1987
En 1987, cuatro de las bandas de hard rock más grandes de todos los tiempos o, si lo prefieren, que más alegrías nos han dado a todos los que amamos este rollo, vivieron el momento más brillante, triunfal y pletórico de sus respectivas carreras. Un par de ellas ya habían saboreado previamente las mieles del éxito, pero nunca con la intensidad de aquellos días, mientras que las otras dos pegaron precisamente entonces el petardazo y se convirtieron, casi de la noche a la mañana, en estrellas mundiales. Una de esas bandas ha logrado mantener la popularidad y la gloria hasta nuestros días, aunque lo cierto es que en 2013 no son ni la sombra de lo que llegaron a ser. Otra ha sabido sobreponerse a mil avatares y ha ido sobreviviendo, que no es poco, con notables altibajos en los últimas dos décadas, mientras que las otras dos vieron extinguirse la llama en su momento y tuvieron que esperar algunos años para regresar, ya lejos de su época dorada pero para regocijo de una aún numerosa y fiel legión de seguidores. Pero cada caso es único y tiene sus singularidades, como ya iremos viendo más adelante.
Hablamos de Europe, Whitesnake, Def Leppard y Bon Jovi, y el destino, que a veces tiene a bien otorgarnos este tipo de felices regalos, ha querido que coincidan sobre los escenarios de Madrid en un intervalo de sólo 24 horas. Los tres primeros compartiendo cartel este miércoles 26 de junio (en una gira que también ha pasado por San Sebastián y Barcelona y llegará el viernes a Santiago de Compostela) y los de Nueva Jersey un día más tarde, el jueves 27 en el estadio Vicente Calderón, en su única fecha en España. Una especie de festival ‘revival’ ochentero de dos jornadas que un servidor no piensa perderse, y que le ha animado, una vez más, a rememorar una época en la que los astros se alinearon para que cuatro bandas de rock duro lograsen poner a todo el planeta a sus pies. Así que por un día nos bajamos del Cadillac Negro para montarnos en un Delorean gris reconvertido en una máquina del tiempo, nos ponemos cómodos (y nos cardamos el pelo) y viajamos 26 años atrás…
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En 1987, Europe eran cinco jovenzuelos suecos que se dedicaban a girar por el mundo entero recogiendo los frutos de su tercer disco, “The Final Countdown”, editado un año antes y que les había hecho pasar de ser unos perfectos desconocidos a unas flamantes estrellas del rock. El grupo, que en sus primeros años estuvo liderado por el vocalista Joey Tempest y el guitarrista John Norum, había editado previamente dos álbumes, “Europe” (1983) y “Wings Of Tomorrow” (1984), que habían sido un éxito moderado en su país de origen, Suecia, y estaban más orientados al heavy y el power metal. A mediados de los 80, mantendrían en la banda al bajista John Levén, cambiarán de batería, entrando en la banda Ian Haugland, e incorporarían al teclista Mic Michaeli, un hecho que resultaría fundamental para su futuro. Decididos a dar el gran salto, para la grabación de su tercer LP tantearon a productores de la talla de Dieter Dierks, que ya había trabajado en los mejores discos de Scorpions, o Bruce Fairbairn, que estaba a punto de pegar el gran pelotazo con Bon Jovi y Aerosmith, pero al final se decantaron por Kevin Elson, responsable de la época más exitosa de Journey. Y si lo que pretendían era lograr un sonido más americano que les hiciese sonar en las radios de todo el globo y petarlo a lo grande, eso fue exactamente lo que conseguirían…
“The Final Countdown” (1986), grabado entre septiembre del 85 y marzo del 86 entre Suiza, Suecia y Estados Unidos, es un disco glorioso de principio a fin. Cierto es que siempre le tendré un cariño especial y nunca lograré ser objetivo porque, como ya he contado antes en este blog, fue el primer vinilo que compré junto a mi hermano, cuando yo aún tenía siete añitos y él once, y es algo en lo que precisamente he descubierto que coincido con muchos compañeros de generación. El mastodóntico hit “The Final Countdown” hoy en día probablemente eclipse al resto del álbum, pero éste atesora un buen puñado de joyas y nos legó unos cuantos singles para la posteridad que no dejaron de sonar por aquel entonces en todas las emisoras de radio, y unos videoclips que podíamos ver una y otra vez en nuestros televisores, cuando algo así aún era concebible. La cañera “Rock The Night”, una de las power ballads más excelsas de los ochenta, “Carrie”, y la épica “Cherokee”, estas dos últimas editadas ya como sencillos en 1987, terminaron de apuntalar el éxito de un disco que también incluía “Ninja”, “Heart Of Stone” o “Time Has Come”, y supuso un auténtico fenómeno social en España, pero también fue número 1 en media Europa y despachó millones de copias en Estados Unidos. Como la felicidad no podía ser completa, el guitarrista John Norum, muy descontento con el sonido final del álbum, en su opinión muy blando y orientado a las radiofórmulas, abandonó el grupo cuando ya era un hecho que el disco era un pelotazo. Menudo gesto de honestidad e integridad el suyo. Su recambio fue su compatriota Kee Marcello.
Con el nuevo guitarrista integrado perfectamente en la banda, Europe se embarcaron en una larga gira que les llevaría durante buena parte de ese 1987 a Japón y Europa y a pisar el ansiado territorio norteamericano, en donde lograron llenar recintos en 23 ciudades y a filmar el documental “Europe in America”, antes de regresar para un último tour por el Viejo Continente. Dispuestos a aprovechar el tirón de “The Final Countdown”, dedicaron el resto del año a trabajar en su continuación, que acabaría viendo la luz sólo un año más tarde. “Out Of This World” (1988) es otro disco magnífico, con grandísimos temas como “Superstitious”, una regrabación del “Open Your Heart” de su segundo álbum, “Ready Or Not”, “Let The Good Times Rock”, “Sing Of The Times”, “More Than Meets The Eye”… Y aunque volvió a vender relativamente bien, no pudo compararse ni de lejos con el éxito de su anterior trabajo, y la posterior gira demostró también que la pasión por la banda se estaba enfriando en todo el globo. En América giraron precisamente junto a unos Def Leppard que ejercían entonces de amos del mundo, pero cuando se quedaron como cabezas de cartel se vieron obligados a cancelar incluso algunas fechas, así como un tour por tierras australianas. Retirados a su guarida, se dedicarían a lamerse las heridas y no regresarían hasta 1991 con “Prisoners in Paradise”, un disco notable, sí, que salió a la venta el 23 de septiembre de ese mismo año… un día antes que el “Nevermind” de Nirvana. Y ya prácticamente nadie les prestaría la más mínima atención. Los tiempos habían cambiado y ya no había sitio en el mundo para una banda como Europe. Al menos ellos supieron verlo y sólo unos meses más tarde anunciarían su disolución.
Volvemos a pegar un pequeño salto en el tiempo, situándonos ahora en 2003. Europe no eran más que un lejano y bonito recuerdo para algunos, cuando anunciaron por sorpresa su refundación y vuelta al trabajo. Sus intenciones iniciales pasaban por hacerlo en formato de sexteto, con los dos guitarristas que habían pasado por la formación, pero Kee Marcello rechazaría la oferta y la reunión se produciría únicamente con John Norum, su ‘guitar hero’ fundador. Cuando el espléndido “Start From The Dark” (2004) salió a la luz tras un esperanzador tour de precalentamiento, varias cosas quedaron claras: que Europe habían vuelto para quedarse, y que su retorno no pretendía regodearse en las viejas fórmulas del pasado. La banda sonaba más fresca y potente que nunca, y mientras en directo seguían honrando con orgullo su pasado, luciendo además un estado de forma excepcional, en estudio mostraban una clara intención de seguir moviéndose hacia adelante, aún asentando sus bases en un rock clásico de raíces blueseras con ecos de bandas como Led Zeppelin, Deep Purple, Thin Lizzy o los primeros Whitesnake. Una receta infalible que han repetido, con gran acierto, en tres discazos como “Secret Society” (2006), “Last Look At Eden” (2009) y el reciente “Bag Of Bones” (2012), que ya os reseñamos por aquí.
¿Qué Europe nos podemos encontrar por tanto en este 2013? Pues aunque, por números, sean sin duda la banda que logró un menor éxito de las cuatro (no obstante, esto del rock n’ roll siempre ha sido más difícil para los nacidos en Upplands Väsby, Estocolmo, que para los oriundos de, pongamos, Nueva Jersey), y algunos nunca hayan terminado de tomárselos realmente en serio (¡craso error!), actualmente pueden presumir de tener un presente discográfico espléndido y un directo demoledor, como he comprobado personalmente hasta en tres ocasiones en la última década. Su retorno pasa por ser uno de los más coherentes y afortunados del rock de los últimos años, por no decir el que más. En el año de la celebración de su 30º aniversario, atraviesan uno de sus mejores momentos y, si no sucede nada extraño (y sus compañeros de cartel no les boicotean de alguna forma), les bastan 45 o 60 minutos para merendarse a cualquiera.
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Whitesnake nacieron literalmente de las cenizas de Deep Purple tras la muerte del llamado Mark IV. Liderados por David Coverdale, el vocalista contó en los primeros años de su nueva aventura con dos de los fundadores de su anterior banda, quizás sus miembros más carismáticos y queridos por los fans, el batería Ian Paice y el teclista Jon Lord, que permanecerían con la Serpiente Blanca hasta 1982 y 1984, respectivamente. Aunque siempre estuvo claro que el rubio cantante era el gran jefe, en sus inicios sí tuvieron una formación más o menos estable, con los guitarristas Micky Moody y Bernie Marsden, el bajista Neil Murray o el batería Cozy Powell, tras la salida de Paice. Sus fantásticos primeros cinco álbumes de estudio –“Trouble” (1978), “Lovehunter” (1979), “Ready An’ Willing” (1980), “Come An’ Get It” (1981) y “Saints & Sinners” (1982)– son una absoluta delicia de blues rock que les granjearon el respeto y los favores del público en el Viejo Continente, pero la gran obsesión de Coverdale seguía siendo, como la de tantos, conquistar el mercado norteamericano. Lo intentarían en 1984 con “Slide It In”, que tuvo dos versiones para ambos lados del Atlántico, con diferentes mezclas e incluso regrabaciones hechas por distintas formaciones del grupo, sumido ya entonces en una auténtica espiral de idas y venidas de músicos, algo que sería ya la tónica general a partir de entonces. Pese a la gran calidad del álbum, el experimento sólo funcionó a medias. Cuando Coverdale entró en Deep Purple era un jovenzuelo inexperto de apenas 22 añitos. A mediados de los 80 el vocalista ya era un perro viejo curtido en mil batallas, pero sólo tenía treinta y pocos años, se encontraba en la plenitud de su carrera y su ambición aún no conocía límites. Así que, para su siguiente intento, Coverdale estaba decidido a jugarse el todo por el todo y a no fallar. Y no. No lo hizo.
Titulado simplemente “Whitesnake” en Estados Unidos, aunque conocido como “1987” en Europa o como “Serpens Albus” en Japón, el séptimo disco de la banda es uno de los álbumes de rock duro más exitosos y celebrados de todos los tiempos. Su concepción y grabación, no obstante, fue ciertamente penosa y traumática, tanto por los líos internos del grupo como por los problemas de salud de Coverdale, que estuvo más de medio año en fuera de juego por una sinusitis. Para la creación de “1987”, el cantante formó tándem con el ex Thin Lizzy John Sykes, con el que escribió nueve de los once temas del disco (en su versión europea) y que además de ser un excepcional guitarrista y un fenomenal cantante, era guapo a rabiar y tenía un poderío escénico imponente. Cuentan las malas lenguas que precisamente por eso, y a pesar de que su trabajo fue de matrícula de honor, fue despedido en cuanto terminó la grabación. El mismo camino seguirían los otros dos músicos que trabajaron en el álbum, el bajista Neil Murray y el batería Aynsley Dunbar. Centrándonos en su contenido, los temas originales se completaban con sendas regrabaciones de dos temas del “Saints & Sinners” de 1982, “Crying In The Rain” y “Here I Go Again”. Un acierto rotundo: este último alcanzó el número 1 en Estados Unidos y se convirtió en el mayor hit de su carrera, un éxito que casi igualó otra power ballad memorable, “Is This Love”, que se tuvo que conformar con el número 2. El álbum aún produciría dos singles más, la antológica “Still Of The Night” (no se pierdan su vídeo más abajo, más guarrete que la programación de la TDT a las 3 de la mañana…) y la pegadiza “Give Me All Your Love”. Es cierto que queda muy poco de los Whitesnake originales y que el sonido del grupo está mucho más orientado al rock duro o incluso al heavy metal, pero el disco es una gozada de principio a fin, con otros temazos de la talla de “Bad Boys”, “Children Of The Night”, “Looking For Love” o “You’re Gonna Break My Heart Again”, estas dos últimas sólo disponibles en Europa. Impulsado entonces por la todopoderosa MTV, cuando aún se dedicaba a poner videoclips y no reality shows bazofiosos, “1987” vendió más de 8 millones de copias sólo en el mercado norteamericano, y otras tantas en el resto del planeta.
Tras el despido fulminante de Sykes, Murray y Dunbar, Coverdale rearmó enseguida la banda fichando como guitarristas al holandés Adrian Vandenberg y al norirlandés Vivian Campbell (quien acabaría uniéndose a Def Leppard en 1992), al bajista cubano Rudy Sarzo y al batería estadounidense Tommy Aldridge. Esta sería la formación que se encargaría de dar la cara tanto en los videoclips como en la extensa y agotadora gira de presentación que les llevaría a recorrer Norteamérica casi sin descanso desde junio del 87 hasta agosto del 88, con algunas breves paradas para tocar en algunas fechas sueltas en Reino Unido y Japón. Decididos a aprovechar la inercia, en 1989 vería la luz “Slip Of The Tongue”. Campbell había dejado el grupo tras la gira, Vandenberg había compuesto el álbum junto a Coverdale pero no pudo grabar una sola nota por una lesión de muñeca, y todo el peso del disco recayó en el flamante nuevo guitarrista, el virtuoso Steve Vai. La jugada de recuperar uno de los mayores hits de su primera época, “Fool For Your Loving”, no funcionó como con “Here I Go Again”, y al final el millón de copias vendidas en Estados Unidos dejaron un rotundo sabor a batacazo. Tanto es así que la banda se disolvió en 1991 y dos años más tarde Coverdale, que siempre quiso ser Robert Plant, se unió a Jimmy Page en el muy reivindicable proyecto “Coverdale/Page” (1993), que lamentablemente no tuvo continuidad. En 1994 se realizaría una breve y no muy exitosa gira de reunión en apoyo de su recién editado “Greatest Hits”, y en 1997 el cantante se vio obligado a publicar su disco en solitario “Restless Heart” con el nombre ‘David Coverdale & Whitesnake’ por presiones de la compañía, aunque en realidad no es un disco de la banda, por mucho que volviese a trabajar codo con codo con Vandenberg. Para entonces, Whitesnake estaban oficialmente muertos, y en 2000 Coverdale editaría otro LP en solitario, “Into The Light”.
Pero como David Coverdale es Whitesnake y Whitesnake es David Coverdale, y poniendo sólo su nombre en los carteles o en las portadas de los discos es difícil que se coma un colín, el veterano cantante acabaría reformando la Serpiente Blanca en 2002, con los guitarristas Doug Aldrich y Reb Beach (que milagrosamente le siguen acompañando más de una década después), un viejo conocido, Tommy Aldridge, a la batería, el bajista Marco Mendoza, y el teclista Timothy Drury. Desde entonces, y exceptuando las guitarras, el vaivén de músicos ha sido tal que uno ya ha perdido la cuenta, pero la banda no ha cesado su actividad y ésta se ha traducido en numerosas giras, dos nuevos álbumes de estudio bastante decentes, “Good To Be Bad” (2008) y “Forevermore” (2011), y varios CDs y DVDs en directo.
¿Expectativas cuando se alza el telón y uno se encuentra frente al señor Coverdale en 2013? Por mi parte, no demasiadas. Aclaro que, para mí, ha sido uno de los mejores cantantes que han pisado este puñetero planeta. Pero, a sus 61 años, y como por otra parte es lógico, está cascadísimo. O lo estaba al menos en 2008, cuando tenía 56 y fue la segunda y última vez que le vi en directo. Entonces se vio obligado a apoyarse en descarados efectos de voz, recurrió al truco de hacer cantar al público más de la cuenta y cedió en demasía el protagonismo a sus músicos, que se excedieron con pesados y aburridos solos, incluido uno larguísimo del batería que, con todos mis respetos, ni siquiera recuerdo quién era, pero a buen seguro que no era ni Ian Paice ni Cozy Powell, que en paz descanse. Al menos esta gira marca el regreso del gran Tommy Aldridge. A día de hoy, en vísperas de un concierto de Whitesnake uno sólo puede rezar para que el ‘abuelo’ tenga una buena noche, y en todo caso siempre nos quedarán los temazos, mágicos, grandiosos e inmortales, los toque quien los toque y los cante como los cante.
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Uno podría pensar que los triunfadores absolutos de 1987, si hablamos en clave de rock, fueron Whitesnake, pero no fue así. Sin quitar ni un gramo de mérito a la espectacular hazaña que lograron Coverdale y sus chicos, lo cierto es que el primer puesto del podio, la medalla de oro, se la llevaron sus compatriotas Def Leppard, con esa rotunda obra maestra insuperable que es su cuarto álbum de estudio, “Hysteria”. Pero para llegar hasta allí, los de Shefflied tuvieron que superar todo tipo de vicisitudes y penurias. Y es que pocas bandas han tenido que enfrentarse a lo largo de su carrera a tantas putadas como la de Joe Elliott y sus chicos, y siempre han logrado salir adelante, lo que no deja de ser otro motivo más para admirarles. Englobados en sus inicios dentro de la llamada NWOBHM (New Wave Of British Heavy Metal), los Leppard publicarían dos grandes álbumes, “On Through The Night” (1980) y “High ‘N’ Dry” (1981) antes de lograr la confirmación absoluta con su tercer disco, el excelente “Pyromania” (1983), el primero grabado por su formación ‘clásica’ (el cantante Joe Elliott, los guitarristas Steve Clark y Phil Collen, el bajista Rick Savage y el batería Rick Allen –aunque Pete Willis, que fue expulsado en plena grabación, también participó con algunas guitarras–) y un superventas en todo el mundo, con más de 10 millones de copias despachadas sólo en Estados Unidos. Gran parte del mérito recayó en los hombros del productor Robert John “Mutt” Lange, coautor de todos los temas pero también creador indiscutible del característico sonido del grupo. Def Leppard estaban decididos a entrar en el estudio cuanto antes para trabajar en la continuación de “Pyromania”. Estaban en la cima del mundo y no querían que su recién nacida legión de millones de fans tuviese que esperar para tener nuevo material del grupo… Lo que no sabían es que estaban a las puertas de su particular ‘via crucis’, y que su próximo álbum no vería la luz hasta cuatro años después.
Las primeras sesiones de grabación de su nuevo álbum estaban previstas para 1984, pero los problemas no tardaron en aparecer con el sorprendente abandono de un agotado “Mutt” Lange, lo que obligó al grupo a buscar un sustituto, decantándose en una decisión un tanto extraña por Jim Steinman, el artífice del “Bat Out Of Hell” de Meat Loaf. La banda y el peculiar compositor/productor chocaron desde el inicio, por lo que todo el trabajo que realizaron juntos acabaría siendo descartado. Pero lo peor estaba por llegar. En la Nochevieja de 1984, el batería Rick Allen sufrió un accidente de tráfico en el que perdió su brazo izquierdo. Cualquier otro grupo le hubiese agradecido los servicios prestados y habría buscado rápidamente un remplazo, pero los Leppard están hechos de otra pasta. Allen comunicó a sus compañeros que estaba dispuesto a aprender a tocar la batería con un solo brazo y un sistema electrónico de pedales vía MIDI, y éstos decidieron esperarle. Mientras el hombre hacía sus progresos, Lange volvió al redil y poco a poco fueron retomando el trabajo, aunque cuando por fin las cosas parecían estar encauzadas aún tuvieron que superar unas paperas del vocalista Joe Elliott. Cuando el disco finalmente estuvo en la calle, habían pasado cuatro años pero la gente no se había olvidado de ellos. O ellos se encargaron de que no fuese así, porque los doce temas de “Hysteria” (1987) conforman casi un ‘Greatest Hits’ en sí mismos. Se extrajeron hasta siete singles con sus correspondientes videoclips: “Animal”, “Women”, “Hysteria”, “Pour Some Sugar On Me”, “Love Bites”, “Armageddon It” y “Rocket”. Seis de ellos entrarían en el Top 20 estadounidense, y los siete lo hicieron en el Top 100, siendo éste el único disco que ha logrado este hito junto a “Thriller” y “Bad” de Michael Jackson y “Born In The USA” de Bruce Springsteen. El álbum se mantendría en las listas durante más de tres años y vendería más de 20 millones de copias en todo el mundo. Cifras inalcanzables, totalmente inverosímiles hoy en día para cualquiera. Siempre habrá quien le ponga pegas porque por el camino se dejaron parte de la garra y el empaque que sí exhibían en su anterior “Pyromania”. Para mí, en cambio, es un disco colosal, y siempre recordaré el verano que cayó en mis manos, en una copia de cassette de calidad un tanto regulera que no dejó de dar vueltas una y otra vez en mi walkman con función ‘autoreverse’.
El “Hysteria World Tour” es uno de los más mastodónticos y exitosos que se recuerdan, y les llevó a recorrer incansablemente Europa y Norteamérica, con algunas fechas en Japón, entre junio del 87 y octubre del 88. Hicieron incluso tres paradas en España, en San Sebastián, Madrid y Barcelona, en abril de 1988. La gira estuvo marcada por ser la primera en la que Allen se enfrentaba a tocar su nuevo kit de batería modificado en directo, y por la utilización de un espectacular escenario circular que les situaba en los conciertos en medio de la audiencia. A la finalización del mismo, y dispuestos a no volver a hacer esperar esta vez tanto a sus fans, comenzaron a trabajar en su próximo álbum, pero ahora fueron los problemas de alcoholismo de Steve Clark los que retrasaron el proyecto. Clark era uno de los miembros más valiosos y queridos dentro del grupo, que siempre ha funcionado como una banda de hermanos, y sus compañeros confiaban en que lograse superar sus adicciones, pero tras varias entradas y salidas de rehabilitación el guitarrista fue encontrado muerto en su apartamento en enero de 1991. El golpe fue demoledor, pero Def Leppard volvió a hacer de tripas corazón y trabajó como cuarteto en el que sería su quinto disco, “Adrenalize” (1992), que aunque no contó con las guitarras de su colega recién fallecido si tuvo un buen puñado de temas coescritos por él. Y aunque esta vez habían pasado cinco años, y el ‘grunge’ estaba en su máximo apogeo, el álbum funcionó muy bien gracias a éxitos como “Let’s Get Rocked”, “Make Love Liked A Man” o la balada “Have You Ever Needed Someone So Bad”. Tras la salida de ‘Adrenalize”, la banda fichó al ex Dio y ex Whitesnake Vivian Campbell, que permanece en el grupo hasta nuestros días. La nueva formación se estrenaría con “Retro Active” (1993), compuesto por regrabaciones de caras B, bonus tracks y material inédito de las épocas de “Hysteria” y “Adrenalize”, y que esconde algunas joyas realmente cojonudas.
A partir de aquí, el irremediable declive. Quizás no sea justo echarle todas las culpas a Campbell, pero lo cierto es que en todo este tiempo nunca ha aportado nada destacable a la banda. Y no pasa por ser el tipo más simpático del mundo, cuando hasta Ronnie James Dio, que parecía amar a todo el mundo, le odiaba con toda su alma. Extendiendo los reproches al resto de la banda, todos son responsables desde entonces de una discografía que habla por sí misma: el despropósito de “Slang” (1996), el intento fallido de volver a los orígenes que fue “Euphoria” (1999) o el pop rock para adolescentes de “X” (2002). Sólo han logrado salvar un poco los muebles últimamente con el disco de versiones “Yeah!” (2006) o su último álbum hasta la fecha, “Songs From The Sparkle Lounge” (2008), que tiene algunos temas salvables.
La última vez que Def Leppard se dignaron a visitar España fue en 1996. Hace la friolera de 17 años. Y yo no estuve allí. Era la gira de “Slang”, pero su época dorada aún estaba muy cercana e imagino que el repertorio tuvo que ser de infarto. Poco importa ahora la calidad de sus últimos discos, ni que físicamente parezcan una panda de señoras (bueno, salvo Phil Collen, que el cabrón tiene mejor pinta ahora que hace 20 años, y de hecho últimamente tiene más querencia a quitarse la camiseta que Mario Casas). ///AVISO SPOILERS/// Durante los meses de marzo y abril de este mismo año, la banda se instaló en el Hard Rock Hotel de Las Vegas con el espectáculo “Viva Hysteria!”, y ese es el ‘show’, prácticamente calcado, que han decidido entregarle al público español en su regreso. Sí, amigos, se tocan enterita su obra maestra de 1987, desde el primer tema hasta el último. Y el setlist se completa con otro buen puñado de clásicos de su discografía. Qué puedo decir. Simplemente orgásmico.
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Cuesta imaginar un panorama internacional en el que Bon Jovi no fuesen condenadamente famosos, ricos y todopoderosos, pero a mediados de los 80 resulta que esto aún no era así. De hecho, fue su tercer álbum, “Slippery When Wet”, publicado en 1986, el que les elevó a los altares, por lo que en 1987 ya sí ejercían de jodidas estrellas de rock. Pero antes, hasta el ilustre Jon Bon Jovi pasó sus penurias. Empecinado desde finales de los 70 y principios de los 80 en triunfar a toda costa en esto de la música, el muchacho, aún conocido entonces como John Bongiovi, pasaría por innumerables bandas hasta que, junto a un antiguo colega del instituto, el teclista David Bryan, uniría fuerzas con el guitarrista Dave Sabo, el bajista Alec John Such y el batería Tico Torres para formar Bon Jovi. Sabo pronto abandonó la formación (fundaría años más tarde su propio grupo, Skid Row) y su lugar lo ocupó Richie Sambora. Sus dos primeros discos, “Bon Jovi” (1984) y “7800º Fahrenheit” (1985) no tardaron en situarles en el mapa, tuvieron ventas bastantes decentes y les permitieron realizar sus primeras giras por Estados Unidos, Europa y Japón, así como participar en importantes eventos como el Texxas Jam o el Monsters Of Rock de Donington. Pero aún quedaba lejos el éxito masivo que tanto obsesionaba al bueno de Jon. Todo pasaba por medir bien sus movimientos de cara a un próximo álbum que se les antojaba crucial. Y probablemente tomaron entonces las dos mejores decisiones de toda su carrera: contratar al compositor Desmond Child y al productor Bruce Fairbairn. En agosto de 1986, Bon Jovi reaparecieron con un nuevo disco bajo el brazo, y el resto es historia.
De los más de 130 millones de discos que Bon Jovi han vendido a lo largo de sus 29 años de carrera discográfica, casi 30 corresponden a “Slippery When Wet” (1986). El álbum más exitoso, de largo, de su historia. Y el mejor. Editado en el mes de agosto en Estados Unidos, y un mes más tarde en el Reino Unido, se mantendría durante meses y meses en lo más alto de las listas y terminaría siendo el disco más vendido de 1987, al año siguiente de su publicación. Sus dos primeros singles también entrarían directamente al número 1, precisamente dos de los cuatro temas que Desmond Child escribió junto a Bon Jovi y Sambora para el álbum: “You Give Love A Bad Name”, que para mí es, de lejos, la mejor canción del grupo, y “Livin’ On A Prayer”, que sigue siendo un temazo por mucho que algunos estemos algo cansados de ella, tras escucharla todos los veranos destripada en espantosas verbenas de pueblo (al menos la versión de Gigatron tiene su gracia). Con su también fantástico tercer single, “Wanted Dead Or Alive”, editado ya en 1987, confirmarían que la temática ‘outlaw’ y los toques country les sentaban como un guante, algo que seguirían explotando más adelante, especialmente Jon en su disco en solitario “Blaze Of Glory” (1990). La balada “Never Say Goodbye”, en cambio, no alcanzaría aún el reconocimiento que sí lograrían más adelante otros hitazos del grupo como “Bed Of Roses” o “Always”. El resto del disco no está para nada falto de calidad, y sobresalen especialmente ese cañonazo que es “Raise Your Hands”, que felizmente siguen interpretando en directo a día de hoy, la inicial “Let It Rock” o la encargada de cerrar la función, “Wild In The Streets”, compuesta en solitario por el vocalista y que homenajea sin ningún tipo de disimulo al ‘Boss’. “Slippery When Wet” también consagraría como productor estrella a Bruce Fairbairn, que en los años siguientes se dedicaría nada más y nada menos que a reflotar las carreras de Aerosmith y AC/DC, produciéndoles los discos superventas que les devolverían de nuevo a la cima.
“Slippery When Wet” encumbró a Bon Jovi y convirtió a Jon en un ídolo de masas. En 1987, lo más normal era ver sus fotos en las habitaciones o las carpetas de millones de jovencitas de todo el planeta. Lógico: el tío tenía una voz cojonuda, escribía algunas canciones acojonantes y era guapo de cojones, perdón por las redundancias. Pero la banda no estaba dispuesta a ser flor de un día, y no tardaría en grabar el disco que habría de confirmar que habían llegado para quedarse. “New Jersey” (1988), de nuevo cimentado sobre la alianza con Child y Fairbairn, no alcanzaría las cifras estratosféricas de su predecesor, pero estuvo cerca, les estableció definitivamente en la cúspide y dejó algunos clásicos para la posteridad, como “Lay Your Hands On Me”, “Bad Medicine” o “Born To Be My Baby”. Pero el ritmo tan agotador que se vieron obligados a llevar en aquellos años, con giras constantes por todo el planeta, les forzaría a tomarse un largo descanso que Jon Bon Jovi y Richie Sambora aprovecharon para publicar sus primeros discos en solitario. En 1992 regresaban con “Keep The Faith”, el álbum que cerraba o abría una época, según como lo vea cada uno, y el último que grabaron como quinteto. Esta vez con Bob Rock como productor y con Jon asumiendo el liderazgo en la composición, el disco sí marcaba claramente un cambio musical y estilístico, pero nos basta echar un vistazo a sus seis magníficos singles (“Keep The Faith”, “Bed Of Roses”, “In These Arms”, “I’ll Sleep When I’m Dead”, “I Believe” y “Dry County”) para confirmar que el disco estaba sobrado de calidad. El recopilatorio “Cross Road” (1994) incluiría dos temas nuevos que no eran un mero relleno, pues se convirtieron en éxitos inmediatos (“Always” y “Someday I’ll Be Saturday Night”), vendería una barbaridad (más de 20 millones de copias) y marcaría la salida de la banda de su bajista de toda la vida, Alec John Such.
A partir de aquí, decidirían seguir como cuarteto, pero lo cierto es que desde entonces, tanto en estudio como en directo, sólo han trabajado con un bajista, el señor Hugh McDonald, aunque nunca haya tenido el estatus de miembro oficial. 18 años trabajando con la banda y ni siquiera se han dignado a sacarle en una puta foto. En fin, centrándonos en el resto de su discografía –“These Days” (1995), “Crush” (2000), “Bounce” (2002), “Have A Nice Day” (2005), “Lost Highway” (2007), “The Circle” (2009) y “What About Now” (2013)–, y esto ya es algo muy personal que podéis o no compartir (y no quiero cabreos, que os conozco), para mí cada disco ha sido siempre peor que el anterior, y cada paso que han dado les ha ido alejando cada vez más, y sin vuelta atrás, de esa banda tan molona de los 80 e incluso principios de los 90. Pese a todo, yo al menos siempre les he seguido reconociendo su capacidad de componer grandes singles (cómo no estar en un bar, o en el coche, o en casa oyendo la radio, escuchar “It’s My Life” o “Have A Nice Day”, y no decir ‘¡Temazo!’), pero últimamente… ni eso.
En 2013, queda muy ‘cool’ en los ambientes rockeros odiar a Bon Jovi, y especialmente a su líder, obsesionado con seguir siendo un ‘sex symbol’ a pesar de ir cumpliendo años como todos sus compañeros de generación (reconozcamos que el tipo al menos ha sabido adaptarse a los tiempos, o si no miren esta foto y me lo discuten). No es mi caso. Para mí, sólo su primera época ya es motivo más que suficiente para que sean reivindicados eternamente, aunque reconozco que de las cuatro bandas protagonistas de este post son los que han dejado una menor huella en mi corazón, y que iré a verles al estadio Vicente Calderón en parte para poner una cruz en la casilla de ‘vistos’, atraído también por el bajo precio de la entrada. Anque ni siquiera me haya molestado en oír sus últimos discos (sí le di una dolorosa escucha a “Lost Highway”), confío en que será una vibrante velada con grandes momentos de rock n’ roll y un buen puñado de clasicazos. Eso sí, no deja de ser una cabronada como un piano tener que verles sin Richie Sambora. Y reconozco que a mí Jon Bon Jovi me cae de puta madre, aunque últimamente nos dé dos de cal (tocando gratis en Madrid –el precio de la entrada servirá para pagar el montaje, técnicos y demás–, o llamando ‘gilipollas’ a Justin Bieber) y una de arena (pues, precisamente, la inexplicable e inexplicada ausencia de su guitarrista de toda la vida). Lo que está claro es que será una noche para dejarse los prejuicios absurdos en casa.
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En 1987, uno podía entrar en una tienda de música y ver en los estantes, probablemente destacando sobre el resto, “The Final Countdown” de Europe, “1987” de Whitesnake, “Hysteria” de Def Leppard y “Slippery When Wet” de Bon Jovi. Discos que podían vender entonces en una semana más ejemplares que los que colocan ahora en un año algunos trabajos que son considerados superventas. Pero es que además su éxito podía prolongarse durante meses y meses. He hablado de estos álbumes y estos grupos por los motivos ya explicados, pero resulta aún más impresionante pensar que, en la misma tienda y en los mismos estantes, convivían otros publicados ese año o el anterior que también eran capaces de despachar al mismo tiempo millones y millones de copias, como “The Joshua Tree” de U2, “Appetite For Destruction” de Guns N’ Roses, “Live/1975-85” de Bruce Springsteen, “Permanent Vacation” de Aerosmith, “5150” de Van Halen o, si nos alejamos de los sonidos rockeros, “Bad” de Michael Jackson, “True Blue” de Madonna, “Whitney” de Whitney Houston, “Faith” de George Michael… y no quiero continuar para que la lista no sea interminable. Esto demuestra un par de cosas: que entonces la gente compraba discos, pero también que en aquella época se publicaron algunos trabajos realmente memorables. ¡Demonios, a veces parece que la gente no lo recuerde, pero 1987 fue un año glorioso!
Felicidades, Rodrax. Un repaso soberano a cuatro bandas de otra época, mucho mas propicia para el negocio de la música, pero que se siguen manteniendo (con sus más y sus menos) razonablemente en el negocio. No iré a ver a Bon Jovi (aunque sigo teniendo ganas de verles algún día), pero ambos disfrutaremos de ese regreso al pasado que es el concierto conjunto Def Leppard + Whitesnake + Europe. Teniendo en cuenta que no comparto tu gran estima hacia Europe (aunque los respete) y que, por lo que me contaste en su día, no hay que hacerse muchas ilusiones con Whitesnake (aunque disfrutaré con los clásicos de una de mis bandas preferidas de la historia, especialmente en su primer tramo), me quedo con Def Leppard, una de esas cuentas pendientes en directo que tenía hace muchísimo tiempo. Ocasión inmejorable si se olvidan de sus últimos (dignos pero nada memorables discos) discos y dedican su set list’ a sus innumerables y gloriosos clásicos. Gran noticia eso de que tocan entero ‘Hysteria’, aunque ya sabes que disfruto por igual de ese álbum como de ‘High’N’Dry’ y ‘Pyromania’. En fin, espero una noche memorable en la que cumpliré un sueño. No todos los días se puede decir eso. Rock of ages!
Para completar ese maravilloso poker nostálgico que el destino ha querido regalarnos, un día después de ver a Europe, Whitesnake y Def Leppard acudí al concierto de Bon Jovi, aunque en este caso, sin ningún tipo de expectativa. Y madre mía. No me duelen prendas en reconocer que salí profundamente rendido al de New Jersey.
Casi 3 horas de concierto, sin ningún parón, con un set list impecable y una actitud de entrega irreprochable. Y si a eso le añadimos el detalle de abaratar el precio del concierto en España, uno sólo puede quitarse el sombrero ante este señor.
Es más, tras lo visto en primera persona en esta especie de «re-tour 87», he podido despejar una incógnita que me rondaba: QUÉ es ese algo que posee Jon Bon Jovi que las otras tres bandas nombradas anteriormente (a pesar de tener repertorio, calidad y fama suficiente) no han conseguido mantener con el paso de los años para seguir llenando recintos mayores.
Y se puede llamar carisma, mojo, o de mil maneras, pero conectar de esa manera con 55.000 personas desde el mismo instante que apareces en el escenario y tras 30 años de carrera, está al alcance de poquísimos.
Son casi las 15.30 y aun no he comido. Debi salir de mi trabajo hace cosa de una hora pero me ha enganchado tu post. Reconocerte el tiempo que has empleado y toda la historia que has puesto es verdaderamente fascinante.
Yo por fin logré conseguir ver a Bon Jovi después de pagar 55 por entrada en reventa pero satisfecho de quienes en su día fueron mis ídolos de la infancia. Un dato que comparto: Como me jode que no estuviera Richie Sambora, le tengo especial cariño y os recomiendo mucho el disco en solitario que ha sacado este año. Mantiene la fuerza del Rock.
Enhorabuena por tu relato y a seguir disfrutando. Ahora si me voy a comer. un saludo. Rafael
Alberto, junkyard, Rafae, mil gracias por vuestros comentarios. Se os quiere.
Para rematar el post como Dios manda, os animo a todos a que os leáis la excepcional crónica de mi compañero de blog de esa extraordinaria e irrepetible velada que nos regalaron Europe, Whitesnake y Def Leppard en Vistalegre: https://elcadillacnegro.com/2013/06/27/def-leppard-provocan-la-histeria-en-madrid/ .
Y como lamentablemente no podré sacar tiempo de currarme una crónica de Bon Jovi para el Cadillac, me limitaré a comentaros mis impresiones por aquí, compartiendo el entusiasmo de Rafae y de junkyard, que fue de hecho mi compañero de batallas de este ‘Tour 87′ de dos noches que comenzó el miércoles a las 19:00 horas, cuando los Europe saltaron a escena, y terminó ya el viernes casi a la 1 de la madrugada, cuando Bon Jovi por fin decidieron dar por concluido su recital en Madrid casi tres horas después de dejarse ver en el escenario. Ya os lo dije en el post, confiaba en que sería una vibrante velada con grandes momentos de rock n’ roll en la que poder escuchar un buen puñado de clasicazos, pero coincidía con mi colega junkyard en no tener mayores expectativas, y sin embargo salí de allí quitándome el sombrero. Respetazo para el señor Jon Bon Jovi, al que nunca dejarán de dar hostias, hasta por sonreir, pero las 50.000 almas que estuvimos allí sabemos que tiene algo especial que le hace conectar con la gente, metérsela en el bolsillo desde que hace aparición en escena. Sudó la camiseta, y dio la sensación de no guardarse nada. Y el show fue más largo que el del día anterior en Lisboa, en donde las entradas llegaron a costar entre 59 y 239 euros. Anoche, la gente pudo ver a Bon Jovi hasta por 18 euros, que es lo que te cuesta un grupo semidesconocido, con cuatro amplis, en una sala normalita. ¿Tocó gratis? Viendo el montaje tan espectacular y aparatoso que llevaba, yo incluso llegué a tener la sensación de que pudo llegar a palmar pasta (que por otro lado le sobra, no nos engañemos). ¿Hubo sus momentos un tanto coñazo, con su material más reciente? Pues pocos, y bien dosificados, y la banda no tardaba en levantar en seguida el vuelo tirando de algún clásico imperecedero o algún temazo infalible. En definitiva, dieron un soberano concierto. Si hubiese estado Richie Sambora, la noche ya hubiera sido redonda. Les dejo el set list, para que se hagan una idea, que creo que habla por sí mismo. Un saludo a todos, y Viva el Rock!:
That’s What the Water Made Me / You Give Love a Bad Name / Raise Your Hands / Runaway / Lost Highway / Born to Be My Baby / It’s My Life / Because We Can / What About Now / We Got It Goin’ On / Keep the Faith / (You Want to) Make a Memory / Bed of Roses / In These Arms / Captain Crash & the Beauty Queen From Mars / We Weren’t Born to Follow / Who Says You Can’t Go Home / Rockin’ All Over the World / I’ll Sleep When I’m Dead / Bad Medicine /// Encore: Love’s the Only Rule / Wanted Dead or Alive / Have a Nice Day / Livin’ on a Prayer /// Encore 2: Always / These Days