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«A Moon Shaped Pool», de Radiohead: la posibilidad de una isla

12/05/2016

Radiohead_A moon shaped pool_cover

Hace mucho tiempo que el acto de enfrentarse a un nuevo disco de Radiohead es semejante a la aventura de explorar una isla. Un pedazo de tierra recóndito, aislado y rodeado de océano que, como aquel en el que sucedía “Lost”, esconde muchos más secretos de los que se atisban a simple vista. Un lugar que, como toda isla perdida, no es para todo el mundo, pero en el que es obligatorio extraviarse sin mapas ni brújulas para llegar a entenderlo y, con suerte, como el bueno de John Locke, amarlo. En tiempos de escuchas aceleradas a golpe de click de ratón y sentencias laudatorias emitidas apresuradamente cuando aún no se ha pulsado el stop, la banda de Abingdon continúa demandando un acto de fe al oyente contemporáneo, agudizar los cinco sentidos,  aplazar los juicios de valor para más tarde y sencillamente dejarse llevar.  No, no se trata de hacer un esfuerzo para que su música te guste (¿acaso tendría eso algún sentido?), sino de permitir que sea ella la que te atrape, quizás no a la primera, ni a la segunda, pero tal vez sí a la tercera, porque entonces no podrás ni querrás escapar de ahí. Hace mucho tiempo que Radiohead no es una banda de rock al uso, o que sus ¿canciones? no se rigen por los patrones habituales del género. En sus discos ya no se viene a buscar estribillos, sino sensaciones, texturas, estados de ánimo, misterios, emociones; elementos habituales en artistas y géneros vanguardistas y minoritarios, pero poco frecuentes en grupos  que copan portadas de medios generalistas. Atípico e insólito caso el de Radiohead, banda unánimemente aclamada desde que firmó “OK Computer” (1997),  uno de esos discos generacionales que capturan el signo de los tiempos, pero que se resistió a ocupar el sitio que tenían reservado a la izquierda de U2 para insistir ferozmente en un camino nada complaciente y en una búsqueda perpetua que todavía continúa. Reverenciados por sus legiones de entregados fans, respetados por casi toda la crítica especializada y también ignorados por un amplio sector incapaz de comulgar con sus postulados musicales y anímicos, Radiohead siguen marcando tendencia pese a los cinco años transcurridos desde el discutido “The King of Limbs” (2011), como demuestra que nadie mínimamente familiarizado con Internet y las redes sociales haya sido ajeno a la llegada de “A Moon Shaped Pool”.

Pero una cosa es el ruido y otra son las nueces. Que Radiohead se desenvuelven admirablemente en la estrategia puramente de marketing es algo asumido por todos desde aquel “pague la voluntad” con el que presentaron “In Rainbows” (2007); que en pleno 2016, y tras un largo hiato que olía a definitivo, todavía pudiesen ser creativamente relevantes era algo que había que demostrar. Y “A Moon Shaped Pool” es la prueba de la vigencia de un género, el suyo propio, al que quizás ya sí se le conocen los límites pero en el que todavía se puede seguir encontrando placeres inéditos y exquisitos. Eclipsada queda la cacharrería electrónica y la experimentación maquinal para hacer sitio a tramas más orgánicas en las que destaca la presencia de teclados flotantes, remansos acústicos y erupciones sinfónicas. Estamos, pues, en coordenadas más próximas a “In Rainbows” que a “The King of Limbs”, una modificación del rumbo en la que tiene mucho que ver un Jonny Greenwood que, tras el crédito obtenido en sus colaboraciones con el director Paul Thomas Anderson, reclama protagonismo para sus orquestaciones cinematográficas, más deudoras de las sonoridades de Penderecki  que del score clásico de Hollywood.

Radiohead_2016

El resultado son once piezas producidas por el sempiterno Nigel Godrich que inciden en esa melancolía densa y narcótica marca de la casa, inseparable del frágil timbre de querubín lastimado de Thom Yorke, rebosantes de detalles, melodías, capas y arreglos inesperados que enriquecen cada nueva escucha y que siguen alejando al combo británico de los dictados del mainstream. Temáticamente, “A Moon Shaped Pool” podría ser el “Ghost Stories” (Coldplay) de Yorke, que puso fin el pasado año a una larga relación sentimental con Rachel Owens y que vuelca aquí la tristeza traumática de un amor roto que dejó heridas aparentemente todavía no cicatrizadas, aunque también hay espacio para la preocupación sobre la deriva medioambiental del planeta o lo que parecen llamadas de atención sobre el estado de tensión que vive una Europa zarandeada por los extremismos y el miedo a la amenaza exterior. Al menos ese discurso político parece subyacer en “Burn the Witch”, la pieza que abre el álbum y la más ajustada a la estructura de canción tradicional de estrofa+estribillo, también por ello la más inmediatamente accesible, en la que brilla el pizzicato percusivo de unas cuerdas que se tensan in crescendo como si fuesen antorchas agitándose histéricas en torno a la hoguera.

 

Más representativa del  mood de la obra es “Daydreaming”, una lánguida nana minimalista arrullada por una taciturna figura de piano que se deja arropar por pinceladas electrónicas y que se expande en su tramo final en un envolvente y onírico clímax orquestal (ejecutado por la London Contemporary Orchestra, presente en prácticamente todo el álbum) que nunca llega a desbordarse en la grandilocuencia.  El paisaje cambia con “Decks Dark”, un sugerente medio tiempo que empieza a construirse sobre una caja de ritmos, guitarras atmosféricas y unos elegantes adornos de piano, hasta que entran la batería y unos coros casi góticos, la melodía se torna más tensa  y se sintonizan frecuencias opresivas próximas al post-rock. Quizás el tema menos interesante del disco, al menos en las primeras escuchas, sea “Desert Island Disk”, otro número pausado dirigido por guitarra acústica que recuerda en su tono pastoral al folk inglés de finales de los 60 pero que no termina de levantar el vuelo. Afortunadamente llega como un tren futurista surgido de la niebla el motorik de “Ful Stop”, el momento más experimental del álbum y muy probablemente el mejor. Sintetizadores circulares, un bajo distorsionado y un acelerado ritmo hipnótico van tejiendo una atmósfera paranoica hasta que se produce ese mágico cambio en el que se desatan la batería de Phil Selway y las guitarras de Greenwood cargadas de delay mientras que el falsete de Yorke echando de menos “all the good times” eriza la piel.

“Glass Eyes” pasa por ser la pieza más corta del álbum, aunque en sus menos de 3 minutos Yorke tiene tiempo para desgranar una melodía afligida y evocadora conducida por un delicado piano y embellecida por unos conmovedores arreglos de violines y chelos. Una vieja conocida es “Identikt”, presentada en la gira de 2012 dejando muy buenas sensaciones entre los fans, que llega a su traducción en estudio mostrando a la banda en su versión más imponente e imaginativa. Sustentada en el desarrollo rítmico más sinuoso de todo el trabajo, la pieza discurre sobre una melodía ahogada a la que se le superpone de forma sublime otra principal hasta que ambas desembocan en el estribillo maníaco de  “broken hearts, make it rain”, repetido después por un coro monumental ornamentado con sintetizadores  vintage. El  heterodoxo solo de guitarra de Greenwood pone la guinda a otro de los cortes más destacados de la obra.

 

Presentada tiempo atrás por Yorke en solitario bajo el título de “Silent Spring”, “The Numbers” es quizás la canción más transparentemente ecológica que Radiohead haya firmado jamás. Seguro que el viejo Neil Young la amaría, no solo por su vehemente mensaje tan afín a sus principios éticos, sino por esa naturaleza acústica que tanto recuerda a Buffalo Springfield. Aunque su refinado desarrollo instrumental, en el que se entrelazan intrincadas armonías a piano y, hacia la mitad del tema, una impresionante sección sinfónica, nos acerca más bien a los dominios del rock progresivo. La intensidad se reduce un par de grados en “Present Tense”, una balada acústica a ritmo de bossa nova que en manos de Chris Martin probablemente se habría deslizado hacia la cursilada más almidonada pero que aquí destila melancolía ensoñadora y sabor a caramelo agridulce. “Tinker Tailor Soldier Sailor Rich Man Poor Man Beggar Man Thief” toma su nombre de un popular juego de palabras infantil y rescata la electrónica esquelética y las cadencias de reminiscencia jazzística de «Kid A» y “Amnesiac” para alambrar una melodía espacial errante a la que se le van sumando texturas que confluyen en un agujero negro de ominosas espirales orquestales. Finalmente Radiohead han encontrado el álbum de estudio en el que ubicar “True Love Waits”, esa gema no tan perdida de la banda (pues ya apareció en el directo “I Might Be Wrong: Live Recordings”) que bien podría ser su canción de amor más conmovedora. La súplica de Yorke de “Just don’t leave, don’t leave” adquiere ahora un nuevo significado, finalizando la obra e intercambiando el acompañamiento  de guitarra acústica original por varios teclados solitarios que trazan círculos de añoranza sobre la preciosa melodía.

Es maravilloso cómo la banda ha dado una forma única y compacta a un puzzle formado por piezas de distintas épocas (más de la mitad de estos temas ya habían sido presentados en directo de una forma u otra, por el grupo o por el propio Yorke en solitario) que han encajado asombrosamente entre sí. Es cierto que en una primera impresión se echa de menos algún corte más rockero, tal y como vienen entendiendo el rock en el nuevo milenio (“Bodysnatchers”, “I Might Be Wrong”, “2 +2 = 5”), algo que rompa el clima reposado que se adueña de la parte final, pero las sucesivas escuchas dejan la certeza de que en “A Moon Shaped Pool”  todo está donde debe, de que Radiohead lo han vuelto a hacer, de que siguen muy por delante del pelotón, en su propia y exclusiva isla.

Radiohead_A moon shaped pool

6 comentarios leave one →
  1. 12/05/2016 15:00

    Muy buena crítica, como nos tenéis acostumbrados. La verdad, tengo que avisar que Radiohead es mi banda favorita, por muchos de los argumentos a favor que habéis expuesto. Si bien algunos fans pesimistas creen que tanto reciclar puede ser motivo de pronto retiro, yo me inclino por celebrar que Thom y los suyos han querido ser agradecidos con los fans.

    El disco en sí me parece un grower total, como siempre lo han sido los demás. Capas y capas de paisajes sonoros, de letras con múltiples interpretaciones posibles, de cuerdas que le dan un nuevo toque al más estilo de Jonny… Y si le sumamos el bonustrack «Spectre», podemos decir que los 12 nuevos cortes de esta isla, obtenemos una compilación de cortes que suenan en bucle en casa y en los auriculares de cualquier amante de la música «no fácil».

    Sigo preguntándome, sin embargo, por el significado del título…

    Un saludo des de Pantalla Abierta!

    • Jorge Luis García permalink*
      13/05/2016 0:56

      Muchas gracias por tu comentario, Oriol. Me había olvidado de mencionar a «Spectre», que bien podría haber ido como bonus track, aunque finalmente parece que sale publicada como cara B del single «Burn the Witch». Yo no creo que el reciclaje de temas que tenían en el cajón sea un síntoma de disolución inminente. No es la primera vez que retoman canciones ya estrenadas en directo para darle su forma definitiva, ni tampoco es algo que no hagan otros artistas. En cualquier caso, salvo «True Love Waits», hablamos de temas que conocían los fans más acérrimos pero que realmente son nuevos para el público general. Un placer coincidir en nuestra apreciación del disco. Un abrazo desde el Cadillac para los compañeros de Pantalla Abierta!

  2. Mean Mr Mustard permalink
    13/05/2016 15:34

    A mí me ha encantado este disco, estoy obsesionado con él desde mi primera escucha el lunes pasado. Es pura magia, pura belleza. De lo mejor que han hecho nunca Radiohead. Amo profundamente OK Computer y The Bends, dos obras maestras. Pues bien, aun es pronto, pero creo que A Moon Shaped Pool bien puede estar (por lo menos) a su altura.

    Ah, y me ha gustado mucho vuestra crítica. Gracias!

    • Jorge Luis García permalink*
      14/05/2016 1:55

      Muchas gracias a ti por tus letras, Mean Mr.Mustard. Coincido en que el nuevo disco está al nivel de lo mejor de la banda. Un saludo!

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