«Dunkerque»: la victoria de la derrota
Llega un momento determinado en las trayectorias de los cineastas verdaderamente grandes en que, como atraídos por una poderosa fuerza magnética, no pueden evitar introducirse en el género bélico, como si el filmar la guerra fuera el examen final de su oposición a la eternidad. Lo hicieron Coppola, David Lean, Spielberg, Kubrick -en dos ocasiones-, Malick, Oliver Stone, Michael Cimino, Clint Eastwood e incluso, lateralmente, Quentin Tarantino (Scorsese se dedicó a retratar otras guerras, las mafiosas). Y todos ellos, en mayor o menor medida, obtuvieron el aldabonazo a su extraordinaria carrera, siempre exceptuando ese borrón que supuso para Brian de Palma la floja «Corazones de hierro». Si hay tres o cuatro cineastas actuales que podrían recoger el testigo de estos colosos, uno de ellos es sin duda Christopher Nolan y no lo ha dudado el director de «Memento» a la hora de ponerse a la obra con semejante desafío, retratando uno de los hechos más decisivos -y menos conocidos- de la Segunda Guerra Mundial: la evacuación de las tropas británicas en Dunkerque en 1940.
A la hora de abordar el gran ejemplo de la mediocridad humana que es cualquier contienda militar, Nolan parece no haberse inspirado demasiado en los mencionados maestros. En «Dunkerque» no nos encontraremos el descenso infernal a la psique humana de «Apocalypse Now», ni el existencialismo de «La delgada línea roja», ni el estudio de las consecuencias en la vida civil de «El cazador», ni el militante antibelicismo de «Senderos de gloria» y «La chaqueta metálica», ni el análisis de la culpa de «Salvar al soldado Ryan», ni el retrato generacional de «Platoon». El cineasta británico ha puesto más el foco en el siglo XXI y su película está más conectada a ese hiperrealismo imperante en los últimos años, recordando en su puesta en escena a esa algo vacía pero magnética «Black Hawk derribado» de Ridley Scott, a la asfixiante «Cartas de Iwo Jima» de Eastwood y a las escenas de tiroteos de ese díptico tan infravalorado que firmó Steven Soderbergh sobre el Ché Guevara.
Cuando todo apuntaba a una película ‘bigger than life’, Nolan ha dado un volantazo inesperado y parece haber escuchado y hecho caso a sus ‘haters’ más recalcitrantes, aquellos que censuraban el exceso de ambición de sus últimos filmes: «El caballero oscuro: La leyenda renace» (nuestro top 1 de 2012) y, especialmente, «Interstellar» (que aquí analizamos en su día). El británico debe haber realizado examen de conciencia y ha hecho en «Dunkerque» su filme más conciso desde su época ‘preblockbuster’. Nada aparece aquí si no sirve exclusivamente para narrar la evacuación de los soldados. Los diálogos son escasísimos y el tratamiento de los personajes extremadamente minimalista. Nada conocemos de ellos más allá de su participación en la refriega, nada de contextualizar sus circunstancias y antecedentes para generar empatía. Únicamente son una parte del entramado mínimo posible para poder sostener la narración. Cualquier distracción sobra.
El interés por la guerra de Nolan poco tiene que ver la política y no mucho más con el comportamiento social, es, sobre todo, inmersiva, lo que le mueve a filmarla es tratar de comprender cómo vive algo tan pequeñito como un ser humano una catástrofe tan gigantesca como la Segunda Guerra Mundial y estudiar el variadísimo arco de actitudes que puede adoptar en una situación tan extrema, desde el simple heroismo hasta la desconfianza extrema y la violencia gratuita. Todo ello tratando de dar, además, al espectador una panorámica general de ese hecho histórico.
Para que no nos perdamos todas las vertientes, se nos parte la trama en tres con un pequeño añadido adicional. Así, atendemos al relato, a través de unos soldados apenas adolescentes, de la semana completa que pasa la infantería desde que es confinada hasta una playa por la pujanza del ejército nazi hasta que es finalmente repatriada, no sin antes acumular incontables bajas en su obligatoria travesía marítima hacia Gran Bretaña. Al mismo tiempo, se nos cuenta la odisea de un día de duración de una pequeña embarcación civil que, ante la petición desesperada del Gobierno de Churchill, decide asumir todos los riesgos posibles y cruzar el Canal de la Mancha para ayudar en lo que pueda. En un arco temporal mucho menor, apenas una hora, conocemos la decisiva aportación de la aviación en el éxito de la operación, centrándose especialmente en la labor de un aguerrido piloto encarnado por el gran Tom Hardy. A todo esto asiste, como si fuera un demiurgo, el gran responsable militar de la evacuación, en la piel de un sobrio Kenneth Branagh, a través del que conocemos tanto una perspectiva más general de los hechos como los únicos y leves apuntes históricos y políticos del filme.
Un montaje soberbio nos va llevando de un escenario a otro de la acción con una fluidez extraordinaria, con un Nolan en clave maestra cubriendo todos los ángulos posibles, desde el angustioso primer plano de un soldado aterrado en un barco que no sabe si llegará a su destino al de un jovencito que se ha metido inconscientemente en la guarida del lobo pasando por los grandes planos aéreos que nos proporciona la perspectiva de un aviador, afortunado observador de la situación completa desde su atalaya; desdichado sufridor en constante alerta ante la posibilidad de un ataque enemigo. Todo el poderío visual del cineasta está dedicado a hacer sentir, con notable éxito, al espectador toda la monstruosa incertidumbre que conlleva una batalla, transformándose por momentos el filme en un angustioso ‘thriller’ que nos tiene en perpetuo estado de congoja ante la certeza de que los temidos aviones Stukas alemanes o sus certeros torpedos submarinos harán su terrorífica aparición en cualquier momento. En este sentido, es todo un acierto haber prescindido de cualquier presencia en pantalla de las tropas alemanas; siendo precisamente esta invisibilidad del enemigo el gran generador del suspense. Ayuda notablemente a generar este desasosiego la omnipresente banda sonora de Hans Zimmer, que huye de cualquier atisbo de convencionalidad en el género, para ‘castigarnos’ con una música industrial (no muy diferente a lo que habrían hecho, por ejemplo, Trent Reznor y Atticus Ross), y tremendamente opresiva y que es la principal responsable de esa atmósfera turbia y cargada que tanto define a la película. «Dunkerque» es, en definitiva, todo un prodigio técnico y narrativo y uno de los espectáculos más impactantes al que podremos asistir este año en una sala de cine, ademas de uno de los más valientes y radicales. En este sentido, Nolan sale absolutamente triunfador de lo que parecía una claudicación por su parte.
No lancemos aún las campanas al vuelo: la conclusión de la película logra sugerir en apenas dos apuntes la transformación de una de las derrotas militares más humillantes para Gran Bretaña en toda su historia en una victoria moral que posteriormente será clave para incrementar la fortaleza de la población ante los bombardeos de sus ciudades y nos hace pensar que muchos de esos soldados que sobrevivieron por un pelo volverían pocos años después a pisar playas francesas con un objetivo y unas circunstancias muy diferente, Sin embargo, destila un patrioterismo demasiado evidente y convencional para un Nolan que siempre se nos había mostrado de lo más iconoclasta.
Pero lo que definitivamente aleja a «Dunkerque» de ser la obra maestra absoluta del británico es su propio concepto. Cierto es que ese trazo mínimo, casi impresionista, de los personajes ayuda a poder contar la evacuación de forma eficaz y no perder intensidad por el camino. Si estuviéramos hablando de cualquier otro director, esto nos bastaría con creces. Pero cuando hemos sido testigos de cómo nuestro protagonista fue capaz de amalgamar gran espectáculo, profundidad psicológica y densidad emocional en casi cada plano de cimas suyas como «El caballero oscuro» u «Origen», la escasez de matices de «Dunkerque» y la frialdad que ello genera hace que echemos en falta ese ‘algo más’ que distingue a lo excelente de lo directamente genial. Es lo que tiene habernos acostumbrado tan bien… el que Nolan haga generar este tipo de debates no es más que un signo de su grandeza.
Cada vez me apasionan menos las pelis bélicas, aunque siendo de Nolan y tras leer tu artículo, habrá que darle una oportunidad.
No lo dudes!
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