«Sicario»: la delgada línea blanca
Apenas han pasado dos años desde el estreno de «Prisioneros«, película con la que el director canadiense Denis Villeneuve nos asombró retratando las distintas formas en las que dos familias hacían frente al secuestro de una de sus hijas. Aquella ocasión supuso una magistral lección de tensión incrementada hasta el límite. «Prisioneros» supuso el estreno americano del que está llamado a ser una de las más interesantes puntas de lanza del Hollywood de los próximos años (a pesar del sacrilegio, no se me ocurre un mejor director para hacerse cargo de la secuela de «Blade Runner«), que recuerda en muchos puntos a los orígenes de otro de los grandes, de nombre David y de apellido Fincher.
Ahora, en su quinto film (segundo rodado en los Estados Unidos), Denis utiliza la definición de la palabra que da título a la película para introducirnos en uno de los mayores conflictos bélicos de nuestro tiempo, como es la lucha contra el tráfico de drogas. «Sicario» supone un brutal thriller (por momentos, puro terror) en torno a la investigación que los agentes de la CIA y DEA desarrollan contra el cartel de Juarez, liderado por Manuel Díaz (Bernardo Saracino). Lucha que, en cuanto se abandona territorio estadounidense y se interna en México, adquiere una dimensión muy distinta; convirtiéndose en una constante escalada de violencia y crueldad, en una guerra sin cuartel, sin prisioneros, que traspasa cualquier límite legal y moral que pudiera seguir respetándose al norte de El Paso. Una guerra con muertos en ambos bandos, con multitud de vidas inocentes arrasadas por el mero hecho de haber nacido en medio de ese interminable círculo de violencia, personas que acaban convertidos en simples corderos viviendo en un mundo de lobos. «Sicario» utiliza el mundo de la droga para mostrar los efectos de una lacra aún más difícil de erradicar: la falta de humanidad.
En mi anterior entrada («Spectre«) comentaba que la escena pre-créditos era probablemente la mejor escena de acción del año. Pues bien, «Sicario» opta muy seriamente al segundo puesto de esa lista. Obviamente, la espectacularidad de la entrega de Bond está muy lejos de los objetivos del film de Villeneuve; pero la efectividad y tensión que logra el canadiense está unos pasos por encima de la secuencia del agente con licencia para matar.
Los primeros minutos del film forman una potente introducción que marcará el tono y estilo que el resto del film tendrá durante el resto del metraje, introduciéndonos en un habitat plagado de castigos, traiciones, venganzas. Dejando claro que este film, rebosante de tensión, dramatismo y suspense de principio a fin, no supondrá un fácil visionado para el espectador (¡ay…si las paredes hablaran!).
En la cruda realidad, miles de personas han sido asesinadas por los cárteles mexicanos; por tanto, una película que quisiera retratar este conflicto, necesariamente tenía que ser violenta; pero, sin querer añadir más detalles, esa escena inicial es suficientemente traumática como para superar con creces la línea de violencia permitida por muchas personas.
Al comienzo de dicha secuencia nos situamos en el interior de un furgón del FBI, con un equipo de asalto tenso, concentrado en la oscuridad del vehículo blindado, sólo rota por ligeros rayos de luz que se cuelan a través de las minúsculas ventanillas del transporte. Su misión: liberar a un grupo de rehenes.
Al llegar al destino (una casa situada Chandler, Arizona), se inicia el despliegue de efectivos bajo los inquietantes pulsos electrónicos que forman parte de la brillante, atmosférica y envolvente banda sonora compuesta por Jóhann Jóhannsson, que se avalanza sobre cada plano como una bestia depredadora, evocadora en mucho momentos de la obra maestra que John Williams compuso para «Tiburón«. Lo que ese equipo comandado por la agente Kate Macer (Emily Blunt) y su compañero de fatigas Reggie Wayne (Daniel Kaluuya) descubrirán en esa casa y los hechos inmediatamente posteriores, despertarán un deseo de venganza en la joven agente.
Por eso, cuando le ofrecen colaborar con un grupo de élite liderado por el arrogante Matt Graver (Josh Brolin), al que posteriormente se unirá el enigmático, introvertido e inescrutable Alejandro (Benicio Del Toro), ella acepta sin dudar, pues es la mejor oportunidad de capturar a los responsables de lo ocurrido en Chandler.
Dicha colaboración se inicia con un vuelo charter a Juárez (México), donde Kate, Matt y Alejandro se unirán a un grupo formado por múltiples agencias gubernamentales (CIA, DEA, SWAT…) con el objetivo de extraditar a los Estados Unidos a Guillermo (Edgar Arreola), hermano del capo Manuel Díaz. A todos ellos se unirá también un numeroso despliegue de militares y agentes de policía locales, que irán escoltando y abriendo vías de paso entre el numeroso tráfico de la ciudad mexicana, para que la extracción de Guillermo sea lo más fugaz y efectiva posible. Tras atravesar estrechas calles adornadas con los cuerpos de traidores al cártel, mutilados, despezados, colgados en la vía pública a la vista de todos (como ejemplo y advertencia para los demás) y una vez el objetivo se encuentra bajo la custodia de este equipo; en su viaje de regreso, el convoy se encontrará con un embotellamiento en el paso fronterizo.
A pesar de estar rodeada de todo tipo de fuerzas de seguridad, la sensación de confusión y soledad que tiene Kate (y, por extensión, el espectador) es total. Sin saber realmente con qué agencias está colaborando, con la tácita advertencia de no fiarse de ningún agente local, con la certeza de que (entre la masiva cantidad de coches que empiezan a rodearles) hay gente armada a su alrededor, sospechosos de formar parte del cártel que intentan neutralizar con dicha extradición, con todo el mundo quitando el seguro a sus armas…comienza el segundo set piece en el que Villeneuve consigue crear más tensión con un conjunto de coches totalmente parados en un monumental atasco, que la gran mayoría de persecuciones de los últimos años (y pienso especialmente en la saga «Fast & The Furious«).
En general, todas las secuencias de acción de este film funcionan igual que un explosivo unido a un circuito de relojería…oímos permanentemente el ‘tic-tac’ del reloj, cada vez más alto, conscientes de que en algún momento va a explotar delante nuestro; pero sin otra posibilidad más que aguantar esa tensa espera hasta que se produzca la detonación.
Toda esa escena en la que, al igual que Kate, estaremos obligados a ver, callar y esperar para obtener alguna esporádica respuesta, no será más que la confirmación de lo que hemos sospechado desde el principio: lo devaluada que está en si misma la vida al otro lado de la frontera. Donde se masacra a todos los ocupantes de varios coches sin que estos hayan abierto fuego, abandonando sus cuerpos en el asfalto para proseguir el viaje, sin papeleos, sin procedimientos, sin reglas. No importa que nada de lo que hagan sea completamente ilegal en los Estados Unidos. Esto es zona de guerra.
Como bien (nos) adelantó Alejandro, ‘nada tendrá sentido para tu oídos americanos, dudarás de todo lo que hagamos’. El idealismo inicial de Kate, aquel por el que estaba convencida de que su país estaba en el lado correcto de la batalla; ese sentido de la justicia que la impulsó a unirse a este equipo de élite, se desmorona completamente.
Dejando claras las enormes diferencias entre ambos títulos, ese primer día para Kate, recuerda al que sufría el agente Jake Hoyt (Ethan Hawke) en «Training day» a manos de Alonzo Harris (Denzel Washington).
Aunque este primer tramo deja claro que la trama estará formada por tipos malos y seres absolutamente monstruosos, Villeneuve utiliza nuevamente esa ambiguedad moral (que ya quedó patente en «Prisioneros») al mostrar el lado más familiar de los participantes en el tráfico de drogas, con Silvio (Maximiliano Hernández), ese policía corrupto que utiliza su coche oficial para transportar, durante su turno de noche, alijos de un lado a otro; mientras por el día desayuna tranquilamente con su familia y pasa la mañana con su hijo, cuyo mayor deseo siempre es poder jugar al fútbol con su padre. Personas que buscan lo mejor para sus familias…y que lo encuentran en lo más oscuro de su naturaleza humana.
También por parte de Kate podremos relajarnos momentáneamente y disfrutar de esa velada en la que su compañero Reggie le presenta a un viejo amigo (Ted, interpretado por el siempre efectivo Jon Bernthal) con el que llegará a intimar. Momento en el que comprobaremos que el cártel tiene gente en todas partes y que Alejandro no dudará ni por un segundo en utilizar a Kate como cebo, si con eso consigue acercarse a su objetivo final. Como muy bien resume Jennings (Victor Garber), el superior de Kate, la gente como Matt y Alejandro provoca ruido para conseguir que los auténticos señores de la droga salgan de las sombras que les cobijan. Se dedican a agitar el avispero para intentar localizar a la abeja reina de entre todas las abispas cabreadas.
Y con esa intención se produce el asalto de la fortaleza de Manuel. Montar un ‘cuatro de julio con esteroides’ en los túneles de la mansión que obligue a los miembros de seguridad del cartel a tener que improvisar y debilitar momentáneamente su estructura. Lo justo para encontrar una vía de acceso directa a Manuel.
La escena en los túneles comienza al anochecer, con el oscuro horizonte aún teñido por los últimos tonos rojizos del sol. En el preámbulo de la noche, las siluetas de un grupo de asalto se disponen a tomar la casa. Villeneuve y el director de fotografía (Roger Deakins) utilizan dos tipos de visión nocturna. La termal, que aporta una fantasmagórica paleta de grises, y la ya clásica de fósforo verde granulada; recordando a una de las escenas más escalofriantes de «El silencio de los corderos«, cuando Clarice Starling (Jodie Foster) se interna en aquellos laberínticos túneles que tenía el sótano de la casa de Buffalo Bill.
Desde el comienzo de Sicario, podía comprobarse como los numerosos planos cortos sobre Kate se iban convirtiendo en planos cada vez más distantes, hasta llegar a un intenso uso de planos aéreos que van diluyendo poco a poco el protagonismo en la historia del papel interpretado por Emily Blunt. Tras la incursión en los túneles, el papel de Kate desaparece para dejar paso a la revelación de las verdaderas intenciones que ocultaba Alejandro, el verdadero sicario que aporta el titulo al film. Una venganza largamente deseada, cuya ejecución dejará al espectador con la sangre completamente helada.
Y es que, aunque el personaje de Emily Blunt (a años luz de aquella presuntuosa y egoísta secretaria de «El diablo se viste de Prada«) es la base troncal de todo el film y es ella quien protesta y cuestiona los acontecimientos, del mismo modo que intenta hacerlo el espectador en la sala; es en el último tramo del film cuando el personaje interpretado por Del Toro toma el absoluto protagonismo. Todo el misterio que le rodeaba, la limitada información sobre su persona (nunca dejando claro sus orígenes, ni para quien trabaja), limitando sus diálogos a las mínimas palabras necesarias, todo ese dramático minimalismo en su interpretación durante gran parte de la película, cobra sentido en cuanto logra introducirse en la lujosa villa de Fausto (Julio Cedillo), mientras éste cena acompañado de su mujer y sus dos hijos. En esa escena, en la que se acaba de un golpe con la ambiguedad moral que antes comentábamos, es donde surge con toda intensidad el hombre decidido a cumplir su venganza personal o a morir en el intento, que no conoce el perdón, un depredador solitario esperando pacientemente su oportunidad; mientras crea un vínculo protector con una joven agente; muy del estilo del que Hannibal Lecter (Anthony Hopkins) establecía con Clarice Starling (nuevamente, «El silencio de los corderos»).
Villeneuve culmina así (junto con «Incendies» y «Prisioneros») una trilogía dedicada al estudio de la venganza.
Al papel de Del Toro le complementa perfectamente el experimentado Matt Graver de Josh Brolin, contratista aparentemente de la CIA (nunca se desvela, aunque es la primera sospecha de Kate), igual de enigmático y parco en palabras que Alejandro. Siendo en este sentido muy reveladora la secuencia en la que Kate solicita un resumen del conflicto y éste responde ‘me estás preguntando cómo funciona un reloj…de momento, céntrate simplemente en ver la hora que es’. Un hombre cuyo relativismo moral contribuye a dificultar la identificación de lo correcto e incorrecto de sus actos.
La historia, escrita por Taylor Sheridan, a quienes los amantes de «Sons of Anarchy» recordarán por interpretar a David Hale, transcurre principalmente en la frontera entre Texas y México, principal zona de actuación de los todopoderosos cárteles de la droga y lugar en el que también iremos descubriendo las muy distintas motivaciones personales que cada uno de los tres personajes principales tiene para estar allí e iniciar el lento descenso a la oscuridad que les espera. Tal y como hemos contado antes, Alejandro será el personaje que más tardíamente expondrá dichos motivos; de hecho, Villeneuve eliminó casi el 90% de las líneas de diálogo del personaje interpretado por Del Toro que había en el guión original de Sheridan, para poder perfilar un personaje mucho más enigmático durante los dos primeros tercios del film y más efectivo en su tramo final.
El guión de Sheridan consigue representar mucho más que el lado americano del conflicto, dando espacio a personajes que, o bien protagonizan, o bien sufren las consecuencias desde el otro lado de la frontera (es el caso de la familia mexicana del policía de Juárez, a los que difícilmente podremos relacionar con la trama principal durante buena parte de la historia); exponiendo la realidad de tan compleja situación y sugiriendo lo fútil de esa estrategia basada en la guerra contra la droga en el mundo real. Un mensaje claramente distinto y más realista del que finalmente transmitía el film de Steven Soderberg («Traffic«) al tratar este mismo conflicto.
Como siempre ocurre, no es sólo la historia que se cuenta; sino cómo se cuenta…y es aquí donde Villeneuve muestra su enorme talento, tanto en la dirección, como en la sabia elección de sus colaboradores. Dice el propio Villeneuve que las películas son ‘movimiento, personajes y presencia’ y la fotografía de Roger Deakins no hace sino resaltar esas tres cualidades. Esta leyenda de la fotografía (atentos a lo que este genio es capaz de hacer en un sólo año: «No es país para viejos«, «En el valle de Elah» y «El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford«), repite nuevamente en «Sicario» con Denis tras colaborar juntos en «Prisioneros», para alternar entre maravillosas vistas aéreas de Nuevo México y encuadres tan cerrados que permiten distinguir las motas de polvo que flotan en el aire iluminado por la luz del Sol. Sin duda, la (prácticamente segura) nominación al Óscar de este año, decimotercera de su carrera, debería permitirle recoger de una vez el galardón, mientras se encuentra nuevamente a las ordenes de Villeneuve en el set de la continuación de «Blade Runner».
Por cierto, muy bien tiene que estar haciendo las cosas Denis Villeneuve cuando el propio Darren Aronofsky aguanta estoicamente 45 minutos de espera para poder estar presente en la rueda de prensa que el director de Quebec daba en el Festival de Toronto.
A pesar de que, por momentos, podamos estar algo disconformes con el resultado final de «Sicario» (tanto por el nivel de violencia, como por ese demoledor y pesimista mensaje, que deja bien claro que esta guerra contra la droga ya no puede ganarse mediante acciones legales), lo cierto es que estamos ante uno de los mejores films del año. Demostrando una maestría en la trama, dirección de actores, interpretaciones, fotografía, banda sonora y control absoluto de la tensión generada, como pocas películas han sido capaces de igualar en mucho tiempo.
«Sicario», a diferencia de otros films anteriores, no muestra ningún interés en mostrar los inicio del conflicto, ni en las maniobras políticas que se tejen por debajo de éste. «Sicario» captura todo el horror de esta guerra moderna mediante una historia de venganza y corrupción; protagonizada además por una mujer (haciendo del 2015, definitivamente, su año) en la que se centra el idealismo inicial de la lucha y la moral que todos le presuponemos a los protagonistas reales de este conflicto global.
Si tienes miedo por estar traspasando los límites, no lo tengas.
Los límites se han movido.
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