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«Terminator Génesis»: la familia y uno más

20/07/2015

Terminator Genesis_Poster

La nostalgia vende, y esa consigna Hollywood la está explotando hasta sus últimas consecuencias sin el menor rubor, bombardeándonos constantemente con puestas al día y reciclajes indiscriminados de los tótems del pasado, preferentemente de los 80 y 90, tratando de aprovecharse de la cándida melancolía y de la incauta cartera de los adultos que fuimos niños o adolescentes en aquellos maravillosos años. Poco importa que el recurso termine demasiadas veces en fracaso económico o que únicamente sirva para cubrir costes y poco más, porque entre tanto “Poltergeist” de medio pelo puede aparecer un “Jurassic World” que haga saltar la banca y justifique la insistencia en expoliar y explotar los recuerdos de la infancia. Que en el proceso aparezca muy de vez en cuando una anomalía como “Mad Max: Fury Road”, aclamada unánimemente por la crítica, es algo que ni siquiera los grandes estudios saben muy bien cómo interpretar porque aquí lo que importa, está claro, es el box office. En este contexto descaradamente mercantil, una película puede resolverse con más o menos gracia, el producto puede ser más o menos decente, pero admitamos que aquí lo de menos es el cine. Lo importante es que tú y yo pasemos por caja. ¿Que comprueban que la casa encantada por espíritus burlones adictos a la TV ya no le interesa a nadie? Bueno, que no cunda el pánico, dirán, porque tenemos donde elegir. Démosles a los Cazafantasmas, o a los Goonies, o al maldito Rocky otra vez, y si eso falla no nos desmoralicemos, que nos queda la joya de la corona, “Star Wars”; ahí sí que os tenemos pillados a todos, ¿verdad, truhanes?

Asumamos que el cine, en su faceta más comercial y salvo felices excepciones, ha perdido mucha de la creatividad, el romanticismo, la pasión y el riesgo de antaño. Es la diferencia que hay entre el Kyle Reese de Michael Biehn, el héroe machacado, todo piel y huesos, envuelto en un hálito trágico de profunda tristeza de “Terminator” (1984), y el Kyle Reese con aspecto sanote, despreocupado e insustancial de “Terminator Génesis”. Conviene que tengamos claro a lo que venimos aquí, a refugiarnos de las temperaturas criminales del exterior al abrigo del aire acondicionado de la sala, y a pasar el ratejo de la mejor manera posible con la esperanza de que al menos no se hayan meado en algunos de los más entrañables y queridos rincones de nuestra memoria cinematográfica. Esperar algo remotamente parecido a lo que experimentamos la primera vez que vimos “Terminator” sería de necios. En mi caso con más razón, pues la cinta original de James Cameron forma parte fundamental de la educación cinéfila que recibí en los videoclubs de barrio. De hecho, fue allí, en esos benditos tugurios y no en las salas de cine por las que pasó sin hacer ningún ruido, donde se gestó la leyenda de una cinta clave en el desarrollo del cine fantástico de los 80, una que hizo de la necesidad virtud y que supo exprimir su exiguo presupuesto superando las limitaciones de la serie B. Fue mérito de un joven Cameron, que impartió una magistral lección de ritmo narrativo, de perfecta huida hacia adelante sin flaquear ni un solo instante y con un crescendo constante de la tensión, pero también de Stan Winston, que elaboró unos FX que pese a haber sido ya netamente superados siguen siendo tremendamente efectivos y perturbadores (¡cómo olvidar al T-800 reparándose frente al espejo!). Y por supuesto también hay que reconocer a Schwarzenegger (y en España al insustituible doblaje del añorado Constantino Romero) por dar vida al villano definitivo, un organismo cibernético recubierto de piel humana que nunca, jamás, se iba a rendir hasta que cumpliese con su objetivo. Ahora ya hemos visto la jugada repetida tantas veces en todo tipo de subproductos de terror que ya no tiene mayor impacto, pero aquella imagen del endoesqueleto metálico resurgiendo de las llamas mientras Sarah y Kyle se abrazaban creyendo que todo había termina era de las que impresionaron a toda una generación. Terminator_1984

Años después “Terminator 2: el juicio final” (1991) llegó, también de la mano de Cameron y con honores de superproducción, como la versión mejorada y anabolizada de la cinta original, retomando su planteamiento y añadiendo ingeniosas variaciones (qué gran vuelta de tuerca fue reconvertir al cyborg asesino en el incansable protector, lástima que ya en aquellos tiempos la campaña de marketing se encargó de estropear la sorpresa) que daban sentido, entonces sí, al concepto de secuela. “Terminator 2” es una de las películas de acción definitivas de los 90, otro prodigio de setpieces deslumbrantemente planificadas y dirigidas por un tipo que realmente sabía cómo hacerlas (la persecución por los canales de Los Ángeles aún no tiene parangón), y una verdadera pionera en el avance de los efectos digitales hechos por ordenador, unos FX en su momento absolutamente abracadabrantes que sin embargo siempre se mantenían al servicio de la historia. Ahí, en ese díptico imbatible, debió haber quedado todo, y de hecho así fue durante muchos años, hasta que ya en la era del blockbuster bullicioso y bobalicón del siglo XXI alguien pensó que era una idea fantástica continuar la franquicia, aunque su máximo responsable ya no quisiera subirse al barco. Después de todo, aún tenían a Arnie (justo antes de hacerse Governator). Pese a los muchísimos palos que se llevó “Terminator 3: la rebelión de la máquinas” –la gran mayoría probablemente merecidos: perezosa repetición de la misma fórmula paso por paso, cambiando al emblemático T-1000 por una Terminatrix; personajes con nulo carisma, especialmente de un John Connor irreconocible; secuencias absurdas como la del ataúd- he de admitir que siempre tuve cierta simpatía por esta secuela, tal vez porque su modesto perfil bajo era justo lo que yo necesitaba en el momento en el que la visioné, después de haber asistido a la empanada trascendentaloide de “Matrix Reloaded”, también estrenada aquel verano de 2003, o simplemente porque tenía una conclusión más valiente de lo habitual. Vista en perspectiva no puedo evitar pensar que el atrevimiento de resucitar la saga sin unas garantías mínimas de tratar de aproximarse al canon de calidad de sus ilustres antecesoras terminó siendo muy perjudicial, no ya para la franquicia, sino para el cine comercial en general, porque contribuyó a que se perdiera definitivamente el miedo a la secuelitis banal y a homologar el contexto del todo vale, que es el que sufrimos en la actualidad. Terminator 3_Star Glasses

Asumido que se iba a seguir explotando la gallina (aunque no fuese precisamente la de los huevos de oro, puesto que el tercer episodio simplemente fue un éxito moderado en taquilla), parecía hasta cierto punto estimulante la idea de situar “Terminator Salvation” (2009) en ese futuro dominado por los máquinas de Skynet y en su guerra con los humanos de la resistencia liderada por John Connor (ya sin el Chuache, que de todos modos aparecía en un cameo digital), que era lo que muchos habían reclamado ya antes de la tercera parte como única forma válida de continuar la saga. Sin embargo, la película del inefable McG se quedó en un aparatoso, antipático y acartonado blockbuster que no convenció a casi nadie y cuya mayor virtud era que se olvidaba con pasmosa facilidad cuando uno salía por la puerta o le daba al stop. Recuerdo pocas películas con menos alma que “Salvation”, y a pocos actores más fuera de lugar que Christian Bale en ese tinglado. Los planes para revitalizar la franquicia se fueron al garete porque el box office no funcionó como se había previsto, pero con el tiempo siempre aparece alguien que cree tener la clave para volver a engatusar al público, y por eso toca hablar de “Terminator Génesis”. Recuerden, no se trata estrictamente de cine, sino de balances de gastos e ingresos, y la coyuntura, esta oleada de nostalgia que se nos impone y nos invade, volvía a ser favorable para resucitar de nuevo al icónico robot humanoide, aunque ya nada, de ninguna forma, puede volver a ser como entonces. Terminator Genesis_Mother, Father and Grandpa

De hecho, “Génesis” juega descaradamente, al igual que “Jurassic World”, la baza de tocar la fibra emocional del espectador veterano como punto de partida para tratar de reinventar la saga bajo las reglas de las superproducciones contemporáneas. Abortada la línea de futuro post-apocalíptico sugerida en “Salvation”, aquí se impone un back to the basics, que en cristiano viene a ser un “más de lo mismo” de libro. El retruécano ingenioso que debe justificar el invento, reventado por unos trailers que servidor tuvo el buen tino de obviar olímpicamente, consiste en abordar ese retorno al hogar desde una perspectiva nueva, es decir, volvemos al 1984 de la “Terminator” seminal pero en una línea temporal distinta en la que Sarah Connor ya no es aquella desvalida muchacha que no sabía lo que se le venía encima, sino una joven guerrera protegida por un T-800. Esto le permite a Alan Taylor (director de prestigio en TV que no acaba de atinar en el gran formato) disfrutar y jugar con guiños, homenajes o plagios (dejemos la definición a criterio de cada espectador) a los dos filmes canónicos durante el primer tramo de la función, sin duda lo más disfrutable de la misma. Es en esos instantes, que funcionan como un “remake” acelerado de las dos cintas clásicas deformado por el desconcertante espejo de “Regreso al futuro II”, donde “Genesis” mejor abraza su condición de divertimento nostálgico que no por mil veces visto deja de tener su efectividad (véase el enfrentamiento entre el Chuache “abuelo” –no es coña, en la película se le llama así- y su musculosa versión joven, nuevamente digitalizada). Terminator Genesis_Chuache vs Chuache

Mientras la cinta asume su condición de simpática nota a pie de página de una mitología legendaria a la que ni siquiera puede osar mirar cara a cara, la cosa tiene su aquel, pero cuando transcurridos esos primeros 50 minutos llega la hora de poner las cartas sobre la mesa, “Genesis” se pone chula y se viene arriba. Obviaremos aquí la “gran” sorpresa que se esconde en el corazón de la cinta (estúpidamente desvelada en el poster promocional), pero la película pasa a creerse más lista de lo que es y, sin tan siquiera ofrecer una respuesta a las preguntas que ha ido sembrando (¿quién envía los nuevos Terminators a 1984?), se embarca en un delirante sinsentido de viajes espacio-temporales, persecuciones rutinarias, explosiones y chascarrillos que terminan perdiendo la gracia de tanto repetirse, es decir, se entrega a los temidos brazos del ruido y la furia del blockbuster más tosco y trivial en un viaje que solo conduce hacia la autodestrucción (de las aspiraciones que la película pudiera tener). Ni rastro de la tensión irrespirable, la sofocante sensación de ser perseguido por una amenaza implacable, la descorazonadora aflicción de saber que el futuro más devastador está a la vuelta de la esquina que perfumaba y alentaba los “Terminators” originales. Estos Sarah Connor y Kyle Reese son unos impostores que no le importan a nadie porque ni ellos mismos parecen creerse realmente lo que están haciendo, y ahí sí funciona la nostalgia a pleno rendimiento, pero en sentido contrario al que les habría gustado a los responsables del invento, porque echamos enormemente de menos a Linda Hamilton y a Michael Biehn. Emilia Clarke, la bella khaleesi, nunca logra transmitir la fuerza y la determinación atormentada que debería tener Sarah, y el tal Jai Courtney es un error de casting de proporciones épicas. Incluso John Connor, un personaje que a excepción de cuando fue interpretado por Edward Furlong siempre ha sido un pelmazo, consigue en “Genesis” su peor versión en la piel de un indigesto Jason Clarke. Terminator Genesis_Family

El único miembro de esta olvidable familia disfuncional que se salva de la quema es, como no podría ser de otra forma, el viejo pero no obsoleto Chuache, y más que nada porque resulta entrañable verle metido a su edad en estos fregados. Solo porque él lo dice con su mítico tono monocorde nos podemos tragar sin cuestionarnos nada que ha podido montar una réplica de la máquina del tiempo del futuro con piezas de 1984. Pese a que con cada nueva entrega está más cerca de ser un adorable osito de peluche al que abrazar que del antiguo androide homicida, al tipo se le nota que se lo pasa endemoniadamente bien haciendo lo que mejor sabe hacer, aunque muchas veces tenga que bordear la autoparodia para buscar la carcajada de la platea. Por ejemplo, el gag de la hilarante sonrisa forzada del T-800 que fue eliminado de la versión para cines de “Terminator 2” porque Cameron consideraba que era ir demasiado lejos con el personaje (luego sí lo pudimos ver en la Edición Extendida del DVD) se repite aquí hasta en tres ocasiones. Lo que decíamos más arriba, todo vale. Ese es el nivel. Terminator Genesis_Smile

Parecer ser que “Genesis” fue concebida como primera parte de una nueva trilogía, lo cual quizás explicaría los llamativos agujeros argumentales que jalonan el filme, pero dado que su rendimiento en la taquilla está siendo incluso inferior al de “Salvation” es muy probable que la idea pase al cajón de proyectos frustrados, al menos hasta que otro iluminado (o los mismos de esta vez) consideren que es hora de volver a desempolvar al viejo cyborg. Con suerte, el Chuache ya estará retirado para entonces y tendremos menos motivos para aguantar la ocurrencia de turno. De momento Schwarzenegger, infatigable, ya trabaja en una nueva película de Conan, otra de esas operaciones de revival que nadie ha pedido y que tiene toda la pinta de terminar siendo un negocio ruinoso para Universal. Pero la cuestión es seguir pulsando frenéticamente las teclas de la nostalgia, porque seguro que con alguna acertarán. Terminator Selfie

6 comentarios leave one →
  1. Iker permalink
    20/07/2015 23:50

    La has clavado, Jorge, sobre todo en el primer párrafo.¿Todo vale si el objetivo es seguir explotando la gallina de los huevos de oro? La gente con la que hablo del tema este de las secuelas/ reboots/ precuelas/ secuelas de películas que nos marcaron me suele decir: «Ahí tendrás siempre las originales, esas no las van a tocar, es bueno ver aquello modernizado». No sé, no sé… ¡Hasta Blade runner tendrá secuela!

    • Jorge Luis García permalink*
      22/07/2015 0:18

      Es que, la mayor parte de las veces, no hay ninguna necesidad de modernizar nada. ¿Qué sentido tiene hoy una secuela de Blade Runner? Ninguno, en absoluto, pero si sirve para que un puñado de incautos pasen por caja, bienvenido sea. Un placer, como siempre, tenerte por aquí, Iker. Un saludo.

  2. Indi permalink
    22/07/2015 1:20

    Coincido absolutamente con tu crítica! Esta película era completamente prescindible para la historia del cine de acción y para los espectadores en general. Lo único que rescato de este bodrio sin sentido, con final insípido (porque hasta esto destrozaron, dejando en el aire la trágica y breve historia de amor entre Kyle y Sarah) es la frase de Arnold, que aplico para mí misma: «Viejo, pero no obsoleto…» Él, claro. Terminator más que obsoleto para mí, está muerto.

    • Jorge Luis García permalink*
      23/07/2015 20:58

      Ciertamente, Indi, la historia de amor de Kyle y Sarah queda aquí reducida a inútiles escombros. Ni hay química, ni personajes en realidad, para sustentarla. Una desgracia. Un saludo, amiga!

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