«The girlfriend experience»: por puro placer; por simple interés
En la tan cacareada época de esplendor que las series de televisión están viviendo desde hace varios años, con numerosas voces reclamando ya la etiqueta de séptimo arte para ellas, solo quedaba para colmar de razones a quienes defienden la supremacía de las series por encima del cine que empezaran a hacerse versiones para la pequeña pantalla de películas, y que encima el resultado fuera además infinitamente superior. Años atrás ya ocurrió con «M.A.S.H.», por ejemplo, una aguja en un pajar, pero en esa época nadie se podía plantear como una amenaza las historias contadas en capítulos. Y esto es lo que sucede con «The girlfriend experience», proyecto detrás del que está el siempre inconformista Steven Soderbergh, siempre inquieto pero no acertado en todos sus pasos, como demuestra precisamente en este título. Y es que fue él mismo quien llevó a la gran pantalla esta historia, y ha sido él también quien se ha encargado de controlar su versión para la pequeña, aunque únicamente en las tareas de productor, delegando la dirección en Lodge Kerrigan y en Amy Seimetz, quienes se reparten con demostrada solvencia los 13 episodios de esta primera temporada detrás de las cámaras.
Sin desvelar mucho de la trama, si bien no se trata esta de una serie plagada de ‘spoilers’ que puedan frustrar el visionado de nadie, «The girlfriend experience» narra la historia de Christine, una joven estudiante de derecho que se encuentra compaginando sus estudios con una beca en un bufete de patentes, y que por mediación de una amiga comienza a conocer y a disfrutar del mundo de las «acompañantes de lujo», viendo cómo esta nueva vida empieza a eclipsar todo su mundo anterior. Con este punto de partida, lo más interesante se centra en comprobar que esta forma de vida ha sido una elección 100% libre y tomada con toda la intención y consciencia. Y es que el mundo de la prostitución siempre ha estado protagonizado en la ficción por historias con mil trasfondos dramáticos, por pasados que han llevado a vender cuerpos y con presentes que obligan a traficar con la piel. Pero en este caso nada ni nadie coacciona a Christine a tomar este camino, lo hace porque le gusta, tal y como grita a su hermana en un momento de la serie, casi desesperada porque no se entienda su decisión.
Steven Soderbergh, interesante aunque irregular cineasta (recordemos: «Traffic», «Erin Brockovich», «Solaris», «Ocean’s Eleven» y sus sucesivas secuelas, «El buen alemán», «Che: Guerrilla» y «Che, el argentino», «Contagio» y «Efectos secundarios», entre otras), en los últimos años ha echado el ojo al panorama televisivo, y su firma ya fue referencia de títulos tan destacados como «The Knick» o «Behind de Candelabra». En 2009 sufrió un varapalo de crítica y público (aunque no creo que la cinta estuviera destinada a captar un número significativo de espectadores) con «The girlfriend experience», una película que se centraba en la historia descrita anteriormente pero sin conocer de dónde venía la protagonista, que aquí se nos presenta ya como una ‘escort’ de lujo con una importante cartera de clientes. La presencia como protagonista de la exactriz porno Sasha Grey y su debut en el cine convencional le otorgó un plus de morbo a la cinta, que en un tono de pseudo-documental narraba la vida cotidiana de este personaje, desde la distancia, desde una distancia inmensa (la cinta está inundada de planos lejanos, otorgando al espectador una visión casi de voyeur), con una frialdad pretendida y excesiva, todos ellos aspectos que llevan a ser imposible adquirir cualquier mínimo de empatía con la protagonista y, lo que es más grave, con la historia.
Este tono frío y fuera de todo juicio también inunda la primera temporada de la serie para la televisión, por cierto, colgada de golpe por la cadena de cable estadounidense Starz, a «modo Netflix», y que en España puede disfrutarse en Movistar Series. Así, los espacios grandes, las inmensas cristaleras, los azules, el acero, los brillos y la ausencia total de cualquier atisbo de calor son parte fundamental del título, dando a la fotografía una importancia crucial para definir su posicionamiento. Y ese posicionamiento es ninguno. No hay ejemplarización alguna. La cámara se limita a mostrar las peripecias de la protagonista, si bien el tono de documental de la película queda aquí aparcado, y es que donde en su versión original no existía prácticamente trama y nos limitábamos a contemplar una serie de escenas sin demasiada perspectiva de emoción, aquí sí hay una evolución del personaje y hasta se han sacado de la manga una intriga laboral que sirve para dar más empaque a los episodios, algo más de enganche en el espectador y una excusa para comprobar la transformación del personaje principal. Y este personaje está (muy bien) interpretado por Riley Keough (atención, nieta del mismísimo Elvis Presley), quien da a Christine (o Chelsea, su nombre «de batalla») una contención y frialdad bastante más conseguida que la que intentó Sasha Grey en su estreno en el cine para (casi) todos los públicos. Aunque es cierto que físicamente Riley Keouhg no soporta el enfrentamiento con «la Grey», su pérdida de inocencia, su presencia y su calculada distancia sí son dignas de elogio, aunque tampoco creo que este papel le vaya a otorgar ningún premio relevante o un prestigio definitivo.
Llegados a este punto, aprovecho para alertar de que a pesar de lo que pudiera pensarse, la serie no es para nada… llamémoslo… excitante. Como hemos hecho ya énfasis, la distancia que toma la cámara, no tanto física como en la película sino más bien en tono e intención, unido al témpano en el que se convierte Christine cuando es Chelsea, y por supuesto condicionado por unas situaciones en las que lo emocional queda muy lejos de ser significativo, hace que las escenas de sexo sean tan numerosas como poco gratificantes. Y es aquí donde entra en juego otro ingrediente clave, la mentira, pero hablamos de una mentira consentida. Resulta espeluznante comprobar cómo se desarrollan las citas previamente concertadas y, por supuesto, pagadas, olvidando todo atisbo de interpretación y pretendiendo ambos parteners una situación normal, fluida y real, sin ningún asomo de impostura. Este elemento episódico da lugar a conocer a numerosos personajes que aparecen con la misma facilidad con que se esfuman, todos con un cierto porcentaje de patetismo por esa condición de clientes del sexo, si bien cada uno de ellos tendrá detrás su historia, aunque no será en esta serie donde se cuente o se le dé la más mínima importancia. Únicamente el jefe de Christine, David Tellis, interpretado por Paul Sparks, consigue hacerse con un segmento de protagonismo, manteniéndose como una de las pocas constantes a lo largo de casi toda la temporada.
Y añadimos otro elemento clave, la ambición. Porque ya hemos definido al principio de estas líneas que el camino que toma Christine es totalmente premeditado, lo hace porque le gusta el sexo (significativas y espeluznantes son las escenas en las que, tras haber estado con el cliente de turno, revisa las cintas de seguridad de su casa y se masturba viéndose a sí misma), le gusta el dinero y le parece que esa forma de conseguirlo es idónea. Pero sin duda otro motivo por el que tomar ese camino es la ambición, una ambición que le hace usar cualquier situación que encuentre a su alcance para aumentar su grado de poder, y si es sobre las personas a las que socialmente se las supone en un escalafón superior (cosas de la sociedad), la empresa le será doblemente satisfactoria.
En cuanto al desarrollo formal de la serie, al igual que en su protagonista, existe una evolución, especialmente en los últimos capítulos de la tanda, en los que se pierde parte de la frialdad en favor de ciertas emociones, especialmente cuando Christine abandona Chicago, escenario de la trama, para, por diversos motivos, visitar otros escenarios. Sigo intentando mantener el texto libre de ‘spoilers’, pero no puedo dejar de subrayar los extraordinarios ejercicios de estilo que suponen los episodios 9 y 13 (final), sin duda los dos puntos álgidos de la serie. El 9 («Blindsided») con una Christine haciendo gala de todas sus armas, derivando en una situación que la hará cambiar a ella y a su alrededor de forma significativa y definitiva; y sobre todo con una dirección y un desarrollo preciso y espectacular, jugando con el tempo y el tiempo real. Por otro lado, la ‘finale season’, «Separation» resulta un incómodo y descolocante epílogo, fuera ya de toda la trama de la temporada, una especie de ‘performance’ durante una única escena que abarca casi la totalidad del capítulo, un puñetazo a la cara del espectador que sin duda no deja indiferente.
Si después de estas líneas no te ha entrado un mínimo interés por darle una oportunidad a la serie, añado que los 13 capítulos de media hora se visualizan de un plumazo, por lo que tampoco vas a perder media vida para nada. Además, creo que «The girlfriend experience» con casi toda seguridad estará a fin de año en todas las listas de agradables sorpresas, no sé si entre las mejores series, pero seguro que sí formará parte de esos títulos de los que no se espera mucho pero que al final terminan aportando bastante, ya que detrás de su aparente propuesta aséptica, concreta y directa, se encuentra una serie con numerosos recovecos, varias capas de lectura e incluso un debate ético, elementos creo que suficientes para que pase el corte (en la tan cacareada época de esplendor de las series de televisión). Y a la película, ni os acerquéis.
ha sido mi descubrimiento de esta temporada.
y así puede ser para mucha gente. no creo que sea la mejor serie del año para nadie, pero a mucha gente le sorprenderá muy gratamente
Hace ya unos meses que la vi y suscribo cada una de tus palabras. Me encantó, en su momento, porque lejos de caer en los tópicos superficiales sin fondos aparentes, supone un buen comedero de cabeza en la que te planteas más de un «por qué».
En lo único que discrepo es en Riley y su cuerpo, creo que supera a Grey con creces, me parece una mujer espectacular con un canon de belleza idóneo para una serie así. No hay parte de su anatomía que no la haga espectacular físicamente, Grey es más modelo, Riley te acerca más a la «realidad».
Ella fue mi gran sorpresa de la serie, su interpretación fue muy superior a las expectativas que tenía.
Ojalá tengamos más temporadas.
no le hago ascos a riley por supuesto, es quizás más cuestión de gustos. celebro tu comentario!