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Oscar 2020: «Parásitos» rompe otro techo de cristal

10/02/2020

Algunos lo apuntaban tímidamente, el rumor se venía haciendo fuerte según iban pasando los días…pero los más escépticos no acabábamos de creerlo del todo. En demasiadas ocasiones, la Academia de Hollywood había reculado hacia el conservadurismo en el último momento (véase la gala del año pasado –aquí analizada- con «Roma» viendo pasar de largo el galardón mayor en favor de «Green Book»). Y, sin embargo, por fin ocurrió: los Oscar rompían uno de sus más prohibidos tabúes y premiaban por primera vez, con todo el merecimiento del mundo, a una película en habla no inglesa con el galardón de Mejor Película. El agraciado no fue otro que el filme que ha hecho maravillarse a toda la cinefilia mundial: la desbordante obra maestra que es la surcoreana «Parásitos», de un director tan virtuoso como Bong Joon-Ho.

La gesta de «Parásitos» es aún mucho mayor cuando se constata la entidad de los rivales que tenía en la gala. Ya lo dijimos en nuestro repaso a lo mejor del cine del año pasado -que aquí puedes leer- : la cosecha de 2019 ha sido una de las más fructíferas en grandes obras de lo que va de siglo y la Academia supo reflejar este hecho bastante fidedignamente en sus nominaciones. En la larga carrera que se inicia a principios de otoño con destino a los Oscar, de salida parecía que se iba a producir una dura pugna entre caballos tan ganadores como «El irlandés», «Érase una vez en Hollywood» y «Joker». Sin embargo, a mitad de carrera -especialmente tras los Globos de Oro- la situación dio un vuelco ante la aparición de un flamante corcel en forma de virtuosa película bélica llamada «1917» (aquí puedes leer nuestra crítica). La sucesión de premios previos dejó un ‘status quo’ muy claro y que parecía que los Oscar iban a limitarse a refrendar, con la obra de Sam Mendes reinando sobre las demás. Pero siempre quedaba la incógnita de ese purasangre asiático, que ya había hecho historia con sus seis nominaciones. Descontado hace ya mucho tiempo el galardón a Película Extranjera, cuando se le concedió el de Guión Original -también previsible según las apuestas- se empezó a vislumbrar la sorpresa, que quedó confirmada cuando Bong Joon-Ho se convirtió en el noveno cineasta no estadounidense en llevarse la estatuilla a Mejor Director en las últimas diez ediciones. Ya todo entonces iba encaminado -no sin que antes el surcoreano realizara un sentido homenaje a Martin Scorsese y Quentin Tarantino- para que «Parásitos» -esa película nada complaciente, lleno de sorprendentes giros, mil ideas por plano y con un final que raya casi con el ‘gore’- lograra la madre de todas las machadas.

Muy curioso resultó el contraste producido entre esta revolución en cuanto a galardones y una de las galas más clásicas e insípidas que hayamos presenciado en la historia de los premios. Ya consolidado el modelo de prescindir de un presentador principal (aunque las parejas formadas por Kristen Wiig y Maya Rudolph, por una parte, y Will Ferrell y Julia Louis-Dreyfus, por la otra, opositaron firmemente a ese puesto con sus tronchantes intervenciones), los Oscar basaron todo su potencial televisivo en la música, pasando a parecer más una entrega de los Grammys que una gala meramente cinematográfica. Así, la sucesión de candidatas a Mejor Canción -en la que destacó la presencia de dos mitos como Randy Newman y Elton John, el finalmente ganador,- se completó con tres actuaciones de otros tantos astros actuales: la excelente introducción a cargo de ese torbellino pleno de talento que es Janelle Monaé, la recuperación por parte de Eminem de su megaclásico «Loose Yourself» y la sentida versión de «Yesterday» que la nueva gran estrella Billie Eilish cantó en el ‘In Memoriam’.

Mención aparte merece la nutrida representación española, que acabó yéndose de vacío pero con todo el honor del mundo. Si ya Antonio Banderas y «Dolor y Gloria» sabían que acudían como meros espectadores, más doloroso fue que «Klaus» no pudiera completar la sorpresa de los Bafta y los académicos acabaran premiando la opción más conservadora -aunque no por ello muy merecida- de la deliciosa «Toy Story 4». Debe quedar como consuelo que, con una de las ternas más prodigiosas de la historia reciente, las opciones nacionales muy seguramente quedaron como segundas clasificadas en sus respectivas categorías. Solo cabe un rotundo aplauso.

En cuanto al resto de premios, aquello se convirtió en una denodada lucha entre grandes películas -que en cualquier otra edición hubieran sido acaparadoras de estatuillas- por recoger las nada despreciables migajas que «Parásitos» se dejó por el camino. Así, esa revolucionaria «Joker», gran favorita del público, coronó, por fin, a esa bestia que es Joaquin Phoenix (ojo a su muy lúcido discurso y el emotivo recuerdo a su hermano River) y la música de la islandesa Hildur Gudnadóttir; «1917» se tuvo que contentar con ver premiado su virtuosismo técnico con tres premios de ese tipo -entre ellos el merecidisimo de Fotografía para el maestro Roger Deakins- ; Brad Pitt y el Diseño de Producción dieron espacio en la gala a la tarantiniana «Érase una vez en Hollywood»; la mejor obra de Noah Baumbach, «Historia de un matrimonio», le valió el reconocimiento a Laura Dern; y la gran reinterpretación de «Mujercitas» a cargo de la cada vez más virtuosa directora Greta Gerwig recibió el exiguo premio al Mejor Vestuario.

Incluso películas vistas como meras comparsas en la gala se llevaron parte del botín. La recuperada Renée Zellweger hizo buenos los pronósticos birlando el premio a Mejor Actriz a interpretaciones tan soberbias como las de Saoirse Ronan y Scarlett Johansson, mientras que «Jojo Rabbit» consiguió el de Mejor Guión Adaptado y la formularia «Le Mans’66» ganó los de Montaje y Montaje de Sonido.

Únicamente hubo una noticia agria en toda la gala: el absoluto ostracismo sufrido por esa obra maestra crepuscular del maestro Scorsese llamada «El irlandés» y ese mágico reparto reunido seguramente por última vez. No cabe sino pensar mal y barruntar que llevar adosado el sello Netflix le ha restado casi todas las opciones que pudiera tener. Ahí tenemos otro techo de cristal para romper en el futuro.

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