Gotthard renace de sus cenizas con “Firebirth”
En el otoño de 2010, Gotthard atravesaba uno de los mejores momentos de su carrera, si no el mejor, y sus cinco miembros disfrutaban de un merecido descanso. El grupo, con una trayectoria casi impecable desde su debut en 1992, era entonces, sin discusión, la banda de hard rock más importante de Suiza, en donde todos sus discos salían siempre lanzados al número uno (llama la atención que sea este improbable pequeño país el que nos dé, en este sentido, una lección al resto del mundo). Pero fue el álbum “Lipservice” (2005), una inapelable obra maestra, el que había acabado lanzándoles al estrellato internacional, y el directo “Made in Switzerland” (2006), sus siguientes álbumes de estudio, “Domino Effect” (2007) y “Need to Believe” (2009), así como su intensísima actividad sobre los escenarios, habían ido reforzando su estatus tanto dentro como fuera de sus fronteras. De hecho, España era uno de los países en los que las puertas se les abrían de par en par, recibiendo siembre una calurosa acogida cada vez que se dejaban caer por aquí, y el grupo había correspondido a ese cariño con algunas versiones en castellano de sus éxitos recientes e incluso grabando con una estrella patria, nada menos que Montserrat Caballé. Pero el 5 de octubre de ese mismo año, Gotthard sufría de la forma más cruel la mayor de las desgracias posibles, con la repentina muerte de su vocalista, líder absoluto y cabeza visible del grupo, el grandioso Steve Lee. El cantante perdía la vida en una carretera cerca de Mesquite (Nevada) cuando cumplía uno de sus sueños, cruzar Estados Unidos en motocicleta. La fatalidad quiso que la caravana motera, en la que también viajaban su esposa y el bajista del grupo, Marc Lynn, se detuviese en un arcén para ponerse los chubasqueros y protegerse de la lluvia, cuando un camión patinó por el asfalto mojado y sesgó la vida del vocalista.
En un año especialmente aciago para el rock, la pérdida de Steve Lee a los 47 años fue para mí la más dolorosa, y eso que apenas cinco meses antes se nos había ido el mismísimo Ronnie James Dio. Su muerte fue tan inesperada, absurda y evitable, y el cantante era tan joven, atravesaba un momento tan brillante y tenía aún por delante tantísimos años de buen rock and roll, que fue difícil de asimilar (aprovechamos el momento para rendirle en esta página un homenaje recordando, sin más, algunos de sus muchísimos temazos). Me cuesta imaginar lo duro que tuvo que ser para los cuatro miembros restantes, los guitarristas Leo Leoni y Freddy Scherer, el bajista Marc Lynn y el batería Hena Habegger, encajar un golpe tan devastador y aparentemente definitivo, pero unas semanas después nos sorprendieron, para bien, anunciando sus intenciones de mantener con vida a Gotthard. En la imagen que acompañaba a la noticia, los cuatro aparecían muy unidos pero visiblemente jodidos. El grupo afrontaba así su particular momento «Back in Black», ya que el reto de encontrar la persona ideal para retomar el testigo de un tipo que no sólo tenía una voz prodigiosa, sino también un carisma y una presencia escénica brutal, era complicadísimo. Tras dejar claras además sus intenciones de buscar a alguien que, sobre todo, encajase con el espíritu y la dinámica de la banda, decidieron tomárselo con calma. Tras un año en el que recibieron cientos de cintas de todo el mundo, en noviembre de 2011 desvelaron que el elegido era Nic Maeder, también suizo, y las buenas noticias venían acompañadas además de “Remember It’s Me”, primer adelanto del que sería su nuevo disco. Unos meses después, llegaba un segundo single, “Starlight”, y las buenas sensaciones iban en aumento, algo que se ha cumplido con la salida de “Firebirth”, un magnífico álbum que está a la altura de sus lanzamientos anteriores y que anima a mirar con optimismo el futuro inmediato del grupo.
Porque, con este décimo trabajo de estudio, Gotthard siguen siendo la banda que todos queremos que sea, que vendría a ser algo así como unos Bon Jovi bien entendidos, abrazando sin complejos la comercialidad pero sin tener que renunciar por ello a rockear más que nadie cuando es necesario. Aunque esta definición quizás sería simplificarlo demasiado, porque el grupo nunca ha ocultado otras muchas influencias y éstas son, y siguen siendo, muy visibles en su música: Led Zeppelin, Deep Purple, Aerosmith, Whitesnake, Van Halen, Journey… La otra gran cuestión, por supuesto, es si el valiente Nic Maeder sale airoso del tremendo reto que tenía por delante, y podemos decir que, de momento, así ha sido. Lo cierto es que Gotthard tampoco han querido jugársela y han apostado por un cantante con un timbre muy parecido al de Steve Lee, por aquello también de que los clásicos de la banda no se resientan en directo, aunque la voz de Maeder sea ligeramente más rasgada y afilada que la de su predecesor. En cuanto al sonido de este «Firebirth», el grupo anunciaba un regreso a sus raíces, y en cierto modo así es, puesto que aunque el álbum es una continuación perfectamente coherente de su «Need to Believe» de 2009, sí tiene un punto más hard rockero y clásico que sus últimas entregas, con una presencia menor de los teclados o de ciertos elementos más modernos.
Así, la citada «Starlight» sirve como perfecta carta de presentación del disco, un tema cien por cien Gotthard, una pieza de hard rock melódico de calidad concebida para ser coreada en sus conciertos con el puño en alto y los pelos de la nuca erizados. El segundo corte, “Give Me Real”, aumenta aún más la intensidad con un riff de guitarra pesado y un estribillo punzante, mientras que “Remember It’s Me”, el tema con el que conocimos al cantante, y el primero que además compuso junto a sus nuevos compañeros, es una ‘power ballad’ con el sello inconfundible de la banda, redonda y emotiva, destinada a ser otro ‘highlight’ en directo. El equilibrio entre su material más contundente y el más suave siempre está perfectamente conseguido en sus álbumes, por lo que “Fight” retoma la energía haciendo honor a su nombre, con un riff machacón sobre un bajo galopante y un Maeder muy combativo. “Yippie Aye Yay”, sin embargo, decepciona un poco al pensar que podíamos estar ante un tema un tanto gamberro (su título no es más que la frase más legendaria del John McClane de “La jungla de cristal) pero se queda en la típica canción buenrollista y simplemente correcta. Menos mal que el nivel sube de nuevo, y de qué manera, con “Tell Me”, una preciosa balada de apenas tres minutos, construida a base de guitarra acústica, piano y cuerdas, una pieza maravillosa que puede codearse sin problemas con clásicos como “Heaven” o “One Life One Soul”. Maeder está, además, soberbio, y yo no de dejo de imaginarme (modo ñoño on) al propio Steve Lee aplaudiendo, desde donde esté, y dando su bendición. Sin decidirse a pisar de nuevo el acelerador en exceso, el disco continúa con “Shine”, un intenso medio tiempo que a mí me encajaría, para que os hagáis una idea, en cualquier trabajo de Tesla.
Cruzado el ecuador de “Firebirth”, nos encontramos con “The Story is Over”, ahora sí, una de las piezas más cañeras y casi diría que mi preferida, con unas guitarras muy contundentes y un Maeder demostrando toda su versatilidad y su garra. “Right On”, por su parte, podría estar incluida en cualquiera de sus discos de los 90, con esa ‘talk box’ que la emparenta además con otro de sus éxitos, “Mountain Mama”. Un cierto aire más moderno desprende la también enérgica “S.O.S” (siglas que remiten a “Saints or Sinners”), mientras que la calma regresa con “Take It All Back”, otro medio tiempo que podrían haber firmado perfectamente los Aerosmith de finales de los 80 o principios de los 90. La banda aún se ha reservado una bala, “I Can”, el tema más vitalista, directo y rápido del plástico, antes de cerrar con la ‘necesaria’ “Where Are You”, que aunque a nivel musical no deja de ser una balada un tanto convencional, (modo ñoño on, again) el hecho de estar dedicada a Steve Lee, a modo de despedida, le hace ganar muchos enteros en autenticidad y emotividad.
La producción del álbum, cuidadísima y brillante, algo a lo que nos tienen acostumbrados, corre a cargo de Paul Lani y el propio Leoni. Este último y Scherer vuelven a demostrar, además, que son dos guitarristas muy solventes y con mucho oficio, mientras que la base rítimica hace un trabajo irreprochable, pues Lynn y Habegger llevan 20 años tocando juntos, y qué diablos, eso se nota. Como ya dijimos, Maeder ha pasado con nota la prueba del estudio, y ahora sólo nos queda comprobar si supera el más difícil todavía, el escenario, en donde no sólo debe rendir a buen nivel como vocalista, sino también como frontman. De momento, la banda se ha embarcado en un tour por tierras sudamericanas junto a Unisonic, gira que llegará a tierras españolas en octubre. Yo, personalmente, siempre me maldeciré por haber perdido la oportunidad de verles con Steve Lee al frente, por lo que sin duda estaré allí. Mientras esperamos, podemos seguir saboreando este extraordinario «Firebirth» que, tras lo último de Van Halen, Europe y The Cult, se suma a mi lista de buenísimas noticias que, al menos para el mundo del rock, nos está deparando este extraño 2012.
Como anécdota personal, y por eso lo pongo como un comentario aparte a modo de postdata, diré que al documentarme un poco más sobre el accidente mortal de Steve Lee, para poder escribir este post, descubrí que sucedió a 10 millas de Mesquite, en la Interestatal 15… y me di cuenta de que el pasado verano quiso la casualidad, aunque yo entonces no fui consciente de ello, que yo pasase en coche por ese mismo punto. Que vendrá a ser una tontería, vaya, pero a mí estas cosas como que me impresionan un poco, no sé. En fin, descanse en paz, Steve Lee, y larga vida a Gotthard!
Para mí han cumplido con creces, la voz de Nic me gusta mucho; se asemeja a la del gran Steve. No obstante, sí pienso que al disco quizás le falta un poco de contundencia, pero estamos ante un excelente disco de Hard melódico, sin duda.
Hola, Alex, más de una semana después encuentro tiempo para responderte! Mi duda es si hay algún disco por ahí que me ponga a escuchar, por muy reciente que sea, que tú no hayas escuchado ya antes! Sí es un gran álbum, y en cuanto a lo de la falta de contundencia, pues yo creo que no es más blando que “Domino Effect” o “Need to Believe” (ni lo comparo con «Lipservice», que para mí es uno de los mejores discos de la década pasada). Siempre han tenido ese perfecto equilibrio, en mi opinión, entre sentidas baladas o medios tiempos y temas un poco más cañeros. De estos últimos aquí hay unos cuantos, y además nunca han pretendido ser los más heavies del lugar, ni falta que les hace! Esperemos que estén en buena forma cuando se dejen caer por nuestro país. Allí estaremos. Un abrazo!
La voz en «the story is over » «s.o.s» y «give me real» me recuerdan mucho el tono de steve, para mi no habrá otro steve , pero soy fiel seguidor de gotthard, y nos seguirán dando muy buen material, a maeder l evito un poco en vídeos en directo y no se comprar en carisma para nada a Lee, como leí en un articulo y estoy de acuerdo, nic maeder es un muy buen cantante, pero steve era brillante… aun asi es de aplaudir la calidad que tienen y que hayan decidido seguir adelante
Hola, sva, bienvenido! Yo tampoco quiero ver nada de la formación actual en directo hasta que vengan a España, pero asumiendo que se notará muchísimo la falta de Steve, y que Nic no podrá igualar en carisma a su predecesor (de hecho, otros muchos frontman consagrados y más veteranos tampoco pueden) espero que el cariño que les transmita el público, que seguro que será mucho, haga de los conciertos algo inolvidable. Yo también me alegro mucho de que sigan resistiendo como banda, y defendiendo por todo el mundo su impresionante legado. Un saludo!
Soy de Argentina y la VERDAD que me gusta muchisimo esta Banda, tiene los mejores temas powre baladas de todos los tiempos comparados a los Americanos, STEVE LEE se te extraña un MONTON tu voz DE LAS MEJORES DEL MUNDO y sin reemplazo, me alegro que la Banda siga y como dice Rodrigo y copio sus palabras DEFENDIENDO POR TODO EL MUNDO SU LEGADO.-