«Los hermanos Sisters»: el sinfín de la violencia

No hace mucho leía a un viejo amigo lamentarse en Twitter de los pocos grandes ‘westerns’ notables rodados en los últimos años. Tampoco es que la situación me parezca angustiosa -ahí están las muy destacables visitas al género de realizadores como Quentin Tarantino, los hermanos Coen, Tommy Lee Jones o incluso Kevin Costner, por no hablar de series como «Deadwood» o «Godless»- , pero sí que es verdad que, ya solo por la mucha menor frecuencia con la que se filman historias del Viejo Oeste, el número de clásicos de espuelas y pistolas se ha venido reduciendo sensiblemente en las últimas décadas.
Es por esto por lo que resulta tan agradecido el estreno de «Los hermanos Sisters», la nueva cinta del director francés Jacques Audiard, porque incorpora un título más a la nómina de ‘westerns’ clásicos del siglo XXi y se convierte, además, en un firme aspirante a los primeros puestos de la lista. Sí, así de buena es.

Basada en la novela homónima de 2011 de Patrick deWitt, «Los hermanos Sisters» comienza con una secuencia plena de fuerza, con la originalidad de presentar un tiroteo en la más absoluta oscuridad nocturna y una desoladora tragedia animal plena de ritmo y fuerza. No obstante y pese a contar con algunas escenas de acción muy disfrutables, la gran baza del filme es su carácter sosegado y reflexivo, aunque para nada aburrido, como se demuestra en una presentación de personajes rica y de lo más convincente.
(ALERTA: A partir de este momento, se citan algunos de los numerosos giros de guión con que nos obsequia esta gran película. No desvelan nada realmente esencial, pero si quieren acudir a la sala totalmente vírgenes, ya saben…)
La misión de atrapar a Hermann Warm (Riz Ahmed) encargada por un siniestro y poderoso personaje llamado el Comodoro (un Rutger Hauer recuperado para la causa) es el ‘mcguffin’ que desencadenará los acontecimientos. Por una parte, unos buscadores de fortuna como los hermanos que dan título a la cinta -Eli (John C.Reilly) y Charlie (Joaquin Phoenix)- están encargados de matarle, mientras que, por otra parte, el detective privado John Morris (Jake Gyllenhaal) debe encontrarle para ponérselo en bandeja a los hermanos.

La briosa trama se divide pues en dos. La de los hermanos Sisters mezcla con acierto la fisicidad de la épica ante las adversidades que el largo camino por un salvaje territorio les va deparando, la acción que provoca la aparición de la abyecta Ms.Mayfield y sus esbirros y el cariz existencial que proyectan los diálogos entre el calmado y leal Eli con el violento y primario Charlie. Las discrepancias entre la visión del futuro de ambos y el hastío ante una forma de vida demasiado cercana a la ruleta rusa va tiñendo de fatalismo el metraje a medida que éste avanza.
Idéntico tono adquieren los fragmentos protagonizados por Morris, que, al localizar a Warm y conocer sus verdaderas aspiraciones, no duda en desengañarse definitivamente de su dura profesión, dar portazo al encargo del Comodoro y adherirse a los planes de su, ahora, compañero de aventuras.

«Los hermanos Sisters» se emparenta directamente con «Sin perdón» -su más ilustre antecedente en cuanto a ‘western’ existencialista pero perfectamente accesible para todos los públicos -en contraposición a la intensidad autoral de aquella «El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford» de Andrew Dominik- en cuanto las tramas convergen con el encuentro entre los hermanos y Warm y Morris, seguramente el fragmento cumbre de toda la cinta. La amistad y colaboración conjunta que surge entre cuatro tipos tan diferentes -antecedida de brillantes diálogos, especialmente entre Eli y Warm- es una agradecida y fresca novedad en el género, amén de su acertada y profunda reflexión sobre el envenenado y eterno ciclo de la violencia que reina en el Viejo Oeste, en el que a una acción le sigue su consecuente venganza, la posterior venganza de la venganza y así sucesivamente, hasta enterrar en su bucle infinito las aspiraciones y las esperanzas de innumerables personas.
Para el tramo final, el excelente libreto adaptado del también cineasta Thomas Bidegain nos depara todo un torbellino de sensaciones. Desde la más cruda constatación de cómo la estupidez y la codicia humana pueden acabar con cualquier utópica esperanza hasta la resolución más inesperada e iconoclasta de un ‘western’ en muchísimo tiempo, pasando por una muestra de lo absurda, irónica e incluso cómica que puede ser la vida en ciertas ocasiones. Todo funciona, todo impacta y todo enamora, dejando la sensación de estar ante una de esas poquísimas películas redondas de cabo a rabo con la que nos obsequia la cartelera cada muchos meses.

No son ajenas para nada a esta satisfacción final ni la espectacular fotografía de Benoit Debie ni la, por enésima vez, atractiva música de Alexandre Desplat. Mucho menos aún lo es el espectacular trabajo actoral. Riz Ahmed («Nightcrawler», «Rogue One») prosigue con su cada vez más acusada escalada a la fama, mientras que Gyllenhaal, tras unos años algo despistado, nos ofrece una de las mejores interpretaciones que le hayamos visto pese a lo secundario, aunque vital, de su personaje. Mención aparte merecen tanto un excelente Joaquin Phoenix sorprendentemente contenido (seguramente en contraprestación de ese, a priori, expansivo Joker que esperamos con ganas) como un John C.Reilly simplemente estratosférico, que confirma, tras otra reciente tremenda interpretación como la aportada en «El gordo y el flaco», que vuelve a estar a ese nivel que lo convirtió en uno de nuestros actores favoritos allá por finales de los 90 y principios del nuevo siglo.
Pero si queremos hallar un triunfador claro de «Los hermanos Sisters» deberemos mirar a la silla de dirección. En su primera película en inglés y en su debut en un género tan ajeno a él, Audiard, que logró un merecido León de Oro en Venecia, no solo ha estado a la altura, sino que ha creado una de las mejores muestras del ‘western’ en lo que llevamos de siglo, sabiendo tanto mantener sus esencias como hacerle aportes de lo más interesantes. Puede que su anterior «Dheepan» frenara un tanto la euforia en torno a su figura, pero con este nuevo aldabonazo debe quedar claro que el firmante de filmes tan grandes como «De óxido y hueso», «Un profeta» o «De latir mi corazón se ha parado» es uno de los mejores cineastas de las dos últimas décadas. Avisados quedan si no han estado atentos hasta ahora.

Peliculón. Y qué maravilla de última secuencia, claro homenaje a ya sabéis qué película mítica del oeste, grabado de un tirón, en plano secuencia. Increíble. No ah tenido mucho éxito, pero es una pasada.