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El cine del siglo XXI (X): «El Señor de los Anillos»

11/12/2012

Lord of the Rings_Trilogy Poster

“El Señor de los Anillos” es, ante todo, el sueño de un loco, la catedral megalómana de un visionario, el monumental desafío de un romántico idealista.  Probablemente el neocelandés Peter Jackson no era del todo consciente cuando se le ocurrió llevar al cine la idolatrada obra maestra de John Ronald Reuel Tolkien de los obstáculos aparentemente insalvables que se iba a encontrar en su camino. Tenía por delante la ingente tarea de adaptar un texto inabarcable (y no solo por sus más de 1.000 páginas), labor en la que ya había fracasado Ralph Bakshi con su inacabada versión animada de 1978, y, no menos importante, iba a tener encima las miradas escrutadoras de miles de devotos del libro que no iban a perdonar una sola traición a la palabra de Tolkien. Por otro lado, su curriculum, en el que destacaban varias piezas icónicas del horror más gore (“Bad taste”,“Braindead”) y la singular e hipersensible “Criaturas celestiales”, no parecía ser suficiente aval para responsabilizarse de una superproducción tan titánica y, para colmo, el cine de fantasía medieval a principios del siglo XXI estaba tan muerto como el hair-metal desde que en los 80 viviese sus años de esplendor.

Pese a todo, Jackson se embarcó en un proyecto de dimensiones faraónicas que probablemente en unas manos menos apasionadas y en una voluntad menos férrea habría acabado inevitablemente en un rotundo fracaso. Siete años de preparación, 300 millones de presupuesto ( financiado principalmente por New Line, que desde el principio apostó fuerte por la empresa); un pionero y osado plan de rodaje según el cual se rodarían las tres partes –“La Comunidad del Anillo” (2001), “Las Dos Torres” (2002) y “El Retorno del Rey” (2003)- de modo simultáneo en un periodo de un año y medio;  2.400 técnicos contratados; una empresa de efectos especiales neozelandesa, Weta, dispuesta  a reventar el dominio ejercido durante lustros en el sector por Industrial Light & Magic; y un comprometido reparto que conjugaba hábilmente caras famosas con auténticos desconocidos, fueron algunos de los ingredientes necesarios para elaborar un cóctel explosivo, espectacular y emocionante que marcaría a fuego el cine de evasión del siglo XXI y que se convertiría en el “Star Wars” de una nueva generación, un producto destinado a perdurar por muchos años en la memoria de cientos de miles de aficionados al género fantástico.

La comunidad del anillo_1

Quizás el mayor mérito del director de “Agárrame esos fantasmas” fue su capacidad para capturar el espíritu de la obra de Tolkien sin ser esclavo de la fidelidad absoluta a la letra. Otras muchas adaptaciones fallan al tratar de encajar en la película TODAS las tramas de la obra original (pienso, por ejemplo, en Harry Potter, fenómeno coetáneo al que nos ocupa), resultando de ello una molesta y torpe hipertrofia narrativa. A Jackson, Fran Walsh y Philippa Boyens no les tembló el pulso a la hora de eliminar pasajes del libro que obstruirían la fluidez de la historia o readaptar otros, siempre con respeto y teniendo en cuenta que el lenguaje fílmico y el escrito, aunque comparten muchas cosas, son muy diferentes. Aún más sorprendente resulta que el director se la arreglara para conducir con naturalidad y elegancia durante  casi 11 horas que dura la obra completa las múltiples líneas argumentales que recorren la epopeya  sin morir en el intento. Su talento para alternar hiperbólicas escenas de acción y batallas con momentos íntimos de conmovedor poderío emocional permiten que la narrativa nunca se haga pesada y que pese a la excesiva duración de cada película el espectador nunca termine saturado.

La historia de “El Señor de los Anillos” es, como todo el mundo sabe, el viaje épico de un hobbit, Frodo Bolsón, desde la plácida y alegre Comarca en la que ha vivido toda su vida hasta el infernal Monte del Destino donde deberá arrojar el Anillo Único para impedir que el Señor Oscuro, Sauron, someta a su maléfica tiranía a toda la Tierra Media. En la empresa estará acompañado por el sabio mago Gandalf, los hombres Aragorn y Boramir, el enano Gimli, el elfo Legolas y otros tres nobles y simpáticos hobbits. El viaje será tortuoso y atiborrado de durísimas dificultades  en las que valores como el honor, la lealtad, la amistad o el amor serán puestos a prueba por las tentaciones del poder, la avaricia o la traición. Al final, se trata de la sempiterna lucha entre el Bien y el Mal, en el marco de un legendario mundo de fantasía y magia imposible que se presenta ante nuestros ojos como nunca antes se había visto en una pantalla de cine.

Un brillante prólogo en el que se nos cuenta la historia del Anillo de Poder entre oscuros ecos de leyendas de sabor artúrico y medieval da inicio a “La Comunidad del Anillo”, probablemente mi parte preferida de la trilogía, pues es en esta cinta en la que se sientan las bases estéticas, argumentales y tonales sobre las que se levantará tan magna obra. Es también la cinta en la que quedan ya perfectamente perfilados los personajes principales, a los que Jackson trata con mimo y cariño especial, y en la que mejor se percibe la excitación de comenzar una aventura peligrosísima pero apasionante. Aquí conocemos a Frodo, un pequeño y afable ser interpretado con intensidad por un Elijah Wood de enorme mirada azul, sobre el que recaerá una responsabilidad abrumadora que poco a poco irá transformando su ser dramáticamente; nos encontramos en el porte de un soberbio Ian McKellen con la sabiduría milenaria del mago Gandalf el Gris, sabedor del maléfico poder de un objeto minúsculo (el auténtico protagonista de la historia) capaz de sacar lo peor de aquel que cae bajo su embrujo; y se nos presenta a Aragorn, el valeroso montaraz que tarde o temprano tendrá que aceptar el destino heroico que durante tanto tiempo ha esquivado, interpretado con gran convicción y dignidad por Viggo Mortensen. En realidad, todo el elenco está perfecto y ajustado a lo que se espera de sus personajes. Desde Sean Bean en la piel del trágico guerrero Boromir hasta Sean Astin como Sam, el fiel escudero de Frodo, pasando por la divinidad gaseosa y distante que Cate Blanchett le insufla a la dama Galadriel, la presencia elegante de Orlando Bloom como el elfo Legolas, la belleza de Liv Tyler como Arwen (personaje de recorrido más largo que en el libro) o la diabólica presencia que Christopher Lee aporta al mago Saruman.

Hobbits

Jackson es consciente de que el trabajo de todos sus departamentos técnicos (diseño de producción, vestuario, maquillaje) es extraordinario y no deja pasar ninguna oportunidad de hacerlo brillar en la pantalla. Poseído por un sentido del espectáculo que conjuga a Cecil B.De Mille y David Lean, el orondo cineasta se recrea en majestuosas tomas aéreas que capturan la grandiosidad de los paisajes neocelandeses, nos embelesa con el encanto costumbrista de la Comarca,  nos empapa del esplendor luminoso de Rivendel , nos cautiva con la oscuridad mística del bosque de Lothlórien, nos domina con sus travellings circulares alrededor de la ominosa torre de Isengard y nos aterroriza con su ejército de criaturas del averno, en el que caben Orcos, Trasgos, Uruk-hais y Jinetes Negros o Nazgûl. Pero, sobre todo, nos subyuga en el extenso tramo central que acontece en el oscuro corazón de las minas de Moria. Aquí la aventura no da tregua, el hedor del mal impregna todo el ambiente y la emoción alcanza cotas siderales. Desde el enfrentamiento con los orcos y el troll de las cavernas hasta el desigual combate final entre Gandalf y el demonio de fuego, el Balrog, el espectáculo es absolutamente portentoso, posiblemente los momentos más vertiginosos de toda la trilogía.

Pero “La comunidad del Anillo” no lo fía todo a sus grandes momentos de acción y es igualmente consistente en sus escenas tranquilas y de diálogos. En ese sentido es vital la secuencia del concilio de Elrond, en el que quedan expuestas las diferencias entre las distintas razas de la Tierra Media, pero también son reveladores las conversaciones entre Gandalf y el viejo Bilbo, en las que se ponen de manifiesto la dependencia y la obsesión que genera el Anillo, o las enseñanzas que el viejo mago le transmite a Frodo en los momentos de descanso. Hacía mucho tiempo que no se veía en el cine una épica tan hermosa, abrumadora y emotiva, no solo por la magnitud de los acontecimientos y  la grandilocuencia visual, sino por la fuerza, sinceridad y corazón que rezuman sus personajes.

La comunidad del anillo_Uruk Hai

Tras epatar a conversos y profanos (las voces críticas con las licencias que se tomaron los guionistas fueron acalladas por el entusiasmo general de crítica y público), Jackson propone en “Las Dos Torres” una nueva experiencia visual arrolladora.  Sin embargo, en esta segunda parte se respira una sensación más oscura, siniestra y sombría. La sombra del abatimiento y el pesimismo se va adueñando de casi todos los personajes, al tiempo que sus dudas, temores y evolución están tratados con mayor profundidad que en el episodio anterior. Sin mayor preámbulo, la cámara sobrevuela las Montañas Nubladas y súbitamente se arroja a los abismos de Moria, donde Gandalf lucha a muerte con el antiquísimo Balrog. Después Jackson orquesta un complicado ejercicio de equilibrismo en el que se alternan con maestría tres líneas argumentales. Por un lado, Frodo y su inseparable Sam en su penosa travesía hacia Mordor para destruir el Anillo; por otro, los hobbits Merry y Pippin capturados por los Orcos, y finalmente la facción heroica de la Comunidad (Aragorn, Legolas y Gimli) a su rescate. A pesar de que el material en esta ocasión es más denso y estático, el cineasta sabe conducirse con maestría entre las subdivisiones y alianzas de los dos bandos, compensando protagonismos, recurriendo a flashbacks o escenas orínicas cuando lo estima pertinente  y presentando a nuevos personajes que insuflan nuevos bríos a la trama. Así, aparecen Théoden, el orgulloso rey de Rohan (encarnado por Bernard Hill), preso inicialmente del hechizo de Saruman a través del taimado Grima Lengua de Seripiente; sus sobrinos Eowyn y Eomer;  Faramir, el desdichado hermano de Boromir; o los Ents, árboles parlantes herederos de Harryhausen que protagonizan, quizás, los momentos menos inspirados de la cinta.

Las dos torres_Gollum

Por  encima de todos sobresale Gollum, convenientemente escondido en la primera película para ofrecerse ahora en todo su esplendor. Baste decir que en su momento este repulsivo y desgraciado ser recreado a partir de los movimientos, gesticulaciones y voz del actor fetiche del motion-capture, Andy Serkis, fue la criatura digital más perfecta y verosímil que se había visto nunca en una pantalla de cine, dejando muy por debajo de la altura del betún a ensayos anteriores como el infecto Jar-Jar Binks de George Lucas. Aunque aquel nivel técnico hoy, diez años después, ha sido ya rebasado, pocas veces hemos vuelto a ver un personaje virtual tan fascinante y complejo. Sus miradas, su gestualidad o sus esquizofrénicos soliloquios no han sido superados. Gollum, la víctima más desgraciada del Anillo, representa aquello en lo que Frodo podría convertirse, por eso el pequeño hobbit no puede evitar sentir compasión por una criatura tan torturada con la que comparte una obsesión.

En “Las dos torres” abundan las escenas brillantes, como ese lírico y mortuorio viaje a través de la Ciénaga de los Muertos o la llegada a la imponente Puerta Negra de Mordor, pero sobre todo siempre será recordada por ese “tour de force” narrativo y visual en el que Jackson convoca los espíritus de Eisenstein y Kurosawa que es la batalla del Abismo de Helm, un multitudinario y nocturno combate final bajo la lluvia entre los hombres de Rohan, los Elfos y los Uruk-Hais deslumbrante por la cantidad de recursos técnicos desplegados, la perfecta combinación de personajes reales y creaciones infográficas, su claridad expositiva y su aliento épico y emocional. “La dos torres” corrobora que la quimera de Jackson va en serio y, como reflexiona el mismísimo Sam en los últimos minutos a propósito de su viaje, está en el camino de convertirse en una leyenda que será transmitida de generación en generación.

Gandalf y Theoden

“El Retorno del Rey” es la conclusión dramática de la colosal epopeya de Jackson, y el director echa el resto, consciente de que el impacto final de su creación depende en gran medida de que el desenlace esté a la altura de la presentación y el nudo. Es cierto que en este tercer episodio hay menos historia que desarrollar y probablemente sea el que peor funciona como entidad autónoma, pero también es en el que todos los personajes se enfrentan a su destino y la épica alcanza una catarsis apoteósica. “El retorno del rey” se expande como un crescendo continuo de acontecimientos que desembocan en un prolongado e intensísimo clímax final en el que las emociones y los sentimientos estallan en la pantalla y las lágrimas se agolpan en las retinas del espectador. Todo comienza con otro fantástico prólogo, en el que se nos cuenta la historia de Gollum -antes conocido como el hobbit Smeagol-, su encuentro con el Anillo Único y cómo éste le corrompe y le consume hasta convertirle en la criatura que es ahora. A partir de ahí se entrelazan el viaje de Frodo, Sam y Gollum, que cuanto más se acercan a Mordor más desconfían entre sí, y los preparativos para el enfrentamiento final entre las huestes de Sauron y los hombres de Gondor, mientras que la fotografía se vuelve más apagada y mortecina.

Este primer tramo está dominado por una calma tensa previa a la tempestad que se va a desatar, en el que hay espacio para instantes tan gozosos como la llegada de Gandalf (que recupera protagonismo respecto a “Las dos torres”) a la imponente ciudad blanca de Minas Tirith;  la bellísima secuencia del incendio de las almenaras;  el sacrifio de Faramir en Osgiliath en cumplimiento de las órdenes de su desquiciado padre, Denethor, el patético senescal de Gondor , mientras Pippin entona una triste melodía ante éste; o la entrada de Aragorn, secundado por Legolas y Gimli, al amenazador Sendero de los Muertos, donde definitivamente deja atrás sus dudas y asume su condición de heredero de Isildur y rey de Gondor.

Minas Tirith

Es entonces cuando comienza la batalla de los campos de Pelennor, una de las cumbres del cine bélico de todos los tiempos, un derroche audiovisual de proporciones monstruosas, en el que la iniciativa va cambiando de bando según van introduciéndose nuevos elementos: catapultas gigantescas; Grond, el ariete que abre brecha en la puerta de Minas Tirith; los Nazgûl montando aterradoras bestias aladas; los Rohirrin lanzándose a la carga en un momento heroico absolutamente demoledor; la entrada de los Olifantes y, finalmente, el desembarco del ejército de los Muertos convocados por Aragorn. Jackson no solo articula este carrusel de más de una hora de duración con mano de hierro y un sentido del espectáculo inigualable, sino que además intercala el tenebroso segmento del enfrentamiento de Frodo con la espeluznante Ella-La Araña, en los instantes en que la trilogía más se adentra en el puro género de terror.

Y tras tamaño exhibición técnica y artística, aún queda la batalla final ante la Puerta Negra; la agónica escalada de los pequeños hobbits al Monte del Destino, donde Sam se reivindica como el auténtico héroe de la historia; y la destrucción final de Anillo, conmovedores minutos de leyenda en los que se subliman los valores que han definido toda la obra: la amistad, el sacrificio, el honor o la solidaridad de todas las razas en la lucha contra el mayor de los Males. Después de eso a Jackson le cuesta despedirse de sus personajes y se recrea en un largo epílogo en el que se encadenan varios falsos finales en los que les rinde merecido tributo y se deja llevar por ese sentimiento de melancolía y vacío que siempre sigue a un viaje de tanta intensidad, el mismo que se adueña del espectador que ha sufrido, se ha emocionado y ha gozado con una obra irrepetible e imperecedera.

Oliphants

Sería muy injusto no mencionar la fundamental aportación de la banda sonora de Howard Shore para toda la trilogía, una sinfonía monumental sin la cual ya no podrían entenderse las imágenes de Jackson. Desde la preciosa melodía compuesta para los Hobbits hasta el mayestático motivo de Góndor, pasando por la memorable fanfarria de la Comunidad, los metales inquietantes de Isengard, la regia melodía que define a los elfos, la languidez celta de Rohan o la pesadumbre del tema central del Anillo, el compositor captura con brillantez la esencia de cada cultura de la Tierra Media y realza la belleza épica de las imágenes que acompaña.

Jackson rodó mucho más material que el que se exhibió en las salas de cine y para su publicación en DVD preparó unas ediciones extendidas en las que se ampliaban escenas y se introducían otras nuevas sin que el ritmo se resintiera, pese al notable incremento de metraje que suponían. Así, pudimos presenciar momentos que merecieron pasar el corte pero que inexplicablemente se quedaron inicialmente en la sala de montaje, como la introducción a las costumbres de los hobbits, el flashback de Boromir junto a Faramir y Denethor, la muerte de Saruman o la aparición de la Boca de Sauron en la Puerta Negra. Además, se rumorea que aún hay en algún cajón secuencias nunca vistas que podrían ver la luz en una futura edición re-definitiva.

Aragorn y el ejército de los Muertos

“El señor de los anillos” cosechó un impresionante éxito en taquilla, recaudando sus tres películas casi 3.000 millones de dólares en todo el mundo, y se convirtió en todo un fenómeno sociocultural como en su momento lo fueron “E.T” o “Star Wars”, contribuyendo, junto a Harry Potter, a un renacimiento del género. Además, colocó un listón casi insuperable para futuras franquicias que pretendieran hacer del entretenimiento un arte. La crítica, en su gran mayoría, aclamó la ambición de Jackson y los Oscar se rindieron por primera vez ante una superproducción fantástica al otorgarle 11 estatuillas a “El Retorno del Rey”, entre ellos mejor película y director (empatando así con “Ben-Hur” y “Titanic”), y 17 al total de la saga, todo un récord para una trilogía cinematográfica. Tras suceder (provisionalmente) a James Cameron como “rey del mundo” , el rollizo Jackson adelgazó, volvió a embarcarse en una superproducción megalómana con resultados notables, “King Kong” (2005), y se quedó a medias de todo con su adaptación de “The lovely bones”  (2009) de Alice Sebold, antes de volver a engordar y regresar a la Tierra Media para, después de muchos tiras y aflojas, ponerse al frente de “El Hobbit”, nueva trilogía llamada a resucitar la fiebre por el universo de Tolkien pese a partir de un relato de mucha menos resonancia épica y emocional. Las expectativas, para su gloria y también desgracia, son demasiado altas.

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17 comentarios leave one →
  1. Alberto Loriente permalink*
    11/12/2012 14:34

    Perfecto repaso, Jorge, a lo que, como bien dices, es el ‘Star Wars’ de la generación del nuevo siglo. Yo cuando empecé la saga no era muy entusiasta respecto a ella, pero ‘La comunidad del anillo’ me gustó, me hizo retroceder hasta los años 80 y reviví el espíritu aventurero de títulos como ‘Willow’. ‘Las dos torres’, pese a su innegable espectacularidad, ejercía de puente y me pareció algo más floja, pero definitivamente me hice fan de la saga con ‘El retorno del rey’, una sobredosis de épica magistral a la que solo le sobran unos minutillos de su alaaaaaaaargado final.

  2. Anónimo permalink
    11/12/2012 23:52

    Gran artículo, un magnífico repaso a la obra capital de Jackson. Coincido cuando comentas que «El retorno del rey» es la más floja como entidad unitaria, lo que hace que sea la que menos me gusta. No coincido en lo referente a los Ents, para mí de lo mejor de Las dos torres.

  3. Jorge Luis García permalink*
    12/12/2012 0:57

    Muchas gracias, Alberto y Álvaro, por vuestros comentarios. Ambas aportaciones me corroboran que no hay consenso general a la hora de dictaminar cuál es la mejor película de la trilogía. Cada espectador tiene su parte favorita, o su momento preferido (que a lo mejor forma parte de la película que menos le gusta), y eso dice mucho a favor de la saga. A mí me gusta considerarla como una gran sinfonía en tres partes que cobra todo su sentido cuando se contemplan una detrás de otra (no digo del tirón, porque eso es una salvajada con la que alguna vez fantaseé pero que nunca me atreví a cumplir).
    En cuanto a los Ents, siento no compartir tu entusiasmo, Álvaro. Visualmente me parecen muy rígidos en comparación con el resto de criaturas, y su aletargante forma de expresarse casi llega a romperme el ritmo. ¡Un saludo!

  4. 12/12/2012 18:41

    ¡Excelente artículo! Me quedo sin duda con la batalla del abismo de Helm y la carga de los Rohirrim galopando cuesta abajo. En cuanto a épica y belleza, esa escena se lleva la palma. Saludos!
    Fernando

    • Jorge Luis García permalink*
      13/12/2012 20:32

      Hola Fer, muchas gracias por tu halago. Lo cierto es que ese clímax del abismo de Helm con la silueta de Gandalf alzándose en el horizonte y la galopada de los Rohirrim es estremecedora. Un saludo!

  5. Xoloitzcuintles permalink
    12/12/2012 21:35

    Muy buen resumen de esa maravillosa trilogía que nos hizo soñar despiertos a tantos niños. Muchos de los que aún no asomábamos la cabeza por los mostradores en la época de las películas pasamos muchas tardes recreándola o revisitándola en casa.

    La comparación con «Star Wars» es muy acertada, pues al igual que la saga galáctica, marcó a una nueva generación de amantes ya no sólo del genero fantástico, sino también del cine en general, que quizá no seguiríamos tanto sin el trabajo de Peter Jackson y compañía.

    Espero impaciente el inicio de la (en principio) exagerada trilogía de «El Hobbit» y su posterior crítica en este cadillac.

    Un saludo y felicidades por el blog.

    • Jorge Luis García permalink*
      13/12/2012 20:38

      Hola Xoloitzcuintes, muchas gracias por tu comentario y por tus felicitaciones. Me alegra comprobar que esta trilogía significó para muchos de vosotros lo mismo que «Star Wars» para los de mi generación. Yo ya tenía 25 años en la época de «La Comunidad del Anillo», pero viéndola en el cine sentí un regocijo juvenil que me transportó a aquellos maravillosos años de la infancia-preadolescencia.
      Muy pronto escribiremos por aquí sobre «El hobbit» y ojalá que sea para bien. Te esperamos. Un saludo!

  6. Tamara de Lempicka permalink
    14/12/2012 15:02

    Hola Jorge,

    ‘Tour de force’ el tuyo, al meterte a comentar semejante gigante cinematográfico. Como bien se puede ver de los comentarios anteriores, creo que para cada uno de nosotros ha significado cosas diferentes, pero para la mayoría es el reencuentro con la ilusión del cine fantástico más grandioso, espectacular y lleno de emoción.

    Recuerdo que cuando se estrenó «La Comunidad del Anillo», yo apenas sabía nada de los hobbits ni del mundo de Tolkien, salvo vagas referencias -nunca me he leído ninguno de sus libros-, pero fui a uno de los extintos cines de la Gran Vía madrileña arrastrada literalmente por una marea humana (definitivamente eran otros tiempos) y con la ilusión de una niña en la mañana de Reyes, no sabiendo muy bien qué me iba a encontrar cuando se encendiera la gran pantalla.

    Y lo que vi me fascinó, quizás por eso la primera siga siendo mi preferida de las tres entregas. Probablemente por lo que dice Alberto: sus historias me traían recuerdos de muchas películas sobre el género fantástico vistas en mi niñez, y también coincido con él en que la más oscura, la segunda, es el puente necesario hacia la más épica y grandiosa, la que termina la saga.

    Ya por último diré que acabo de leer la crítica (por llamarlo de alguna manera) que Boyero ha escrito sobre «El Hobbit» y no la comentaré porque cada uno se debe hacer su propia opinión sobre la precuela que se acaba de estrenar -en mi caso aún me pregunto si era necesaria y si la iré a ver-, pero lo que sí me parece provocador y ofensivo por su parte es que trate de comparar sagas como las de «El Padrino» con las de «El señor de los Anillos», «y demás criaturas extrañas», como él las llama, dando a entender que son excluyentes: como si a mí que me fascina la trilogía de «El Padrino» no pudiera hacerlo igualmente, aunque claramente de otro modo, la de Jackson. Sin comentarios.

    Saludos mil!

    • Jorge Luis García permalink*
      15/12/2012 13:31

      Hola querida Tamara. Como bien expresas en tu comentario, los que fuimos niños en los 80 tenemos un apego especial por «La Comunidad del Anillo» porque nos devolvió recuerdos y sensaciones de muchos años atrás, de cuando el género fantástico reinaba en las pantallas y los videoclubes. Luego nosotros crecimos y el género se perdió, junto a nuestra infancia, en la noche de los tiempos de los años 90, pero Peter Jackson nos hizo recordar lo maravillosas que eran esas películas.
      En cuanto a Boyero, yo he pensado exactamente lo mismo que tú al leer su ¿crítica?. Lo de confrontar la saga de «El Padrino» con ésta o la de «Star Wars» es pura demagogia. A mí siempre me ha gustado leer a Boyero porque cuando algo le gusta escribe con pasión (bien es cierto que se repite como el ajo), pero tengo claro que para según qué películas y qué generos no hay que hacerle ningún caso. En el caso de «El Hobbit», lo que ha escrito no es una crítica de la película, sino un perezoso conjunto de vaguedades de abuelo cebolleta urdido para quitarse de encima el molesto marrón que le había caído encima. Dudo de que siquiera viese la película. La responsabilidad última, en todo caso, es de «El País», que debería seleccionar mejor a qué críticos mandar a ciertos pases de prensa. ¡Un saludo!

      • Charlie permalink
        16/12/2012 18:58

        En referencia a lo que has dicho de Boyero, el otro día Fausto Fernández (al que por cierto le encantó El Hobbit) comentó en Twitter que durante el pase de prensa algún que otro crítico se levantó de su butaca a la media hora de proyección, lo que, según él, no le impediría «escribir el viernes su crítica». Apuesto a que se trataba de Boyero. Es su estilo habitual cuando algo no le gusta y termina traduciéndose en ese tipo de no-críticas.

        Excelente análisis de la trilogía.

      • Jorge Luis García permalink*
        19/12/2012 1:58

        Muchas gracias por el halago, Charlie. Fijo que el que se marchó fue Boyero; no sería la primera vez que ha alardeado de eso. ¡Un saludo!

  7. Dulce permalink
    24/01/2014 18:00

    Me gustó mucho tu artículo, creo que tienes razón al decir que todos los departamentos técnicos de las películas son muy buenos, yo vi en hbo go la de Las Dos Torres y me impresionó cómo hicieron a los Ents, se ven realmente muy bien hechos, no dudas que sean reales esos árboles vivientes.

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