Band of Horses y ‘Mirage Rock’: la manada se relaja
Nunca me ha gustado esa máxima que afirma que para que hagan grandes obras, los artistas tienen que haber sufrido antes. No creo que un disco tenga que ser necesariamente mejor por el hecho de que en el grupo en cuestión se haya vivido un desengaño amoroso, haya habido discusiones entre sus miembros, haya vivido el fallecimiento de alguno de sus familiares o esté viviendo los rigores de una crisis económica, siempre he querido creer que un buen artista no necesita de estos ‘incentivos’ externos y se basta con su talento para parir una obra maestra pese a vivir un momento de plenitud. Sin embargo, hay casos que me hacen replantearme esta convicción, siendo el último de ellos el esperado nuevo disco de Band of Horses, ‘Mirage Rock’.
Pocas bandas han sufrido tal tremendo baile de miembros como los de Seattle, que se han quedado prácticamente como un proyecto de su inconfundible vocalista, Ben Bridwell. Sin embargo, no le ha ido nada mal a la banda. En 2006 consiguió con ‘Everything All the Time’ uno de los mejores debuts de la década pasada (con joyas tan memorables como ese clásico llamado ‘The Funeral’ o ‘The First Song’). La melódica y preciosa voz de Bridwell caracterizaba a una banda que, mediante una estimulante mezcla de guitarras densas, motivos acústicos y melodías ensoñadoras infalibles, lograba recordar tanto a clásicos como Neil Young como a actuales renovadores del rock americano como My Morning Jacket. El clamor crítico empujó a unas más que aceptables ventas, pero ésto produjo, paradójicamente, un efecto indeseado en el grupo: la presión por superar ese éxito llevó a que el grupo experimentara notables tensiones antes del lanzamiento al año siguiente de ‘Cease to Begin’, un gran disco acogido demasiado severamente por una crítica que parecía esperar una obra maestra. No lo es y ni siquiera llega al altísimo nivel del debut, pero se trataba de otra demostración, algo continuísta, eso sí, de que estábamos ante una banda importante (y si no me creen, intenten escuchar ‘Is There a Ghost’ o ‘No One’s Gonna Love You’ sin estremecerse). Nuevos cambios en el grupo y una profunda depresión de Bridwell fueron los antecedentes de la salida en 2010 de ‘Infinite Arms’, su explosión comercial. Sin grandes cambios, aunque con una tendencia a una mayor variedad y accesibilidad, su tercer disco volvía a demostrar un gran nivel. Para mi, este álbum significa ‘Factory’, en mi opinión, una de las canciones más bellas que ha parido este siglo XXI. Al lado de tamaño monumento a la melodía, el resto de los temas no desmerecían en absoluto y, por ejemplo, ‘Laredo’ se convirtió en un pequeño ‘hit’ masivo. Compartiendo muchas de las virtudes pero sin ser tan vanagloriados como los más exploradores My Morning Jacket o los más melódicos y psicodélicos Fleet Foxes, Band of Horses se hicieron un hueco entre medias de ellos como el grupo más exitoso de esta renovación del rock americano, merced, seguramente, a ser más digestibles para el público masivo, logrando una nominación a los premios Grammy a Mejor Disco de Rock Alternativo.
Con este éxito, el feroz río de acontecimientos que azotaban la existencia de Band Horses parece haber llegado a un cauce tranquilo de cara a su nuevo disco. El propio Bridwell ha confesado que la tranquilidad y la armonía -milagrosamente no ha habido cambios en la formación- reinaron en las sesiones de ‘Mirage Rock’, un álbum grabado a base de muchas tomas en directo con el que es el primer productor de gran categoría que aparece en su carrera, el legendario Glyn Johns. Mucho me alegro por la salud mental de la banda pero tanto relax y tan buen rollo han afectado a las canciones, que conforman el que es el disco más complaciente y menos satisfactorio de la banda de Seattle.
Comienza a sonar ‘Knock Knock’, tan sencilla y pegadiza, tan correcta como intrascendente, y quedas perplejo de que ésta sea la canción que la banda ha elegido para presentar el álbum que les debía confirmar como una de las grandes bandas estadounidenses de rock de la actualidad. Sigue sonando el disco y, después de los primeros cinco temas, te preocupas seriamente: canciones de estructuras muy sencillas, en ocasiones demasiado, revoluciones pausadas, ni un momento en que se te agite el alma. Francamente, en la primera escucha de este fragmento de ‘Mirage Rock’, creía que el grupo estaba firmando su sentencia de muerte. Sin embargo, a medida que les das nuevas oportunidades, te das cuenta de que ‘Slow Cruel Hands of Time’ y ‘Shut-in Tourist’ son dos bonitas canciones y que ‘How to Live’, un rock americano de lo más clásico, tiene cierta gracia, gracia que, por muchas oportunidades que le doy, no le acabo de encontrar a la más pop ‘A Little Biblical’. El grupo parece echar mano de oficio y de la personalidad que siempre aporta Bridwell para intentar ocultar una escasa inspiración y aprueba justito un comienzo de disco en el que apenas se nota el presunto giro al rock clásico que iba a propiciar Johns.
‘Dumpster World’, una canción que comienza lenta y cadenciosa para explotar en el estribillo con notable fuerza guitarrera y que podría funcionar bien como single, ejerce de nexo hacia la segunda parte del disco. La curiosidad nos embarga con ‘Electric Music’, otro correcto rock típicamente americano que, sin embargo, contiene unas guitarras y un slide que parecen un homenaje nada disimulado a los Rolling Stones de ‘Sticky Fingers’ y ‘Exile on Main Street’. Bien, aquí sí que reconozco al viejo zorro de Johns. Esta nota de frescura, de novedad, nos lleva hasta ‘Everything’s Gonna Be Undone’, la canción más country que han hecho nunca Band of Horses, un tema bien agradable que nos hace recordar a The Jayhawks (y eso siempre será un recuerdo de lo más grato). La mayor variedad de esta zona del álbum se manifiesta en ‘Feud’, que marca el momento más guitarrero y animado del conjunto, y a la final ‘Heartbreak on the 101’, una bonita y lenta despedida adornada con arreglos orquestales, no sin antes haber disfrutado de la ‘joyita’ del disco: una preciosidad llamada ‘Long Vows’, que nos transporta en el tiempo hasta los primeros años 70, concretamente a las maravillas acústicas que Neil Young nos brindaba en su colosal ‘Harvest’. Una canción perfecta que nos confirma que ‘Mirage Rock’, pese a haberse ganado la condición de ‘patito feo’, es un álbum que va de menos a más y acaba siendo disfrutable y que Band of Horses sigue siendo una banda capaz de darnos muchas alegrías. Aunque sea a costa de su tristeza.
La verdad es que este disco me ha decepcionado, y le he dado varias oportunidades pero no conecto con él. Su anterior disco fue muy bueno, y me vienen muchas de sus tonadillas a la cabeza de tanto en cuanto pero éste, se queda a medio camino de todo.
Hola, es cierto que si comparas este disco con los anteriores del grupo se queda bastante por debajo. Yo lo he podido disfrutar algo más cuando he desconectado de que era el nuevo disco de Band of Horses y lo he escuchado como si fuera un disco más. Te animo a escucharlo alguna vez más, por si acaso le puedes sacar algo más de provecho. Un saludo!