Héroes del Silencio, San Valentín, el sueño y el recuerdo
Hacía ya algún tiempo que incluso los más optimistas habíamos perdido casi cualquier esperanza de que la noticia se produjese. Lejos quedaban ya los ecos de los seguidores de Héroes del Silencio osando pedir a Bunbury en sus conciertos un tema de la legendaria banda. Sí, alguno caía de vez en cuando, uno o dos en cada gira, pero siempre muy tamizados por el nuevo estilo del cantante. A esas alturas, imaginar un reencuentro del cuarteto sobre un escenario se había convertido en poco menos que un sueño, todos habíamos quedado ya convencidos de que tamaño deseo iba a quedarse en eso, en un sueño inalcalzable. Así, nos disponíamos a encarar y malpasar un nuevo San Valentín sin saber que aquel Día de los Enamorados iba a producirse el acontecimiento que miles y miles de melómanos seguidores de la banda zaragozana llevábamos años esperando. Sin previo aviso nos encontramos de bruces con un vídeo en el que los cuatro integrantes del grupo anunciaban 10 únicos conciertos para conmemorar los 20 años de la grabación de su primer disco. Lógicamente, la excusa era lo de menos, los astros se habían alineado, la ocasión finalmente se había concretado y la reunión de Héroes del Silencio iba a producirse. No era momento de lamentar las escasas fechas que iba a tener la gira, ni que en poco más de un mes todo volvería al oasis que padecíamos desde hacía una década, ni siquiera que en el fondo todos sabíamos que los motivos de este reencuentro tenían muy poco de poético. Daba igual, el sueño se iba a cumplir.
Ya solo la puesta en escena de aquel comunicado audiovisual disparó las expectativas y, sobre todo, emocionó a los seguidores del grupo. Enrique Bunbury, Juan Valdivia, Joaquin Cardiel y Pedro Andreu juntos, una escena que no se veía desde la brusca separación de la banda en 1996. Y el hecho de que Bunbury luciera una camiseta del grupo era toda una declaración de compromiso, quién sabe si de redención. Atrás quedaban años y años de rumores y continuos desmentidos. Pedro Andreu y Joaquín Cardiel siempre fueron los más prestos para el regreso, pero enfrente tenían la imparable y sobresaliente carrera en solitario de Bunbury, el rechazo de este a vivir de su pasado y la enemistad de Juan Valdivia con parte de la banda. Precisamente Valdivia se encontraba todavía renqueante de una operación en su mano, por lo que se decidió contar con un guitarrista de apoyo para completar la formación. La primera mueca surgió al saber que el elegido sería Gonzalo Valdivia, hermano del músico, y no Alan Boguslavsky, guitarrista del grupo entre 1993 y 1996, pero esta debió de ser una de las numerosas condiciones a las que a buen seguro se obligaron mutuamente. El tema de conseguir una entrada para alguno de los conciertos sería otro drama que acabaría con las esperanzas de algunos. Y así, salvando obstáculos, ya únicamente quedaba ir rajando páginas al calendario de aquel (inolvidable) año 2007.
Después de un intenso verano de ensayos, todo comenzó realmente el 15 de septiembre en el Estadio del Ejército de la ciudad de Guatemala. Alrededor de 25.000 espectadores procedentes de toda centroamérica fueron los privilegiados de poder disfrutar vírgenes del show, un show que tendría muy pocas variaciones de ciudad a ciudad. Buenos Aires, Monterrey, Los Angeles y dos citas en México DF dieron paso a la parte española del tour, que únicamente tuvo paradas en La Romareda de Zaragoza (10 y 12 de octubre, en plenas fiestas de Pilar), Sevilla (20 de octubre en La Cartuja ante 70.000 personas) y Valencia, que acogió el fin de gira en el circuito Ricardo Tormo ante una de las mayores audiciencias conocidas en la historia reciente de nuestro país (se calculó que cerca de 90.000 espectadores, muchos de los cuales quedaron atrapados en una ratonera que les hizo imposible llegar al recinto).
La casi inmovilidad del set list a lo largo de los 10 conciertos se antojaba en esta ocasión más razonable que nunca. La escasez de fechas, la dificultad para conseguir entradas y la lejanía entre las ciudades escogidas hacía que muy poca gente fuera a acudir a más de un show. Además, un espectáculo de semejante tamaño requería una planificación minuciosa que poco espacio dejaba a la improvisación. Y es que realmente los conciertos iban a distar un mundo de las giras que Héroes del Silencio hicieron «en vida». Aquella furia y aquella rabia habían quedado ya atrás, ahora tocaba otra cosa, y esa otra cosa era una celebración colectiva, un karaoke de dimensiones mostruosas, un recorrido por todas las etapas de la mayor banda de rock que ha dado España.
«El estanque» era la encargada de abrir el show y de provocar el primer pellizquito. Había sido esta la canción de apertura de muchos de sus conciertos, sobre todo en su primera etapa. Si por aquel entonces unas largas lonas blancas a ambos lados del escenario silueteaban en ellas las figuras de Bunbury y Valdivia, en esta ocasión se repescaba aquel momento pero con una imagen grabada (lo que podía representar ya de primeras qué era esto y qué fue aquello). La preciosa intro del tema terminaba con la banda al fin ante su audiciencia, una audiencia rendida que no dejaría de desgañirtarse durante todas y cada una de las canciones del concierto. La primera parte del espectáculo daba cabida a las composiciones más, digamos, melódicas, con espacio para himnos como «Sirena varada» o «Mar adentro» y otras menos populares como «Opio» o «La carta». A continuación tenía lugar el típico set acústico en un pequeño escenario dispuesto al final de la pasarela, para después regresar al escenario principal y descargar toda la metralla en forma de «Nuestros nombres», «Entre dos tierras», «Maldito duende», «Iberia sumergida» y «Avalancha». Irrebatible, inconmensurable, espectacular, irrepetible. El primero de los bises solía componerse de algunos temas menos inmortales, pero queridísimos por sus más fieles, como «Bendecida» u «Oración», y se cerraba con «La chispa adecuada» bajo una lluvia de confeti plateado. Pero quedaba más, otra terna de temas formada por «Tesoro», «Malas intenciones» y una bellísima «En brazos de la fiebre», un tema que en su día describió el proceso de ruptura del grupo y que ahora, en un guiño infinito, comenzaban solos en el escenario Enrique Bunbury y Juan Valdivia, los auténticos pilares de Héroes, pero también los culpables de su liquidación, con un postrero punteo maravilloso mientras el cantante alumbraba con un foco al guitarrista.
Posiblemente los dos conciertos en su Zaragoza natal fueran los momentos más emocionantes de la gira, pero también los más delicados. En el primero de ellos, Bunbury tuvo que irse del escenario a mitad de noche aquejado por una afonía que ponía en peligro el show y el resto del tour. Llamemos milagro a lo que hizo que se recuperase y pudiera terminar la velada con más pundonor que voz, una voz que tendría ya más que recuperada en Sevilla, donde salió como invitado Phil Manzanera, el productor de «Senderos de traición» y «El espíritu del vino», y en Valencia, donde se vivió un apoteósico punto final ¿definitivo? a la carrera de Héroes. Se puede lamentar la ausencia de ciertas canciones (especialmente las más duras -«Parasiempre», «Los placeres de la pobreza» o «Rueda, fortuna!»-, y especialmente sangrante el olvido de «Decadencia», un tema fundamental en la carrera de la banda, y más en directo), se puede criticar el interés que realmente llevó a la banda a hacer la gira, se puede incluso también asegurar que no tuvieron ni la frescura ni el estado de forma de antaño. Se puede, pero no se debe. Todos tuvimos lo queríamos, nuestra bola extra, un sueño convertido hoy en un bellísimo recuerdo.
Fantástico Sergio, ¡qué grandes recuerdos de esa gira!. Gracias por acordarte así de ella :)