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«El padrino», 40 años después

22/03/2012

Hace algo así como 40 años un directivo de Paramount se sentaba en la butaca de un cine dispuesto a asistir a la noche de estreno de su nueva producción. Los nervios le hacían imposible estarse quieto y sus pies bailaban de un lado al otro sin terminar de asentarse en el suelo. Normal. Paramount se jugaba mucho en el envite, los últimos años no habían sido buenos y necesitaban urgentemente un gran éxito para ver de nuevo el sol tras un nublado periodo. Había basado gran parte de sus esperanzas en el filme que estaba a punto de ver la luz, una adaptación del libro de Mario Puzo «El padrino», la narración sobre los avatares de una familia de gangsters allá por el Nueva York de los años 40. Un material que aunaba acción con profundidad y que iba que ni pintado para hacer una superproducción lujosa, con ambiciosa ambientación.

La idea de Paramount era contar con un equipo artístico de gran altura y fama para llevar a buen termino la empresa. Nuestro querido directivo recordaba con rabia como sus dos primeras elecciones para el puesto de director habían rechazado el proyecto. Se carcajeó cuando rememoró cómo Sergio Leone había dicho que él ya tenía pensada su propia historia de gangsters presta a desarrollarla cuando pudiera (¿qué coño se había creído ese italiano?), pero la erupción de risa estuvo a punto de llegar al exterior (lo que habría provocado la extrañeza de sus compañeros de fila, ¡horror!) cuando se acordó de que habían dado la oportunidad de su vida a ese jovencito cinéfilo que había eclosionado con «La última película»  y la había rechazado. ¿Como era? Peter  y algo acabado en vich, ¿Hamdanovich? No, ¡coño, no lo recordaba! ¿Pantanovich? ¡No!… ¡Bogdanovich! Eso, eso era, ¡el jodido Bogdanovich! ¡Cretino! Finalmente se fijaron en otro joven prometedor, un medio italiano Francis Ford Coppola. El chaval prometía, sí, pero siempre dudó que fuera capaz de abordar una producción así. Esperaba que ese barbudo jovenzuelo hubiera salivado ante la oferta, ¡pero no! hubo que convencerle durante meses. ¿Qué se creía? ¿Kubrick? No sólo se contentó con eso, encima se empeñó en modificar gran parte del guión y en imponer sus ideas sobre el casting.

¡Uff! El tema casting. Ahí la cosa se puso dura. Nuestro directivo nota cómo se le empieza a escapar una gota de sudor de su arrugada frente con tan sólo echar atrás en su memoria hacia ese momento. ¡Cuántas veces pensó en darle unos azotes en el culo a ese maldito «espagueti»! Nunca hubiera pensado en que iba a haber contratado de nuevo a Brando, ese tipo tan insolente y «subidito», pero bueno, Laurence Olivier dijo que no y la verdad es que la prueba que hizo fue brillante. Podían jugar la baza de la resurrección artística. Pero lo del Pacino ese… ¡eso fue demasiado! Nada, que el señorito Coppola no quería a Robert Redford, tampoco a Ryan O’Neal, ¡quería a otro italiano semidesconocido para el papel clave de la película! ¡Un tipo al que habrías confundido con el empleado de una carnicería! En fin, tanto se empeñó que hubo que hacerle caso. Menos mal que habían podido reconducir un poco el reparto metiendo a esos jóvenes que parecían tan buenos: James Caan, Diane Keaton, Robert Duvall o el tal John Cazale (sonrío al recordar a este último, ¡demonios, qué tiempos!,  ¿cómo un tío tan feo aspira a ser actor?). Las luces se apagan, el directivo se dispone a ver la película al fin, los nervios empiezan a relajarse cuando comienza a escuchar la música de apertura. Nino Rota. ¡Por fin un italiano que le gustaba!

175 minutos después las luces vuelven a encenderse. Nuestro directivo intenta sonreir ante la avalancha de aplausos que han seguido a los títulos de crédito, pero no puede, aún está conmocionado. ¡Qué película, por Dios! Por momentos había recordado la razón por la que había luchado por meterse en esa industria. Sí, era eso, era esa manera de interrumpir la vida cotidiana y sumergirse en la historia de una buena película y sentir, soñar, llorar, reir. No sabía si tenía un éxito entre las manos, pero, ¡que películón! Por lo menos, se podía sentir orgulloso de lo que había contribuido a pergeñar. Maldito italiano barbudo, ¡que bueno es!

Marzo de 2012. En un lujoso apartamento de Malibu Beach, California, el hijo de nuestro directivo reposa junto a su ordenador portátil en un amplio salón con vistas al mar y un luminoso sol entra por su ventanal. En las paredes se agolpan, como peleando entre sí para obtener un mejor sitio, pósteres de películas como «Love Story», «Chinatown», «Fiebre del sábado noche» o «Star Trek», pero el espacio central está ocupado por una mano blanca que sujeta el comienzo de una marioneta y unas letras de idéntico color que resaltan sobre un fondo negro y que rezan «The Godfather». Mira una foto en blanco y negro sobre el mueble más cercano en la que aparece su ya difunto padre departiendo entre sonrisas con un Marlon Brando con carrillos inusualmente hinchados. Comienza a pensar con nostalgia en su progenitor y abre su navegador para echar a un vistazo a lo que se ha escrito en Internet acerca del 40 aniversario de su película preferida, la que le permite vivir en un lugar tan idílico. Tras más de una hora «hojeando» las noticias aparecidas, repara en una entrada. Se trata de un post hecho al respecto en un blog escrito en español titulado «El Cadillac Negro». ¡Bonito título!, piensa.

Según va leyendo, el orgullo va subiendo hasta el infinito y más allá. El post recuerda que «El padrino» no fue una gran película más (¡por si fuera poco!), sino la salvación de la industria en un momento tan complicado como el principio de los años 70.  Tras el desvanecimiento del sistema de estudios que tan buenos réditos había dado en los años 30, 40 y 50, los sesenta se presentaron como una etapa indefinida, con casi todos los grandes maestros en retirada (bueno aún estaban por ahí Hitchcock o Wilder), con la llamada «generación de la televisión» (Arthur Penn, Sidney Lumet , John Frankenheimer) reinando y con una pujanza creciente de un cine indepediente, muy influido por las vanguardias llegadas de Europa. El nuevo paradigma que se había ido filtrando poco a poco con filmes como «La última película» del dichoso Bogdanovich o «Harold y Maud», de Hal Ashby, se aposentó directamente con «El padrino» en las más altas esferas de Hollywood. La apuesta por el director como estrella, por historias personales apegadas a la realidad o a acontecimientos históricos, por temas escabrosos, por violencia desatada vino a protagonizar aquellos añorados años 70 hasta que George Lucas impuso un nuevo paradigma con «La guerra de las galaxias» y Michael Cimino se empeñó en arruinar a United Artists con «La puerta del cielo».

El artículo prosigue señalando que «El padrino»  no fue solamente una magnífica película de gangsters (y razón de ser de otras obras maestras como «Erase una vez en América» o «Uno de los nuestros») sino que Coppola hizo con ella toda una metáfora del podrimiento del Sueño Americano, a la vez que supuso toda una oda al pesimismo, mostrando como entre la eterna lucha entre la luz y la oscuridad, ésta última parece haber cobrado una ventaja definitiva. Esa dualidad se expone a lo largo de toda la película, tanto en su tronco principal (la conversión de un luminoso Michael Corleone, recién llegado de la Segunda Guerra Mundial y dispuesto a casarse con su bella novia,  en un oscuro jefe mafioso), como en otras ramas argumentales (el trágico desenlace del matrimonio de Connie Corleone, el abrupto fin del noviazgo que emprende Michael en Sicilia). De hecho, luz y oscuridad se solapan en las dos majestuosas escenas que abren y cierran el filme, dos grandes lecciones de montaje. En la primera, las imágenes de la soleada y ostentosa boda de Connie se mezclan con las oscuras maquinaciones de su padre y sus «amistades», mientras que en la última (uno de los mejores tramos finales jamás rodados), el bautizo del hijo de Connie se alterna con los asesinatos por parte de la Familia de los otros capos neoyorquinos.

El hijo de nuestro directivo sonríe al leer las alabanzas arrojadas en el texto sobre «el barbudo italiano». Francis Ford Coppola pasó, a sus 31 tiernos años, de ser una promesa a convertirse en uno de los grandes (y más controvertidos) directores de la Historia, con hazañas como «Apocalypse Now», «La ley de la calle» o «Drácula». La lista de grandes momentos pergeñados por el maestro en «El Padrino» es inagotable, es de esas películas en la que cada escena es una pequeña obra maestra por sí misma. Así, a bote pronto, aparte de las ya comentadas escenas que abren y cierran el filme, vienen a la memoria esa increíble secuencia en la que un directivo hollywoodiense halla la cabeza de su caballo favorito en su cama, la muerte de Sonny Corleone en una ensalada de tiros que tanto recuerda a la del final de «Bonnie and Clyde», la tensión que causa el primer asesinato que comete el inexperto Michael, toda la acción que trascurre en Sicilia, la desgarradora muerte de Vito mientras juega con su nieto, ese disparo que atraviesa las gafas de un capo mientras recibe un masaje… y así muchas más.

La lectura continúa con los parabienes hacia ese reparto que tantos quebraderos de cabeza dio a su padre. Al Pacino se mostró como la elección más idónea para un ya icónico Michael Corleone y comenzó una de las carreras más brillantes de los últimas décadas, mientras que Marlon Brando zanjó su época más oscura y dio un nuevo y definitivo paso hacia el Olimpo de la interpretación, al tiempo que Diane Keaton se consolidó como una de las actrices más brillantes de su generación (y popularizó el uso de atuendos masculinos entre las mujeres, de paso), James Caan y Robert Duvall mostraron la tremenda solidez que han seguido derrochando ininterrumpidamente y, por último, John Cazale se dio a conocer para, antes de su llorada y prematura muerte, ser uno de los actores de culto definitivos, con sólo cinco películas en su haber, pero ¡qué películas! («El padrino», «La conversación», «El padrino II», «Tarde de perros» y «El cazador», ¡toma repoker de ases!).

Mientras apaga el ordenador, estalla en sollozos que entremezclan alegría y desconsuelo, recordando aquella primavera de 1972, aquella primevera de «El padrino», la época en la que vio a su padre más feliz, cuando los dólares se amontonaban junto a las críticas de cinco estrellas, poco después de que el mundo descubriera la obra maestra a la que había contribuido. Y aún quedaba la segunda parte…

10 comentarios leave one →
  1. hartmanfiction permalink
    22/03/2012 19:19

    Una gran pelicula que queda como la gran pelicula de la mafia, nadie olvidara,aunque no haya visto la pelicula, esa gran bando sonora y a Marlon Brando sentado en su silla como » el padrino». A mi particularmente la que mas me gusto de las tres fue esta, mas que nada porque el padrino solo puede ser Don Vito Corleone y en las posteriores el ya no esta

    • Alberto Loriente permalink*
      22/03/2012 19:24

      Tienes razón, hartmanfiction, que nadie puede olvidar esta película y su banda sonora (de hecho, de ello se encargan muchos músicos aficionados en el Metro!). Y sobre preferencias en la trilogía, a mi me parece claro que la tercera es la peor (aunque me parece muy buena), pero no podría elegir entre las dos primeras; son diferentes, son complementarias, son dos de las mejores películas de la Historia.

      • Antiloo permalink
        23/03/2012 13:47

        Peliculón claro esta.

        Curioso es que siempre dicen que Nino Rota se autocopió de otra banda sonora suya; fortunella:

        Escuchar por el minuto 1:01 y oiréis esa melodía pegadiza y singular que os hará estremeceros.

        Por último, si incluir a Preminger dentro de la generación de la TV es un gazapo para comprobar quién se lee el articulo, resulta brillante; sino, me parce un poco aventurado clasificar como tal a el bueno de Otto, cuando pertenece a una generación anterior.

        Slds y cómo siempre sois unos genios, a ver si el directivo ese lee ya de una vez el artículos y OS PONE UNA REVISTAAAA de una vez.

      • Alberto Loriente permalink*
        23/03/2012 13:58

        Tienes toda la razón, Antiloo, no me voy a pasar de listo , lo de Preminger fue un gazapo en toda regla, que ya he corregido convenientemente. Muchas gracias por la observación y por contribuir a mejorar el blog. Cierto es lo de Nino Rota, de hecho por este motivo no pudo optar a un Oscar que hubiera tenido muchas opciones de ganar, aunque luego la Academia rectificaría la regla y pudo optar a la estatuilla por la segunda parte.

  2. Arzu permalink
    24/03/2012 13:30

    Me gusta el artículo, tanto que espero que con motivo del 40 aniversario de «El padrino II» también gocemos con su segunda parte.

    • Alberto Loriente permalink*
      25/03/2012 16:51

      Cojo el guante, Arzu. De «El Padrino 2» se hablará tarde o temprano en este blog, no sé si por el 40 aniversario, pero tamaña película no se puede dejar sin diseccionar.

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