Soundgarden y ‘King Animal’: Caer en días grises
‘Fell On Black Days’ rezaba el título de uno de los grandes himnos de la época clásica de Soundgarden. Porque en la música de la banda de Seattle no había medias tintas, todo era prácticamente negro tenebroso, en una mágica exploración a través de música y letras de la complicada y turbia psique humana. De vez en cuando, este profundo negro mutaba repentinamente en un blanco cegador, con sus siempre pletóricos aportes melódicos, lo que hacia del conjunto una utilización maestra del contraste entre dos caras que siempre se mostraban en su máxima expresión. No cabía ni un ligero matiz del resto de la paleta cromática.
Ya en su momento os contamos las enormes ganas que teníamos de su regreso, 15 años después de su disolución, y su reaparición en España en directo en el Sonisphere de Getafe, que dejó opiniones para todos los gustos. Pues bien, ahora nos enfrentamos a lo más relevante, su esperadísimo retorno discográfico con ‘King Animal’. Anhelábamos contar de nuevo con Soundgarden en el circo del rock, pero no es menos cierto que ante este tipo de regresos el fan siempre alberga un miedo interior a que nada vuelva a ser como antes, es decir, a que ese sagrado nombre que creías no iba a ser nunca manchado, te decepcione y te haga mirarlos bajo otro prisma menos apasionado y más cínico.
Comienza la escucha y la impresión es buena. ‘Been Away Too Long’ es un primer single perfecto para el disco. La mente se retrotrae a demasiados años atrás cuando escuchas la prodigiosa voz de Chris Cornell -siempre he pensado que las guitarras fuertes era el acompañamiento perfecto para ella- , la inconfundible guitarra de Kim Thayil y la exhuberancia rítmica de un maestro de la percusión como es Matt Cameron, todo ello bajo la eficaz y maximalista producción de Adam Kasper (en una onda mucho más cercana al Michael Bierhorn de ‘Superunknown’ que al Terry Date de ‘Badmotorfinger’ o a la producción del propio grupo en ‘Down on the Upside’). La canción funciona perfectamente, es más sencilla de lo que es habitual en la banda, pero es enérgica y contiene un muy buen estribillo. No decrece la satisfacción con ‘Non State Actor’, sobre todo por ese gran riff, tan original como inconfundible para un buen seguidor de Soundgarden. Con la de guitarristas mediocres que hay en el mundo, que Thayil haya estado tanto tiempo en el dique seco es algo que no nos podemos volver a permitir
Sin embargo, cuando proseguimos la escucha, nos damos cuenta dolorosamente de lo que nos temíamos: que Soundgarden han caído en el gris, ese color del que solo escapan los verdaderamente grandes. Están por primera vez en el terreno de palabras como ‘correcto’, ‘digno’, ‘disfrutable’, muy válidas para la mayoría de los casos, pero que no nos gustan que se asocien a una de nuestras bandas favoritas. ‘By Crooked Steps’, el tercer tema, inicia el camino que recorre casi todo el resto del álbum: canciones entre dignas y muy dignas que no comprometen el buen nombre de la banda pero que sí los saca un tanto de su parcela en el Olimpo y los vuelve terrenales.
Que no se asusten los no demasiado familiarizados con Soundgarden. Escuchado con oídos frescos, el disco es potente, variado y tiene unas cuantas canciones muy buenas, todo tocado por unos músicos tremendamente convincentes, de hecho, bien pudiera ser una buena puerta de entrada para los melómanos más jóvenes a un mundo tan apasionante como la discografía pretérita de los de Seattle. Incluso los aficionados veteranos pueden gozar con los efluvios hindúes de ‘A Thousand Days Before‘, que trae tantos recuerdos de la experimentación de ‘Superunknown’; los cambios de ritmo y ese saxo heredero del de ‘Drawing Flies’ en ‘Black Saturday’ y, sobre todo, ese gran tema que es ‘Eyelid’s Mouth’, tan densa, tan oscura, con ese fenomenal solo tan Thayil; en definitiva, tan Soundgarden. Es más, es muy de agradecer que el grupo haya huido de hacer fotocopias de sus mejores canciones y haya optado por incluir nuevos matices; esa inquietud es fiel a su grandeza y a su historia.
Era de esperar. Los actuales miembros de Soundgarden ya no son lo que partieron peras en 1997, es natural: han realizado nuevos proyectos, sus vidas han tomado otro cauce y seguramente ahora ven todo desde una mayor distancia y tranquilidad ante la madurez de sus cuarenta y tantos años. Es normal, por tanto, que ‘Bones of Birds’ parezca más una canción del estimable debut de Cornell en solitario que de Soundgarden o que el medio tiempo ‘Halfway There’ pudiera haber estado firmado por los Audioslave más melódicos. Es incluso comprensible que su nivel de exigencia se haya relajado y admitan en el ‘track list’ a temas como ‘Taree’ o ‘Worse Dreams’, que en otros tiempos no hubieran llegado ni a ser caras B de alguno de sus trabajos. Es absolutamente entendible que el tiempo pase y se haya esfumado la inspiración suprema y el hambre de aquel largo periodo en que solo vivían para hacer historia en la música. Bajo ese prisma, ‘King Animal’ es un disco bastante bueno. Lo que nos duele es que, dentro del amplio capítulo de regresos discográficos de leyendas alternativas, lo nuevo de Soundgarden esté más cerca de la corrección del ‘Strays’ de Jane’s Addiction que de la resurrección cuasi milagrosa del ‘Back Gives Way to Blue’ de Alice in Chains.
Qué amargado