El macabro banquete de «Hannibal»
Hace un par de meses mi compañero Rodrigo nos hablaba en El Cadillac Negro sobre “Bates Motel” y “Hannibal”, series ‘hermanas’ que han coincidido en el tiempo para darle una nueva vuelta de tuerca a dos de los asesinos en serie más populares e icónicos de la historia del cine, también de los más explotados, esta vez con la motivación de indagar en la época anterior a las “hazañas” que les hicieron célebres. Y ya entonces, cuando todavía no se habían emitido ni la mitad de los episodios de “Hannibal”, Rodrigo se decantaba claramente por la serie de la NBC, más atrevida, oscura y retorcida, incluso demasiado para los standards de una cadena pública, tanto que su continuidad para una segunda temporada estuvo en el aire durante mucho tiempo. Vistos ya sus trece episodios, nos alegramos sinceramente de poder volver a disfrutar en 2014 de las andanzas del Dr.Lecter porque la obra de Bryan Fuller y David Slade se ha convertido en nuestro estreno favorito de lo que llevamos de año, una de las series que indudablemente tendremos en cuenta cuando toque hacer balance de lo visto en 2013.
Y eso que, personalmente, en un principio desconfiaba bastante de la apuesta. Para mí, como para muchos otros aficionados, Hannibal Lecter siempre había sido sir Anthony Hopkins, y más concretamente el Anthony Hopkins encerrado en una celda inmunda del psiquiátrico de Baltimore de “El silencio de los corderos” (1991). Sí, Hannibal resultaba mucho más aterrador, acojonaba mucho más detrás de un cristal blindado proponiéndole un quid pro quo a la joven agente del FBI Clarice Starling que suelto en las calles de Florencia en la posterior “Hannibal” (2001) de Ridley Scott. También funcionaba mucho mejor como secundario de lujo dispuesto a devorar la función en los minutos de que disponía que cuando se convirtió en la estrella principal del show. Y, además, siempre tuve la sensación de que un personaje así no necesitaba ser sobre-explicado, que era irrelevante conocer los motivos que crearon al monstruo, que no había ninguna necesidad de esclarecer el pasado de la bestia para tratar de humanizarle, razón por la que nunca me interesé por aquella postrera “Hannibal: el origen del mal” (2007), evidentemente ya sin Hopkins. Por todo eso, no podía evitar ser escéptico ante una serie sobre el Dr.Lecter sin el actor que hizo mítico al personaje y que exploraba los sucesos inmediatamente anteriores a “El dragón rojo”, la novela de Thomas Harris con la que el caníbal más famoso de todos los tiempos se presentó al mundo por primera vez (llevada en dos ocasiones al cine). Y, sin embargo, es tanto el magnetismo que sigue teniendo el sujeto, tanto su poder de seducción, que me decidí a darle una oportunidad, decisión que ahora celebro.
Hay varias razones por las que la serie de la NBC funciona. La principal es que aunque se muestra respetuosa con la mitología creada alrededor del Dr. Lecter, tanto en el cine como en las novelas, no se siente esclava de ella. Sí, hay ecos y guiños a “El silencio de los corderos” y “El dragón rojo” (vean el episodio “Entré”), pero “Hannibal” busca y encuentra su propia voz, tanto en su interpretación de los personajes como en las tramas y en su estilo visual, esquivando la molesta sensación de déjà vu que suele aprisionar a secuelas, precuelas y remakes. Su mayor mérito es que pasados unos cuantos capítulos uno se olvida de la fuente original y se sumerge en el universo propio de la serie. Y lo cierto es que “Hannibal” no tiene rival ahora mismo a la hora de construir atmósferas perturbadoras y retorcidas, de inducir un estado de ánimo malsano y onírico en el que las comparaciones con David Lynch, aquí sí, son de lo más oportunas. Obviamente, no estamos ante un plato para todos los gustos, y su impactante imaginería visual, que convierte el horror puro en espeluznantes cuadros artísticos dignos de Francis Bacon, puede resultar insoportablemente efectista para según qué públicos (os invitamos, si tenéis estómago, a visitar nuestra galería de los horrores de “Hannibal”). Sin embargo, su elegante estilización de la violencia ( o más bien de sus efectos) a través de encuadres y planos elaboradísimos, su belleza siniestra y su excepcional manejo de la música (obra de Brian Reitzell) y los recursos sonoros para sembrar una inquietud sorda y constante en el espectador es uno de sus mayores activos y algo que le aleja radicalmente de otros productos que se pueden ver en un canal en abierto.
Otro motivo por el que “Hannibal” sale victoriosa del envite es porque es suficientemente inteligente como para no darle el protagonismo absoluto al Dr. Lecter, a sabiendas de que para que éste funcione a pleno rendimiento necesita un antagonista a la altura, ya sea Clarice Starling, o como es el caso, el agente especial Will Graham. En una serie llamada “Hannibal” puede chocar que su supuesto protagonista se mantenga en un rol secundario de “lujo” durante gran parte de la misma, pero es una decisión plenamente consecuente con la historia del personaje (la de consultor y acicate del “héroe”) que termina jugando a su favor. Al principio, en sus primeros episodios, la sombra del procedimental se proyecta sobre la serie -y estamos de acuerdo en que lo último que necesitamos hoy por hoy es meternos en otro rutinario “C.S.I”-, pero “Hannibal” nunca olvida que su fuerza está en la historia de Will y el doctor Lecter, en la relación que se establece entre dos psiques complejas, en muchos sentidos muy similares y en otros diametralmente opuestas. Así, con el paso de los capítulos el “caso semanal” cada vez es menos importante y se integra más y mejor en la absorbente trama principal, arrojando reflexiones sobre la fe, la identidad o los lazos familiares. De alguna forma, “Hannibal” parte de la fórmula del policíaco clásico, abrazando muchos de sus patrones y normas, para ir deconstruyéndola poco a poco, proponiendo desvíos y alternativas poco transitados en el thriller de manual.
Hugh Dancy hace una reinterpretación del investigador especial del FBI Will Graham bastante más entregada que la de Edward Norton en “El dragón rojo” (2012), que iba descaradamente con el piloto automático puesto. Su Graham es un individuo torturado, en permanente conflicto consigo mismo por su capacidad para empatizar con los psicópatas y descubrir sus motivaciones, una habilidad que su mentor en el FBI, Jack Crawford, no duda en usar para esclarecer los múltiples asesinatos extravagantes que se suceden por todo el país. “Hannibal” es, en última instancia, el alucinado viaje de Will Graham hasta el fondo de su mente, un cerebro trastornado por visiones y pesadillas fantasmagóricas que cuanto más se implica en ese universo insalubre y mórbido al que se ve arrastrado más cerca se coloca de los límites de la locura.
No es de extrañar que un personaje tan complejo atraiga poderosamente la atención del prestigioso psiquiatra Hannibal Lecter, reclutado por Crawford para evitar que Graham pierda el contacto con la realidad. Mads Mikelsen logra lo que parecía imposible, que nos olvidemos totalmente de Anthony Hopkins. El intérprete danés imparte una lección de elegancia, serenidad hipnótica y contención expresiva atravesada por un casi imperceptible catálogo de sutilezas gestuales; en definitiva, compone su propia versión de Hannibal, una que inevitablemente tiene que ser distinta a la del actor británico, puesto que es la del monstruo cuando aún campa alegremente a sus anchas, protegido por una máscara de gusto exquisito y modales impecables mientras sirve apetitosos banquetes culinarios para sus invitados. La serie no duda en jugar a fondo la carta del humor negro y la complicidad con el espectador, que sabe perfectamente que el lomo de cerdo servido con salsa Cumberland de frutos rojos puede tener una pinta estupendísima, digna de la final de “Masterchef”, pero que lo más recomendable sería fingir que uno es vegetariano si viene servido por el doctor Lecter (memorable la idea del tarjetero con los nombres de las futuras víctimas en correspondencia con las recetas de cocina). Aquí podéis ver todos los platos preparados por el caníbal en la serie.
Por supuesto, Hannibal sigue siendo un psicópata perverso, un manipulador sibilino que siempre va dos pasos por delante que los demás y que encuentra en Graham un divertimento fascinante que el espectador puede confundir en algunos momentos con el inicio de una bonita amistad. Ni por asomo. El doctor Lecter es frío y como un témpano y en todo momento juega con las cartas marcadas con un Will al que puede admirar por su perturbada y excéntrica mente, pero que para él es más una rata de laboratorio con la que experimentar que un sujeto al que considerar como su “igual”. Como decíamos más arriba, la macabra relación entre estos dos personajes, sus impagables conversaciones y confidencias en el diván del psiquiatra, constituyen el corazón de la serie, al igual que en la película de Jonathan Demme de 1991 lo eran los escalofriantes “vis a vis” entre Hannibal y Clarice. Y para incidir aún más en la complejidad moral del caníbal se introduce muy inteligentemente a mitad de la season a la doctora Bedelia Du Maurier (una Gillian Anderson más imponente aún que en sus años dorados de “Expediente X”), su propia terapeuta, con la que mantiene una ambigua relación, plagada de sobreentendidos e incertidumbres, en la que incluso presenta una falsa vulnerabilidad. Con todo, la doctora Du Maurier parece ser la única que es capaz de ver detrás de la máscara, y nunca queda claro del todo si le gusta o no lo que se esconde ahí.
También es de agradecer que una serie que posee un dúo protagonista tan potente se preocupe por dotar de cierta personalidad al elenco de personajes secundarios. No todos brillan con la misma intensidad, pero se percibe un cierto esfuerzo para que algunos de ellos trasciendan el estereotipo, como el responsable de Ciencias del Comportamiento del FBI Jack Crawford, aquí interpretado por el siempre eficiente Laurence Fishburne, o la doctora Alana Bloom (una magnética Caroline Dhavernas), que contribuyen a enriquecer el drama de Graham. Como decíamos más arriba, a “Hannibal” quizás se le pueda reprochar sus deudas con el modelo procedimental -aunque termine interpretándolo a su modo-, lo que obliga a una permanente resolución de sucesos bastante bizarros, algunos de ellos despachados con poca imaginación y cierta desgana, defecto que está a tiempo de corregir en el futuro. De hecho, el final de la primera temporada pone las bases para una segunda tanda diferente en estructura y dinámica, pero necesaria para enlazar con los acontecimientos narrados en “El dragón rojo” (espero no spoilear a nadie si digo que todavía queda un buen trecho para llegar a ellos), a los que obligatoriamente tendrá que aproximarse por un camino distinto al propuesto por Bret Ratner en el prólogo de su película de 2002.
Esa segunda temporada, que llegará en 2014, probablemente sí sea la última (al menos en el canal público NBC) porque, desgraciadamente, “Hannibal” no ha sido precisamente un éxito de audiencia en EE.UU, y su continuidad casi ha sido más fruto del entusiasmo de muchos de los que la hemos seguido que de la fría realidad de los números. Ni siquiera la noticia de la renovación sirvió para relanzar una audiencia que siguió cayendo en los últimos episodios (el último,“Savoureux”, tan solo congregó a 1.98 millones de espectadores, una cifra muy decepcionante para un canal en abierto, muy lejos de los tampoco espectaculares 4.36 millones del inicial “Apéritif”). La serie pervivirá, pues, por la gran acogida crítica que ha obtenido, pero también porque supone un coste muy bajo para NBC, ya que quienes realmente la financian son Sony y Gaumont International. La buena noticia es que si “Hannibal” ha sobrevivido a una cancelación que parecía inevitable es de suponer que sus creadores seguirán teniendo vía libre para seguir llevando la serie por derroteros incómodos y poco convencionales, en definitiva para seguir siendo una de las rara avis más fascinantes de la TV actual.
Gran serie para mi gusto. Lo mejor de todo para mí la relación de Hannibal con el agente especial Will Graham y la de la psiquiatra con Hannibal. A veces me ha dado la sensación que Hannibal la quiere llevar a su terreno, un duelo de personajes muy interesante si prosigue enla segunda temporada. Creo que ahí puede haber mucho juego.
Muy recomendable la serie The Fall con Gillian Anderson de protagonista en un papel muy diferente al de Expediente X.
Otra serie también muy recomendable es Bron/Brone de la cual los americanos han hecho un remake que se titula The Bridge. Mucho más apetecible la versión original, no sé si la emitirán aquí en algún canal temático pero en internet se puede ver.
Gracias por el blog.
Un saludo a todos.
Hola tocayo, muchas gracias a ti por leernos y por tus comentarios. Yo también confío en que Gillian Anderson siga en la próxima temporada porque su personaje nos ha permitido descubrir otras aristas interesantes en la personalidad del Dr. Lecter. Tomamos nota de las series que recomiendas. Un saludo!
Hola amigos! Es un placer que coincida con vosotros a la hora de ver series y películas. La verdad es que has explicado exactamente lo que yo pienso de esta serie, pasando de mi escepticismo por no tener a sir Anthony Hopkins, pero un amigo mío me la recomendó y vaya si me gustó, que llegué a buscar más filmografía de Mads Mikkelsen (concretamente Jagten, peliculón!). Lo que más me ha sorprendido es la capacidad, como bien dices tú, de conservar Hannibal pero al mismo tiempo reinventarlo.
Me quedo con la relación Will-Hannibal, la interesante relación entre la psiquiatra y Hannibal, y la para nada despreciable actuación de la chica que interpreta a Abigail.
Gracias por todo, desde L’Alternativa Musical os seguimos (almenos un servidor!)
SalU2!
Hoy por fin comienza su segunda temporada. Aquí os dejo mi opinión sobre la primera ;)
http://seriesanatomy.blogspot.com.es/2014/02/hannibal-begins.html
Un saludo!