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«The X-Files»: de vuelta al hogar que dio cobijo a todos los monstruos

07/12/2015

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(AVISO: Es posible que este post vaya más dirigido a seguidores que a quien aún no se ha paseado por el universo de Chris Carter. Aún así, parece legítimo advertir que los spoilers están ahí fuera y recomendar que pongáis remedio a eso de no conocer a la pareja que encabeza estas líneas.)

El 24 de marzo de 2015 existió, no fue un sueño colectivo en un universo en el que una multitud importante de seguidores había dejado de esperar que estos héroes tan cercanos regresaran a casa. Hace ya casi nueve meses que Fox anunció la vuelta de uno de los productos más míticos de la televisión, dejando prácticamente en estado de shock a todo ese sector mundial que llevaba años pidiendo una tercera entrega cinematográfica que nos trajera respuestas, un cierre, un resarcimiento de aquel caso descafeinado y mal llevado que nos trajo I Want to Believe, estrenada en 2008.

Tal vez este post tenía que haber llegado antes, mucho antes, cerca del hervidero de sensaciones que supuso la noticia. El problema es que queríamos creer pero no terminábamos de creerlo. Que después de tantos años de campañas, peticiones, de un precioso Don’t give up como máxima repetido hasta la saciedad en todas las redes sociales, ni siquiera sabíamos cómo reaccionar. Hacía mucho que los fans más acérrimos de Mulder y Scully habíamos asumido que el final era ese, Roswell, un motel, la lluvia. Que el segundo filme era un epílogo sin fuerza para contarnos en qué lugar se encontraban nuestros personajes favoritos después del dolor de la conclusión de la serie. ¿Por qué queríamos (y queremos) más? ¿Por qué los fans de Expediente X (x-philes, que nos llaman y llamamos) parecen incapaces de despedirse? ¿Por qué, pese a que exista un mundo seriéfilo ahí fuera que aún desconoce la serie y su legado, es este producto tan especial? Hoy voy a hablar con el corazón y la cabeza, pero voy a permitirme el lujo de que el primero sea quien guíe, pues ahí, en ese amor incondicional, en el espíritu aventurero, es donde yace la esencia. 

The X-Files es la serie de mi vida, así, sin rodeos ni dudas. Llegó a mi pequeño mundo cuando acababa de cumplir los once años y lo hizo para quedarse, algo que puedo confirmar ahora que el paso a la treintena queda tan próximo. Mis padres la veían semana tras semana y yo, siendo aún más pequeña y muerta de curiosidad, me levantaba a hurtadillas para escuchar desde el pasillo dos voces que aún me eran desconocidas, hasta que un día de suerte ambos consideraron que ya era lo suficientemente mayor como para permitirme ver algunos episodios. Tenía, como he dicho, once años, y los veranos eran felices y estaban llenos de aventurillas con mi trupe de amigos, una trupe que luego irremediablemente se dispersaría, pero que siempre buscó el cosquilleo en la nuca que produce el sentarse en corro a contar historias de terror a día de hoy muy manidas y a hablar de todo lo que no lográbamos entender. Éramos adorablemente raretes, pero supimos disfrutar de aquella preadolescencia como lo hicieron los que se adentraron en este mundillo de incógnitas a la misma edad en que yo lo hice.

Esta serie, para muchos, representa una fábrica de sueños con la que crecer fue algo maravilloso. Nos habló de lealtad en los peores momentos aunque aún no entendiéramos todo lo que había que entender, nos insufló curiosidad, estimuló nuestra imaginación y nos ayudó a ser valientes. Porque nuestros héroes lo eran y la ficción puede marcar la vida de una niña o un niño tanto como la realidad. A Mulder le importaba un carajo ser el «siniestro» del equipo y siempre siguió adelante, Scully luchó por verse respetada en un mundo que por aquel entonces era principalmente de hombres y demostró que la fuerza y el sexo son dos animales diferentes. Dos modelos intachables con los que madurar. Un «don’t give up» continuo que culminaría en la segunda película y que nos confirmaba de nuevo que no hay que rendirse ante la adversidad, la enfermedad, que hay que saber afrontar la pérdida, que nada se consigue sin trabajar duro, y que «si yo abandono, ellos ganan». Una máxima que acabaría en mi muñeca unos años después cuando necesité que de nuevo me salvaran, porque Expediente X es hogar.

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Es precisamente en Mulder y Scully, en esa pareja de contrarios que en la lucha resultaron iguales, donde late la esencia de la serie. Scully, mujer de ciencia, racional, ávida de explicaciones lógicas ante los extraños sucesos a los que cada día se enfrentaba, paradójicamente católica y defensora de su propia fé. Mulder, eterno creyente, mirada de niño, sin miedo a creer en nada y perseguidor infatigable de una verdad inalcanzable desde el día en que su hermana desapareció. Se complementaban, se necesitaban, llevaron la lealtad y la confianza a extremos conmovedores y se salvaron el uno al otro día tras día.

But you saved me! As difficult and as frustrating as it’s been sometimes, your goddamned strict rationalism and science have saved me a thousand times over! You’ve kept me honest. You’ve made me a whole person. I owe you everything… Scully, and you owe me nothing. I don’t know if I wanna do this alone. I don’t even know if I can. And if I quit now, they win.

(¡Pero me salvaste! ¡Por difícil y frustrante que haya sido a veces, tu maldito racionalismo y tu ciencia me han salvado un millón de veces! Hiciste de mí una persona honesta. Me mantuviste íntegro. Te lo debo todo, Scully… tú no me debes nada. No sé si quiero hacer esto solo. Ni siquiera sé si puedo. Y si yo abandono, ellos ganan).

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Es precisamente en esa lealtad, en esa alianza de contrarios que luchaban por la misma verdad sin saberlo, en ese «todo tiene que ser contigo» aunque casi nunca se pusieran de acuerdo, donde se gesta esa química irrepetible que en realidad debemos a Gillian Anderson y David Duchovny. Una química que multitud de programas ha tratado de imitar sin éxito, ya que esto no es cuestión de fórmulas. Tensión sexual no resuelta, que lo llamamos. Pero esa tensión mantuvo al espectador fiel y sediento de resoluciones en cuanto a la relación Mulder/ Scully durante muchos años, y aún hoy existen seguidores que siguen suspirando por ello. Anderson mencionó una vez que, en este programa, un roce de manos era el equivalente al sexo. Las miradas en medio de la multitud, la cercanía, los gestos, los roces, las palabras, fueron ingredientes fundamentales en esa unión casi platónica que estuvo durante mucho, mucho tiempo, que siempre ha estado, muy por encima de lo físico. Mulder y Scully consiguieron que espectadores que huían del romanticismo como del mismísimo diablo anhelaran ese paso adelante que, podríamos decir, tardó siete años en llegar aunque sólo nos dejaran intuirlo con un opening lento y reflexivo en un episodio maravilloso dirigido por Anderson. Era magia, y nos hacía sentir que allí en la ficción existía una pequeña familia, un dúo que nos entendía y podía con todo al que acudir cuando lo necesitábamos.

You… were my friend, and you told me the truth. Even when the world was falling apart, you were my constant… my touchstone.

(Eras mi amiga, me decías la verdad. Incluso cuando el mundo se estaba cayendo en pedazos, fuiste mi constante, mi piedra angular.)

Pero The X-Files no sólo fue un segundo hogar, también fue una segunda escuela. Una escuela que estimuló nuestra imaginación hasta el infinito, que nos provocó una gran sed de preguntar y buscar respuestas, despertó nuestra curiosidad. Todas las semanas, nuestro dúo favorito se adentraba en bosques oscuros y rincones recónditos linterna en mano y nosotros nos adentrábamos con ellos. Moteles y moteles, horas de carretera y vuelos, siempre con un equipaje de mano en el maletero y listos para saltar al siguiente misterio. Los monster of the week, episodios independientes y autoconclusivos, ofrecieron cientos de historias que nos mantuvieron con las pupilas fijas a la pantalla y el corazón en vilo. Historias clásicas de monstruos, vampiros, hombres lobo, alienígenas o zombies hicieron su aparición en el programa. Pero no sólo de monstruos clásicos nos alimentamos. Fueron más allá. Pudimos ver hongos gigantes que nos introdujeron en un juego mental maravilloso, insectos letales, tatuajes parlantes, inteligencia artificial, Mulder y Scully dentro de un juego, viajes en el tiempo en todas sus formas, exorcismos, resurrecciones, universos paralelos y un sinfín de casos que a mentes curiosas de todas las edades resultaron apasionantes. Aprendí, aprendimos mucho de ellos, de todas las leyendas nacidas alrededor del mundo que se exploraron.

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Aunque no todo fue ficción. Expediente X siempre estuvo del lado de las víctimas y entrega a entrega, se fueron denunciando sucesos que desafortunadamente no son producto de buenos guiones, sino parte de una realidad que se evita por incómoda. Se habló de pederastia, de asesinato y secuestro, de endogamia, se habló necrofilia con todo el tacto y la sensibilidad del mundo, pero con el espíritu de quien se niega en rotundo a mirar hacia otro lado. Algunos de estos episodios no contuvieron un misterio paranormal y aún así, precisamente por esta razón, resultaron absolutamente escalofriantes. Donnie Pfaster sigue poniéndonos la piel de gallina más de veinte años después porque no es un monstruo en un producto de ciencia ficción, sino el representante de algo que acecha a diario y nos aterra.

Creo que podemos afirmar sin la menor sombra de duda que The X-Files fue una serie inteligente durante la mayor parte de su trayectoria, con unos protagonistas brillantes, con unos secundarios (de los que por supuesto, hablaremos más tarde) bien astutos. Pero si tanto Chris Carter como su magnífico equipo respetaron una inteligencia, esa fue la del espectador. Siempre se ha podido disfrutar de sus historias y su trama a distintos niveles, satisfaciendo a quien sólo buscaba entretenimiento y obligando al que quería ver más allá a buscar y encontrar. Se dijo mucho sin decir nada de manera explícita, había que saber mirar, ya que, como suele decirse, «el diablo está en los detalles». La cuestión es que todo estaba ahí y el seguidor activo lo sabía, indagaba, volvía a mirar y hallaba.

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Con frecuencia mencionamos aquello de que es de sabios la capacidad de reirnos de nosotros mismos, de ser conocedores de nuestro talón de Aquiles, de ser críticos con nuestro trabajo. Nadie negará que este show fue el rey de la autoparodia. Si algo se les dió bien durante una década, fue desternillarse con su propia fórmula, y curiosamente, muchos de los episodios que con el tiempo se han convertido en piezas de culto son episodios cómicos. La mayoría estará pensando en «Bad Blood» en estos momentos, aquel capítulo hilarante de vampiros firmado por Vince Gilligan que llevó a Mulder y Scully a narrar un suceso desde dos puntos de vista extremos. Es un episodio fantástico, sin lugar a dudas, pero en mi primera posición en el podio de la parodia siempre se situará «Jose Chung’s From Outer Space», esa delirante maravilla que nos dejó el gran Darin Morgan en la que un escritor quiere reinventar la ciencia ficción dándole un toque de «no ficción» y para ello indaga en un caso bastante fallido de los agentes.

Then there are those who care not about extraterrestrials, searching for meaning in other human beings. Rare or lucky are those who find it. For although we may not be alone in the universe, in our own separate ways on this planet, we are all… alone.

(Y luego están aquellos que no se preocupan por los extraterrestres, que buscan significado en otros seres humanos. Afortunados son aquellos que lo encuentran, ya que, aunque puede que no estemos solos en el universo, a nuestra manera en este planeta, todos estamos solos.)

Tampoco se salvó de los chistes de los guionistas la relación entre Mulder y Scully, que se vió parodiada en episodios como «Arcadia», en el que tienen que interpretar el rol de matrimonio tradicional para resolver un crimen, «Small Potatoes», donde queda claro que si supieran conversar de verdad no habría malos entendidos, o incluso «Triangle», un falso plano secuencia de cuarenta y dos minutos en el que lo evidente brilla tanto que de repente se nos antoja ridículo y acabamos por reír. Eso sí, muy felices.

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Pero si algo he admirado siempre de X-Files, es el tratamiento del freak. No sólo sirvió de hogar a todos sus seguidores, sino que acogió como una manta calentita a todos sus monstruos. Siempre, siempre defendió el derecho a ser diferente, mostrándonos que la multitud de mutantes que pasaron por su set de rodaje también sabía lo que era sufrir por haber nacido con un hambre y unas aspiraciones más allá de lo humano. Por supuesto, muchas de las criaturas que desfilaron por la serie resultaban en esencia malvadas. Tenían una necesidad impuesta por la naturaleza pero matar no les suponía ningún conflicto ético porque la condición de «monstruo» llegaba a estar bien arraigada e interiorizada. Luego estaban ellos, los que pagaban con dolor y soledad su condición, los que sufrían día a día con cada inocente que caía a causa de esta naturaleza de la que no podían escapar.

Tal vez, el mayor exponente de este mutante sufridor llegara con «The Post-Modern Prometheus», el episodio más especial para la mano que escribe. Es imposible no sentir compasión por esta criatura creada por un científico tan falto de valores como el mismísimo Doctor Frankenstein, un hombre que sólo quería amar, hablar, no recibir un trato despreciable por parte de todos. Un hombre que sólo quería sandwiches de crema de cacahuete mientras veía Máscara una y otra vez y soñaba con conocer a Cher. O el mítico «Humbug», que nos mostró el día a día en un freakshow, la necesidad de aliarse con el igual cuando se es diferente, los prejuicios, el sufrimiento. Sin duda, todo esto viene a decir algo bien simple, que los verdaderos monstruos trabajan para el gobierno, caminan por las calles con rostros socialmente aceptados y trajes de marca, se mueven en la comodidad y la corrupción. Una corrupción que fue tema estrella en la mitología del programa.

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Es precisamente en la mitología en lo que me gustaría detenerme. Porque la fórmula del mytharc que luego se ha utilizado en otros productos (como tantas otras cosas), nació aquí, en la creación estrella de Carter, en su niña mimada, en el vástago que se niega a dejar marchar, como todos nosotros. Hay seguidores que inclinan sus prefencias hacia los monster of the week porque se aburren un poco con la carga política y el carácter oscuro de la trama principal, de la conspiranoia. Después los hay que van directos a los episodios mitológicos. Personalmente creo que el equilibrio entre ambas partes crea el universo y el carácter propio de la serie, que muchos de los momentos esenciales se vivieron en entregas independientes y a la vez toda la esencia y la denuncia más mordaz estaba en las que requerían de un orden en el visionado, en las entregas del arco mitológico. Un arco mitológico que al menos durante los primeros cinco o seis años se toma muy en serio a sí mismo y guarda una complejidad evidente. Un arco que abarca desde la prehistoria hasta el siglo XXI, que pasa por episodios históricos muy señalados, que jamás se olvida de Roswell. Un arco en el que encajan abducciones y sus posteriores consecuencias, el cáncer negro, la vida más allá de este planeta, Samantha, los rebeldes, los supersoldados, la colonización. Todo bajo un contexto histórico lógico y real.

Cabe señalar de nuevo que la carga política es inmensa, que supuso una crítica mordaz ante quienes gobiernan, a quiénes compran y a quiénes se venden. ¿Quién está de qué lado? Eso es precisamente lo que hace que una serie que ya ha soplado sus veintidós velitas resulte rabiosamente actual teniendo en cuenta el período que vivimos. Ambiciosa, tremendamente estimulante. Es conspiración. Es buscar la verdad, que está en nosotros pero que sigue ahí fuera porque vivimos en una era en que reina la desinformación cuando creemos que tenemos todo el conocimiento del mundo a un sólo click. Tantas redes sociales, tantas páginas web, tanta prensa digital y la única realidad es que aunque nos engañemos, no sabemos nada. Ahí es donde la serie iba y no se quedó corta a la hora de tratar temas tan trascendentes como la fé, la lucha, la soledad en la lucha y la necesidad de organizarse, de pelear desde abajo contra los de arriba, porque «one man alone cannot fight the future». Lo desconocido da miedo porque es eso, desconocido. Pero cuando lo que conocemos ya es terrible vale la pena lanzarse al vacío y combatirlo.

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Y hablando de corrupción, ¿no parece un delito imperdonable haber llegado hasta aquí sin hablar de personajes importantísimos? Sí, ya hemos hablado de Mulder y Scully porque sin ellos no hay fiesta ni convención ufológica que valga, pero The X-Files contó con unos secundarios de lujo que llegaron a adquirir tanta relevancia (o casi) como los propios agentes. Creo que merece la pena recordar a un hombre que siempre apoyó a nuestros personajes favoritos, que fue un aliado intachable en la lucha, que los protegió, que arriesgó el pellejo por ambos y por los expedientes X, que fue mucho más que un jefe. Hablo, por supuesto, de Walter Skinner, encarnado por el magnífico Mitch Pileggi. Skinner, que en principio aterrizó para un episodio pero se quedó con nosotros durante nueve años (más, teniendo encuenta que esto aún no ha terminado), que hizo gala de una paciencia infinita, que luchó en Vietnam, que alentó la cruzada de Mulder porque siempre creyó en ella.

Cuando tenía dieciocho me marché a Vietnam. No fui reclutado, Mulder, me alisté en el cuerpo de la Marina el día de mi dieciocho cumpleaños. Lo hice con fe ciega. Lo hice porque creí que era lo correcto. No sé, quizás todavía lo creo. A las tres semanas de servicio, un muchacho de diez años del norte de Vietnam llegó al campamento cubierto de granadas y yo… le volé la cabeza a una distancia de diez metros. Perdí mi fe. No en mi país ni en mí mismo, sino en todo. Nada tenía ya sentido. Una noche de patrulla, nos atraparon y todos… todos cayeron. Es decir, todos. Bajé la vista a mi cuerpo… desde fuera. Al principio no lo reconocí. Miré la banda de mi uniforme, cogí mi arma y permanecí… en esta selva espesa, apacible, sin miedo, observando a mis amigos muertos, observándome a mí mismo. Por la mañana, unos hombres vinieron y me metieron en una bolsa de cadáver hasta que… supongo que encontraron mi pulso. Desperté en un hospital de Saigón dos semanas después. Tengo miedo de mirar más allá de esa experiencia. ¿Usted? Usted no. Su renuncia es inaceptable.

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¿Y qué hay del célebre y mítico villano? El villano y su perpetuo paquete de Morleys en el bolsillo. C. G. B. Spender, «El fumador». Uno de los antagonistas más viles y, disculpen mi arranque, cabrones en la historia de la televisión. Lo que hizo peligroso al fumador durante tantos años es que a diferencia de otros malos de la película, éste nunca tuvo escrúpulos, no sintió el menor atisbo de amor por nadie (sólo cierta admiración y un relativo respeto) ni jamás nos dio señales de contar con un punto débil. Hay villanos que se redimen y a los que es imposible no querer. Cancer man nos fascinó por miles de razones y era increíblemente necesario en la trama, pero nunca nos dolío ninguna de las trabas con las que pudo encontrarse. En las primeras entregas no tuvo voz, se dedicó a estar ahí, presente y presenciando, envolviéndolo todo en la espesa niebla de humo de sus cigarrillos, pero su historia, su trama, fue creciendo y creciendo y creciendo durante nueve temporadas hasta alcanzar una gran complejidad y enredándolo en todas las historias y vidas posibles. Una historia tan seductora como indignante, una historia en la que tuvo las existencias de sus protagonistas en sus propias manos, juez de todo, como un dios (o un demonio) con corbata.

Don’t try and threaten me, Mulder. I’ve watched presidents die.

(No me amenace, Mulder, he visto morir a presidentes.)

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Afortunadamente, no sólo podemos hablar de equipos contrarios que trataron de coartar esta perpetua búsqueda de la verdad. Los agentes, como ya hemos visto, contaron con el apoyo de pocos pero muy buenos a lo largo de los años. Y si alguien ayudó a Mulder en su cruzada, si alguien estuvo ahí siempre para Mulder y Scully en la sombra, ese alguien es en realidad un trío, el trío más freak de la historia: los pistoleros solitarios. Siempre encerrados en su búnquer de veinte cerrojos, siempre grabando todas las conversaciones telefónicas «por si acaso», siempre rodeados de todo su material informático, siempre dudando. Su nivel de conspiranoia superaba con creces al del mismísmo Fox y no había ordenador ni sistema de seguridad que se les resistiera. Siempre dieron la impresión de ser un poco pardillos, pero los adoramos, y además de una publicación llamada «el tirador solitario» también eran dueños de un gran corazón.

Incluso si se quiere indagar en su historia, orígenes e infancia, los pistoleros protagonizaron un spin off que sólo duró media temporada y que, por supuesto, sólo hemos visto los fans más obsesos (de ahí la lógica de su escasa audiencia, el público estaba más que determinado desde el momento de su creación, quisieran los creadores o no) y ante el que tengo que pronunciarme a favor, por curioso, por divertidísimo, porque esos personajes demostraron ser, al final de todo, héroes. Byers, Langly, Frohike…

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Como he mencionado al principio de esta entrada, este artículo pretende escribirse con tanto o más corazón que cabeza, lo que implica que, de entre todos los secundarios, no puedo pasar por alto a uno que despertó tantos odios como pasiones, ya que parece no haber términos medios a la hora de hablar de Alex Krycek y que, como resulta evidente, se encuentra entre mis personajes favoritos. X-Files nadó en las aguas de la ambigüedad siempre, pero veintidós años después sigue resultando difícil saber de qué lado estuvo el rey del trabajo sucio realmente. Atractivo y cargado de testosterona, eterno saco de boxeo de Fox Mulder, el ruso nunca sonó mejor de lo que sonó en sus monumentales arranques de cólera. Sabíamos que no era el bueno de la película, pero resultó difícil no quererlo.

¿La verdad? La verdad no existe. Ellos la inventan. Ellos son los ingenieros del futuro, los verdaderos terroristas.

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Y aunque a muchas y muchos les encantaría, me parece una injusticia obviar que cuando Duchovny se marchó del programa, aunque sólo a medias, dos agentes llegaron para defender junto a Dana Scully los expedientes X y dar lo mejor de sí mismos. Esa es mi opinión, realmente, que Monica Reyes y John Doggett dieron durante dos años lo mejor de sí mismos. ¿Que un sector de la audiencia no recibió su presencia con agrado? Es cierto, totalmente cierto, pero mantengo que no fue culpa de los personajes ni de los actores, fue culpa del arraigo, de una rabieta, del concebir que The X-Files eran Mulder y Scully y sus diferencias de opinión. Era así, realmente, ellos han sido siempre el corazón de todo, pero creo que pocos se detienen a pensar en la posición tan difícil que tuvieron que defender. Y sigo hablando de personajes y actores. Se les endilgó, sin ninguna duda, la etiqueta de patitos feos que aniquilaron la serie, cuando todos sabemos que ese final tenía que llegar y el desgaste venía de otro lado.

Creo que no sólo merecen todo el respeto, sino que también contaron con un buen puñado de virtudes que vale la pena ensalzar. De hecho, tendremos a Annabeth Gish en el revival. Reyes, que aterrizó como una versión femenina de Mulder, aunque más espiritual. Cómica, de mente abierta. Y Doggett, que racionalizaba tanto como Scully racionalizó en sus inicios. Antiguo marine, profesional intachable con una larga historia de sufrimiento a sus espaldas. Perdió a su hijo y reconozco que el personaje me ha sacado verdaderos lagrimones en algunos momentos clave. Robert Patrick también realizó un gran trabajo.

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Fueron muchos los cómplices de esta historia de alienígenas y conspiraciones, de monstruos y de miedos, de pérdidas y búsqueda. Garganta Profunda, X, Marita Covarrubias, Spender, la sempiternamente odiada Diana Fowley, cada uno de los miembros del sindicato. Todos ellos aportaron su granito de arena a lo largo de los años, todos ellos han dejado una pequeña huella en nuestra memoria y forman parte de esto.

Pero si The X-Files ha de destacar por algo, ha de ser tenida en cuenta, es por ser una madraza, por su innegable legado. Son muchos los productos que hasta hoy han bebido de ella, algunos como pequeña influencia y otros hasta atragantarse. Aquí sí hablamos de fórmulas, de utilizar el mytharc intercalado con episodios autoconclusivos, de versionar muchos de sus casos, de inspirarse en sus tramas en series como Fringe, de tratar de reutilizar el mismo patrón de creyente/escéptico en series puramente procedimentales como Bones. Desde el simple homenaje paródico en series de televisión como Los Simpson, hasta el homenaje elevado a su máximo exponente en productos como Supernatural, American Horror Story: Asylum o Torchwood.

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Expediente X ha sido todo un referente, sin lugar a dudas, pero su influencia y permanencia en la cultura actual no sólo se limita al plano de la televisión. El concepto de «expediente x» se ha mantenido vivo a lo largo de los años hasta llegar a formar parte del vocabulario habitual. Son muchas, muchas, muchas las personas que sin haber visto el programa utilizan aquello de «esto es un expediente x» a la hora de referirse a algo extraño o a lo que no se encuentra explicación. Programas, libros y publicaciones que trabajan esta temática de lo paranormal y los misterios han interiorizado el término como parte de una tradición.

Este… este es un momento precioso para el fandom. El mes que viene volverán unos personajes que de muchas formas han marcado nuestras vidas. Un fandom que siempre ha sabido organizarse, que mucho antes (mucho) de las redes sociales ya utilizó internet para compartir teorías, vivencias y fanfiction al por mayor en foros, chats y alojamientos web ahora más que obsoletos. Puede que The X-Files hubiese sido una verdadera bomba en esta era marcada por las redes, pero lo cierto es que no las necesitó. De hecho, puedo afirmar desde mi propia experiencia que hay cosas de este revival que están perdiendo encanto por culpa de la avalancha de promos, pósters y spoilers. Por más que acabemos cayendo.

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Queda preguntarnos qué esperar realmente de ese revival, aparte de lágrimas de nostalgia, ilusión y, cómo negarlo, un poco de miedo. El 24 de enero estará aquí antes de lo que imaginamos porque el tiempo vuela y nosotros no. Tenemos seis episodios por delante y un millón de interrogantes. Hace trece años que Mulder y Scully se abrazaban en una cama de motel en Roswell, llovía a mares, porque no podía ser de otra manera, y lo habían perdido todo. Mulder quedaba en el lugar del prófugo y Scully con él, como cómplice, como amante, como la compañera fiel que siempre ha sido. Tal vez había esperanza, decían. Pero el 22 de diciembre de 2012 los alienígenas iban a invadir la Tierra.

Seis años después, en una segunda entrega cinematográfica que provocó un sentimiento masivo de decepción, pero que los seguidores más acérrimos esperamos con la mayor ilusión, se nos mostró a la pareja viviendo aislados en una casa rural en Virginia Oeste. Él tuvo que salir de su madriguera, ella se enfrentó a lo que más temía, al hecho de que su compañero siempre iba a moverse arrastrado por los mismos ideales, al miedo de perderlo en esa lucha, en esa oscuridad que de manera perpetua los ha perseguido siempre a ambos. Y William estaba ahí sin estarlo, como un fantasma que sólo duele. William, su hijo, del que tuvieron que separarse demasiado pronto por su propia protección y porque Chris Carter será un mago pero también es un sádico con un teclado en las manos.

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Por lo poco que sabemos de la décima temporada que está por venir (y cuidado, que sabemos poco pero son spoilers), intuimos que Scully sigue trabajando como doctora en medicina, que Mulder ha seguido su camino de eterno buscador y que, evidentemente, llevan un tiempo separados. Imaginamos que como mínimo una crisis mundial será lo que vuelva a unirlos, por lo que nos ha dejado ver el tráiler. Nos preguntamos si Carter dará respuestas a la colonización que no llegó, nos preguntamos cómo ha traído de regreso a personajes a los que vimos morir y, sobre todo, nos preguntamos si estos seis episodios van a servir como cierre real o van a volver a dejar un producto que no ha cuidado demasiado últimamente en el aire, con la esperanza de poder hacer más episodios. Me inclino más por la segunda opción. Algunos y algunas ya han podido disfrutar de «My struggle», el episodio de arranque. A nosotros nos quedan menos de dos meses para hacerlo y el hormigueo en el estómago no deja de ir en aumento

Poco queda que decir, queridos lectores. The X-Files marcó la televisión, marcó la cultura popular, pero sobre todas las cosas, marcó nuestras vidas. Queda esperar con ilusión, tratar de disfrutar lo que esté por venir y dejar que las lagrimitas afloren cuando vuelva a sonar la mítica sintonía. Mulder y Scully están de vuelta y durante más de dos décadas nos enseñaron infinidad de cosas, dejaron tras de sí centenas de lecciones, pero, sobre todo, nos enseñaron a no rendirnos, ¿no? La verdad sigue estando ahí fuera tanto como lo está dentro de nosotros. Aún queremos soñar. Aún queremos creer.

 

 

 

 

 

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14 comentarios leave one →
  1. Dammed permalink
    07/12/2015 16:58

    Los pelos como escarpias, nena…. OLE, OLE y OLE!

  2. Alejandro permalink
    16/12/2015 14:47

    Hola Irene, te he encontrado de casualidad, a traves de un comentario que alguien ha dejado en una noticia de Star Wars en El Mundo.
    Me he quedado impresionado con esta entrada porque siento lo mismo que tu, ya que yo creci tambien con Expediente X sobre la misma edad que tu. Deseaba que llegara el momento del nuevo capitulo para enchufarme a la pequena tele ELBE que tenia en mi dormitorio, con la luces apagadas y muerto de miedo a veces entre las sabanas :)
    De hecho, he vuelto a empezar a ver todos los capitulos ya que por suerte Netflix los puso hace algun tiempo. Ya me termine la temporada uno y voy a por la segunda.
    La mejor serie de todos los tiempos.
    Enhorabuena por esta entrada, aqui tienes otro seguidor.
    Alejandro.

  3. Oscar permalink
    07/01/2016 17:52

    Genial Irene!!! Sencillamente genial…

  4. moisesflores permalink
    25/01/2016 16:08

    este articulo esta genial, toda una fan. tambien creci viendo los expedientes x de niño. Recuerdo que los veia con mi tio, te felicito; seria bueno leer tus opiniones de los nuevos capitulos.

  5. Sinister Rules Argentina permalink
    30/01/2016 4:10

    Sos una genia, Irene… Tu artículo nos representa a todos los fans de las series, y por qué no, de ese mundo mágico y emocionante que es capaz de crear la industria del espectáculo. Es mucho más que un producto, es un conjunto de sensaciones, de recuerdos imborrables, es un trozo de nuestras vidas. Seriéfilos y cinéfilos agradecidos.

    • Irene B. Trenas permalink*
      05/02/2016 2:20

      Mil gracias, expediente x es magia gracias a todos los que creemos en ella.

  6. Horacio Gomez. permalink
    24/02/2016 2:51

    Soy un super fan de la serie, y vi el capitulo seis de la nueva entrega, todo ilusionado, y que pasa?…… malditos (Chris Carter, y otros conspiracionistas), nos la volvieron a aplicar, toma chango tu banana, no hay repuestas, solo mas interrogantes, donde esta el final digno, que todos esperábamos, las respuestas, el cierre un ciclo, donde?….como diría Homero Simpson…¡ME QUIERO VOLVER CHANGO¡¡¡¡¡¡¡¡

  7. Adelina permalink
    18/02/2018 13:33

    Amén!! Después de leerlo todo minuciosamente y de haberme trasladado a infinidad de momentos vividos gracias a esta gran e irrepetible serie, no se me ocurre otra palabra!! Tienes un don para escribir!! Sigue así Irene B.Trenas

    • Irene B. Trenas permalink*
      18/02/2018 15:02

      Muchísimas gracias, ¡me alegro de haberte trasladado a esos momentos!

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