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«Mustang»: crecer a golpe de dote

09/05/2016

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«El mundo se va al traste» o «¿a dónde vamos a llegar?» son frases que se cuelan de vez en cuando en nuestras conversaciones. Frases fáciles de pronunciar, como si lo que vemos y oímos, como si la escasa y manipulada información que nos llega nos contara algo nuevo. Como si el derrumbe acabara de empezar, como si la cultura nunca antes hubiera jugado un papel opresor, como si cada sociedad no contara con su propia forma de esclavismo. La verdad tiene mucho de invisible, fácil de guardar en un cajón mientras no nos acordamos de ella hasta el momento en que algo hace «click» y vuelve a ser el momento de pronunciar esas frases que no por manidas carecen de sentido, mientras no hacemos nada.

No he sucumbido a la tentación de colocar en esta suerte de recomendación el cartelito de spoilers. Hubiera sido una opción atractiva la del análisis riguroso hasta el final y fue mi intención primera, pero dadas algunas críticas leídas hacia «Mustang» he decidido que la tarea del Cadillac Negro sea acercar y atraer a este producto a una audiencia potencial que aún tenga sus dudas, hablar para todos. Ciertas muestras del séptimo arte se prestan a contradicciones y a la división de opiniones y percepciones, se infravaloran o se subestiman. Lo que sí creo es que el carnet VIP de Filmaffinity nos está taladrando el cerebro y haciendo perder la perspectiva. Este filme es tan necesario en lo que viene a contarnos que, por una vez, algunos podrían bajarse de esa especie de limbo en el que se han situado.

Y «todo cambió en un parpadeo».

«Mustang» es una producción franco-turca-alemana de 2015 y estrenada en España el 11 de marzo de este año, aunque por estas carreteras las obligaciones nos hayan demorado. Es, además, la ópera prima de Deniz Gamze Ergüven, una joven directora nacida en Turquía y educada en Francia que ambiciona pisar fuerte desde el principio. La película narra la historia de cinco jóvenes huérfanas de entre doce y dieciséis años criadas en un pueblecito al norte de Turquía por su abuela y su tío. Debido a las condiciones de la mujer en el país, el comportamiento completamente normal y adolescente del que estas niñas hacen gala despertará rumores de inmoralidad y escándalo en el vecindario, contemplando como única opción sus cuidadores el prepararlas para lo único que deben ser, para el único cometido con el que de acuerdo a su cultura religiosa nacieron: ser esposas.

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Uno de los aciertos fundamentales de este trabajo cinematográfico es la elección del reparto en su totalidad, especialmente en referencia a las cinco jóvenes que son el corazón de este retrato de represión. Cinco personajes, cinco almas, cinco miradas distintas a una misma realidad, que manejan el dolor como su corta edad y carencia de madurez les permite, que reaccionan tanto colectiva como individualmente al destino al que están abocadas. Cabría mencionar que durante buena parte de su curso y con más intensidad en algunos momentos clave nos encontramos con reminiscencias a Las vírgenes suicidas, novela del magnífico Jeffrey Eugenides y posterior adaptación (acertada) a la gran pantalla por parte de Sofia Coppola. Evidentemente hay una distancia entre ambas historias, una separación que se puede medir en kilómetros, pero al fin y al cabo tenemos una dosis de opresión religiosa y familiar en las dos muestras, dos cárceles hogareñas en las que asfixiar el espíritu de unas niñas que sólo desearían una vida normal, adolescente y hasta vulgar si un día se encontraran con el genio.

Quizá la mayor diferencia sea que en «Mustang» esta negación de la libertad es parte de un contexto, de permanecer en un pueblecito con un credo arraigadísimo donde de manera global se aceptan ciertas cosas. En «Las vírgenes suicidas» (hablo de la adaptación, porque existen ciertas diferencias entre filme y novela) esta acción represiva contra las hijas viene empujada por la religión, pero no es necesario ahondar mucho para advertir que las conexiones cerebrales de esos padres producen algunos chispazos y que, digamos, esta familia funciona como algo fuera de lo normal. Resulta también interesante comparar a los dos personajes menores, a las niñas más jóvenes de ambas familias. Mientras en la película que hoy nos concierne, Lale, de doce años, tiende a rebelarse contra sus circunstancias (sin entrar en demasiado detalle), Cecilia, de unos once, es la primera de las niñas Lisbon en quitarse la vida resignada a ellas.

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En menor medida, no he podido evitar recordar la producción griega «Miss Violence», de la que os hablé hace tiempo. Las diferencias son evidentes, quizá sólo se remitan a ese comienzo atroz, a ese club de niñas de blanco (o con sus vestidos de color mierda, como los califica la propia Lale). En cualquier caso, no deja de ser un retrato de familia marcado por la misoginia y el abuso de poder. Cuando volvemos a Turquía con estas cinco jóvenes, hallamos una escuela de esposas y rejas en todos los rincones de la casa. Una escuela de esposas que pretende funcionar como un manual no sólo de las labores del hogar, sino de la actitud necesaria por parte de la mujer para hacer feliz a un hombre en todos los aspectos, de la conducta femenina adecuada. La dama no ha de lucirse, ni de disfrutar, ni de sonreír, siquiera.

Esos vestidos color mierda funcionan como una anulación de la identidad y la capacidad de vivir con libertad, suponen una incorporación al ganado, un estandarte de la moralidad para generaciones futuras. Un estado en el que se priva a la mujer desde corta edad a su derecho básico de una educación más allá de cuatro paredes que mantener limpias, una autorización a futuros maridos a dictar sus propias normas en un matrimonio concertado y no deseado, al menos por una de las partes. Porque es la única solución. Lale, Nur, Selma, Sonay y Ece han cruzado la frontera de lo prohibido jugando en el mar y enamorándose por voluntad propia. Es requerido un esposo que las ate ante tales conductas amorales.

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Resulta incuestionable que al pasear a unas niñas por una zona de concurrencia masculina como en un mercado ambulante atroz las estás sexualizando. La virginidad es tema manifiesto en esta cinta, también. Esa construcción social innecesaria que inquieta, ligada de manera muy desacertada a la rotura del himen y el acto de la penetración, que finge significar algo con sus mitos y categoriza a las mujeres. Tan importante como para que una abuela humille a sus nietas y luego suelte un manual de sexo en la encimera para que la educación como esposas no cuente con lagunas.

He empezado este post aludiendo a las críticas recibidas como razón principal para que «Mustang» cuente con unas líneas en este rincón. Se han obviado en los comentarios negativos sus sonoras virtudes, su función de protesta, su retrato social, su discurso, su absoluta belleza en la evidente sencillez e incluso su ingenuidad. Se habla de falta de ambigüedad y retos para el espectador, se desvirtúa así la imagen ofrecida, como si ésta no fuera suficiente. Aquí seguimos recomendando ese viaje a Turquía, esa historia narrada desde los infantiles labios de Lale, ese grito de socorro. Porque si algo importa es esa verdad que afirma que todo puede cambiar en un parpadeo.

 

 

 

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