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«Jurassic World»: más grande, más ruidoso… menos dientes

01/07/2015

JurassicWorld_logo

Una aventura que comenzó hace 65 millones de años.

Con estas palabras comenzó en el verano de 1993 la campaña promocional de «Parque Jurásico«, película dirigida por Steven Spielberg y basada en el best-seller homónimo de Michael Crichton (tristemente fallecido hace casi siete años). Aquella película marcó desde el mismo momento de su estreno varios hitos que han influido notablemente en el cine comercial, tal y como lo conocemos hoy en día. Al igual que, cuando el propio Spielberg rodó «Tiburón» en 1975 ya puso los cimientos para esas películas comerciales con las que el público acudiría en masa a las salas de cine, preferentemente en verano; con «Parque Jurásico» establecería una nueva máxima: por primera vez, los personajes principales de una gran superproducción estaban generados por ordenador. Si bien es cierto que muchas cosas han cambiado desde aquella primera imagen generada en ordenador para el cine, casualmente para «Westworld, almas de metal» (1973) escrita y dirigida por el propio Michael Crichton y que basaba su trama en un parque de atracciones futurista, en el que una de sus atracciones (interpretada por Yul Brynner) quedaba fuera de control, amenazando a los visitantes (suena familiar, ¿verdad?); no sería hasta 12 años después en los que veríamos un enfrentamiento en el mismo plano entre un personaje de imagen real y uno generado por ordenador, en la reivindicable «El secreto de la pirámide» (1985, Barry Levinson), con aquel soldado medieval que surge de una vidriera. No obstante, hay que reconocer que, si hay un director que supo ver antes que nadie el potencial de esta tecnología y la enorme convulsión que significaría para la historia del cine, ese fue James Cameron. En «Abyss» ya marcó distancia con aquel pseudópodo digital de origen alienígena, que sirvió de ensayo general para el auténtico paso decisivo que supondría su siguiente título: «Terminator 2«, (film a años-luz tecnológicamente del resto de películas de su época), que suponía contar con el primer villano digital (aquella polialeación mimética llamada T-1000). A partir de «Jurassic Park», no ha habido un gran estreno donde el CGI no fuese parte primordial e incluso protagonista, llegando a tal punto de uso (y abuso) que hoy en día no es posible ya una reacción como la que provocó «Jurassic Park» en el 93, porque el espectador ya está acostumbrado a ese «más difícil todavía».

Aquel verano salimos de la sala convencidos de que esos dinosaurios eran reales. Que no había diferencias entre clonar a una oveja escocesa o a un dinosaurio extinguido hace millones de años; recuperado a partir de una muestra de sangre extraída de un mosquito enterrado en ambar. A pesar de que aquella historia no necesitaba ninguna continuidad (los malos, acababan devorados; los buenos, a salvo y conscientes de la no viabilidad del parque; los dinosaurios, demostrando que la vida se abre camino en lo que acabaría convirtiéndose en una reserva de la biosfera prehistórica…en un final muy distinto al de la novela), tras reventar la taquilla de aquel año recaudando más de mil millones de dólares, pronto llegaron dos secuelas («El mundo Perdido«, Steven Spielberg y «Parque jurásico 3«, Joe Johnston) a las que el público seguiría respaldando; aunque en mucha menor medida si tenemos en cuenta la recaudación de ambas entregas (618 millones y 368 millones, respectivamente). Y es que la sensación de ir con el «piloto automático» por parte de los principales responsables (Crichton y Spielberg), se confirmaba cuando la dirección de la segunda entrega se realizaba en parte mediante videoconferencia desde Los Ángeles (rumor nunca negado por el «Rey Midas») y el guión de estas secuelas, que basaban sus mejores escenas en pasajes no rodados de la primera novela (ahí están las escenas en la catarata, el viaje por el río e incluso el mismísimo inicio de «El mundo Perdido», que es realmente el comienzo de la primera novela de Crichton). La primera entrega jurásica ya establecía el siguiente dogma en la saga: algo sale mal y los dinosaurios acaban matando gente. Y esto lo han ido repitiendo de forma sistemática cada una de las secuelas, sin desviarse ni un milímetro del camino establecido. Obviamente, las estrellas de la función son los dinosaurios y, especialmente, los depredadores, por lo que resultaría chocante que una entrega se dedicara a describir un apacible día familiar en el parque, sin que nada se saliera de control…y ahí radica su acelerada fatiga y su principal limitación para extender la historia por nuevas situaciones. Y así, con una formula ya agotada, la preproducción de la cuarta entrega se fue retrasando hasta llegar a nuestros días; en la que nos encontramos con la promesa de un reinicio de la saga, sin un sólo personaje en común con la trilogía anterior (no del todo cierto) y con la firme propuesta de asombrar al público en la misma medida que lo hizo «Jurassic Park».

JurassicWorld_mosasaurio

Al igual que con la anterior entrega, Spielberg se limita a producir una película que (en este caso) acaba dirigiendo Colin Trevorrow; cuya única película anterior («Seguridad no garantizada«) costó menos que cualquiera de los sets de rodaje de esta saga. A pesar de dar muestras de saber mover la cámara, (la escena del ataque de los pterodáctilos es un buen ejemplo), Trevorrow se encuentra totalmente encorsetado en una producción que tiene tallado en piedra cada uno de los pasajes que debe mostrar para no salirse de lo establecido y conseguir lo esperable en este tipo de encargos: romper la taquilla en base a una trama bien sencilla. Los humanos servidos como comida rápida de dinosaurios.

En la primera escena, volvemos a ser testigos de la eclosión de un huevo que contiene el saurio más peligroso del film, en este caso, una nueva especie denominada Indominus Rex (rey indomable), híbrido de las partes más chungas del T-Rex, del velociraptor y de una sepia (¡!)…y, menos mal que sólo esos, porque en el guión original, iba a tener también genes humanos.
De ahí, saltaremos a una pareja de hermanos a los que sus padres (en trámites de divorcio) deciden enviar con su tía Claire (segunda vez en la que Bryce Dallas Howard y Judy Greer interpretan a dos hermanas, tras «El bosque» de M. Night Shyamalan) a la isla Nublar, donde ella es la jefa de operaciones del parque de ocio Jurassic World, abierto hace diez años (a pesar de los trágicos «incidentes» ocurridos en el pasado). Produciéndose una situación algo desconcertante como es que esos padres prefieran que sus hijos estén rodeados por carnívoros de quince metros de altura, antes que por abogados matrimonialistas. A través de los ojos de estos chicos visitaremos las instalaciones de Jurassic World, desde las mismas puertas de acceso que contemplamos en la primera entrega (homenaje a su vez a «King Kong«), recorriendo las atracciones más «amables» para el público, incluido un gigantesco mosasaurio que, a modo de orca asesina del Sea World, ameniza la visita al oceanográfico del parque, devorando tiburones como parte del espectáculo (guiño al «Jaws» de Spielberg). Pero lo que verdaderamente ha dado fama y dinero al parque han sido los ejemplares más peligrosos (velociraptores y T-Rex, principalmente). Sin embargo, con el paso de los años, los propios responsables del parque reconocen que los dinosaurios ya no impresionan como antaño. Mientras que Jurassic Park dejaba al espectador la impresión de estar realizando un safari por África, intentando dar una falsa sensación de seguridad dentro de los coches; Jurassic World convierte un habitat poblado por especies originalmente letales, en una visita lúdico-cultural, con animales dormitando apacibles y sin atisbo de su instinto depredador. A estas alturas, el visitante del parque acude a ver a los velociraptores como el que contempla a los leones del zoo. Por ello, el nuevo dueño del parque, el multimillonario Simon Masrani (Irrfan Khan), pide al equipo de genetistas que «creen» un nuevo espécimen que revitalice las ganancias del parque, aumente su facturación y mejore las encuestas de satisfacción de los visitantes. Esa petición se hace realidad con el nacimiento de una cría de la nueva especie Indominus Rex que veíamos al empezar la película. Una hembra, carnívora, de 15 metros de altura, aislada del resto del parque gracias a los mejores ingenieros de estructuras, (se supone que después de tres entregas deberían saber ya cómo contener a los dinosaurios, ¿verdad?) y con toda la pinta de ser un cruce letal entre Alien, Godzilla, King Kong y Esperanza Aguirre tras las últimas elecciones.
Bromas aparte, esta entrega se caracteriza por subir al escenario a un ejemplar que no se extinguió y fue recuperado millones de años después; sino dando un paso más allá en la manipulación genética para poder obtener un animal que satisfaga las necesidades del parque (más grande, más ruidoso). Un nuevo Prometeo, que acabará derivando en un nuevo Frankenstein.

JurassicWorld_Indominus_EyeResulta obvio decir que esta Indominus Rex no aguantará mucho dentro de su recinto y, utilizando unas (asombrosas) dotes de inteligencia, fingirá su propia huida para activar las alarmas y escapar aprovechando una brecha en los protocolos de seguridad del parque. Cuando escape, todo será nuevo para ella, todos seremos un enemigo.
En Jurassic Park, el riesgo de que un animal escapara estaba cubierto (parcialmente) por su dependencia a la lisina, que se les administraba en la dieta alimenticia; pero en esta entrega optan por implantar localizadores subcutáneos en cada ejemplar. Implante que la propia Indominus (ojo, que seguimos hablando de un lagarto gigante) será capaz de extirparse por sus propios medios.
El peligro que supone este ejemplar campando a sus anchas por el parque no es suficiente para sacrificarla con artillería pesada, debido a los 26 millones de dólares en I+D que costó su creación, (entre nuestra seguridad y sus beneficios, ya sabemos qué elemento es el prescindible). Así pues, optan por el plan más lógico: utilizar a los velociraptores como sabuesos que localizarán y matarán al Indominus Rex (teniendo en cuenta que la compañía InGen pretende convertirles en marines, tampoco suena tan descabellado). Pero, ¿cómo es posible que la especie más temida de toda la saga realice esta labor colaborativa?…sencillo, están entrenados para ello.
Llegados a este punto, uno tiene que respirar profundamente, pensar en delfines comiendo de la mano de sus cuidadores y recordar que incluso los tigres pueden ser amaestrados en la vida real. Bajo esta premisa, podemos entender la labor de Owen Grady (Chris Pratt) y asimilar la increíble conexión que este ex-soldado ha sido capaz de establecer con los cuatro ejemplares de velocirraptor (Blue, Charlie, Delta y Echo…reservándose el propio Grady el puesto de macho-Alfa, referente y líder para ellos cuatro). Pratt, (cuyo papel recuerda a aquel Robert Muldoon encargado de la seguridad de Parque Jurásico y, particularmente, del cuidado de los raptores), no termina de aportar a Owen el carisma que sí destilaba su Peter Quill (Star-Lord, man) de «Guardianes de la galaxia«; pero aún así deja una nueva muesca en su más que evidente candidatura a ser el nuevo Indiana Jones.

JurassicWorld_OwenA pesar de contar con dos actores principales de demostrada solvencia, la química entre ellos deja mucho que desear; tanto por el diseño en si de los propios personajes, como por esa relación rebuscada hasta el infinito entre dos personalidades tan diferentes. Y, al igual que Owen y Carrie recuerdan en muchos momentos a Alan Grant y Ellie Sattler, lo mismo sucede con el resto de secundarios y pasajes que viven. Todos ellos ya nos suenan, son meros reemplazos de eventos y personajes anteriormente mostrados.
En Jurassic World, los dinosaurios no sólo son los personajes más interesantes, (tal y como ocurría en las anteriores entregas); ahora también son los personajes más complejos (y esto sí que no dice nada bueno del guión que debería engranar esta gigantesca maquinaria). Llegando a sentir más lastima por los dinosaurios devorados, que por las víctimas humanas. Los guionistas se limitan a llenar la historia de rugidos, fauces, persecuciones, completando las esquinas vacías con personajes planos, alianzas imposibles entre saurios y humanos (imposibles, al menos hasta las pasadas elecciones autonómicas. Ahora ya no sorprenden tanto).

Obviamente, al final, la pericia y valor de los personajes (junto con los tacones de adamantium de Carrie, capaces de soportar asfalto, jungla, lodo y carreras con un Rex), además de la ayuda de ese A-team formado por un tiranosaurio, un velociraptor (impagable esa escena a cámara lenta con Blue al rescate de los protagonistas en el tramo final) y el mosasaurio, acabarán derrotando al Indominus Rex, en una escena en la que uno ni siquiera se asombraría de ver a Owen bailando delante del Indominus para distraerle («dance off, bro!…you & me») mientras los velociraptores preparan su ataque por los flancos. Muerto Indominus Rex, la ausencia de peligro permite que todo el mundo pueda ya dedicarse a curar a los heridos, recuperar los destrozos…bueno, hasta que alguien se percate de que hay un T-Rex suelto y que los velocirraptores están campando a sus anchas por la jungla; pero de ese tema ya se ocuparán el año que viene, porque con los records de recaudación que está batiendo la película, Jurassic World muy pronto dejará de estar fuera de servicio.

El detalle diferenciador con el resto de secuelas es que ahora no hay que buscar nuevamente una (rebuscada) excusa para que un grupo de especialistas ya experimentados visite otra vez las instalaciones; ya que ahora esas instalaciones son un parque de ocio abierto al público. Es decir, si recordamos aquella primera cena en «Jurassic Park» en la que John Hammond (el tristemente fallecido Sir Richard Attenborough) escuchaba la opinión de los expertos en distintas materias para estudiar la viabilidad del parque, la conclusión que sacamos es que, a pesar de que ningún experto de campo concedió su visto bueno para abrir el parque al público y la razón (aparentemente) acabó triunfando; la opinión que realmente ganó esa noche fue la del representante de los inversores que entre plato y plato ya estaba haciendo cálculos del precio de las entradas que podrían cobrar. Él sabía mejor que ningún otro sentado en la mesa de aquella cena que un balance contable y una previsión de ventas estaba muy por encima de la razón, de la ética, de la falsa apariencia de seguridad, de la sociedad, etc.

JurassicWorld_helicopterY es que, todo en Jurassic World está tristemente impregnado por un argot financiero. Los responsables del parque justifican la «creación» del Indominus Rex para cumplir un único objetivo: aumentar las ganancias y el número de inversores; reflexión que uno bien podría aplicar también a la existencia de este film. El parque se mueve en base a costes, ganancias y encuestas de satisfacción de los visitantes, a los dinosaurios se les califica como «activos» de la compañía; todo esto, para cumplimentar una crítica bastante fácil al capitalismo salvaje (más salvaje incluso que lo que hay entre las rejas del parque); cuando al mismo tiempo el propio film es un escaparate de productos de consumo de marcas como Mercedes, Samsung, Beats, Coca-cola, Starbucks…dando como resultado real una alabanza a la codicia corporativa, dentro y fuera del film. En el film, Claire afirma que Jurassic World existe para recordarnos lo diminuto que somos; pero lo que nos muestra Jurassic World es lo simplistas que somos, reduciendo todo en esta vida a casos contables. Es inevitable realizar un paralelismo entre la trama de esta película y el producto que en sí mismo representa; ya que por un lado se nos presenta un nuevo dinosaurio híbrido, creado a partir de sangre de distintas especies de dinosaurio para ser más grande y más temible, cuando por otro lado, este «Jurassic World» surge de combinar el adn encontrado en el «ambar fílmico» de 1993 y rellenar los huecos con genes de las dos siguientes secuelas. Así nos encontramos nuevamente con un millonario dueño del parque, en las antípodas de aquel anciano John Hammond ilusionado por hacer realidad su «circo de pulgas» particular; a un especialista en velociraptores (que resulta de una combinación entre el cerebro de Alan Grant y las habilidades de campo del cazador Muldoon), un par de sobrinos, el típico arquetipo de informático desastre que ya explotó Jurassic Park con el personaje de Dennis Nedry, aunque esta vez ocupando el lado bueno. Nada es original en ellos y, por tanto, nada en lo que se involucran es original.

Al igual que sucede con los dinosaurios de Jurassic World, con los que todos los visitantes están acostumbrados, los efectos visuales ya tampoco impresionan al espectador. Tras superarse año tras año, (llegando a su momento cúspide en aquella orgía digital al final de la primera entrega de «Los Vengadores«) y aún con el enorme salto que los efectos digitales han experimentado en la última década, las escenas con animatronics siguen funcionando a un nivel de excelencia que no alcanzan los bits, acercando la criatura al espectador y consiguiendo por parte de los actores un mayor sincronismo en su interpretación. No por casualidad, en todas las entregas se ha utilizado los animatronics para las escenas que finalmente acabaron siendo las más efectivas. Basta con ver la escena del Apatosaurio atacado en esta entrega (pasaje a imagen y semejanza de aquel Triceratops enfermo en la primera entrega) o recordar el impresionante ataque del T-Rex a los todoterrenos averiados junto al cercado, o aquella magnífica escena en la cocina industrial del resort con los raptores acechando a los nietos de Hammond.

JurassicWorld_AttackParadójicamente a este evidente paso adelante en el CGI, lo que realmente envejece la película son los personajes reales, estereotipados para acercarlos a aquellos personajes míticos que nos brindó la década de los 80 (la de mejores sagas aventureras para mi generación). A este «Jurassic World» podría perfectamente cambiarse su última palabra por «Park» y obtener un remake del original…perdiendo la innovación y sorpresa que supuso el primero. Aún así, podemos afirmar que es la mejor secuela de las tres realizadas, porque precisamente es la más cercana de todas a su original. La cuestión que el espectador debería preguntarse es si, de no ser por este intenso catálogo de referencias a la película de 1993, ¿no estaríamos antes un nuevo «Jurassic Park 3»?.

Si, en Jurassic Park, Malcolm acusaba a Ingen de haber abusado de una posición («subidos a hombros de gigantes») en las que todo les fue dado y, sin el conocimiento y sacrificio que fueron necesarios para todos los pasos previos, se limitaron a dar el siguiente paso; muy posiblemente algo parecido haya sucedido con «Jurassic World», que aprovecha todos los méritos heredados (historia, personajes, diseño de producción, situaciones, banda sonora), para aplicar un envoltorio de nostalgia que lo único que busca es superar el listón mediante una producción artificialmente más grande y más ruidosa; pero reafirmando la moraleja de la saga: algunas cosas es mejor dejarlas extinguidas.

JurassicWorld_Indominus_egg

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5 comentarios leave one →
  1. Walk permalink
    01/07/2015 17:05

    Definitivamente, todos esperábamos el estreno de Jurassic World y teníamos la gran esperanza de que por fin se diera ese paso adelante y que por fin se superara a la magistral Jurassic Park. Pero no fue así. Coincido completamente en que bien podemos estar frente a un nuevo «Jurassic Park 3» (otra especie dominante y escenas retomadas o reconstruidas, por mencionar algo), sin embargo, creo que funciona muy bien como secuela, como un homenaje y tributo a la original y sobre todo a la novela, como el logo en azul y mi favorito es retomar el dialogo del Dr. Wu y Hammond (solo que ahora con Masrani) en el que se dice que no son dinosaurios reales, que nada es real. La película vende, por su nombre y porque es una fórmula mas que comprobada, pero a mi parecer, jamás nos dejarán de sorprender los primeros raptores y el primer T-Rex, sentir esa sensación real de ser perseguidos y devorados, atrapados en un jeep, en la tormenta o en la cocina, nada podrá. Jurassic Park = T-Rex VS Jurassic World = Indominous Rex y ya sabemos como termina la batalla.

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