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«Nightcrawler»: la noche del cazador

05/02/2015

Nightcrawler

Hay actores que, por muy buenos que sean, no podemos evitar reconocer en la pantalla. Aparecen en escena e impregnan cada fotograma con su aura particular, para bien o para mal. Los mejores de esta categoría son capaces de convertir ese posible defecto en virtud, en estilo, en una marca personal que si bien puede conducir al encasillamiento, también puede convertirles en mito, en icono. Pero también están aquellos otros actores que desaparecen en su personaje, que consiguen que mientras estás viéndoles en una película te olvides completamente de cómo eran y cómo se comportaban en las anteriores, y no es algo que tenga que ver obligatoriamente con radicales transformaciones físicas. Esto es lo que al menos a mí me ocurre con Jake Gyllenhaal, especialmente con el Gyllenhaal de los últimos tiempos, aquel que sale del batacazo de “El Príncipe de Persia” (2010) con las ideas más claras sobre hacia dónde conducir su carrera y qué concesiones comerciales no volver a realizar. En realidad, su trayectoria hasta ese gatillazo de blockbuster ya era ejemplar, con roles estelares en algunas de las películas clave de la primera década del siglo XXI (“Donnie Darko”, “Brokeback Mountain” y “Zodiac”), pero en su última etapa, y especialmente en las dos cintas con Denis Villenueve (“Prisioneros” y “Enemy”), Gyllenhaal está cargando de argumentos de peso a los que consideramos que es uno de los más brillantes intérpretes de su generación, aunque la liga de los Oscar aún se resista a incluirlo en su club de niños bonitos. La indiferencia de la Academia es aún más escandalosa e intolerable cuando uno ve y experimenta lo que ha hecho en “Nightcrawler”, una de las películas más estimulantes de la pasada cosecha del cine USA.

Y si “Nightcrawler” es una cita imprescindible en la actual cartelera española en gran parte se debe al portentoso trabajo de Gyllenhaal en la piel de Louis Bloom, uno de los personajes más memorables del cine reciente, sobre todo por lo que tiene de definitorio de una sociedad grotesca, que es la nuestra, adicta al morbo, a la desgracia ajena y a la violencia consumida directamente desde una pantalla. La película de Dan Gilroy funciona en distintos niveles –como thriller enfermizo, como sátira perversa y brutal, como bizarro policiaco noir– pero si por algo merece la pena verse es porque supone un inolvidable estudio de un arquetipo tan despreciable como magnético, y su disolución absoluta en el actor que lo interpreta. Digámoslo ya, sin Gyllenhaal “Nightcrawler” no sería lo mismo.

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Louis Bloom es un buscavidas, un fisgón, una rata laboriosa que busca afanosamente la oportunidad de filtrarse entre las rendijas del sistema para después beneficiarse de él y ponerlo a su servicio. La ocasión la encuentra como freelancer que rastrea en las noches de Los Ángeles los sucesos más truculentos para grabarlos en una cámara de vídeo y venderlos después al informativo matinal menos escrupuloso, pero de haber tenido los contactos adecuados también podía haberse colado en Wall Street y haber descubierto lo sencillo que puede ser desplumar a un puñado de infelices ávidos de guardar su dinero en cualquier parte; quizás simplemente no se le ocurrió antes. En ese sentido, el ambicioso Bloom está más cerca del Jordan Belfort de “El lobo de Wall Street” que del Travis Bickle de “Taxi Driver” con el que tanto se le está comparando desde diversos frentes. Tampoco hay un arco evolutivo como tal en el protagonista. Empieza y acaba siendo el mismo sociópata frío y turbio, dueño de una verborrea aprendida on line en cualquier manual de emprendedores para principiantes y desgranada con una sonrisa tan impasible como persuasiva que hiela la sangre. Es mérito superlativo de Gyllenhaal que un personaje que camina tan al filo de la caricatura permanezca en todo momento en un desasosegante equilibrio entre la fascinación y la náusea a través de gestos –grandes y pequeños-, silencios y palabras.

Nightcrawler

Gyllenhaal es el mascarón de proa de una nave bien capitaneada por Dan Gilroy –el hermano de Tony “Michael Clayton” Gilroy-, un guionista de curriculum poco deslumbrante que, sin embargo, impresiona en su debut en la dirección por su armonía narrativa y su capacidad para conciliar los diversos tonos del libreto firmado por él mismo sin perder el paso –desde lo descriptivo a lo trepidante- en ningún momento. “Nightcrawler” va mudando de pieles a lo largo de su metraje y en todas se encuentra extraordinariamente cómoda, incluso cuando apela a la suspensión de la credibilidad del espectador. Su retrato de una sociedad inmoral e insensible a la tragedia, alimentada diariamente por un alud de imágenes sensacionalistas, es certero aunque tal vez menos provocador de lo que aparenta a primera vista porque ya lo hemos visto en otras ocasiones. Mucho más seductora es la atmósfera nocturna y enajenada que Gilroy crea junto al imprescindible Robert Elswitt, habitual operador de cámara de Paul Thomas Anderson, quien fotografía con mucho contraste y estilización una urbe infernal y decadente de sórdidas luces de neón y palmeras teñidas de sangre, hábitat perfecto para las cacerías de su perturbado y perturbador protagonista y cuyo aspecto visual emparenta a “Nightcrawler” con otros thrillers de noctámbula factura cool recientes como la emblemática “Drive” de Winding Refn o la muy reivindicable “Collateral” de Michael Mann.

Gyllenhall, Gilroy y un competente elenco de secundarios en el que despunta una Rene Russo recuperada para la causa –no en vano es la esposa del director- otorgan cuerpo, vísceras y sangre a uno de esos filmes destinados casi desde el primer momento a ser de culto. La propia Academia de Hollywood, que no ha tenido a bien considerarla entre las ocho aspirantes de este año a Mejor Película, ha puesto su granito de arena al nominarla en el apartado de Mejor Guión Original, que normalmente es la categoría en la que suelen caer las cintas demasiado especiales como para ser nominadas a algo más.

Nightcrawler_3

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9 comentarios leave one →
  1. 05/02/2015 12:21

    Buena reseña, a mi me encantó. Te cautiva desde el primer instante (además de que al haber vivido 6 años en LA, mi segunda casa). El personaje está curradisimo, un sociópata de libro, sin ninguna empatía y listo para sacar tajada de cualquier situación, caiga quien caiga. Creo que las comparaciones con Driver, desde mi punto de vista, podrían venir por las horas de coche y el escenario, ya que es cierto que el personaje no es en nada parecido (bueno, los dos tienen drivers license ;)). Saludos

    • Jorge Luis García permalink*
      06/02/2015 0:25

      Hola Antoni, muchas gracias por tu comentario. Yo puedo entender ciertas similitudes con «Taxi Driver»; tanto Louis Bloom como Travis Bickle son producto de las circunstancias de su tiempo y comparten cierta psicopatía, pero mientras que el personaje de De Niro observa asqueado la inmundicia que le rodea y se rebela pasando a la acción, el de Gyllenhaal decide no solo formar parte de esa sordidez sino alimentarla en su propio interés. En ese sentido, las escenas ante el espejo de ambos personajes no pueden ser más antagónicas en fondo y forma. Un saludo!

  2. 08/02/2015 12:34

    Coincido. Un actor excepcional -en este film lo demuestra especialmente- que elige muy bien sus papeles.

  3. 14/02/2015 23:48

    Muy buena crítica, no podría estar más de acuerdo.

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