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El «Batman» de Tim Burton: Bailando con el diablo a la luz de la luna

16/07/2012

Rememorar el verano de 1989 es imposible sin recordar la “batmanía” que se apoderó de todos los rincones del mundo, un fenómeno sociocultural solo comparable al que generó la trilogía clásica de “La guerra de las galaxias” o el estreno de “E.T”. El símbolo del murciélago sobre un óvalo dorado estaba en todas partes. Camisetas, revistas, llaveros, posters, pegatinas… literalmente hasta en la sopa (efectivamente, también había platos con el logo). Las “celebrities” más cool del momento se apuntaban a la moda y todo el mundo parecía poseído por una fiebre quiróptera varios meses antes de que la película llegase a España, a finales de septiembre.  Incluso el disco con las canciones de Prince para la película fue un espectacular éxito de ventas en gran parte debido al emblema de Batman en la portada (doy fe de ello porque a mí, que el de Minneapolis me daba un poco igual, fue lo que me engatusó para comprármelo). Aquel fue el sueño húmedo de todo publicista o director de marketing, culminado con un spot televisivo días antes del estreno en el que aparecían las calles de Madrid desiertas hasta que el último plano nos revelaba a una enorme multitud a las puertas del Palacio de la Música con el logo del murciélago pintado en la marquesina. “Batman” era el acontecimiento cinematográfico del año y la película que nadie podía perderse, en una época en la que, claro está, ir al cine era otra cosa.

Para entonces el gran icono de los superhéroes de DC Comics, Superman, el hombre de acero, ya había sido llevado en cuatro ocasiones a la pantalla grande por Warner Bros (ejem, si contamos como “película” a la cuarta entrega), mientras que Batman, el otro gran estandarte de la editorial, llevaba años tratando de seguir su estela sin que los productores diesen con el proyecto adecuado. Pero todo cambió cuando Warner se fijó en Tim Burton, un joven y prometedor director surgido de la factoría Disney que ya llamó la atención con “La gran aventura de Pee-Wee” (1985) y acababa de tener un éxito de taquilla con “Bitelchús” (1988). Al cineasta californiano le ofrecieron el encargo y, pese a su inexperiencia en superproducciones y no haber leído nunca un cómic del vigilante enmascarado, dijo sí. El primer gran acierto de Burton fue alejarse del colorido pop de la popular serie de televisión de los sesenta protagonizada por Adam West y apostar por rodear al murciélago de un tono oscuro y trágico, acorde con las aproximaciones al personaje en los cómics que dominaron la segunda mitad de la década de los 80. Batman no podía ser un tipo sonriente que corretea por las calles a plena luz del día lanzando onomatopeyas, sino un justiciero torturado envuelto en un hálito tenebroso que actúa protegido por las sombras de la noche. El segundo acierto (como bien demostró años después Joel Schumacher) fue prescindir de Robin como compañero de fatigas.

Burton también decidió desmarcarse de la estructura canónica del “Superman” (1978) de Richard Donner y no empezar contando los orígenes del personaje. “Batman” arranca directamente en una etapa temprana de la carrera del Señor de la Noche en las calles de una Gotham City amenazadora, humeante y peligrosa. El director de “Ed Wood” se empeñó contra viento y marea en que su actor protagonista fuese Michael Keaton, un actor de comedia no demasiado conocido, de complexión menuda y no especialmente atractivo cuya elección inicial incluso desató la desaprobación del dibujante creador de Batman, Bob Kane. Sin embargo, Keaton supo dar la talla como un murciélago intimidante, ayudado por un revolucionario uniforme de goma negra a modo de armadura que dejaba en paños menores cualquier caracterización anterior del personaje, y compuso un Bruce Wayne diferente al de las viñetas –menos playboy y más millionario excéntrico- pero enigmático e introspectivo. Kane, por cierto, rectificó tras ver la película, y las versiones posteriores de Val Kilmer o George Clooney, en principio más adecuados físicamente, sirvieron para revalorizar el trabajo de Keaton.

Para la némesis del murciélago en la película, el Joker, Warner apostó sobre seguro al elegir a Jack Nicholson, una de estrellas más rutilantes de Hollywood, perfecto para capturar la locura y el sadismo del Payaso del Crimen y también para atraer a las salas a espectadores ajenos al género. Nicholson aportó toneladas de carisma a su bufonesco pero letal Joker y prácticamente se convirtió en el protagonista de la cinta, con más apariciones en pantalla y líneas de diálogo que el propio Keaton.  Si la escena emblemática de la muerte de los padres de Bruce Wayne en el callejón se resolvía en un “flash-back”, la trama de la génesis del Joker , inspirada en parte en “La broma asesina” de Alan Moore, ocupaba una buena parte del metraje. Ya fuese con maquillaje o sin él, Nicholson tuvo carta blanca para desplegar todo su histrionismo en un contexto de “todo vale” en el que el actor se siente habitualmente como pez en el agua y logró una composición delirantemente cómica e inquietantemente diabólica, insuperable en su estilo. Además, la película fue una mina de oro para él, ya que a su astronómico sueldo le sumó el porcentaje que se aseguró en conceptos de merchandising. Kim Basinger, por entonces mito erótico absoluto gracias a “Nueve semanas y media”, se sumó al proyecto como Vicky Vale, la reportera gráfica que intenta descubrir qué o quién hay debajo de la máscara, mientras que otros nombres conocidos como Billy Dee Williams (el inmortal Lando Calrissian de “Star Wars”) o Pat Hingle (el no menos mítico padre de Warren Beatty en “Esplendor en la hierba”) también figuraban en el reparto.

Vista con perspectiva, “Batman” tiene aciertos y errores. Ha envejecido bastante mejor que otras producciones míticas de los 80 pero  una revisión actual deja en evidencia las debilidades de un guión que no supo aprovechar todas las posibilidades que ofrecía la dualidad Batman-Joker y que por momentos se mostraba deslavazado y caprichoso, probablemente a consecuencia de haber sufrido múltiples reescrituras.  Algunos cambios drásticos respecto a la historia original (como que el Joker /Jack Napier fuese realmente el asesino de los padres de Bruce Wayne) no aportaban nada y la galería de personajes secundarios estaba tremendamente infrautilizada (muy sangrante es el caso del comisario Gordon, personaje esencial en la mitología del Caballero Oscuro, aquí reducido a prescindible comparsa fondón). Sin embargo, el filme es una maravilla estética que ganó merecidamente el Oscar a la dirección artística. Gotham poseía un look sombrío y claustrofóbico y los decorados diseñados por Anton Furst combinan el estilo Art Deco con el claroscuro propio del “Film noir” y cierto áurea gótica (especialmente en el tramo final). La Batcueva, la guarida del capo mafioso Carl Grissom, la fábrica Axis, los callejones mal iluminados, el campanario de la catedral o el Batmóvil son elementos que aún conservan todo su poder de seducción inicial. A favor también juega la espectacular fanfarria compuesta por Danny Elfman, ya para siempre indisociable de la figura de Batman, como en su momento lo fue la banda sonora de la serie sesentera. El filme costó 40 millones de dólares y recaudó más de 400 millones de la época, convirtiéndose en uno de los cintas más recordadas de los 80, toda una gallina de los huevos de oro que la Warner no iba a dejar escapar.

Por supuesto, la compañía quería a Burton al frente de la secuela porque pensaban que sería contraproducente modificar aquello que había dado tan buenos resultados. El director, que acababa de estrenar la maravillosa “Eduardo Manostijeras”, se mostró reticente a embarcarse de nuevo en una empresa gigantesca, pero el guión que le presentó Daniel Waters le hizo cambiar de opinión. En realidad, Burton nunca quedó satisfecho con su trabajo en el primer Batman. Presionado por los rigores que conlleva toda superproducción, el cineasta no pudo plasmar su sello de identidad en sus fotogramas y, pese a dejar detalles aquí y allá de su personal estilo, “Batman” no se sentía como una película por completo “burtoniana”. Eso iba a cambiar en la segunda parte, donde iba a contar con más libertad creativa y capacidad de decisión. “Batman vuelve” iba a ser una película plenamente de Tim Burton en la que, casualmente, Batman era uno de los protagonistas.

Efectivamente, “Batman vuelve”, estrenada en 1992,  tiene desde su sensacional prólogo con el nacimiento del Pingüino el aroma de cuento macabro del mejor Burton y su sempiterna fijación por los “freaks” solitarios y los inadaptados sociales, y eso la convertía en la película de superhéroes menos ortodoxa de la historia. De este modo el Pingüino, uno de los villanos más antiguos del Cruzado Enmascarado, sufre un proceso de reconversión que le aleja totalmente de la versión de los cómics para transformarle en uno de los personajes icónicos del director. Bajo cientos de campas de maquillaje, Danny DeVito es un ser deforme y grotesco que anhela recuperar su esencia humana y reintegrarse en una sociedad que le rechaza. Puro Burton.

Al Pingüino le acompañaba una Catwoman brillante y espectacular. Michelle Pfeiffer nunca estuvo más sensual y atractiva que embutida en látex negro y armada de un mortífero látigo. Cualquier aproximación posterior al personaje palidecerá en comparación. Sus duelos con Michael Keaton (máscaras mediante o sin ellas) echaban chispas y se convertían en lo mejor de la función. Con personajes tan ambiguos,  el auténtico villano de la cinta era el manipulador y falto de escrúpulos Max Shreck, un ambicioso magnate de aviesas intenciones inventado para la ocasión e interpretado por el siempre inquietante Christopher Walken. Por su parte, Keaton se cubría de nuevo con el manto del murciélago consciente de que esta vez ya nadie cuestionaría su trabajo, aunque una vez más su personaje volvía a quedar de alguna forma en un segundo plano pese a ser el héroe. Pat Hingle y Michael Gough repetían en sus circunstanciales papeles como Gordon y el mayordomo Alfred, respectivamente.

Gotham City volvía a ser una parte importante de la película, aunque esta vez Burton no contó con los servicios de Furst (que se suicidó al poco tiempo), empeñado en alejarse todo lo posible de la entrega anterior. La ciudad aparecía en esta ocasión cubierta por una navideña capa de nieve que encajaba como un guante en el imaginario “burtoniano”, y el diseño de producción acrecentaba hasta límites inimaginables el expresionismo y la estética gótica del filme precedente, alcanzando un poder de sugestión visual enorme. Además, Elfman se superaba a sí mismo con una partitura bellísima y variada que le afianzaba como uno de los mejores compositores del momento.

El tiempo ha demostrado que “Batman vuelve” es una obra más redonda que su antecesora y una de las mejores películas de Burton, que por fin pudo encajar como quería su universo personal en una aventura del Caballero de la Noche, aunque fuese a costa de alejarse de la esencia de los cómics. Sin embargo, el filme no fue capaz de concitar la misma atención mediática que la primera parte y el público, en general, se sintió algo perplejo ante una historia demasiado bizarra que probablemente no era la que esperaba ver. El filme, que costó más del doble que el primer “Batman”, recaudó considerablemente menos y supuso un fuerte varapalo para las aspiraciones de Warner, que, sin embargo, estimó que había posibilidades de levantar económicamente la franquicia con un cambio de rumbo hacia terrenos menos autorales y más comerciales. Obviamente, Burton quedaba fuera de la ecuación. Los resultados de la apuesta por la renovación absoluta de la saga los veríamos tres años después en “Batman forever”, de Joel Schumacher, aunque esa, afortunadamente, es otra historia que no contaremos aquí.

7 comentarios leave one →
  1. Alberto Loriente permalink*
    16/07/2012 12:11

    ¡Qué recuerdos, Jorge! Me has hecho recordar, tienes toda la razón, la gigantesca campaña de promoción que se le dedicó al primer «Batman» de Burton. Todo niño que se preciara debía de tener algo (ya fuera mochila, estuche, camiseta, etc. con el logotipo del murciélago. Fue una de mis primeras películas en el cine e imagínate el impacto. Seguramente por esas razones sentimentales yo sigo prefiriendo la primera (¡el miedo que me dio en su momento Nicholson!), aunque valoro la segunda como una muy apreciable rareza y, definitivamente, tiene un toque Burton mucho más acentuado. Desde luego, nada que ver con los Batman de Schumacher (aunque siempre defenderé «Batman Forever» como un filme muy entretenido; la otra es una de las mayores chapuzas de Hollywood).

  2. 16/07/2012 23:28

    Me uno a Alberto a la hora de reflejar ese tsunami de nostalgia que nos has provocado.

    La crítica de las dos entregas del murciélago por parte de Burton es sublime, Jorge.
    Magnífico trabajo.

    No está carente de cierta ironía que (bajo mi punto de vista) estos días previos al estreno de TDKR, se lean en algunos sitios comparativas con la obra de Burton…cuando si hay alguien sobre la faz de la Tierra que no quiere que se le nombre cuando se habla de la saga de Nolan…es, precisamente, Tim Burton.

    Es especialmente doloroso leer en la revista «Empire» como directores y guionistas, entre los que se encuentran Wes Anderson, Peter Berg, Rupert Wyatt, David Koepp…no se ahorran laureles a la obra de catalogar a la trilogía de Nolan, como una de las más grandes de la historia del cine y de redefinir por completo el cine del siglo XXI…y, Burton se limita a hablar de su Batman, sin la más mínima referencia a Nolan o a TDK (que es lo que le preguntaban). Básicamente, es el único de todos ellos que se limita a salirse por la tangente y a «hablar de su libro». Transmite la sensación de estar bastante incómodo con el tema…de hecho, lo transmite a gritos.
    Claro que Nicholson lo dejó mucho más claro al enterarse de que Ledger interpretaría al nuevo Joker. Atentos a la perla: «(El joker) forma parte de mi niñez y es un personaje que creo que yo siempre debería de interpretar». Ahí es nada.

    Bueno, tras recomendar el espectacular reportaje que se está marcando dicha revista en su edición online, volvamos al tema en cuestión…

    Indudablemente, la obra de Burton marcó época y estableció cómo realizar una campaña de promoción multimillonaria y cómo negociar un contrato. Basinger se quejó amargamente en su día de no haber incluido porcentajes de taquilla en sus honorarios, cosa que sí hicieron Keaton y Nicholson. De hecho, en algún sitio leí que Nicholson incluso consiguió los derechos de explotación del logo de Batman (el utilizado en la película)…aunque este dato no puedo confirmarlo.

    Cierto que Gotham era más Gotham en la de Burton que en la de Nolan (que es simplemente Chicago con un monorail) y, también es cierto que la estética de las entregas del amigo Tim eran mucho más cercanas a las del comic…pero también es cierto que el personaje de Bruce Wayne era prácticamente inexistente en ambas entregas de Burton, fagocitado por un Joker omnipresente en la primera y una saturación de personajes en la segunda. Incluso Batman estaba por encima de Wayne…cuando es imposible creer al primero, sin entender los motivos del segundo. Y este es, precisamente, uno de los mayores aciertos de «Batman Begins», durante la (sublime) primera hora, se dan todos los argumentos necesarios para que creamos a Wayne, nos identifiquemos con él y comprendamos cómo un multimillonario acaba embutido en un traje de goma.

    Burton hizo que todos quisiéramos ser Batman a finales de los 80…sin apenas saber de dónde surge. Era como entrar en una sala a ver el «Superman» de Richard Donner…con la película empezada hace cuarenta minutos. El personaje con capa nos atrapa, nos absorbe, se queda impreso a fuego en nuestras retinas…pero ignoramos casi totalmente a su alter-ego.

    A pesar de esto, las siguientes continuaciones a mediados de los 90, dejaron claro que las dos primeras entregas jugaban en otra liga.

    En cuanto a elegir qué entrega de las dos de Burton es mejor…me pasa lo mismo que con las dos de Nolan.
    Ambas segundas partes cuentan con alicientes a primera vista para subirse a lo alto del podio…pero, las primeras entregas fueron las que asentaron las bases y las que más difícil lo tenían.

    Un saludo y, una vez más, enhorabuena.
    Alfa.

    P.D.: Quedan cuatro días…

  3. Jorge Luis García permalink*
    17/07/2012 1:39

    Buenas, Alberto y Alfa, muchas gracias por vuestras aportaciones. Celebro haber activado el botoncito de la nostalgia excarvando en nuestros más preciados recuerdos. «Batman» también fue para mí una de las primeras películas que ví en el cine sin supervisión adulta, solos los coleguitas, y se hace muy difícil entrar a analizarla dejando a un lado esas circunstancias especiales que tanto marcan en la niñez. «Batman vuelve» ya me pilló más mayor y no tiene el mismo aura mítico, pero revisadas las dos para escribir este post la segunda me parece superior.
    En cuanto a las reticencias de Burton a hablar del Batman de Nolan, creo que son totalmente comprensibles. Debe ser muy incómodo para él porque siempre se establece una comparación entre ambas versiones y normalmente la suya sale perdiendo (yo no he hecho ninguna mención al Batman de Nolan en el post a propósito, bueno y también porque en breve le daremos su propio espacio).
    Tiene razón Alfa en apuntar que Burton no profundizó demasiado en Bruce Wayne como personaje en ninguna de sus dos películas, pero yo rompo una lanza por su empeño en distanciarse del modelo «Superman» y su apuesta por no empezar la historia desde los orígenes. Al fin y al cabo, es un rasgo que la hace única (¿alguien puede decir alguna peli de superhéroes que no sea secuela -y tampoco vale «Los vengadores»- que no empiece explicando cómo se gesta el héroe?).
    Saludos!
    P.D.:Tres días y bajando…

  4. 21/07/2012 23:03

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  5. Lupita Belmonte permalink
    26/02/2014 21:33

    Batman es mi superhéroe favorito y considero que la mejor película de él es la versión de Tim Burton, pues hace maravillas en una de las películas más conocidas a nivel mundial de este magnífico personaje; me gusta la adaptación que hace el director ya que es perfecta; es una muy buena película totalmente recomendable.

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