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«Superlópez»: del ‘meh’ al ‘ni tan mal’, con cuantiosas risotadas por el camino

29/11/2018

Lo primero, pedir disculpas para la mamarrachada de titular que me ha quedado, un titular que bien puede dar al traste con todo el contenido que venga después, pero es que eso es más o menos lo que sucede con «Superlópez». Me explico: la adaptación a la gran pantalla del popular cómic de Jan se ha afanado tanto en llegar a tantos públicos, abriendo el abanico casi más allá de lo permitido para abarcar a la mayor audiencia posible, que en ese intento ha acabado teniendo su perdición. Y es que cuando se pretende contentar a pequeños y a adultos, a millennials y a viejóvenes, puede suceder lo que me ha pasado con el titular, que al final no llegues completamente a ninguno de ellos, siendo una pena porque por el camino la película deja un buen puñado de atractivas intenciones y otra buena dosis de importantes carcajadas.

De esta forma, a sabiendas de que se trata de una cinta con la peligrosísima etiqueta de «para toda la familia», de que podría jugar en la liga de las series de la televisión generalista en abierto, de que el bombardeo de publicidad y promoción quizás llegue a hastiar y hacer aborrecer el título, la sangre no llega al río porque, detrás de todo eso, queda una buena atractiva plasmada además con acierto en algunos momentos, precisamente cuando llega la hora de ponerse el traje (léase con doble intención), pasando de una primera parte bastante flojita a un tramo realmente divertido para bajar de nuevo el nivel ligeramente en el tramo final, pero sin llegar a producirse el despropósito que podía haberse perpetrado.

Como ya sabrás, porque es imposible no saberlo, es Dani Rovira el encargado de meterse en la piel de Superlópez. Y lo que seguramente hace unos años era una apuesta segurísima me da la sensación de que de un tiempo hacia acá su nombre ya no cuenta con un beneplácito tan general, en parte por sus cada vez más fallidas presentaciones de las galas de los Goya, en parte por algunos complicados episodios en Twitter (esa red social dispuesta a acabar día sí día no con la carrera de un cómico o de quien se ponga por delante) y quizás especialmente por una sobreexposición durante algunas temporadas. Sin embargo, y a pesar de que un gran actor, para qué negarlo, no es, el tío indudablemente sí tiene una importante vis cómica que en los momentos más inspirados de la cinta, en los gags puros y duros, elevan el metraje a la categoría de comedia desternillante. A su lado destacan una muy cómoda y solvente Alexandra Jiménez, también con sus momentos de humor, si bien su rol en esta ocasión no es este, y Julián López, que vuelve a ser garantía de hilaridad, dando una nueva vuelta de tuerca a ese papel al que tan bien le tiene la medida cogida (y que tuvo su germen en el inolvidable Juancarlitros de «No controles», donde ya coincidió con Alexandra Jiménez y Borja Cobeaga, director y guionista encargado del libreto del título que nos ocupa). Con Maribel Verdú en un personaje totalmente arquetipado y encorsetado, sin duda el menos agradecido, los padres del (anti)héroe, interpretados deliciosamente por dos pesos pesados que son todo un seguro, Pedro Casablanc y Gracia Olayo, también lucen, especialmente en su segundo tramo de protagonismo.

Tomando las riendas del asunto se encuentra Javier Ruiz Caldera, un director que ya había dejado muestras de su buen hacer en comedias como «3 bodas de más» o en «Anacleto: Agente especial», cinta en la que, con incluso más éxito que en esta ocasión, ya llevó a los cines las aventuras de un tebeo español. Como decía, la película desgraciadamente se queda en un término medio que no le sienta nada bien. Hay gags muy divertidos, pero podía haber habido muchos más. Hay denuncia social y recochineo con el sentimiento patrio y/o vergüenza patria, pero podía haber profundizado más y, sobre todo, ser algo más «hiriente». Hay acción y aventuras, pero no son estas ni mucho menos la mejor de sus bazas. Sin embargo, tampoco creo que la película sea el desastre o la vergüenza que he escuchado en varios altavoces; es cierto que en algunos momentos o con algunos pasajes coquetea con ello, pero los buenos episodios hacen que la balanza, al menos, quede más o menos equilibrada.

Me resulta curioso cómo, contrariamente a lo que suponía que iba a suceder, las críticas en los medios de comunicación han sido bastante benévolas con la película, mientras que la opinión más general entre el público es bastante mala. No tengo muy claro si se trata de una forma de corporativismo o defensa de lo nuestro en el primer caso o de unas altas expectativas o recelo por lo nuestro en el segundo, pero sin duda es un aspecto atípico que se dé esta circunstancia en un título de este perfil.

Personalmente, y esto es una posición que no comparto con la mayoría del resto de pilotos de este blog, yo estoy un pelín hastiado de los superhéroes, de sus poderes, de sus problemas internos, de sus universos y de sus polladas cosas, por lo que cada título que se mofa de ellos o desmitifica su halo lo celebro casi con vehemencia. En esta ocasión es básicamente Superman el que más queda parodiado, una parodia sin embargo muy blanca y sana, pero divertida en muchos gags (sus problemas para quitarse la ropa con el traje puesto debajo, por ejemplo, es uno de los momentos más divertidos, «¡dejadme solo que si no no aprendo!»). Así, la primera parte del metraje, la más floja sin duda, se salva a veces por los guiños a la historia original del personaje interpretado por Christopher Reeve. Sin embargo, cuando mejor funciona «Superlópez» es cuando deja de recordar a los superhéroes habituales y el personaje se ríe de sí mismo y por sí mismo al quedar contextualizado en nuestro país, con todos nuestros recelos, nuestras costumbres y nuestras polladas cosas.

2 comentarios leave one →
  1. 14/12/2018 10:34

    Bah

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