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«The Office»: esta serie te la tienes que tragar (eso dijo ella)

24/04/2019

Hace aproximadamente tres años decidimos abrir El Cadillac Negro a firmas invitadas, sin duda una gran iniciativa ya que el blog se ha llenado desde entonces de miradas interesantes y muy diferentes a las de las seis firmas habituales. El encargado de abrir esta serie de colaboraciones fue Miguel Negrillo, que con un recuerdo al cómic «Watchmen» nos puso en la buena senda. Hoy vuelve a situarnos en nuestro sitio con un homenaje a «The Office», una gran serie que permanece en el (buen) recuerdo de un buen puñado de seriéfilos y que logró erigirse en comedia de culto antes de la invasión de las plataformas de streaming. En las siguientes líneas descubrirás por qué.

 

Al volante: MIGUEL NEGRILLO

«A ti que te gustan las series, tienes que verte…». La frase. Esa frasecita que le sale a cualquier hijo de vecino cada vez que el recurrente tema de las series sale a colación. La segunda moda de las series ha convertido a todo aquel que tiene unos euros en el bolsillo para suscribirse a cualquier plataforma audiovisual, no ya en expertos en series, sino expertos en sociología, psicología y antropología. «A ti (que te tengo calado) te voy a recomendar una serie (que he empezado a ver en la tableta mientras de reojo sigo los avances de mis hijos por el salón) pero aún no he terminado».

Quizá la serie de la que habla este artículo haya completado la frasecita del primer párrafo en innumerables ocasiones. Quizá estés harto de oír lo maravillosa que es «The Office». A menudo, acompañado de la coletilla de “humor inteligente”, ese comodín que justifica que, en muchas ocasiones, la serie te toca otros palos que no son los de la comedia pura. A menudo, también, para alinearse con aquellos que huyen de lo comercial y se refugian en series como «The Office», que también es comercial, pero no para ellos. Al menos, ellos no lo han decidido así. De la «The Office» que vas a leer aquí es de la versión norteamericana, por cierto, no de la británica. Y sí, al contrario de todo lo que opinan los sobrevaloristas y posturetas que navegan -a la deriva- por Internet, la buena es la de la NBC, no la de la BBC. El humor inglés que se lo queden los británicos para ellos.

Por eso, con este texto se pretende luchar contra los prejuicios que te haya podido crear la serie. Se trata de un canto a favor de una de las mejores comedias que se hayan hecho en la televisión sin caer en la recomendación vacía del «The Office» como el recurso fácil. Porque «The Office» es una serie muy distinta a lo que estás acostumbrado a ver. En cada capítulo no es que se rompa la cuarta pared, sino que se pisotean sus restos, se barren y se actúa como si ese destrozo no hubiera ocurrido. ¿Es «The Office» un falso documental? ¿Es una parodia de la cotidianeidad en un aburrido lugar de trabajo? ¿Es una alegoría de la sociedad norteamericana contemporánea? ¿Es una serie que da mucha risa? Sí, a las cuatro. Si alguien obvia una de ellas, lo hace premeditadamente. No te fíes.

«The Office» cuenta el día a día de los empleados de Dunder Mifflin -una compañía que vende papel- en Scranton, una ciudad del estado de Pensilvania situada a unas 3 horas en coche de Nueva York. La oficina está dirigida por un peculiar personaje llamado Michael Scott, interpretado de una forma descacharrante por Steve Carell. Este histriónico jefe, capaz de hacer único cada día, impregna de su caótico sentido del humor y manera de ser a todos sus compañeros y hace que, en cada episodio, se vivan situaciones que traspasan los límites de lo esperado en una comedia de situación al uso.

El gran valor de «The Office» es el conjunto de personajes que conforman cada historia. Ahí sí que acierta de pleno con la representación de una oficina. Un puñado de compañeros, cada uno en su puesto de trabajo y con sus rarísimas peculiaridades, se enredan en líneas argumentales absurdas que perfectamente podrían surgir de cualquier comentario fuera de lugar en una oficina de verdad. Eso sí, para disfrutar «The Office» hay que entrar en su juego, que no es poco. «The Office» está grabada como si fuera un documental, con tiros raros de cámara, con declaraciones directamente al objetivo de los personajes, miraditas cómplices de ciertos personajes hacia el espectador… y absolutamente nada de realidad. Los capítulos (de 20-25 minutos, como debe ser una buena serie, nada de un telefilme por episodio) tienen un ritmo fantástico. Sobre todo,cuando comienzas a conocer a todos los personajes y arrancan las dos o tres tramas que soportan el peso de la serie completa. Pero cuando entras de lleno en la dinámica, «The Office» te atrapa y no te suelta.

Hablar de «The Office» inmediatamente deriva en hablar del elenco. Esa oficina está llena de nombres propios que se te quedan grabados para siempre en la memoria. Primero, del ya mentado Michael Scott con sus frases inolvidables y míticas. Es el principal culpable de que cada episodio se viva un enredo diferente en la oficina. Básicamente, es el motor de gran parte de los sucesos que acontecen en la oficina de Scranton: reuniones de todo el equipo para tratar temas de vital importancia como animar a un personaje a que se presente a un concurso de dibujo, comunicados de urgencia a voz en grito sobre el devenir de la empresa o ideas locas que pasan por llevarse a toda la oficina a pasar un día de campo. Desde el comienzo, Michael es la excusa para seguir enganchado a «The Office». Pero no sería nada sin el resto de ‘secundarios’ (que no lo son, pues el reparto es muy coral). Dwight Schrute (Rainn Wilson) es el villano de la serie. El eterno segundón pelota que sufre las bromas de todos sus compañeros. Las tramas de Dwight, y gran parte de sus gags con Michael, son lo que te hace salir de tu zona de confort. Si piensas que «The Office» se va a quedar en una pequeña gamberrada como «Modern Family» o se va a pasar de frenada como «Big Mouth», estás equivocado. «The Office» se queda siempre en el borde del precipicio y nunca cae. Las crueles bromas de Dwight están tan bien llevadas que es imposible que sufras empatía por su desgracia. Al contrario, el retorcido comercial planea su venganza tan rápido que estás deseando que sea objeto de la enésima burla de Jim y Pam.

Por cierto, Jim (John Krasinski) y Pam (Jenna Fischer) son los otros dos personajes que cierran el póquer de principales. Ambos provocan una relación de amor y odio al espectador constantemente. Jim es el típico guaperas que tontea con la recepcionista y que se erige como el enemigo acérrimo de Dwight. Pam es esa recepcionista con muchos sueños por cumplir, la única que comprende realmente a Michael y que se hace de querer por espectador. Este dúo es el que más juega con guiños a la cámara después de sus coqueteos o bromas. Tanto es así que acabas siendo partícipe de su relación, de sus idas y venidas. Pero, a medida que avanza la serie (9 temporadas, 188 episodios, hay metraje para rato), Jim y Pam se vuelven cada vez más empalagosos. La séptima temporada marca un punto de inflexión muy importante. Entran nuevos personajes y alguno de los importantes se marcha para no volver nada más que para algún cameo esporádico, y lo de Jim y Pam acaba siendo cansino, aburrido, repetitivo y molesto. Curiosamente, los dos puntos negros de «The Office» son dos relaciones amorosas. Por un lado, la de Jim y Pam, que se acaba convirtiendo en un dulzarrón que no te acabas de quitar de encima ni por asomo. Por el otro, la de Michael con Holly (Amy Ryan), que se presenta como un personaje de refresco y nunca termina de encajar en el reparto.

Al margen de esto, gran parte de los buenos momentos que vas a recordar de «The Office» durante mucho tiempo vienen por el rompecabezas tan genial que se crea entre todas las personalidades de los personajes que conforman el reparto completo. Es curioso cómo los guionistas logran que todos tengan momentos estelares y, además, no se queden como meros gags recurrentes, sino que también van evolucionando. Hasta ese personaje de tercera fila al que solo se echa mano para un chiste casual llega a pasar al primer plano en algún momento y darle un empujón a su particular trama argumental dentro de la serie. Y, por supuesto, siempre con el principal objetivo de sacarte una sonrisa que, muchas veces, acaba en carcajada.

Las primeras 7 temporadas son oro puro. Después, con el desgaste que supone una serie tan larga, empieza a haber cambios en el reparto. Algunos entran perfectamente, empiezan a sumar episodios y se convierten en otro éxito de guion. Otros, los que más, son más incómodos. Cuando una maquinaria funciona tan sumamente bien durante tanto tiempo, meter una pieza extraña no es lo más recomendable. Máxime si se trata de algo como «The Office» donde la normalidad está fuera de lugar y lo extraordinario/hilarante es lo único que acepta la receta del éxito. Quizá, lo mejor hubiera sido cerrar el chiringuito con un final digno tras la 7ª temporada y ya está. Pero el final de la 9ª temporada y, por tanto, de la serie, es ideal. Sin que el espectador se dé realmente cuenta, los guionistas te van preparando para el desenlace. Va más allá de las tramas de los personajes, acaba implicando al público también. ¿Qué más se le puede pedir a una serie que te hace disfrutar tanto y durante tantos episodios? Y no es algo que únicamente pudiera disfrutar el espectador estadounidense, ni siquiera el que lo viera en el momento de su emisión. Es algo que disfruta cualquiera que haya seguido la serie y llegue al final. Fantástico.

En un autohomenaje al podcast de A mí me vale, es menester recomendar tres cosas que deberías disfrutar si te ha gustado «The Office»: «Arrested Develoment», la serie que acaba de rescatar Netflix (pero solo en sus tres primeras temporadas, luego se vuelve flojeras); la película «Noche loca», donde Steve Carell se une a Tina Fey en una comedia muy divertida; y la etapa de 2004 de Dan Slott al frente del cómic de «Hulka», donde se rompe de la forma más divertida posible la cuarta pared en Marvel.

En definitiva, «The Office» es una serie que se te pega y de la que apenas te puedes desprender. Es tan cotidiana que forma parte de tu día a tía. Es tan genial que acabarás buscando con la mirada al Dwitght, al Stanley o a la Angela de tu trabajo. Y, lo mejor de todo, los vas acabar encontrando.

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3 comentarios leave one →
  1. 20/08/2019 9:34

    la buena es la de la BBC, y, a pesar de lo que valoro a Steve Carell, todo es gracias a Ricky Gervais.

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