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Arcade Fire se quedan a medias con «Everything Now»

31/07/2017

En esta época musicalmente fragmentada, en la que ya no hay espacio para los iconos globales y absolutos que en otros tiempos marcaban el rumbo de la escena pop-rock desde una posición que aunaba prestigio crítico y liderazgo de masas (véase Beatles, Stones y Dylan en los 60, Bowie en los 70, Prince en los 80, Nirvana en los primeros 90 o Radiohead en el cambio de siglo), los canadienses Arcade Fire quizás serían para la generación millennial lo más parecido a uno de esos antiguos referentes categóricos de amplia onda expansiva. Casi siempre ensalzados por la crítica especializada desde la publicación del ya clásico “Funeral” (2004) y suficientemente aceptados por el mainstream, al menos desde que “The Suburbs” (2010) alcanzara el número uno tanto en EE.UU como en Reino Unido y se hiciese con el Grammy al disco del año, la banda de Win Butler y Régine Chassagne incluso protagonizó uno de esos volantazos imprevistos, uno de esos movimientos arriesgados que se demanda de todo artista con inquietudes creativas que se precie, en “Reflektor” (2013). Aquel trabajo fue recibido con división de opiniones (como debe serlo toda buena maniobra de reinvención) entre quienes no comulgaron de buen grado con el acercamiento a la pista de baile de su característica épica emocional, y entre quienes aplaudimos con ganas la osadía (aplauso que ofrecimos en este post). Así pues, las expectativas ante un disco de Arcade Fire en 2017 eran dobles, pues a la inevitable curiosidad que despierta lo nuevo de uno de los grupos más reputados de la actualidad había que sumar la incógnita sobre qué dirección iban a tomar cuatro años después del paso tan valiente como cuestionado que supuso su esfuerzo anterior.

Y lo primero que pudimos degustar de “Everything Now” fue el tema homónimo, lanzado casi simultáneamente al paso de la banda por el Primavera Sound, una pieza de disco-pop de melodía prístina, luminosa y pegadiza, en la que todo el mundo reconoció inmediatamente la huella de cierta banda sueca legendaria, pero que a mí, personalmente, me dejó un poco a medias. Una canción reconocible, con esa intención de himno comunal tan idiosincrásica de Arcade Fire y una letra que apunta a la inmediatez fútil de los tiempos que vivimos, pero demasiado limpia, plana e inocua para ser un primer single suyo. Poco que ver con el turbio tobogán de sensaciones que proporcionaba “Reflektor”, la canción. Con el paso de los días fueron cayendo nuevos avances que ya sí nos corroboraron que Arcade Fire aparca definitivamente las guitarras y dobla su apuesta por los sintetizadores de sabor a new wave ochentero y los ritmos bailables. Es decir, que se mantienen en sus trece, para disgusto de todos aquellos fans de los tres primeros discos desencantados con el nuevo rumbo. Un caso parecido (salvando las distancias) al de U2 cuando después del, en su momento, controversial “Achtung Baby” decidieron tocar aún más las narices a sus viejos fans en “Zooropa”.

 

En cualquier caso, a mí estos sucesivos avances (¿podemos seguir llamándolos “singles”?) que se fueron liberando antes de la publicación del álbum (“Creature Comfort”, “Signs of Life”, “Electric Blue”), con su correspondiente campaña de marketing viral en redes sociales (a la que confieso que no haber hecho mucho caso) me dejaron buen sabor de boca. Seguía sin encontrar un pepinazo incontestable como “Reflektor” o “Afterlife” (por no irnos más atrás), pero resultaban estimulantes y mostraban de nuevo a una banda sin miedo a desafiar expectativas. Sin embargo, el problema de esta estrategia comercial de ir adelantando cortes, tan en boga entre las grandes figuras en la actualidad (a fin, supongo, de aprovechar al máximo la cada vez más pequeña ventana de notoriedad que genera un nuevo disco, que ya es prácticamente viejo dos meses después de su publicación), es que cuando efectivamente tenemos acceso al álbum entero ya hemos escuchado casi la mitad del material. Y, en este caso, las primeras canciones que uno se encuentra después de las que ya conoce son, no ya las peores de “Everything Now”, sino muy posiblemente las más flojas de toda su discografía. Y eso, de primeras, resulta un lastre enorme que deriva en el primer contacto más frío e insatisfactorio que un servidor le haya pegado a un disco de Arcade Fire. Son necesarias varias escuchas más para adquirir una visión de conjunto más objetiva, una que en todo caso no impide afirmar que Arcade Fire han firmado su obra más inconsistente e irregular, claramente la peor de todas las suyas, lo que no significa que sea un disco despreciable, puesto que por mucho que se empeñen en disimularlo, Arcade Fire siguen siendo ellos mismos, y aún siguen siendo capaces de lo más importante, que es generar buenos temas, aunque no tantos ni tan incontestables como antaño.

El plástico se abre con un reprise de la pieza titular llamado “Everything_Now (Continued)” que ya habíamos escuchado en el video y que cimenta la ambición conceptual de la obra, nuevamente una crítica a la cultura contemporánea, a una sociedad post-capitalista insaciable que lo quiere todo y lo quiere ya, incapaz de distinguir en su afán consumista lo esencial de lo trivial, o incuso de lo pueril. En ese sentido se emparenta con “Neon Bible” (2007) más que con ningún otro disco de los de Montreal. En el contexto del álbum el tema homónimo se crece y, aunque sigo sin poder elevarlo al pedestal de los grandes clásicos de la banda, sí admito que es la pieza más inmediatamente accesible y coreable del disco, y comprendo que se haya convertido en un hit y en el primer top 1 de la banda en una lista del Billboard (concretamente en la US Adult Alternative Songs). “Signs of Life” pisa con más decisión las pistas de baile de finales de los 70 y principios de los 80, impulsados por Thomas Bangalter de Daft Punk. Es imposible defender en 2017 que esto es el sonido del futuro, que innovan o que añaden algo distinto a lo que en su momento abanderaron grupos como Talking Heads, Gang of Four o los Blondie de “Rapture”, pero es un sonido que siempre parece moderno o “cool”, como probó a principios del milenio el revival dance-punk que protagonizaron LCD Soundsystem, !!!, Radio 4 o The Faint. Arcade Fire lo reciclan con eficacia, urgencia y entusiasmo, supeditando una melodía minimalista a un infeccioso ritmo funky y a un texto que nuevamente incide en el vacío y deshumanización contemporánea desde un prisma cínico.

 

“Creature Comfort” probablemente sea la mejor canción del lote. Posee la vehemencia característica de la banda y al mismo tiempo es distinta a todo lo que han hecho, quizás por ese sintetizador abrasivo cortesía de Geoff Barrow (Portishead), esa pulsión maníaca o esa estructura obsesiva que repite a dos voces como un mantra eufórico la mejor línea del disco (“God make me famous, but if you can’t, just make it painless”). El ímpetu instrumental contrasta con el doloroso retrato generacional de una juventud alienada y frustrada que coquetea peligrosamente con el abismo. Curiosamente es el propio disco el que se despeña a partir de aquí hacia un foso profundo del que le cuesta demasiado volver a salir, al mismo tiempo que el discurso conceptual se difumina. Este tramo descorazonador empieza con “Peter Pan”, un dub dislocado, desenfocado e insípido de letra estúpida que no va a ninguna parte, y continúa con “Chemistry”, una tontería que pretende ser divertida con su deje dancehall pero que es fácilmente la canción más insoportable de Arcade Fire, una que intentaré evitar cada vez que me acerque a este disco. “Infinite Content” es apenas un eslogan, una pieza de punk destartalado tan simplona que a su lado cualquier canción de los Ramones podría parecer rock progresivo. La extravagancia resultaría simpática como cara B de un single, pero poco tolerable después de dos resbalones, y menos si se prolonga con una versión ralentizada en clave indie-folk que parece querer acentual el carácter de piedra angular de la pieza en el concepto del álbum, pero que es igualmente insustancial.

 

La hemorragia se detiene con “Electric Blue”, la única pieza que interpreta en solitario Régine Chassagne con su tono incluso más agudo del habitual, lo que le confiere una cualidad etérea y onírica a un electro-pop lánguido e hipnótico que, pese a las buenas sensaciones, se queda lejos de aquella magistral “Sprawl II (Mountains Beyond Mountains)”. La remontada no termina de culminarse con “Good God Damn”, que tiene un clima nocturno sugerente y una penetrante (y fantástica) línea de bajo, pero a la que le falta desarrollo y encalla en un estribillo monótono y repetitivo que habría merecido más inspiración para haber elevado el tema hacia donde apuntaba. Más redonda es “Put Your Money on Me”, que instrumentalmente parece una secuela de “We Exist” en la que un sencillo groove disco ochentero apoya las melodías mejor cuadradas del álbum. El estribillo posee además esa intensidad pop ausente durante gran parte de su minutaje, lo que es muy de agradecer después de las varias sinfustadas que la han precedido. Y la sorpresa final llega con “We Don’t Deserve Love”, este sí un tema a la altura del mejor legado de Arcade Fire, un número lento, delicado y emocionante, vestido con unos ropajes sintéticos que no habría desentonado en la segunda mitad de “Reflektor”, al lado de “Porno”, y que consigue poner la piel de gallina en un maravilloso tramo final en el que sencillamente se toca el cielo. La no-conclusión llega con “Everything Now (Continued)”, un nuevo reprise más orquestal y majestuoso que el inicial que completa el círculo e invita a una especie de bucle infinito.

 

No es grave que tras cuatro discos excelentes Arcade Fire hayan firmado una obra que en conjunto no alcanza el notable. Y esta nota no tiene nada que ver con su (para mí, reivindicable) evolución sonora, pero sí con el nivel medio de las canciones. Más preocupante es haber tenido que esperar cuatro años para esto y quién sabe cuántos más hasta el siguiente. Este ritmo de dinosaurio, cada vez más habitual entre las grandes bandas de la actualidad pero insólito hace unas décadas, no favorece los pasos en falso, los riesgos no calculados o los experimentos fallidos rápidamente subsanables. No es muy probable que Arcade Fire vayan a publicar un nuevo disco el próximo año, ni quizás tampoco en 2019, así que durante una buena temporada el último álbum del combo de Montreal va a ser el peor que han hecho. Y eso, por mucho que lo puedan defender en directo, deja su huella. Volviendo al ejemplo de “Zooropa” de U2, hay que recordar que aquel trabajo los irlandeses lo perpetraron durante el poco tiempo libre que les dejaba el faraónico ZooTV Tour, se hizo sin presiones comerciales bajo un clima de abierta experimentación y se lanzó solo poco más de año y medio después de “Achtung Baby”. Fue recibido con un sonoro pataleo por parte de los viejos fans, pero era un disco muy superior, conceptual y creativamente, a “Everything Now”. Si, siguiendo la analogía, el próximo disco de Arcade Fire fuese su propio “Pop”, convendría que no dejaran pasar otros cuatro años.

 

 

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  1. CapitanPOPDJ permalink
    27/08/2017 17:06

    Firmo 100 por 100 la crítica del disco. Decepcionante álbum sobre todo en su parte central donde han parecido tomarse demasiado a broma las canciones. Eso, unido a que es un disco poco generoso en cuanto a temas y contando con que además dos de ellos son variaciones de «Everything now» deja un sabor amargo. Y sobre todo, al menos a mi, una sensación de cierta prepotencia por parte de la banda y de sentirse por encima del bien y del mal y en un «todo vale somos Arcade Fire» publicando un material que, estoy bien seguro de ello, ellos saben que no está a la altura.

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