable especialmente en su relación con Madeleine Swann, que interpreta la francesa Léa Seydoux).
En cuanto a Franz Oberhauser, el que estaba llamado a ser uno de los mejores villanos de la saga (tanto por caché del actor, como por su liderazgo en la organización más temida de la saga) se queda por debajo de los enormes Le Chiffre y Raoul Silva; aunque por encima de Dominic Greene. Se intenta vender una relación entre James y su adversario, similar a la que vimos en «Skyfall» con Javier Bardem; pero este segundo intento se queda muy por debajo del primero, rozando incluso cierta sonroja en el espectador cuando Oberhauser se otorga la autoría de todo el daño que Bond ha sufrido en su vida. Al final, esa conspiración oculta de dimensiones aparentemente descomunales que presenciábamos en aquella reunión secreta, acaba siendo como una sombra al atardecer; mucho más grande que la realidad que la proyecta.
De ninguna forma Christoph Waltz puede acabar siendo un error de casting. Waltz nació para interpretar a un villano de la saga Bond (no hay más que recordar su excelente y oscarizado coronel Hans Landa de «Malditos bastardos«), siendo un actor perfectamente capaz de haber compuesto un villano a la altura de Silva o Le Chiffre; distinto a ellos, pero igual de efectivo. Sin embargo, su Oberhauser se encuentra limitado por un guión cojo en este crucial aspecto. El plan maestro de «Spectre» se muestra débil en el mismo momento en el que alguien tiene que explicárselo al espectador, porque no han sido capaces de encajarlo en la historia que nos cuentan. ‘Esto es así porque yo lo digo’ es lo que viene a decir Franz en el tramo final. Y este hecho implica que la trama principal acabe siendo simplemente la venganza personal del consejero delegado de una organización con muchas y siniestras aspiraciones.
Sobre los cambios que se han ido produciendo en la saga a lo largo de los últimos años y que adelantaba antes, uno de los más necesarios era la imagen que de las mujeres se daba desde el mismo momento en el que Ursula Andress emergía de las aguas en bañador durante «Agente 007 contra el doctor No» (y que en «Casino Royale» ya realizaba el propio Daniel Craig). Durante décadas, los personajes femeninos fueron reducidos a meros objetos decorativos y (por si esto fuera poco) sufriendo además un tratamiento vejatorio con las típicas palmaditas en el trasero como expresión gráfica de un subliminal ‘sobras’ mientras se trataban asuntos de hombres. El término ‘chica Bond’ y un certamen de belleza era hablar más o menos de lo mismo.
Afortunadamente, «Goldeneye» impulsó una corrección política, haciéndolo además desde el mejor punto posible: el mando. Por primera vez, Bond estaba a las ordenes de una mujer, inteligente, competente y responsable, a la altura del alto cargo que ostenta y alguien a quien Bond no podrá rendir con sus encantos. Lejos de ello, ‘M’, no ocultaba en ningún momento su opinión acerca de James Bond («…es usted un sexista y un misógino dinosaurio, una reliquia de la guerra fría»). Las ‘chicas Bond’ han dejado de elegirse entre catálogos de modelos, para comenzar a ser actrices, cada vez de mayor calidad interpretativa y con papeles de mayor peso en la trama (aquí, «Misión: Imposible – Nación secreta» y Rebecca Ferguson han sumado un paso más en este sentido, pues el personaje de Ilsa Faust es de importancia capital en todo lo que ocurre en la trama del agente americano). «Casino Royale» mostró a una ‘chica Bond’ (Vesper Lynd, interpretada por la gran Eva Green) a la misma altura intelectual (si no mayor) que el propio agente británico. Con «Skyfall» se rompe un corsé más, el de la edad. Bellucci (dos años mayor que Craig) podrá ser la más veterana, pero la calidad de las tablas que tiene Monica no es comparable con ninguna otra ‘chica Bond’. Aunque Hollywood siga sin ser un lugar hospitalario para una actriz de más de 30 años, no deja de ser un hecho que (aún con la discriminación salarial, trasladable al resto de ámbitos profesionales de esta sociedad) las reivindicaciones que las actrices vienen reclamando desde hace años empiezan a dar algunos frutos. Y, el hecho de que una saga tan tradicionalmente misógina y esclava de los cánones de belleza de sus respectivas épocas, como es la de Bond, haya hecho caer al agente británico en la seducción de una mujer de cincuenta años, ya es algo. Irrelevante desde un punto de vista práctico; pero una significativa muesca, al fin y al cabo, en una tendencia marcada por el hecho de adjudicar a mujeres mucho más jovenes papeles de personajes con una edad muy superior). Aún así, es el papel de la joven Léa Seydoux, el que protagoniza la carga emocional de film. Cuando no cabe duda de que habría sido un magnífico acierto que estos dos papeles femeninos se hubiesen intercambiado en la trama (olvidándonos de la relación familiar entre la psicóloga Madeleine Swann y el señor White interpretado por Jesper Christensen) y sin variar un ápice el final del film, hubiese sido una mujer adulta (viuda, además) la que conquistase el corazón del agente.
Respecto a ‘M’ y ‘Q’, no podemos más que recomendar un mayor peso en las próximas entregas, personajes con los que «Spectre» demuestra que aún no saben muy bien qué hacer. La calidad de sus interpretes así lo van a exigir, más si tenemos en cuenta lo testimonial de ambos personajes en estos cincuenta años.
Sam Mendes es, probablemente, el más aclamado director que ha dirigido una entrega de 007 (dos, en realidad), en esta ocasión, acompañado de un nuevo director de fotografía que sustituye a Roger Deakins de «Skyfall»: Hoyte van Hoytema, a quien Christopher Nolan eligió también para sustituir en «Interstellar» a su buen amigo Wally Pfister. En esta ocasión, se incide en la imponente arquitectura de la ciudad de Roma, los grandiosos parajes montañosos de Austria y las desérticas vistas africanas mediante el uso de espectaculares vistas panorámicas incluso en las secuencias de acción, donde normalmente priman los planos cortos y frenéticos montajes.
Esta etapa de Craig (nueve años y cuatro títulos que podrían haber sido más de no haberse interpuesto la bancarrota de MGM, que duró desde el estreno de «Quantum of Solace» en 2008, hasta noviembre de 2011, cuando se inició el rodaje de «Skyfall») ha supuesto una relación de profundos cambios entre los que destacan claramente tres hechos diferenciadores respecto a las otras 20 entregas:
El primero de los cambios fue romper con todo lo establecido y, siguiendo la moda de la última década, realizar un Bond begins que permitiera revitalizar la franquicia dejando atrás el pasado, reimaginando a un agente que ya mostraba su verdadera edad en múltiples aspectos. Creando para ello una versión embrutecida (además de rubia) del agente, tras su reclutamiento y ascensión a categoría doble-cero, haciendo honor a esa pantera que imaginaba en su concepción el propio Ian Fleming. Un diamante que ‘M’ tendría que encargarse de ir puliendo para, como ella misma decía, sacar su ego de la ecuación y que sea capaz de juzgar una situación fríamente. Un Bond mucho más realista (eternamente deudor de la saga Bourne), más físico (nunca dará dos golpes, si puede terminar la pelea con uno) y, notablemente, más sufridor (literalmente, le rompen los…).
La segunda novedad suponía ese viaje por la oscura y tormentosa psique de este asesino disfrazado de agente secreto que recorremos a lo largo y ancho de las cuatro últimas entregas. Motivo por el que quizás se especula tan a menudo sobre una entrega dirigida por Christopher Nolan, auténtico maestro en este apartado. A lo largo de estas cuatro entregas, Bond ha ido sufriendo constantes pérdidas, desde la primera mujer a la que realmente llegó a amar y por la que dejó todo (Vesper); pasando por el fallecimiento de su mentora, principal defensora y figura materna (‘M’) y, ahora, perdiendo su capacidad de sentir, quedando a un solo paso de conseguir dar la mano al Bond de Sean Connery.
Y, por último, llevando a cabo una palpable sensación de continuidad, con el arco evolutivo de Bond como estandarte. Característica de la que carecían todos los títulos anteriores, incluso aquellos que habían sido protagonizados por el mismo actor. Hasta «Casino Royale», cada entrega de Bond desarrollaba una trama totalmente independiente de los títulos que la precedían. Así, en el primer título de Craig, se construía un nuevo Bond en base a sus puntos fuertes y sus notables debilidades, en «Quatum of Solace» acababa superando gran parte de esas debilidades (además de la pérdida de su amada Vesper), mientras en «Skyfall» se enfrentaba cara a cara a sus miedos. Quizás esta historia por entregas quedaba notablemente más palpable (al menos, cronológicamente) en «Quantum of solace», cuya trama comenzaba apenas treinta minutos después del final de «Casino Royale».
«Spectre» tiene como misión dar cuerpo a todos los flancos abiertos por la trilogía (recuperando y evolucionando los más destacados), dar un broche de oro a la historia contada en las tres entregas anteriores y cerrar el círculo. La trama de esta última entrega se pliega sobre si misma para establecer una conexión con sus tres predecesoras, formando una unidad que desconocemos si ya estaba planificada cuando Martin Campbell rodó «Casino Royale»; pero que acaba siendo un acierto el mostrar a LeChifre, Greene y Silva como tentáculos de ese cefalópodo (otro guiño al pasado, en esta ocasión a «Octopussy«) que representa a Spectre, pues amplía enormemente el ámbito de actuación de la organización a poco que recordemos los objetivos tan dispares que tenían cada uno de esos villanos.
Aunque todas las entregas de Bond finalizan con un ‘James Bond regresará’, los guionistas de la siguiente entrega deberán hacerse muchas preguntas antes de empezar a escribir un nuevo libreto pues Sam Mendes quema bastantes naves en la conclusión de «Spectre», despreocupándose por dejar tramas abiertas que puedan facilitar su continuación. Lejos de eso, deja a la saga a un paso de retornar al clasicismo del que quiso desligarse hace 20 años, con la más famosa organización criminal desarticulada y sin su cabeza visible, cerrando un círculo argumental difícil de reabrir y dando a James Bond una paz interna que exigirá, o bien un nuevo reboot, o bien hacer un revival de «007 al servicio secreto de su majestad» (y aquí, los entendidos sabrán perfectamente a qué me refiero).
Si finalmente Craig decide abandonar a 007 antes de finalizar su contrato, éste sería un inmejorable momento para ello. Además de poder cerrar su ciclo (como protagonista y, por primera vez en la saga, llegando un intérprete de 007 a productor de la misma), este año se cerraría además el ciclo Sony, que ostentaba los derechos de distribución desde «Casino royale» y que tendría ahora como principales candidatos a la Fox y a Warner Bros (y aquí sí que el nombre de Nolan saldría en todas las apuestas). Sin cambiar el hecho de que James Bond siempre estará ligado a Sean Connery, debería ser unánime el sentimiento de pena que producirá la despedida de Daniel Craig, sea ahora o tras un último título por venir. Incluso con un mar de dudas sobre cuál será el siguiente paso en la franquicia, lo que es prácticamente seguro es que «Spectre» será el último Bond que cuente con la dupla Mendes-Craig. Sin saber además si las declaraciones de Craig acerca de las pocas ganas que tiene de continuar en la saga son una confesión al cielo o una estrategia para ampliar aún más su caché (se estima en más de 60 millones de dólares sus ganancias por protagonizar y producir «Spectre»), sea cuando sea que llegue su adiós, Daniel podrá estar más que orgulloso de dejar la franquicia mucho más fortalecida de como él se la encontró, habiendo superado en sus entregas la histórica fatiga que la saga arrastraba.
Los que reciban el testigo de interpretación y dirección, mucha percha tendrán que tener para que el esmoquin le encaje tan bien como a Craig y mucho talento deberán mostrar para que el martini les salga mezclado…y no agitado.
os felicito una vez más
muy completo análisis
yo he sido algo más parco:
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