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El cine del siglo XXI (VIII): «Match point»

19/09/2012

No pintaban bien las cosas para Allan Stewart Königsberg, más conocido como Woody Allen, en el arranque del nuevo milenio. Sus películas –siempre al metronómico ritmo de una al año- perdían fuelle en taquilla y la crítica, antaño postrada a sus pies, empezaba a darle la espalda. La colaboración con Dreamworks dio como fruto cuatro cintas unánimemente etiquetadas como “menores” (“Granujas de medio pelo” , “La maldición del escorpión de Jade”, “Un final made in Hollywood” y “Todo los demás”) que no colmaron la expectativas comerciales y artísticas de la productora de Spielberg, Geffen y Kaztenberg. De ese lote al menos las tres primeras me parecieron en su día (y me lo siguen pareciendo) unos divertimentos sin pretensiones muy disfrutables en los que Allen se alejaba del existencialismo para jugar a sus anchas con la “screwball comedy” con gags y réplicas tan desternillantes que, a mi juicio, justificaban el precio de la entrada y compensaban la posible sensación de agotamiento creativo o autoplagio. Y es que cuando se llevan más de tres décadas en el negocio no se pueden esperar genialidades todos los años. Es imposible.

Pero lo cierto es que tras el fracaso de “Todo lo demás” Woody tensó los músculos y se puso las pilas. Bajo el auspicio de la Fox presentó “Melinda y Melinda”, una obra en la que recuperaba la habilidad para conjugar comedia y drama con lucidez e inteligencia. La crítica y el público volvieron a sonreír, pero lo mejor todavía estaba por llegar. En 2004, de la mano de BBC, Allen decidía cambiar Nueva York, sempiterno marco de todas sus historias, por Londres, ciudad que luego también sería escenario de otras dos cintas más. De esta trilogía “Match point”  es sin duda la mejor, al nivel de sus grandes logros del pasado. La trigesimoquinta película del genial e hipocondríaco judío (en la que no figura como intérprete) es un elegante y preciso drama con tintes de thriller  que reduce al mínimo la verborrea habitual de su cine para erigirse en un complejo, afilado e incisivo estudio sobre la ambición, la pasión, la infidelidad y la culpa. Una cinta que formaría un imprescindible programa doble con “Delitos y faltas”, su obra maestra de 1989, y que, sin perder nunca las señas de identidad  de su autor, supone una bocanada de aire fresco en su obra, lo más parecido a una renovación exitosa de su estilo.

“Match point” introduce ya en su primera escena la metáfora de la pelota de tenis indecisa en la red sobre la que va a pivotar la tragedia que se avecina. Hay momentos en un partido en el que la pelota alcanza a pegar en la red, y por una décima de segundo puede seguir su trayectoria o bien caer hacia atrás. Con un poco de suerte, sigue su trayectoria y ganas. O tal vez no y pierdes”, recita una voz en off antes de presentarnos a Chris Wilton un irlandés de humildes orígenes que llegó a tener cierta popularidad en el circuito profesional de tenis, antes de cansarse de ese estilo de vida y aceptar una plaza de entrenador en un elitista club de Londres donde conoce a Tom Hewett, un joven burgués muy chic con el que conecta inmediatamente y que le invita a asistir a la ópera. Allí le presentan a la hermana de Tom, Chloe, con la que inicia una relación sentimental que le permite ir ascendiendo socialmente y hacerse un hueco entre la aristocracia londinense, tan snob y estirada como la alta sociedad neoyorquina, tal y como parece recalcar el propio Allen. Todo marcha sobre ruedas para Chris hasta que se encuentra a Nola Rice, la novia de Tom, una norteamericana aspirante a actriz tan sensual y volcánica como en el fondo vulgar, de clase baja (como él), de la que queda irremediablemente prendado.

Es formidable el pulso narrativo de Allen, que controla el tempo de la primera mitad de la cinta con la precisión de un cirujano, valiéndose de un certero uso de la elipsis y de una puesta en escena magistral, usando con pericia y no como mero reclamo turístico la Tate Modern, el Covent Garden, lofts y oficinas exclusivas o majestuosas mansiones campestres. Nada falta ni nada sobra. Al contrario que en muchos otros filmes recientes de Allen, aquí ningún plano parece haberse hecho con prisas y de cualquier manera. Sencillamente todo es perfecto. Y dentro de esa excelencia sobresale la escena en la que Chris (un Jonathan Rhys-Meyers ajustadísimo en la piel de un arribista atractivo, reservado y  calculador) se encuentra por primera vez con Nola, una Scarlett Johansson que nunca ha sido captada por una cámara de forma más erótica y carnal (vale, exceptuando la de su iPhone), con la que entabla un duelo dialéctico de sobreentendidos ante una mesa de ping pong en una atmósfera cargada de tensión sexual. No menos memorable es la posterior secuencia en la casa de campo en la que estalla la pasión furtiva entre ambos, rodeados por las espigas y empapados por la lluvia.

Chris no puede olvidar ese breve encuentro y cuando su cuñado decide ceder a la presión familiar y rompe su relación con Nola él ve la puerta abierta para complicarse la vida y embarcarse en una excitante y turbulenta aventura adúltera que le sirve de válvula de escape a su cómodo pero poco emocionante estatus de “nuevo rico” conseguido mediante un limpio braguetazo.  El verdadero problema llegará cuando Chris tenga  que decidir entre conservar esa posición de privilegio que ha logrado y la chica de la que cree estar enamorado pero con la que no vislumbra ningún futuro y que cada vez demanda un compromiso más firme por su parte. Un embarazo no deseado precipitará las decisiones. La cinta pasa entonces del “Rojo y negro” de Stendhal al “Crimen y castigo” de Dostoyevski con una naturalidad ejemplar.  El protagonista se decanta por la opción más radical y expeditiva para solucionar su problema y Allen se adentra en los terrenos de la intriga y el suspense. La ejecución del plan ideado por Chris para quitarse de encima a su amante, que incluye el “daño colateral” de una inocente casera para despistar a la policía, está resuelta con una sabiduría y una dosificación de la tensión digna del mejor Hitchcock.

Allen ya tiene la película donde quería. El espectador, que ha sido testigo  del conflicto interno y la angustia del protagonista y le ha visto manejarse con nervios e ineptitud en su rol de homicida, ya solo espera que al crimen le suceda su correspondiente y justo castigo. Pero los minutos transcurren y el castigo no llega. Como Raskolnikov, como el Judah Rosenthal de “Delitos y faltas”, Chris Wilton desea íntimamente ser atrapado. “Lo que me merezco es ser detenido y castigado. Así al menos habría un pequeño indicio de justicia, una pequeña medida de esperanza de que hubiera un significado”, afirma el asesino atormentado por la culpa en la escena en la que se le aparecen los espectros de sus víctimas. Pero cuando el cerco policial parece estrecharse sobre  él, una insospechada jugada del azar, una absurda casualidad que entronca genialmente con el arranque de la cinta, le permite salir indemne. La conclusión de Allen no puede ser más demoledoramente pesimista. No existe un Dios ecuánime que imparta justicia de forma equilibrada; nuestra existencia depende del azar y la suerte, pero desgraciadamente la pelota siempre parece empecinarse en caer del  mismo lado. Las personas sin escrúpulos triunfan y los débiles pierden. Allen aligera la amargura del desenlace con la comicidad de la impagable escena en la que el inspector de policía ata todos los cabos en un epifánico momento nocturno para comprobar inmediatamente después cómo un caprichoso anillo le echa por tierra toda su teoría.

El tono trágico de la historia está puntuado por una muy bien traída selección musical operística encabezada por “Una furtiva lacrima” de Donizetti  y que incluye fragmentos de “La Traviata”, “Rigoletto” o “Guillermo Tell”, sin espacio para las alegres melodías jazzísticas de los relatos neoyorquinos del director. El reparto de secundarios, entre los que destacan Emily Mortimer, Brian Cox y Penelope Wilton, cumple perfectamente con su labor de arropar a los dos protagonistas, y el guión de hierro firmado por Allen (que sería nominado al Oscar, premio al que no optaba desde “Desmontando a Harry”) debería ser objeto de estudio en las escuelas de cine por la clarividencia y fluidez con la que gestiona ideas, sentimientos, pulsiones emocionales y comentarios sociales.

“Match point” despertó un entusiasmo general enorme, tanto entre la crítica, que la consideró la mejor película de Allen en muchos años, como entre el público. La cinta recaudó en taquilla más que todos sus filmes anteriores juntos e incluso supuso su recuperación en el mercado estadounidense, que hacía tiempo que tenía perdido. El director de “Annie Hall” no ha vuelto a firmar desde entonces una película tan brillante y poderosa (y que me perdonen los muchos fans de la, en mi opinión, un tanto sobrevalorada “Midnight in Paris”).  Solo en “Cassandra’s dream” (2007) volvería a acercarse al registro trágico y ligeramente siniestro de “Match point”, con resultados bastante menos espectaculares, pero de un viejo zorro como Allen uno siempre puede esperar que un año de estos se anote otro punto de partido.

13 comentarios leave one →
  1. Alberto Loriente permalink*
    19/09/2012 22:31

    Simplemente, una película imprescindible. No puedo añadir más a tu excelente post, Jorge. Solo invitarte a que veas de nuevo ‘Midnight in Pâris’ y la puedas disfrutar, que lo merece.

    • Jorge Luis García permalink*
      21/09/2012 1:51

      Muchas gracias, Big Man. Algún día tendré que revisar «Midnight in Paris». A lo mejor tuve la tarde tonta, pero no me pareció ni tan maravillosa ni tan ingeniosa como a muchos de vosotros. En ese estilo «La rosa púrpura del Cairo» me parece rotundamente superior. ¡Saludos!

  2. 26/09/2012 8:52

    Hola Jorge, me pasa lo que Alberto, poco se puede añadir a tu estupendo post. Si acaso comentar que el gran éxito comercial que tuvo fue porque, a pesar de tener toques inconfundibles del genio de Allen, es de las que menos de Allen parece, al menos para el público que no le sigue ni le soporta.
    En cuanto a Midnight en Paris, a pesar de que soy de Allen, como del Atleti (o sea, de por vida) y de que la disfruté, tampoco me parece nada maravillosa, ni ingeniosa, cualquier comentario de Boris Yellnikoff estaría a la altura. Para mi fue como mezclar la Cenicienta, Forrest Gump y un callejeros cultural en París. Aun así, Allen is Allen. Un saludo a todos

  3. Arzu permalink
    26/09/2012 13:44

    Me parece una gran disección de » Match point», muy brillante, sí señor. Aunque, como Albertos, y como ya he dejado claro en mi comentario a tu post de «A Roma con amor» (pues lo he leído primero), por lo que no insistiré más, creo que «Midnight in Paris» es una de sus mejores películas. Lo pensé cuando me sorprendió en el cine y lo he pensado cada una de las tres o cuatro veces que la he visto en casa. En cualquier caso, todo es opinable, salvo la maestría de Woody Allen como creador. Un saludete.

  4. Jorge Luis García permalink*
    27/09/2012 13:32

    Hola, Rubia y Arzu, muchas gracias por vuestras intervenciones y vuestros halagos. Veo con alivio que no estoy solo en mi opinión sobre «Midnight in Paris». A mí me gustó moderadamente pero nunca entendí tanta unanimidad crítica y de público a su favor. Siempre me he quedado con la sensación de que debí perderme algo y que debería comprobarlo en una revisión, pero dudo mucho de que algún día llegue a compartir vuestra muy respetable valoración de obra maestra (la de Arzu y Alberto). Saludos, amigos.

  5. jaime permalink
    09/03/2017 18:56

    Hola, he descubierto por casualidad El Cadillac negro con un post sobre la serie Friends sencillamente maravilloso y al ir indagando un poco, me estoy topando con auténticas joyas, que veo que son antiguas, pero que no por ello las hacen menos brillantes e interesantes.
    Sirva como ejemplo esta crítica a Match Point, para mi una de las mejores películas de Woody Allen en los últimos 20 años (y escribo esto cuando ya ha pasado mucho tiempo desde su estreno), porque nunca había leído un análisis tan perfecto de una película. ES sencillamente impresionante. No le puedo cambiar una coma al contenido, ni mucho menos a la forma de analizar y explicar la película.
    Si el post de Friends me dejó buen sabor de boca, este ha hecho que esta misma noche me apetezca volver a ver (y van…) Match Point. He disfrutado mucho leyendo algo tan brillante.
    Enhorabuena y muchas gracias.

    • Jorge Luis García permalink*
      10/03/2017 1:25

      Jaime, comentarios como el tuyo renuevan nuestra fe en lo que hacemos. Muchas gracias a ti por encontrarnos; esperamos seguir dándote motivos para que te quedes por aquí.

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