«Especiales»: desventajas de viajar en tren

Pocos cineastas han quedado tan marcados a fuego por una película como la pareja de directores franceses formada por Olivier Nakache y Eric Toledano con «Intocable». Pese a contar con tres filmes previos, el tándem de realizadores pasó realmente a importar con aquella obra de 2011, el ejemplo perfecto del concepto ‘feelgood movie’, un éxito tan descomunal e inesperado como -permítanme- excesivo. La innegable frescura de los diálogos y la desbordante química entre sus actores François Cluzet y Omar Sy no podían esconder del todo una convencionalidad extrema y la molesta sensación de que todas las emociones del relato parecían confeccionadas meticulosamente mediante una fría calculadora.
Después del casi obligatorio intento de repetir éxito (lo hicieron a medias en 2014 con «Samba»), la carrera de Nakache & Toledano ha pasado a ser una especie de huida hacia delante para intentar desmarcarse de semejante hito. Así se explica su paso a la comedia pura y dura con la estimable «C’est la Vie» (2017) y el giro de 180 grados hacia el drama que supone su nueva obra, «Especiales».

La pareja se propone con su último filme un largo viaje hacia el cine social que, sin llegar del todo al destino, se acaba quedando en un atractivo punto intermedio entre la amabilidad de su obra inmediatamente anterior y el carácter sobrio y analítico de especialistas actuales en el género como su compatriota Laurent Cantet («La clase», «Recursos humanos»).
Con un estilo evolucionado hacia un mayor dinamismo (montaje más vivaz y abundancia de cámara en mano) y haciendo gala de la proverbial fluidez narrativa de sus realizadores, «Especiales» se apoya en las excelentes interpretaciones de sus protagonistas -un Vincent Cassel más sobrio que nunca y Reda Kateb– para narrar -mediante el ocurrente ‘mcguffin’ de una amenazadora inspección gubernamental- la actividad conjunta de dos organizaciones sin ánimo de lucro: una judía que da un hogar y trata de mejorar las condiciones de vida de chicos con un grado de autismo severo y otra, con director musulmán, que intenta rehabilitar a adolescentes de los barrios marginales del extrarradio de París. El método que las une consiste en dotar de una responsabilidad y un estímulo a estos últimos enseñándoles a ser los monitores y acompañantes imprescindibles para cuidar a los primeros. Un intercambio en el que acaban ganando ambas partes.

Nakache y Toledano arman un relato que expone los beneficios de la alianza entre creencias diversas y de claros tintes autobiográficos -ambos directores son judíos y Toledano tiene en su familia un caso de autismo- centrándose en dos casos muy diferentes de otros tantos pacientes: uno esperanzador y tierno, con un veinteañero cuya mejoría le hace aspirar a entrar en el mercado laboral y otro mucho más duro y extremo: el de un preadolescente muy agresivo y cuyo camino se presenta lleno de obstáculos, que será tutelado con muchas dificultades por un novato monitor.
La gran virtud de «Especiales» es el equilibrio entre los componentes de su guión. Partiendo de una vis claramente dramática y repleta de momentos realmente duros -no, esto definitivamente no es una «Campeones» a la francesa-, el filme no escatima tampoco en golpes de rotunda emotividad, de esos que hacen a uno volver a congraciarse con la humanidad, ni se olvida del humor tan característico de sus autores, aunque esta vez esté presente de una forma más sutil e irónica que nunca (esa sucesión de citas siempre fracasadas del personaje de Cassel), propiciando un conjunto realmente sólido.

Pero más que lo anteriormente comentado, lo que realmente llama la atención de «Especiales» es el inédito carácter de denuncia que presenta. Detrás de las actividades de ambas asociaciones subyace una flagrante dejación de funciones del Estado, una institución que, pese a no dejar de poner todo tipo de trabas administrativas a estos colectivos, no duda en recurrir a ellos para que se ocupen de los casos más graves, dejando inermes a un buen número de ciudadanos (y sus familias) a los que parece considerar poco menos que una rémora insoportable. Muy mal tiene que andar el mundo para que dos cineastas tan presuntamente ‘integrados’ en el sistema como Nakache y Toledano no puedan obviar semejante estado actual de las cosas.
«Especiales» no es una película perfecta, en algún momento determinado se traiciona a sí misma con alguna escena que busca epatar por la vía fácil y presenta una coda tan innecesaria como excesivamente sentimentaloide. Pero una obra en la que el simple hecho de que alguien consiga realizar un viaje de tren sin incidencias logre conmover casi hasta la lágrima tiene que haber hecho las cosas muy bien anteriormente. Tanto como para poder ser considerada, con cierta holgura, la cima artística de Nakache y Toledano hasta el momento.
