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«House of Cards»: el rey de la montaña

06/05/2015

HoC_capitolio

(AVISO SPOILERS: Prohibido leer hasta que hayas visto el último capítulo de la tercera temporada.
Si ya lo viste: Welcome back!)

Entre los numerosos recuerdos del pasado, están aquellas tardes de verano en las que la pandilla del barrio jugábamos al rey de la montaña, aprovechando un enorme montículo de arena en el parque. Aquel juego de reglas muy simples (nada de golpes, sólo empujones y tirones), se basaba en una premisa muy interesante: la participación colectiva para lograr una meta común; la colaboración entre futuros rivales para acabar con un enemigo presente. Tal y como John Nash nos enseñaba en «Una mente maravillosa«, si los competidores pensaban únicamente en su bien personal y no en el bien común, acabarían estorbándose entre ellos, con la consiguiente permanencia en la cúspide del actual ocupante. Ayudado por el esfuerzo de los demás, uno terminaba por expulsar al efímero inquilino, conquistar la cima y prepararse para alargar su reinado los pocos segundos que, tus ahora contrincantes, te permitieran. Este inocente juego, donde la persona que luchaba codo con codo a tu lado, pasaba a ser tu enemigo segundos después, guarda muchos puntos en común con la evolución de Francis P. Underwood (Kevin Spacey) en las tres temporadas emitidas de «House of Cards» y, por extensión, con la política en general. Adaptando la famosa frase sobre Inglaterra de Lord Palmerston:

En política no hay amigos, ni enemigos permanentes.

En política sólo hay intereses permanentes.

Siempre hemos tenido muy presente en El Cadillac Negro que uno de nuestros grandes olvidados era «House of Cards» y, con la emisión de su tercera temporada, nos ha llegado el momento de cicatrizar esa herida abierta. Como espectador, introducirse voluntariamente en el terreno de juego que establece HoC supone reconocer que nos encanta ver a gente horrible cometer actos horribles. Muy pocas series han conseguido que amemos estar enganchados a ese sentimiento de odio hacia un personaje, sin llegar a odiarnos a nosotros mismos por amar a una persona así… en este sentido, «House of Cards» es una de esas series y Frank Underwood, su máximo exponente.

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«House of Cards» (en adelante HoC) llega de la mano de David FincherEl club de la lucha«, «La red social«), Beau Willimon (autor de «Los idus de marzo«) y Eric Roth (autor de «Forrest Gump» y «El curioso caso de Benjamin Button«). Sólo por juntar a estos tres nombres, ya podemos suponer que estamos ante una de las dos joyas de la corona de NetFlix (la otra es «Orange is the new black«). Esta compañía terminó por confirmar que las emisiones por entregas semanales van en la dirección opuesta a lo que los usuarios demandan. La posibilidad de que sea el propio consumidor el que determine el ritmo con el que visualizará los distintos episodios que forman la temporada cobra especial trascendencia en el espectador, aunque aún no tanto en el resto de distribuidores, que siguen administrando sus contenidos bajo sus propios intereses (principalmente, publicitarios y para crear competencia a otras cadenas); en vez de dar total libertad a un espectador suficientemente maduro para administrarse él mismo su tiempo.

Para poner en justa medida el éxito de esta propuesta, basta decir que Netflix consigue, en cualquier día del año, ocupar aproximadamente 30% del ancho de banda total de EE.UU. (sí, una sola compañía es responsable de un tercio del consumo de recursos a nivel de internet de un país como EE.UU.); pues bien, el domingo que se estrenó la tercera temporada de HoC, ese porcentaje subió al 45%. Demostrando que, allí donde Netflix aterriza, los espectadores se transforman en auténticos agujeros negros devoradores de contenidos. Y es que, aunque realmente HoC no sea una producción propia de Netflix (únicamente está licenciada para emitirla, al igual que ocurre con «Orange is the new black»), la compañía sí ha llegado a una sabia conclusión: ninguna cadena de difusión saldrá del montón, hasta que no tome con determinación la decisión de crear sus propios contenidos. Ahí tenemos ahora a «Bosch» de AmazonTV y las nuevas series prometidas por Movistar Series en el caso patrio.

Nacida en origen como adaptación de la novela de Michael Dobbs, que acabó convirtiéndose en una mini-serie inglesa en los años 90, HoC presenta una muy negra visión de la política, el capitalismo, la ambición, el poder, las relaciones humanas y, cómo no, intrigas y traiciones al más alto nivel político. Fue el propio David Fincher quien se encargó de establecer el estilo y estética de la serie al dirigir sus dos primeros episodios; aunque a lo largo de estas tres temporadas figuras de renombre como Joel Schumacher, Jodie Foster o la propia Robin Wright se han sentado también en la silla del director.

HoC dibuja un desolador paisaje de la política (estadounidense o no), carente de héroes, en el que los personajes más benévolos son los que simplemente muestran cierta ambigüedad en su comportamiento… lo que hará que acaben siendo las víctimas de esa plaga de «vampiros» trajeados sedientos de sangre. No obstante, la actividad dentro del Congreso es un mero escenario para exponer el verdadero interés de esta serie: el ser humano y sus más oscuros sentimientos, inherentes a todos nosotros en mayor o menor medida. Hablo, por supuesto, de la envidia, la avaricia, el orgullo y los lados más tenebrosos del amor. Y, en el centro de este huracán de perversión, nos encontramos a Francis «Frank» Underwood. Congresista demócrata por el estado de Carolina del sur (muy atentos al marcado acento sureño que desarrolla Spacey en la versión original), casado con Claire (Robin Wright), máxima figura de la organización no gubernamental «Clean Water».

La primera vez que vemos a Frank es sacrificando con sus propias manos a un perro herido. Una mínima muestra del repertorio de acciones que está determinado a realizar este hombre amoral para conseguir lo que quiere. Y lo que quiere es bien sencillo: Poder. Como el mismo nos dice: en la elección entre poder y dinero, una de ellas es la opción efímera y perdedora.

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Frank ha venido impulsando la carrera a la presidencia al candidato Garrett Walker (Michael Gill), con la promesa de que Garrett le nombraría Secretario de Estado. Sin embargo, esa promesa no se cumplirá y será otro senador el que ocupe el cargo de Secretario. Desde ese momento, Underwood da rienda suelta a su ambición sin límite, marcándose como nuevo objetivo eliminar de la mesa de juego a todos los que le han traicionado. Y la lista es muy larga… empezando por la Jefa de Personal Linda Vasquez (Sakina Jaffrey) y acabando en el recién nombrado presidente de los Estados Unidos. Para ello, Underwood contará con fieles colaboradores; pero también se enfrentará a poderosos enemigos.

Como comentaba cuando exponía la dinámica del juego, el viento sopla más fuerte cuando uno está más cerca de la cima. Entre las filas de apoyos, contará siempre con el valioso respaldo de su mujer; a la que el título de ‘reina de hielo’  se queda corto. Claire utiliza los actos de caridad de su organización para ampliar su rango de poder e influencia. El personaje, interpretado brillantemente por Robin Wright, cuenta con la misma ansia de poder que su marido; con la ventaja añadida de que el espectador no es tan consciente de sus movimientos, ya que no es tan explícita en sus intenciones finales como puede llegar a serlo Frank.

A esto ayuda que, el personaje del congresista, utilice en contadas (y siempre muy destacadas) ocasiones el mecanismo comúnmente conocido como ‘Ferris Bueller‘ (en honor a la película de los 80 protagonizada por Matthew Broderick); en la que uno de sus personajes pausa el desarrollo de la historia para dirigirse directamente a cámara (a nosotros). Efecto que rompe la denominada ‘cuarta pared’ que aísla al espectador de la acción que está observando. Sin embargo, para ser justos, este efecto ya fue utilizado por Shakespeare a menudo, mediante soliloquios (monólogos internos) en los que el personaje exponía al lector sus pensamientos, sentimientos, etc. De hecho, el propio Kevin Spacey ha comentado en diversas entrevistas la importancia que tuvo para desarrollar su personaje el haber interpretado a Ricardo III antes de comenzar el rodaje de la primera temporada de HoC. Anteriormente, David Fincher también hizo un uso más sutil de este efecto en «The game«, cuando los hermanos Van Orton (Michael Douglas y Sean Penn) pagan la factura a la empresa CRS por los ‘servicios prestados’. Sea como fuere, este efecto funciona de manera sobresaliente temporada tras temporada. A veces para adelantarnos jugadas maestras, a veces como válvula de escape ante una adversidad…siempre para manipularnos.

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Otra figura tan fiel como Claire (o más), es Douglas Stamper (Michael Kelly). Su mano derecha, su perro fiel. Conocedor y, en muchos casos, ejecutor de todas las trampas y manipulaciones que Underwood debe elaborar en su ascenso político. Su lealtad enfermiza hacia Frank sólo es comparable a su falta de piedad. Y sólo dos aspectos harán tambalear ese enorme vínculo de dependencia del uno hacia el otro: el alcohol (Doug es un ex-alcohólico desde hace 14 años) y Rachel Posner (Rachel Brosnahan), que jugó un papel clave para que Underwood alcanzará su primer «campamento base», la vicepresidencia. Ella fue la encargada de hundir en los infiernos a Peter Russo (Corey Stoll), uno de los personajes más desgraciados de toda la serie y sobre el que Underwood ejerció la influencia más destructiva. Primero le defendió ocultando un arresto que tuvo Russo tiempo atrás con una prostituta (precisamente, Posner); después le impulsó para las elecciones de Pensilvania, «protegiéndole» bajo sus alas. Cuando tuvo ganada su plena confianza, Francis ejecutó su plan maestro. Destruyó su imagen pública, (utilizando a Rachel para romper su sobriedad) y, posteriormente, «le suicidó» dejándole inconsciente dentro de su garaje, con el motor del coche en funcionamiento. En ese punto, con la carrera electoral por Pensilvania hundida en el caos, Underwood convenció al actual vicepresidente (oriundo de ese estado) para dejar su sillón y luchar por ganar esas elecciones. El camino para ser la persona de confianza del presidente quedaba totalmente abierto para que Underwood lo recorriera de la mano de su mujer (última escena de la primera temporada).

Underwood contará también durante un tiempo con la ayuda (interesada) de Zoe Barnes (Kate Mara), una ambiciosa reportera del Washington Herald, protagonista de una relación íntima con Frank (aún más interesado) en la que ambos se utilizarán para el beneficio de sus respectivas carreras. De manos de Zoe, Underwood logrará filtrar a la prensa los detalles que necesite para hundir a sus adversarios. Sólo cuando Zoe muestra verdaderas intenciones de ser una reportera y empieza a investigar las circunstancias en la que murió Russo, Underwood pone punto final a esa relación (recordad, ‘hunt or be hunted’).

La segunda temporada desarrolló la última fase del meteórico ascenso de Frank. Principalmente contó con dos hilos narrativos: la vicepresidencia de Underwood, una perfecta tela de araña de la que el Presidente no será consciente ni siquiera cuando caiga en el centro de ella y, por otro lado, el control de daños que puedan ocasionar a Underwood los cabos sueltos de la temporada previa, de los que se encargará Doug. En la Casa Blanca, Frank se apoyará en Claire para ir minando a la Primera Dama y, por consiguiente, el matrimonio presidencial. Mientras que él mismo se bastará para destruir las personas que forman el círculo de confianza y de más influencia en el presidente; comenzando por el multimillonario Raymond Tusk (Gerald McRaney), quien dirigió los pasos del presidente Walker para que Frank no consiguiera su ansiado puesto de Secretario de Estado. Para ello, Frank generará una crisis en las relaciones con China (de la que acabará responsabilizando a Tusk, quién además tiene allí al principal mercado de sus empresas), provocando una escalada en los precios del mercado energético; hecho que afectará a la economía del país, minando la imagen del Presidente y acabando con la confianza que éste tenía en Tusk.

Por su parte, Doug aislará a Rachel mientras anula todo intento por investigar la muerte de Zoe, valiéndose para ello de la ayuda del hacker informático Gavin Orsay (Jimmi Simpson); gracias al cual podrá deshacerse de los ex-compañeros de redacción de Zoe: Lucas Goodwin (Sebastian Arcelus) y Janine Skorsky (Constance Zimmer). Otros personajes como la congresista por California y ex-militar Jacqueline Sharp (Molly Parker), el ex-secretario de Underwood y actualmente abogado lobista Remy Danton (Mahershala Ali) y el siempre leal guardaespaldas y chófer (entre otros pluriempleos) Edward Meechum (Nathan Darrow), aportarán lo mejor (o lo peor) de ellos mismos a la causa, consiguiendo finalmente la renuncia del presidente Walker. Así, en los últimos minutos de la segunda temporada, somos testigos de la primera vez que, ya como presidente, Underwood entra en el despacho oval, se apoya en el famoso escritorio Resolute, alza lentamente la vista para asegurarse de que tiene toda nuestra atención y, con puño de hierro, nos cita para la siguiente temporada. La cima de la montaña, por fin, es toda suya.

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De esta forma, el 27 de febrero de este año, teníamos ya a nuestra disposición la tercera temporada que, de forma indiscutible, ha venido marcada por las pérdidas, por los errores y por las derrotas. Cuanto más alto sube Underwood, más numerosas y mayores serán las pérdidas que tendrá que asumir. Además, la energía que aportaba a Frank la carrera por conseguir un objetivo, ya ha desaparecido… y, lo que es peor, ahora el objetivo de todos los demás, es él. Y este hecho lo apreciamos claramente en la evolución de Underwood. Ahora es una persona muy diferente a la mostrada en las dos temporadas anteriores. De aquel manipulador y asesino que mantenía bajo control todas las piezas del tablero y calculaba todas las posibles consecuencias de cada acción que realizaba; pasamos a un hombre que ya no vive en esas sombras que le permitían pasar por encima de cualquiera, que no consigue adaptar sus mecanismos de defensa y ataque al foco de atención en el que ahora se encuentra; por lo que sólo le queda gestionar los errores (propios y ajenos) e intentar reducir el daño mediante promesas difíciles de cumplir. Esa sensación de impotencia, (no por no poder solucionar los desafíos que se le presentan, sino por no poder afrontarlos como a él realmente le gustaría), ocasionará una constante frustración en Underwood. Y es esa frustración la que ocasionará que la historia de Francis en esta temporada sea mucho más íntima. Al desgaste que todo esto ocasiona, se une la insatisfacción de Underwood. Tras infinidad de promesas incumplidas, manipulaciones, engaños, traiciones, consiguió sentarse en la Casa Blanca. Sí, es presidente de los EE.UU.; pero no electo. Es un sustituto; aunque eso no le impedirá hacer historia. Y para conseguirlo, apuesta todo a un ambicioso plan que supondrá su legado como presidente: America works, un plan de empleo fuertemente inspirado en aquel New Deal del presidente Roosevelt contra la gran depresión de 1929. En este caso, recuperar para el mercado laboral a diez millones de americanos en paro. Pero, sacar adelante un plan de tales dimensiones necesita una enorme financiación y Underwood no dudará en pedir, robar y matar a quien sea necesario para conseguirla; empezando por fagocitar la partida presupuestaria dedicada al plan de rescate de víctimas de huracanes. Por si esto no fuera suficientemente miserable, piensa hacerlo en plena temporada de huracanes.

A pesar de las pérdidas que protagonizarán la tercera temporada, HoC comienza este año recuperando a un personaje al que dábamos por muerto al finalizar la temporada anterior: Doug Stamper; cuya trama con Rachel Posner finalizará en este tercera temporada (esa furgoneta acercándose inexorablemente es la mayor prueba de lealtad a Underwood). Golpeado duramente por Rachel y abandonado en mitad de ninguna parte a la espera de morir, Doug consiguió aguantar con un hilo de vida a los servicios médicos. En el primer episodio de esta temporada asistimos al infierno que supone la recuperación de Doug, con dolorosas sesiones de fisioterapia, aprendiendo todo de nuevo. Este terrible renacimiento de entre las cenizas es aún más trágico cuando, en paralelo, vemos como Underwood disfruta de los privilegios de la presidencia. Underwood humilla y «marca su territorio» ante cualquiera con quien tenga deudas pendientes, vivo o muerto. Siendo esa rabia, en combinación con su enorme ego, el que irá provocando el alejamiento de todos los suyos (o de casi todos, mejor dicho).

En esta tercera temporada, sus enemigos serán tanto locales, como extranjeros. Entre los locales, la mayoría serán antiguos aliados, como Heather Dunbar (Elizabeth Marvel) a la que Underwood propone nombrar para asumir el mando del Tribunal Supremo. Fallida estrategia defensiva, pues lo que realmente pretendía Frank era alejarla de lo que, finalmente, ocurre: postular su candidatura a la presidencia. En la batalla que librarán Underwood y Dunbar, Frank no dudará en sacrificar cuantos peones tenga a su alcance, empezando por Jackie Sharp, a la que traiciona en un debate televisivo. Sacrificio que supondrá también la renuncia de Remy Danton. Aunque la mayor pérdida será la de su propia esposa. La crisis en su relación vendrá marcada por una escalada de errores y malas decisiones del matrimonio. Empezando por la aspiración de Claire a convertirse en embajadora de la ONU, por un lado como resultado de su propia ambición y, por otro, como plan B ante la previsible (para ella) no candidatura de Underwood para las próximas presidenciales. Sin embargo, ese puesto en Naciones Unidas se aleja definitivamente cuando la impulsividad de Claire es expuesta pública y notoriamente en una entrevista oficial para el cargo. Además, la crisis política y militar del Valle del Jordán, aumentarán la tensión en el matrimonio. Dicha crisis traerá al personaje más destacado este año, la némesis extranjera de Underwood: el Presidente ruso Viktor Petrov (estupendo Lars Mikkelsen, hermano mayor de nuestro querido Hannibal), personaje dibujado con trazo muy fino sobre el modelo de Vladimir Putin, con quien no sólo comparte iniciales (genial la nota de hiperrealidad que supone esa cena de estado a la que son invitadas Tolokonnikova y Alyokhina, integrantes del grupo musical «Pussy Riot«, encarceladas en la realidad durante 18 meses por Vladimir Putin). Petrov será un auténtico hueso duro de roer para Underwood. Alguien que no sucumbe ante los halagos, ni ante las trampas que Frank le suelta a discreción; todo lo contrario, Petrov sí sabe cómo sacar fácilmente de sus casillas a Francis. Bien besando públicamente a su mujer, bien echando por tierra toda negociación que busque terminar con la crisis militar. Nunca hemos visto a Underwood tan rabioso como en aquella reunión con Petrov en los sótanos de la Casa Blanca («le echaría escaleras abajo y le prendería fuego, sólo por el placer de verle arder…si eso no provocara una guerra mundial»).

Mientras tanto, el único consuelo que encontrará Frank serán las charlas que irá realizando con el galardonado escritor Tom Yates (una agradable reencuentro con Paul Sparks, tras su paso por «Boardwalk Empire» como Mickey Doyle), contratado para enfatizar las grandezas de «America works»; pero cuyo trabajo irá enfocándose cada día más hacia la vida del presidente. Ese nuevo enfoque en el punto de mira de la novela, hará que Underwood se «humanice» en las largas reuniones (casi terapéuticas) con Tom, sirviendo de placebo a la oscura y perversa figura que ahora no puede dejar salir como desearía. Nuevamente, Frank encuentra una forma efectiva de saciar su inmenso ego frente a tantas adversidades. Sin embargo, esas confesiones llevarán consigo también una contraprestación; hasta el punto de volverse un problema para Underwood, tanto político (por la información sensible que maneja), como personal (por la indiscreción de algunas confesiones matrimoniales). Curiosa será también la evolución que tendrá la relación entre ambos personajes (Frank y Thomas); pasando de una fría relación laboral, a un fuerte acercamiento sentimental (cuasi-sexual), a medida que la confianza va aumentando entre ambos y las confesiones son cada vez más personales. A pesar de esa tendencia a catalogar a Underwood como bisexual (sin duda, espoleada por aquel episodio de la segunda temporada con Meechum) considero que, más bien, Underwood se siente atraído por muy contadas personas, sin que determinadas etiquetas sociales puedan afectar dicha atracción. Es una persona totalmente libre de prejuicios en ese sentido. Como él mismo decía en la primera temporada: «Cuando me siento atraído por alguien, me siento atraído. Punto».

Cuando finalmente parece que ambos colosos (Petrov y Underwood) están a punto de firmar un ‘entente cordiale’, Claire echa por tierra esa oportunidad tras pasar una noche de negociaciones con un preso, víctima de la persecución de Petrov hacia los homosexuales. Noche que finalizará trágicamente y que servirá para quitar la venda en los ojos que tenía Claire acerca de Frank, acerca del poder, de los valores, de la empatía. Esta será la gota que colme el vaso. En el avión de vuelta, ninguno escatimará en reproches acerca del otro: «nunca debí haberte hecho embajadora»,  «nunca debí haberte hecho presidente», «solíamos hacernos fuerte el uno al otro… o eso pensaba; pero era mentira, te hacíamos fuerte sólo a ti».

Y, así, con Claire abandonando a Frank en el momento que más necesita de ella, (demostrando que el verdadero punto débil de Frank Underwood son las mujeres), dejamos temporalmente la Casa Blanca… expectantes por saber qué nuevos engaños sucederán en la cuarta (y previsiblemente última) temporada ya confirmada para 2016. Sí podemos asegurar que será la más dramática. Atrás dejamos una bañera con agua caliente, aspirinas y cuchillas, una estación de tren con sus vías bañadas en sangre, una tumba mancillada, un cristo profanado, una humeante mancha de ceniza en la pared, cadáveres…

Cuando finalice la cuarta temporada, esos 52 episodios habrán formado una baraja de naipes única.
No busquéis corazones en ella.

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4 comentarios leave one →
  1. paco permalink
    12/06/2015 2:11

    Grandisimo y acertadisimo resumen review !! no te has dejao na en el tintero ( ultimo parrafo no lo he entendido, bañera de agua caliente, aspirinas y cuchillas…etc) , enormes Kevin Spacey-F . U y Robin W…claire !! y bueno todos …hasta la banda sonora, fotografia, guionistas etc. SI ESO ES POLITICA …APAGA Y VAMONOS ! :)

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