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«Sex Education»: lubricante y corazón (o lo que un día no supimos)

14/01/2019

Los pájaros lo hacen, las abejas lo hacen y hasta los doctores y doctoras lo hacen. Más allá de clásicos resultones de la canción, lo que ha de quedar claro es que el sexo es cuestión de todos y de todas. Si una pretende hilar un poco más fino, todo lo que lo rodea, desde los aspectos culturales de éste a los personales, desde preferencias hasta elecciones, son parte de lo que nos define, no sólo como seres sociales sino como seres individuales. El sexo ha llegado a ser convertido por los medios de comunicación de masas y las distintas manifestaciones artísticas en la gran cuestión. Perdón, la GRAN cuestión. Existe un bombardeo, unas exigencias, una inclinación a sentar cátedra y establecer unos estándares donde entra lo que es concebido como normal y que varían según edad, clase social y, sobre todo, género. Vamos, una movida.

No es de extrañar que cuantiosos productos literarios, cinematográficos y televisivos hayan querido nadar en sus aceites, unas veces con mayor éxito que otras y sembrando en ocasiones el despropósito. Aunque afortunadamente no es el caso de la serie que nos concierne hoy, «Sex Education», una producción británica de Netflix que no se ha vendido con excesivo fervor y de la que personalmente esperaba un entretenimiento sencillo (no somos capaces de quitarnos los prejuicios con los géneros) en el que Gillian Anderson aparecía como personaje secundario. Reinas aparte, lo que hemos hallado con el transcurso de sus episodios queda lejos del mirar por pasar el tiempo. Estamos ante algo muy reivindicable y definitivamente necesario. Y si algo nos gusta en el Cadillac, valga la redundancia, es defender lo que nos gusta.

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Creación de Laurie Nunn y escrita casi al completo por un equipo de guionistas femenino, «Sex Education» se nos presenta como una comedia en la que Otis (Asa Butterfield), un joven sexualmente inactivo y con unos cuantos demonios en su mochila, aprovecha el conocimiento que le ha generado ser hijo de una terapeuta sexual (Jean, intepretada por Gillian Anderson) para crear su propia consulta en el instituto. Lo primero que llama la atención de la audiencia es lo complejos que resultan los personajes y, en esencia, lo bien construidos que están. Cuando como espectadores damos con un producto cuyo contexto principal es la adolescencia y sus entornos frecuentes, automáticamente se nos activa un chip que nos colma de prejuicios. Sin embargo, lo último que encontramos aquí es un tratamiento superficial de las dudas, problemas y realidades que desfilan por la pantalla, sino algo que nos resulta, al mismo tiempo, cómico, trágico y enternecedor.

Acompañadas están sus escenas de una banda sonora mayúscula que incluye a «The Cure», Billy Idol, «A-ha», «The Smiths», Ezra Furman, Louis Armstrong, y los cantos de ballena, y que contrastan al mismo tiempo que casan a las mil maravillas con sus tendencias coloristas, su deliciosa diversidad, sus continuas referencias a la cultura popular y sus diálogos dolorosos, honestos y pasados de rosca. Hay espacio para la risa y las situaciones bochornosas, pero también para los dramas cotidianos y los traumas particulares.

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Aunque desde mi perspectiva, si algo destaca en el buen hacer de este nuevo show, que llega como la primera gran sorpresa del año, es la cantidad de temas que llega a tratar a lo largo de sus ocho episodios, y, más que eso, el cómo. Hay algo tremendamente conmovedor en cómo habla de lo que habla, incluso un halo de esperanza que quiere contemplar un mundo mejor, más comprensivo, con más ganas de dialogar y escuchar y de vivir de manera más orgánica. Un puñado de inocencia en el que se han escondido algunos granitos de crudeza. Viene a contarnos muchas cosas y a ser un discurso sobre los tipos de familias, la orientación sexual, la construcción de la identidad, las filias y fobias y el sexo con tentáculos plasmado en papel. Viene a señalarnos que un no significa no, a alzar la voz en nombre del aborto legal y la aceptación, a protestar porque las exigencias sociales que rodean al tema acaban por convertirse en un corsé y hacernos infelices.

Y luego está la manera en que trata las cuestiones de género, por supuesto. Con unos personajes femeninos tan intrincados y maravillosos como los masculinos, pisando fuerte sobre el papel de las mujeres en el sexo, el silencio que rodea a nuestra forma de vivir la sexualidad y el placer, que no termina de dejar de ser tabú, del porno como referente en una edad donde falta mucha visión, experiencia y capacidad de comprensión. Nos recuerda las veces en que nos señalamos unas a otras para terminar cagándola y que un poco de sororidad se hace necesaria para vencer ciertos males.

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Podría detenerme en muchos más aspectos, pero lo que realmente pretendo hoy es hacer un llamamiento a que deis una oportunidad a un producto que, bien por el género en que se enmarca, bien porque todas las series no parecen merecer el mismo bombardeo publicitario, corre el riesgo de quedar relegada entre dragones y mundos del revés. «Sex Education» no es una cadena de chistes sobre pollas de látex, es lo que necesitábamos sin saberlo.

3 comentarios leave one →
  1. Asier permalink
    20/02/2019 16:52

    Maravillosa por su frescura y su realidad. Hay pocas piezas de ficción con cuyos personajes (con todos ellos) he llegado a empatizar tanto. Qué gran dirección de actores y qué grandes actuaciones, así como diálogos y tramas que aunque se desarrollen alrededor de tópicos, jamás resultan tópicas.

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