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«El viaje de Arlo»: el planeta de los dinosaurios

04/12/2015

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Bajo los efectos de lo que comúnmente se conoce como efecto mariposa, una ligera variación ocurrida hace 65 millones de años en el rumbo de un asteroide, cambió el destino de todas las especies de nuestro planeta. Pasando de provocar un apocalipsis que sumiría a nuestro (cada vez menos) azul hogar en una crisis ambiental de miles de años de duración y la extinción de gran parte de los seres vivos que lo habitaban, a simplemente iluminar fugazmente el cielo nocturno y no inmiscuirse en la evolución natural de las especies que poblaban en ese momento nuestro planeta. De esta forma, el curso de la vida se abriría a un mundo nuevo de posibilidades, entre las cuales «El viaje de Arlo» («The good dinosaur», dirigida por Peter Sohn) nos muestra una en la que, millones de años después de la inocente visita de aquel asteroide, los dinosaurios han evolucionado hasta el punto de dominar la agricultura y, al igual que los primeros colonos del nuevo mundo, levantar los primeros esquejes de una futura sociedad en las inmensas y solitarias planicies del continente, coexistiendo con una primitiva forma del ser humano. No es la primera vez que vemos a dinosaurios y humanos compartiendo una historia, desde «Los picapiedra» de nuestra infancia (por cierto, Arlo recuerda mucho a aquella mascota llamada Dino), hasta la última entrega de «Jurassic Park» que analizamos aquí este mismo año. Sin embargo, «El viaje de Arlo» utiliza un punto de vista muy diferente al de todos sus predecesores.

Al igual que aquel asteroide, esta película se vio también afectada por un efecto mariposa que, en su caso, no pasaría de largo. La decimosexta película del estudio de animación, tuvo numerosos problemas en su desarrollo que llegaron al punto de tener que retrasar un año la fecha de su estreno. Por primera vez en sus veinte años de historia, Pixar estrenaba dos films en el mismo año. En su planificación original, «El viaje de Arlo» debería haber llegado a las salas de cine tras «Monstruos University«; sin embargo, acabó estrenándose cinco meses meses después de la llegada de «Inside out«, de la que ya dijimos que no es sólo una de las tres mejores películas del año; sino, probablemente, el mejor título de Pixar hasta la fecha. De no haber sufrido este retraso (motivado por profundos cambios que trataremos más adelante) y haber podido respetar el año previsto para su estreno (2014), estaríamos hablando del film que retomaría (desde el estreno de «Up» y «Toy Story 3«) la excelente sensibilidad que Pixar nos tiene acostumbrados a utilizar como llave maestra para contar una historia; sin embargo, tras la obra maestra que resultó ser «Inside Out», en la que se trataban los cinco sentimientos más básicos de nuestro comportamiento, «El viaje de Arlo» supone un estudio más profundo, sí; pero limitado a sólo uno de ellos: el miedo. Motivo por el cual se entiende que la agenda de estrenos original que Pixar manejaba colocara la exhibición de «El viaje de Arlo» antes de «Inside Out» y formar así un tandem in crescendo tanto en calidad, como en complejidad y ambición.

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Tras la premisa de preguntarnos qué pasaría si aquel evento ligado a la extinción de los dinosaurios hubiese sido fallido, asistimos (millones de años después) al nacimiento de las tres primeras crías de una pareja de apatosaurios granjeros (Ida y Henry, con las voces de Frances McDormand y Jeffrey Wright). Estos tres retoños son el fuerte y competitivo Buck, la inteligente y cariñosa Libby y el pequeño Arlo (voz de Jack McGraw) quien, además de sus evidentes carencias físicas, tiene como principal handicap el miedo con el que afronta todo lo desconocido (el hecho de resistirse a abandonar la seguridad que le proporcionaba su cascarón ya es significativo de su carácter). Convencidos de estar construyendo algo de lo que toda la familia debe sentirse parte activa, Ida y Henry animan a cada uno de sus hijos a colaborar en alguna de las muchas tareas que la granja requiere para su mantenimiento. Mientras Buck y Libby se adaptan perfectamente a la realización de esas duras labores, Arlo se ve continuamente atenazado por el pavor que le provoca el gallinero al que tiene asignado alimentar.
Sus padres, con el objetivo de incentivar y valorar las tareas que realizan sus hijos, premiarán a cada uno de sus hijos con la posibilidad de que puedan aportar su marca a la vida que, entre todos, están construyendo. Simbólicamente, esto lo hacen poniendo su huella en el silo de piedra que sirve de almacén al maíz que cultivan; acto que indica el dominio de sus labores, el grado de responsabilidad adquirido y, consecuentemente, el nivel de madurez alcanzado. Muy pronto, Buck y Libby colocarán su impronta al lado de la de sus padres…dejando un espacio vacío, reservado para el día en el que Arlo alcance los méritos suficientes para ganarse ese logro.
Su padre, determinado a potenciar el coraje del pequeño Arlo, le invita una noche a que lo acompañe a dar un paseo que le permita explorar lugares desconocidos y afrontar multitud de elementos que le son desconocidos al joven Arlo. Un paseo nocturno que servirá al padre para demostrar a su hijo que el mundo le reserva infinitos y complicados desafíos; pero también maravillosas y hermosas experiencias que enriquecerán su vida (destacando el idílico momento que comparten padre e hijo recorriendo juntos una pradera habitada por miles de fosforescentes luciérnagas). Tras el paseo, Henry promete a su hijo que podrá dejar su marca al lado de la de sus hermanos, si consigue matar al animal salvaje que diezma constantemente las reservas de maíz de la familia, poniendo en peligro la subsistencia de todos ellos durante el invierno que se avecina. Arlo acepta la tarea con entusiasmo (todo lo que sea perder de vista a las ‘terribles’ gallinas es bienvenido); sin embargo, cuando la trampa elaborada por Henry consigue atrapar al esquivo animal y llega la hora de acabar con él, Arlo se ve incapaz, permitiendo que el hambriento ladrón acabe escabulléndose. Por un momento, Henry pierde la paciencia con su hijo y le obliga a acompañarle a la caza del intruso.
Pronto, comenzará una lluvia torrencial que complicará a Arlo caminar, al paso veloz que su padre le impone, sobre las resbaladizas rocas que pueblan la vertiente del río. Cuando el pequeño resbala y se lastima, el padre entra en razón y comprende que presionar de esa forma a su hijo no es la manera correcta de aportarle la seguridad que necesita para superar sus miedos. Por desgracia, la crecida del río se llevará a Henry momentos después de que pueda poner a salvo a su hijo. En una escena que recuerda irremediablemente a la muerte de Mufasa en «El rey león» (alejando in extremis a su hijo Simba del peligro de la estampida de ñus, y poniéndole a él directamente a merced del ineludible final que le espera), el joven dinosaurio sumará un miedo más a su larga lista de amenazas: la fuerza de la naturaleza.

La vida en la granja se vuelve aún más dura para todos tras la muerte de Henry, con Ida necesitando más que nunca la colaboración de sus tres hijos. Arlo vive sumido en una mezcla de temor y culpa que intenta nuevamente superar cuando vuelve a sorprender al salvaje ladrón, (al que Arlo llamará Spot), acabando con las escasas reservas de alimentos que les queda para pasar el duro invierno.
En el forcejeo entre ambos, niño y dinosaurio acabarán cayendo al río; en cuyas aguas bravas Arlo perderá el conocimiento al chocar con una de las rocas. Cuando despierte, magullado, sólo e indefenso, Arlo encontrará en ese niño al que intentaba matar (y al que culpa de la muerte de su padre) la única ayuda que encontrará en el duro y peligroso camino que tendrá que recorrer para regresar a la granja familiar. Durante esa lucha por volver con los suyos, Arlo deberá descubrir si el valor que tantas veces demostró tener su padre, también reside en él.

THE GOOD DINOSAUR

Si habláramos de una producción de cualquier otro estudio, estaríamos ante el típico viaje iniciático tantas veces visto en pantalla; pero, al igual que en sus anteriores películas, Pixar deja su particular marca en todas las historias que cuenta. En este caso, Pixar introduce algunos conceptos novedosos para conseguir una historia genuina (procedimiento que, por otro lado, es lo que motiva que acudamos a la sala con mayores expectativas que las que otro estudio podría generar). En «El viaje de Arlo», el elemento más rompedor es la combinación que forman el que los dinosaurios no se extinguieran y que, millones de años después de que el asteroide pasara de largo, dichos dinosaurios hayan evolucionado hasta formar núcleos familiares estables y sedentarios; mientras que los humanos permanezcan siendo animales salvajes pendientes de ser domesticados.
La segunda premisa es, sin duda, la más arriesgada porque supone una ruptura conceptual del clásico ‘un chico y su perro’ que habría podido protagonizar cualquier otro título, en el que un dinosaurio pudiera sustituir al can, limitándose a seguir el paso marcado por Hanna-Barbera en 1960 con «Los Picapiedra». Pero, amigos, ya sabemos que Pixar no sigue sendas, sino que abre caminos nuevos; cuanto más sorprendentes, mejor. No estamos ante un título en el que una raza superior a nosotros (llámese extraterrestres, simios, etc) amenace nuestra supremacía. Muy al contrario, «El viaje de Arlo» nos posiciona directamente como una especie salvaje, con una limitada capacidad de razonamiento y de comunicación. Un humano que adopta las características y el comportamiento de una mascota. Y, si este concepto rompe esquemas para un adulto, ni que decir tiene para un niño de 5 o 6 años ,viendo a un personaje de su misma edad caminando a cuatro patas y siempre atento a ‘la voz de su amo’.

Spot

Aunque se encuentra igualmente sólo, Spot (a diferencia de Arlo) no tiene miedo a nada. Spot es todo lo que Arlo aún no es. Es un superviviente que no conoce el miedo; al que Arlo identificará inicialmente como un enemigo, aunque acabará convirtiéndose en un protector tremendamente necesario para que el pequeño dinosaurio consiga mantenerse vivo y regresar a casa. La relación entre ambos será el núcleo emocional de la película y la que irremediablemente más lágrimas provoque. La comunicación no verbal entre ambos (Spot sabe poco más que gruñir y aullar) funciona perfectamente a la hora de transmitir al espectador la progresión en su relación, teniendo como máximo exponente la escena nocturna a la orilla del río en la que ambos describen la situación familiar que vive cada uno. Un gran momento puramente visual en el que la falta de un lenguaje común no impide que los dos protagonistas representen en la arena a sus respectivas familias y las rodeen con un circulo de unidad; poniendo a todos los espectadores de la sala con los sentimientos a flor de piel en el momento en el que Spot delicadamente entierra en la arena los palos de madera que representaban a sus progenitores, transmitiendo de una manera sublime que se encuentra solo en este mundo. Una demostración más de todo lo que Pixar puede decir, sin necesidad de decir nada. Recuperando la maestría con la que la compañía supo desarrollar la limitaciones en la comunicación que también tenían Wall-E y Eva. Una lenta y silenciosa evolución hacia el entendimiento mutuo que tiene como base la soledad, la pérdida de seres amados y la necesidad de sobrevivir a todos los peligros que les rodean.

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Durante su odisea, Arlo y Spot conocerán a múltiples personajes; desde el styracosaurus que acoge entre sus cornamentas a multitud de pequeñas, inocentes y delicadas criaturas (a las que se dirige con sobrecogedores nombres como ‘Furia’ o ‘Destructor’); pasando por esa familia de Tyrannosaurus Rex cowboys que protagonizarán el pasaje más próximo a un western (homenaje incluido a «Bailando con lobos«), con interminables llanuras, enormes manadas de búfalos y estrelladas noches al raso en las que contar antiguas y emocionantes aventuras; ese clan de velociraptores, amigos de lo ajeno, que mucho nos recuerda a aquellas hienas que acompañaban al traidor Scar (nuevamente, «El rey león»), no sólo por la similitud en el rol que cada una de ellos adopta, sino también por lo intrascendente de ambos secundarios en sus respectivos títulos. Por último, esa banda de pterodáctilos formando lo que casi podríamos llamar una secta, con su líder (voz de Steve Zahn) predicando su particular proclama (‘la tormenta provee’) a los cuatro vientos…hasta que cae el telón y muestran el verdadero y horrible sentido de dicha sentencia: el oportunismo con el que se aprovechan de las indefensas víctimas que va dejando tras de sí la violenta tormenta, a la que ellos nunca pierden de vista.

THE GOOD DINOSAUR

Sin embargo, el verdadero personaje secundario es la propia fuerza de la naturaleza; centrada principalmente en ese río que, por momentos, llega a ser el más feroz antagonista. Arrebatando al padre de Arlo y alejando a éste de su familia; pero, al mismo tiempo, convirtiéndose en el principal punto de referencia para que Arlo pueda regresar a casa (al igual que el camino de baldosas amarillas que tantas sorpresas deparaba a Dorothy en «El mago de Oz«); siendo también fiel reflejo del momento en el que la relación entre Arlo y Spot se encuentra (mostrando turbulentas aguas en aquellos momentos en los que la relación es conflictiva, calmado y cristalino cuando la amistad de Arlo y Spot es sólida). El río acaba siendo por tanto la espina dorsal de toda la historia que cuenta «El viaje de Arlo» y una hermosa metáfora de la existencia de todos nosotros, a imagen y semejanza de aquel «Río de los sueños» del gran Billy Joel; por el que íbamos navegando, desde nuestro nacimiento en los arroyos, hasta la desembocadura en el océano que marcaba el final de nuestro viaje.
Precisamente es en la representación de la naturaleza donde Pixar saca músculo, alcanzando un destacado avance tecnológico respecto a todos sus anteriores títulos, que ya eran sobresalientes. Durante los primeros minutos del film, el espectador se pregunta si realmente está ante una película animada o un film de imagen real en el que han insertado a los personajes realizados por ordenador, porque es casi imposible de creer el asombroso nivel de detalle y perfección con el que se han tratado los paisajes, el terreno, el volumen de las nubes, las sombras, la refracción de la luz solar, los reflejos en el agua, la dinámica del líquido elemento…más real que la propia realidad, la lluvia (Pixar asegura haber desarrollado cientos de patrones distintos para reflejar la lluvia en pantalla), el exquisito uso del color, la labor del departamento de fotografía que, liderado por Sharon Calahan, recorrió durante meses los más asombrosos parajes de Wyoming, Montana y Oregón, para realizar un minucioso estudio de los paisajes en los que se desarrollaría la historia; tan detallado, que el enorme conjunto de modelos virtuales que resultaron del estudio requerían meses para su completa renderización y ocupaban diez veces más que cualquiera de los últimos título de la factoría.
Todos los enormes esfuerzos dedicados a desarrollar el entorno natural más real posible hacen que «El viaje de Arlo» sea una experiencia única, recordando por momentos a algunas de las grandes obras de Terrence Malick. Hasta tal punto que contrasta enormemente con el diseño de los personajes, mucho más propio de un clásico de dibujos animados. Sin embargo, si echamos la vista atrás unos años, podemos ver que ésta es una técnica ya utilizada anteriormente por Pixar. En «Wall-E«, la (majestuosa) primera hora contemplábamos el detalle con el que estaba representado ese inerte, sucio y abandonado planeta tierra por cuyas polvorientas llanuras se desplazaba el robótico protagonista y, sin embargo, los humanos éramos representados de una forma mucho más primitiva, más minimalista, creando rechonchos personajes sin la profusión en el detalle que sí mostraba el paisaje terrestre. Y algo similar ocurre en otros títulos de Pixar, como la saga «Toy Story», donde los muñecos son idénticas réplicas virtuales de sus homólogos de plástico con los que jugamos en nuestra niñez, mientras que niños y adultos se perfilan con una versión menos detallista de la realidad. El resultado es una película que ha requerido de cinco años de producción para que el propio paisaje sea un actor fundamental en la historia, que deleitará a cualquier amante de la naturaleza por el mimo con el que ha sido tratada. Tras la maestría con la que fue animada «Inside out», nadie podía esperar que Pixar se superase a sí misma en tan poco tiempo; pero «El viaje de Arlo» se convierte por méritos propios en pionero de un fotorrealismo que debería marcar un antes y un después dentro de la casa y, por ende, en el resto de la industria. Es, sin lugar a dudas y visualmente hablando, el más bello film que Pixar ha realizado hasta la fecha.

El viaje de Arlo_Spot

Como viene siendo habitual, Pixar planta la semilla para que madres y padres puedan explicar a sus hijos conceptos como la pérdida de seres amados, la lealtad, el valor, el peligro, el riesgo, el (omnipresente) miedo…aunque, también tradicionalmente, se guarde pequeñas bromas privadas dirigidas expresamente a los adultos, como ese ‘viaje paralelo’ que también realizan Arlo y Spot tras comer unos frutos en mal estado, que acaban causándoles unas divertidas alucinaciones psicodélicas. Tal y como alababa en la crítica de «Inside out», a Pixar no le tiembla el pulso a la hora de tratar temas complejos delante de los niños; aunque reconozco que lo que menos esperaba encontrarme en esta historia era poder ver a una pareja de menores colocados…¡en una película de Disney!. (Rompiendo moldes, Pixar sigue siendo única).

Sin ser una historia fallida, ni mucho menos, abandonamos la sala con cierta lástima al comprobar que las enormes dificultades que esta producción tuvo que sufrir para llegar a las pantallas, (con cambios de director, de guionistas, de reparto…) afectó al guión definitivo; porque, aún siendo una gran historia y una película por la que Pixar puede sentirse enormemente orgullosa, es cierto que su potencial era aún mayor. Muy alejada de otros títulos como las sagas de «Cars» o «Monstruos S.A.«, «El viaje de Arlo» no llega a ser el producto redondo que sí alcanzó a ser «Inside out»; quedándose en mi opinión a un nivel similar al que ostenta «Buscando a Nemo» (notable muy alto, a mi juicio),título con el que también guarda destacados elementos en común (ausencia de figura materna/paterna, miedo a lo desconocido, excepcional representación de la naturaleza). Podemos decir sin miedo a equivocarnos que, exceptuando a la ya mencionada «Inside Out», «El viaje de Arlo» supera sobradamente a los grandes estrenos animados de este año, como puedan ser «Hotel Transylvania 2» o «Minions«.

Al acabar la película, de forma sorprendente la respuesta de varios niños pequeños en la sala fue ponerse a aullar, contagiando posteriormente la misma respuesta entre varios adultos. Para mí, ese es el mejor de los aplausos a la capacidad de Pixar para llegar a todo tipo de público (aunque, para ser justos, también debo añadir que algún menor se alegró fervorosamente cuando Henry, un enorme dinosaurio al fin y al cabo, se hundía bajo las revueltas aguas del río). Ciertamente, el viaje de arlo puede trasladar algunos mensajes confusos para los más pequeños, como el comportamiento salvaje de Spot, algunas escenas un tanto crueles (especialmente durante el pasaje con los pterodáctilos) y otras de difícil explicación para ellos como la aparición del recuerdo que Arlo tiene de su padre.
Al final, cuando Ida divise a su hijo a lo lejos, le confundirá en un primer momento con Henry…porque Arlo ya es como su padre. No una réplica de él; sino un adulto como él lo fue. Demostrando Pixar (una vez más) una difícil lección: que es necesario encontrar el coraje para enfrentarnos a nuestros miedos, que el miedo en sí mismo es una parte esencial de la vida y que no hay nada malo en sentir miedo, porque lo realmente importante es cómo lo superemos.
Para cualquier espectador, joven o mayor, que haya sufrido la pérdida de un ser querido, el film supondrá un pellizco en su corazón en más momentos de los que se imagina. Incluso, por momentos, pudiendo llegar a pensar que Pixar se ha decantado por provocar una lágrima fácil; pero, al fin y al cabo, la vida puede ser algo tan simple como crecer, crear un círculo y conseguir dejar una marca imborrable antes de formar parte del recuerdo.

Tú eres yo…y más.

El viaje de Arlo

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8 comentarios leave one →
  1. María Teresa permalink
    04/12/2015 18:02

    Fantástico artículo. No suelo escribir en el blog pero no me he podido resistir ante tanta bella palabra.
    Vi la película ayer con mi hijo mayor y todavía seguimos dando vueltas al argumento con las mismas sensaciones de las que hablas….Es perfecta y con una gran enseñanza:»No existe el miedo si estamos acompañados».
    Felicidades por el post.

  2. José Manuel Loscertales permalink*
    04/12/2015 20:54

    Muchas gracias por tus comentarios, María Teresa.

    La experiencia que relatas es precisamente una de las que motiva principalmente nuestra predilección por Pixar: se compromete a defender temas y posturas que otras compañías ni se plantearían tratar en una película familiar; logrando romper con toda diferencia de edad (los temas son de interés para niños y adultos) y dando pie a iniciar un diálogo entre distintas generaciones de espectadores.

    Mientras las demás productoras no entiendan la diferencia entre animar grandes historias y animar personajes, Pixar seguirá siendo el referente de toda una industria.

    Esperamos contar con tus opiniones tan frecuentemente como quieras.
    Todas ellas serán más que bienvenidas.

    Un saludo y gracias de nuevo.

  3. Anónimo permalink
    13/12/2015 16:31

    A mi la pelicula me ha parecido lo peor que ha hecho Diseney en muchos años.

  4. José Manuel Loscertales permalink*
    14/12/2015 0:21

    Anónimo, sin especificar tu opinión un poco más, me temo que no puedo estar de acuerdo contigo.

    Sólo en los últimos cinco años, Disney ha estrenado 57 películas, entre las que se encuentran:
    – El príncipe de Persia.
    – El aprendiz de Brujo.
    – Step Up 3D.
    – Marte necesita mamás.
    – Piratas del Caribe: En Mareas Misteriosas.
    – El secreto de la Calabaza Mágica.
    – Santa Paws 2.
    – Aviones.
    – Aviones 2.
    – Need for Speed.
    y la saga completa de Campanilla.

    Títulos todos ellos que, seguramente, alguien pueda calificar de obras maestras; pero me temo que no es nuestro caso. (Con todos los respetos).

    En cualquier caso, toda opinión es bienvenida al Cadillac.
    Un saludo.

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