«Redención (Southpaw)»: Puños de mantequilla
El de boxeador es uno de esos escasísimos papeles que parecen infalibles a la hora de encumbrar a grandes actores de todas las épocas. Sí, Sylvester, ya te vemos asentir jubilosamente. Tampoco contradirían esta afirmación Hillary Swank, Denzel Washington, Mark Whalberg o Russell Crowe, ni grandes mitos como Robert de Niro, Jeff Bridges, Kirk Douglas o Paul Newman. Si tuviéramos que dar continuidad a esta estirpe con alguna de las grandes estrellas actuales, no cabe duda de que Jake Gyllenhaal estaría entre los máximos candidatos para recibir esta bendición.
Algo similar debieron pensar los hermanos Weinstein -infatigables cazadores de Oscar- y la multinacional china Wanda -sí, la del nuevo estadio del Atlético de Madrid- , que apostaron fuente por «Southpaw», el primer guión para cine de todo un ‘pope’ de la ficción televisiva, Kurt Sutter, creador de ‘hits’ como «The Shield» y «Sons of Anarchy». Tras ser abortado un primer proyecto pensado para el lucimiento de Eminem, se erigió el ambicioso producto final, con un lujoso reparto compuesto por Gyllenhaal, Rachel McAdams, Forest Whitaker y Naomie Harris, la dirección de Antoine Fuqua y uno de los últimos trabajos del llorado compositor James Horner.
Lanzada en EE.UU en el verano de 2015 con la esperanza de recoger nominaciones a las doradas estatuillas, el filme logró un más que aceptable éxito de taquilla al otro lado del Atlántico, pero fracasó en su intención de tener una mínima repercusión en la temporada de premios, algo que pareció disuadir a los distribuidores españoles. Cuando «Southpaw» ya parecía relegada a aparecer en nuestro país algún día en el mercado de DVD o alguna plataforma de ‘streaming’, de repente nos encontrábamos la noticia del estreno de la cinta en pleno 2017…los misterios de la distribución son inescrutables…
Un combate muy bien filmado por ese gran artesano de la acción en el que se ha acabado convirtiendo Fuqua -muy lejos ya de las altas esperanzas que nos dio con su vibrante «Training Day»– supone el prometedor comienzo de la historia de Billy Hope, un campeón imbatido mucho más destacado por su capacidad de encajar golpes y aguantar el sufrimiento físico que por una depurada técnica. Hope, un tipo con bastante pocas luces, basa su éxito en la fuerza moral que le dan sus difíciles y humildes orígenes, en el orgullo que le genera haber conseguido triunfar tras crecer penosamente en un orfanato.
El encauzamiento de su vida hacia una estabilidad inédita, en forma de una retirada pactada con su esposa tras una lesión en el ojo, es rota súbitamente. La ira acumulada en su interior durante tantos años no puede ser contenida ante el chulesco desafío de un aspirante a su título y todo desembocará en una tragedia accidental (y no poco caprichosa), retratada con pasmosa y -profética- pereza.
A partir de ese suceso, nuestro protagonista inicia un vertiginoso declive y arrastra con él a la película entera. Sutter se sumerge hasta el fondo en el letal fango del melodrama más exagerado, quedando sin duda mucho más cerca del más zafio telefilme de sobremesa que de la obra del mítico Douglas Sirk. No hay un solo matiz, ni el menor distanciamiento irónico, únicamente un empeño suicida en epatar por la vía más rápida posible, no dudando en sobrexplotar al personaje de la pequeña hija de Billy para dar la mayor lástima posible ni en apoyarse en personajes tan previsibles, planos y maniqueos como el malo malísimo mánager del púgil o la rígida pero finalmente comprensiva trabajadora social que cuidará a la infante.
Es de admirar la voluntad de Gyllenhaal de sobrevivir con dignidad al desaguisado. Su notoria transformación física y su absoluta entrega le convierten en el único aliciente de este tramo del filme, pese a que su personaje no para de ponerle zancadillas. El protagonista de «Nightcrawler» destaca muy por encima de McAdams, relegada, una vez más, a un papel demasiado escaso para su gran talento, y de Harris, digna en su encorsetado rol. Mientras, Fuqua parece estar rodando mientras dormita pensando en su -por aquel entonces futuro- ‘remake’ de «Los siete magníficos».
Como era de esperar en este tipo de película tan convencional, a todo derrumbe le corresponde su subsiguiente redención -como se encarga de subrayar innecesariamente el sobrenombre que le han añadido de cara a su estreno español- .En este punto aparece al rescate un Whitaker soberbio -con el aplomo que le da su amplia experiencia y con el carisma de sus mejores tiempos- que, sin aparente esfuerzo, se convierte en la estrella absoluta del filme. Su personaje, el encargado de un gimnasio que se dedica a dar un mínimo aliciente a la vida de jóvenes desfavorecidos mediante el boxeo- coloca los pies en la tierra a Billy, que comienza a reconstruir su vida desde cero.
No es que este último tramo vaya más allá de la mera corrección, consistente en un ‘in crescendo’ emocional visto mil veces en cintas como «Rocky», pero el contraste con el metraje anterior es más que evidente y, sin llegar a poder salvar la propuesta, sí que por lo menos evita que la consideremos como uno de los grandes desastres de la historia. Incluso Fuqua tiene su correspondiente ración de combate para lucir su potencia visual y justificar mínimamente el cheque.
Clara oportunidad perdida, «Southpaw» al menos sirve como meridiana advertencia de cómo no hacer las cosas en este tímido ‘revival’ de películas de boxeo que estamos viviendo, una buena lección para poder volver a disfrutar del noble arte del retrato del pugilato en celuloide.
Ya de por sí el tema del boxeo me tira para atrás, pero después de leer tu reseña probablemente no la vea ni en la tele.
No te perderías gran cosa, sin duda, pero, eso sí, el boxeo me parece el deporte que ha dejado mejores películas desde que el cine es cine.
Un saludo!
Eso para los que lo consideráis un deporte.
Llámalo espectáculo, pero nos ha dejado cosas como ‘Toro salvaje’, ‘Rocky’, ‘Fat City’, ‘The Boxer’, etc.