«Cosmopolis», la tediosa odisea de Cronenberg
Uno ya no sabe qué esperar de David Cronenberg. Tras alcanzar la cima de su cine en la década pasada con la notable “Spider” (2002) y las magistrales “Una historia de violencia” (2005) y “Promesas del Este” (2007) (ampliamente reseñadas y analizadas en este post), la espesura plomiza de la infumable “Un método peligroso” (2011) resultó toda una decepción para mí, aunque me consolé pensando aquello tan socorrido de que “el mejor escribiente echa un borrón”, máxime cuando después llegaron las primeras imágenes de “Cosmopolis”, adaptación de una novela de Don DeLilllo, que prometía enfrentarnos ante un thriller paranoico y poliédrico con el que retornar a la senda de la excelencia. Pues tampoco. “Cosmopolis” es la segunda desilusión consecutiva que me llevo con Cronenberg y una razón de cierto peso para empezar a sospechar del rumbo futuro del realizador canadiense.
Y es que en apariencia la última cinta del director de “La mosca” lo tenía todo para ser una de las citas ineludibles en la mediocre cartelera otoñal para todo cinéfilo que se precie, pero me temo que el boca a oreja va a ser implacablemente disuasorio, y con razón. “Cosmopolis” es una alegoría sobre el fin del capitalismo que habla con urgencia del aquí y el ahora, de la crisis económica que aprisiona al mundo occidental, del moribundo sistema de valores por el que nos regimos, de la angustia, alienación, aislamiento y deshumanización del hombre moderno. Para ello nos cuenta la odisea de 24 horas de Eric Packer, un joven “tiburón” neoyorquino que pretende cruzar Manhattan en su limusina para cortarse el pelo, mientras que sus negocios peligran, su matrimonio hace aguas y en el exterior el mundo está en llamas, alimentadas por los disturbios y las tensiones que generan la visita del presidente de EE.UU ¿Sugerente, verdad? Pues bien, lo que vemos en pantalla no puede ser más tediosamente pretencioso, irritantemente verborreico y ridículamente vacuo.
Básicamente la cinta se reduce a representar los episódicos encuentros del protagonista con una fauna de personajes (algunos interpretados por actores de prestigio como Juliette Binoche, Mathieu Amalric, Samantha Morton o Paul Giamatti) que entran en su limusina, sueltan su rollo y se largan. Se suceden las reflexiones intelectualoides, los aforismos pretendidamente profundos y las sentencias lapidarias, todo servido en un tono discursivo insufrible y pedantorro para dar forma a una empanada forzadísima de muy pesada digestión. Los diálogos entre Packer y el resto de caracteres, que en realidad no son más que puras y antipáticas abstracciones que representan de forma muy obvia y autoconsciente conceptos como el consumismo, el sexo, el poder o la tecnología, son absurdos, cuando no exasperantes o soporíferos. Parece ser que Cronenberg se ha limitado a cortar y pegar páginas enteras de la novela de DeLillo, que no he leído pero que me aseguran que no es precisamente de las más logradas de su autor. Sea mejor o peor el libro, su traslación al celuloide no funciona, o funciona como si un Bret Easton Ellis en estado de embriaguez hubiese reescrito “Esperando a Godot”.
Tampoco es que Cronenberg ayude con su puesta en escena a hacer más asimilable la árida densidad de su propuesta. El canadiense se muestra aquí extremadamente funcional, aséptico y minimalista, y, consciente del reto narrativo que supone que gran parte del metraje transcurra en un único y pequeño escenario, lo fía todo a la fuerza expresiva del plano-contraplano (con algún picado ocasional) y a la excelente fotografía, que sí logra crear una atmósfera turbia y claustrofóbica, aunque huérfana de tensión. También falta sangre en las venas, nervio y autenticidad. Solo cuando el protagonista abandona la lujosa nave espacial con la que surca la ciudad y aparece el personaje de Paul Giamatti se insufla algo de vida a la función, aunque para entonces ya es demasiado tarde. No me atrevería a culpar del desaguisado a Robert Pattinson, que desde que se anunció que protagonizaría la película dejó a más de uno con cara de WTF?. Es cierto que el tipo no es el colmo de la expresividad, pero su distante frialdad interpretativa quizás sea adecuada para recrear a un altivo e insensible broker ajeno al mundo real que se pasa el día entre gadgets tecnológicos, sexo mecánico y exploraciones de próstata.
Es una lástima, porque en algunos rincones de “Cosmopolis” se intuyen retazos de la película que podía haber sido con un enfoque menos retórico y más “convencional”. Estoy seguro de que Cronenberg ha hecho exactamente el filme que él quería hacer, y no descarto que con el tiempo pueda convertirse en una cinta de culto porque tiene detallitos aquí y allá para ello (esos ocasionales e inesperados golpes de efecto, cierta capacidad hipnótica, ese clima apocalíptico apenas vislumbrado a través de los cristales del futurista vehículo), pero desde luego que no es la que a mí me gustaría haber visto, aquella que me vendieron en el sensacional y desasosegante trailer. Tal vez haya que esperar a esa segunda parte de “Promesas del Este” para reencontrarse con la versión del cineasta que nos encandiló a muchos, pero de momento “Cosmopolis” certifica el divorcio provisional entre Cronenberg y gran parte de su audiencia.
amigo jorge, siempre estoy de acuerdo con tus criticas, y aun no he visto esta pelicula, pero el el blog de la butaca, una señorita que alli escribe la pone de obra maestra y le da la maxima puntuacion, asi pues parece ser que esta pelicula genera opiniones muy dispares, yo conociendo la filmografia del director me espero mas algo parecido a lo que tu comentas que a una obra maestra, en fin ,el tiempo la pondra en su sitio
A mí de momento me has disuadido de verla, incluso de leer la novela.
Hola, amigos Carlos y Minnie, muchas gracias por vuestros comentarios.
No dudo de que tratándose de Cronenberg más de un crítico habrá visto una obra maestra en «Cosmopolis», pero yo no puedo engañarme (ni engañaros) obligándome a creer algo que ni he visto ni he sentido. Jamás pondré por las nubes a una película que me ha transmitido tanto tedio, irritación y bostezos. Tampoco quisiera disuadir a nadie de antemano, por eso dejo claro que «Una historia de violencia» y «Promesas del Este» me encantaron, mientras que «Un método peligroso» me decepcionó amargamente, para que sepáis de qué palo voy y a qué ateneros. Muchos críticos sí vieron en el cara a cara entre Jung y Freud otra obra maestra, así que si también es vuestro caso dadle una oportunidad a «Cosmopolis». Un saludo.
No te preocupes, no pensaba verla en el cine, no me motiva para nada el actor y la historia creo que no aporta nada para verla en la gran pantalla,si la emiten en la television en el futuro le daremos una oportunidad, pero como te digo, no me llama para nada la atencion
sobre una historia de violencia y promesas del este, me gustaron mucho , pero es que la tematica ganster es mucho mas llamativa a priori que lo que plantea cosmopolis