Neil Young & Crazy Horse, un caballo ganador
Llamadme sensiblón pero a mi estas cosas me enternecen. Que una panda de viejos amigos vuelvan a reunirse después de un largo periodo y que recuperen el aroma de los viejos tiempos siempre es bonito. Y si esos amigos se llaman Neil Young, Frank «Poncho» Sampedro, Billy Talbot y Ralph Molina, pues mucho más porque no sólo ganan ellos, sino todos los amantes de la música. Por eso me llevé una buena alegría cuando me enteré de que estos cuatro tipos habían vuelto a reunirse en un estudio para grabar y aún más cuando poco después se confirmó que en junio tendremos un nuevo disco firmado por Neil Young & Crazy Horse. Un explícito «Americana» será el título de un trabajo formado por 11 versiones de clásicos de un folk estadounidense (no esperéis descubrir gemas escondidas, se trata de temas archiconocidos como «Clementine» o «This Land Is Your Land») que parece cotizar al alza en los actuales tiempos de crisis. ¿Verdad, Bruce?
La reunión llega justo en el momento adecuado, después del lapso de tiempo más prolongado en el que han permanecido separados el genio canadiense y una de las mejores bandas de acompañamiento de la Historia, nueve años si contamos el «Greendale» de 2003, en el que no estuvo Sampedro, o ¡15! para tener el cuarteto completo en aquel disco/documental con Jim Jarmusch llamado «Year of the Horse». Durante este tiempo, Young ha hecho gala de su sempiterna y elogiable inquietud y nos ha regalado obras tan diversas como atractivas («Prairie Wind», «Living with War», «Le Noise») con diferentes acompañamientos, pero se venía echando en falta un regreso, antes de que la edad pueda hacer sus estragos, a la densidad y a la furia que sólo Crazy Horse pueden dar al músico favorito de Jonathan Demme.
Porque aunque los Crazy Horse no han sido tan omnipresentes en la carrera de Young como lo han sido la E Street Band en la de Springsteen o los Heartbreakers en la de Tom Petty, sí que han estado en muchos de los momentos decisivos que han contribuido a encumbrar al canadiense. De hecho, su primer aldabonazo para consolidar su carrera en solitario (tras el éxito cosechado con Buffalo Springfield) coincidió con su primer encuentro en el estudio con Crazy Horse, cuando aún vivía Danny Whitten y no había entrado en escena Sampedro. «Everybody Knows This Is Nowhere» fue uno de los grandes discos de aquel irrepetible 1969, dejando a un buen disco de debut como «Neil Young» relegado a un injusto olvido, gracias a la combinación de folk, country y pop que ya traía en el zurrón Young y las pétreas cabalgadas guitarreras de nuestros protagonistas, que contrastaban armoniosamente con la dulce voz del cantante. Tamaña colisión de talento quedó reflejada ya en tres grandes clásicos de la historia del rock: «Cinnamon Girl», «Down by the River» y «Cowgirl in the Sand». La escalada de éxito, acrecentada por el cosechado por Young en su proyecto junto a Crosby, Stills & Nash, continuó firme al año siguiente con otra obra maestra, «After the Gold Rush», en el que Crazy Horse estuvieron presentes en tres canciones, destacando entre ellas la preciosa «When You Dance I Can Really Love».
La trágica muerte de Whitten en 1972 dejó muy tocado al Caballo Loco y, aunque Talbot y Molina colaboraron en otras dos grandes discos de Young, «On the Beach» y «Tonight’s the Night», no fue hasta que se incorporó Sampedro en 1974 cuando se puede hablar de la vuelta oficial de Neil Young & Crazy Horse, ya con la formación que llega hasta la actualidad. «Zuma» es el privilegiado (y tremendo) disco que tuvo tal honor. La perfecta mezcla entre sensibilidad y densidad rockera volvió a florecer y quedan para el recuerdo temas tan enormes como «Don’t Cry No Tears», «Danger Bird» y, sobre todo, la extensa «Cortez the Killer». La fructífera relación continuó en «American Stars’n’Bars», otro gran álbum con la soberbia «Like a Hurricane» como emblema, y en dos temas del country «Comes a Time», antesala de otro de los grandes hitos del binomio: el celebérrimo «Rust Never Sleeps» de 1979. El disco, grabado en directo, expone como ningún otro la maravillosa dualidad de Young: su bellísimo cariz acústico en la cara A y su vertiente más rockera y electrica en la B, dando luz a otra ristra de clásicos para enmarcar («Pocahontas», «Powderfinger», «Hey Hey My My (Into the Black)). Su correspondiente gira posterior fue inmortalizada en uno de sus dos grandes discos en directo, «Live Rust».
Y tras los grandiosos 70, llegaron los 80…y Young optó por ir variando radicalmente en cada estilo dando lugar a una década desconcertante en su trayectoria, con discos entre lo correcto y lo decepcionante entre los que Crazy Horse sólo aparecieron en «Re-actor», «Trans» y «Life». Pero los 80 dejaron paso a los 90 y Young, seguramente motivado por la resurrección artística y comercial que tuvo con «Freedom», decidió contar de nuevo con sus viejos compañeros para «Ragged Glory», trabajo que confirmó totalmente la recuperación del canadiense; un álbum rudo, majestuoso en su simple sonido garajero, en el que volvían las cabalgadas eléctricas en nuevos clásicos como «F*!#in’ Up», «Love to Burn» o «Love and Only Love». Todo ello acompañado al año siguiente por su otra obra maestra en directo, «Weld», toda una demostración de poderío. El reconocimiento recibido tras esta dupla de discos y su posicionamiento como «padrinos del grunge», con toda una generación de jóvenes descubriendo el legado del maestro canadiense, motivó de nuevo una fructífera relación entre Young y Crazy Horse, brindándonos el oscuro «Sleeps with Angels», el más derivativo «Broken Arrow» y «Year of the Horse», un nuevo directo, ésta vez cargado de furia y del espíritu más improvisador y «jammy» de la banda.
Y, de nuevo, cuando la alianza parecía más asentada que nunca, el siempre imprevisible Young decidió iniciar de nuevo un reguero de proyectos a cual más diferente, tanto en estilo como en calidad, y sólo contó con sus antiguos compañeros para el conceptual «Greendale», un disco tan valiente como indefinido en lo que se refiere a su recepción crítica. Nueve años después, y cuando ya pocos lo esperaban, tenemos de nuevo juntos a estos cuatro titanes de la música. Disfrutémoslo pues todo lo que podamos, nunca sabemos cuando volverán a separar sus caminos.
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Qué grande es Neil Young, o si no, que se lo pregunten a Pearl Jam, entre otros. Me has hecho ponerme nostálgico hasta a mí. Voy a ver si me pincho el Ragged Glory a tu salud. Pedazo de artículo y pedazo de espacio. Un abrazo, seguid así.
Qué grande es Neil Young, o si no que se lo pregunten a Pearl Jam. Me has puesto nostálgico hasta a mí. Voy a ponerme el Ragged Glory a vuestra salud. Un abrazo bien fuerte y seguid así. Da gusto pasarse por aquí.
Muchas gracias por tus alabanzas. Si hemos conseguido hacerte pinchar de nuevo el «Ragged Glory», hemos cumplido nuestro objetivo. ¡Disfrútalo!
Con todo el respeto al Neil Young acústico y pastoral, no hay nada como cuando se junta con Crazy Horse.Las febriles tormentas eléctricas de «Everybody knows this is nowhere», «Zuma», «Rust never sleeps» y, sobre todo, «Ragged glory» son gloria bendita. Desde aquí rompo una lanza por el Young guitarrista. Esos solos destartalados, viscerales y mellados me tocan la fibra como jamás podría hacerlo ningún Steve Vai.
Gran post Big Man, el viejo Young no se merecía menos.
Gracias, Jorge. Muy de acuerdo en tu reivindicación del Young guitarrista, ¡puro feeling! Eso sí, como ya sabes, yo pongo al mismo nivel su faceta acústica y la eléctrica. De hecho, mi favorito del canadiense es el insuperable «Harvest».
Ya tardabas en escribir sobre el señor Young.
Je, je, y no creo que sea la última vez, Arzu. Esto ha cubierto sólo sus andanzas con Crazy Horse.
Hola!
El primer disco que me compré de Neil Young fue Freedom. Conocía la importancia que Young había tenido y que llevaba varios años sacando discos irregulares. Supongo que por eso, al no esperar escuchar un disco redondo, me quedé estupefacto al escuchar una colección de canciones semejante que formaban un LP maravilloso. El comienzo y el final con las versiones acústica y eléctrica de Rockin’ in the Free World (como en Rust Never Sleeps, claro!) delimitan un completo tratado del mejor Neil Young. Me gusta todo en él, el Young narrador de historias (Crime in the City(Sixty to Zero Part I)), el acústico (Hangin’ on a Limb, con esa melodía que siempre está en mi cabeza) y, desde luego, el Young eléctrico y desatado (ésa versión del On Broadway!) que es mi favorito porque no conozco otra guitarra en la que se escuche deslizarse la electricidad como en la suya.
Pues nada más, magnífico post y adelante!
I’m a dreaming man…
Tienes mucha razón, peter673., sobre ese gran disco que es «Freedom». No lo incluí a fondo en el post porque no pertenece oficialmente a Crazy Horse (aunque estuvo por ahí «Poncho» Sampedro), pero, aparte de incluir un montón de grandes temas, revitalizó totalmente la carrera de Neil y fue la base para que tuviera una gran década de los 90. Un saludo.