“Star Trek: En la oscuridad”: el verano era esto
Aclaro desde el principio que nunca he sido seguidor de “Star Trek”. Sí, en cambio, me reconozco un fanático acérrimo de “Star Wars”. ¿Cuántos posts, artículos y críticas, sobre todo en España, comenzarán de la misma manera? Y es que, no me lo negaréis, la saga creada por Gene Roddenberry nunca llegó a tener, ni de lejos, el mismo impacto en nuestro país que el que sí alcanzó el mundo surgido de la imaginación de George Lucas. Por mucho que arqueemos ahora la ceja, por decirlo de forma suave, recordando los movimientos realizados por el papá de Darth Vader desde finales de los 90 hasta nuestros días, lo cierto es que “La guerra de las galaxias”, “El Imperio contraataca” y “El retorno del Jedi” marcaron a fuego la infancia y adolescencia de toda una generación, la mía, como pocas películas han conseguido hacerlo. Forman parte de nuestro ADN sentimental. Pero ser fan de “Star Wars” creo que no le convierte a uno, automáticamente, en detractor de “Star Trek”, ni en enemigo irreconciliable de sus admiradores. De hecho, si alguno lo ve así me parece una soberana gilipollez. Yo, sencillamente, nunca he llegado a sentir la tentación, por los motivos que sea, de entrar en ese vasto universo. Supongo que no se puede ser ‘friki’ de todo, y ya está, no hay que darle más vueltas. Mis conocimientos de la tripulación de la Enterprise nunca han ido más allá de ponerle nombre y cara a sus personajes principales. Y me refiero a la tripulación original, porque si nos metemos ya en ‘nuevas generaciones’ y ‘espacios profundos’, ahí ya estoy totalmente perdido… Así fue, al menos, hasta que J.J. Abrams tomó los mandos de la nave hace cuatro años y me convenció para subirme a bordo.
El propio cineasta, antes del estreno del ‘reboot’ de la saga, preguntó en un acto promocional ante un concurrido auditorio cuántos de los presentes eran seguidores de “Star Trek”. Muchos alzaron sus brazos, pero no todos. «Para los que no habéis levantado la mano», dijo Abrams, «he hecho la película». De hecho, él mismo nunca se consideró un gran apasionado de la creación de Roddenberry, y sí en cambio un fan confeso de las películas de Lucas. No se trataba de traicionar a los ‘trekkies’, sino de devolver la franquicia al gran público. Y así fue. La décima película de la serie, “Star Trek: Némesis” (2002)”, había logrado recaudar poco más de 60 millones de dólares en taquilla, cubriendo por los pelos el presupuesto. El “Star Trek” de Abrams, siete años después, se acercó a los 400 millones. Eso sí, la taquilla fuera de EE.UU. apenas representó el 30% del total, lo que demuestra, una vez más, que el fenómeno es más potente y está mucho más arraigado al otro lado del Atlántico. Pero la saga estaba viva de nuevo y, lo más importante, el director de “Misión Imposible III” nos entregó una de las cintas de ciencia ficción más disfrutables vistas en muchísimo tiempo. Cuatro años después, y con la nostálgica y emocionante “Super 8” (2011) entre medias, había muchísimas ganas de hincarle el diente a esta “Star Trek: En la oscuridad”… Y las sensaciones, por mi parte, no pueden haber sido mejores. Porque creo que no sólo supera a su predecesora, además supone la confirmación de que Abrams, que se encuentra a las puertas de afrontar el gran reto de su carrera (esa “Star Wars Episodio VII”), es hoy por hoy un más que digno sucesor del Steven Spielberg más aventurero, o de la mejor versión de George Lucas. Ahí es nada.
Aún faltan por llegar “Lobezno Inmortal”, “Guerra Mundial Z”, “Pacific Rim” o “El llanero solitario”. Ya hicieron su aparición “El hombre de acero”, que ya os confesamos por aquí que nos gustó, aún con reservas, y “After Earth”, que en EE.UU. se metió un sonoro hostión de crítica y público, aunque aquí en España, gracias al intacto tirón de Will Smith, sí ha conseguido liderar la taquilla. Pero en lo que a mí respecta, “Star Trek: En la oscuridad” tiene todas las papeletas para alzarse con todos los honores con el título de mejor ‘blockbuster’ del verano. Y Abrams, insisto, ha vuelto a demostrar que a día de hoy es el puto amo facturando películas capaces de clavarte a la butaca durante dos horas, con una mano en el cubo de las palomitas y la otra casi permanentemente en el pecho. Un cine que remite además a otra época, esa en la que el celuloide no sólo nos ilusionaba y emocionaba y nos hacía soñar, sino que por el mero hecho de que tuviésemos seis, ocho o doce años no nos tomaba por imbéciles. Por eso esas películas, vistas ahora con 34 tacos, no sólo aguantan el paso del tiempo porque nos aferremos a la nostalgia: siguen vigentes porque son cojonudas. Hablamos de la trilogía galáctica de Lucas, pero también de las tres primeras de Indiana Jones, “E.T.”, “Los Goonies”, “Regreso al futuro”… Films que entonces podían aguantar durante meses y meses, cuando no años, en los cines, y que muchos en realidad quizás llegamos a ver en nuestros primeros vídeos Beta o VHS, pero que en su momento se estrenaron en los meses de mayo o junio porque estaban concebidas para alegrar los largos y cálidos veranos de los millones de jóvenes (y no tan jóvenes) espectadores de todo el planeta. No es tan descabellado comparar esta “Star Trek: En la oscuridad” con aquellas míticas películas, pues son las que toma como referencia, las que se marca, con respeto y honestidad, como modelo, y no sale ni mucho menos mal parada del envite.
El film no tarda en poner las cartas sobre la mesa y es trepidante desde su mismísimo arranque, que nos evoca sin complejos y sin ningún tipo de disimulo a “En busca del arca perdida”. Además, una vez superado el escollo de tener que hacer las debidas presentaciones con la anterior cinta (que gracias a un ingenioso hallazgo de guión era, asimismo, secuela y ‘reboot’), esta nueva entrega se permite ir directamente al grano, y así no tardamos en conocer al villano de la función, que, lo siento por el señor Eric Bana, supera con mucho al de la “Star Trek” de 2009. No seré yo quien revele nada sobre el personaje de John Harrison, pues a mi parecer ya se está ‘spoileando’ demasiado alegremente por ahí, pero sí diré que es un antagonista deslumbrante, y se confirma también que la irrupción del inmenso y magnético Benedict Cumberbatch es una de las noticias más felices que ha vivido el cine y la televisión en los últimos años. Si sabe elegir bien sus próximos proyectos, estamos ante una estrella imparable. De momento, y mientras esperamos a finales de octubre para esa tercera temporada de “Sherlock” que se ha hecho muchísimo de rogar, le veremos en breve dando vida a Julian Assange en “The Fifth Estate” de Bill Condon; junto a Brad Pitt, Michael Fassbender y Paul Giamatti en “12 Years a Slave” de Steve McQueen, y le oiremos poniendo la voz al dragón Smaug en la próxima entrega de “El Hobbit”.
Volviendo a los miembros de la USS Enterprise, el film explota, muy acertadamente, la tensa, por momentos, aunque casi siempre entrañable relación de camaradería entre el capitán James T. Kirk (un Chris Pine que parece crecer al ritmo de su personaje) y el primer oficial Spock (un impecable Zachary Quinto). El resto de la tripulación parece funcionar como un engranaje casi perfecto, aunque al final la bella Uhura (Zoe Saldana) o Scotty, sobre el que recae buena parte del peso cómico del invento (no es casualidad la elección del siempre infalible Simon Pegg) acaben destacando un punto sobre el resto de sus compañeros, Bones (Karl Urban), Sulu (John Cho) y Chekov (Anton Yelchin), que quizás tengan menos momentos para el lucimiento personal. En cuanto a los nuevos fichajes, Alice Eve no aporta mucho más allá de la escena en la que se queda en ropa interior (gran momento, ciertamente), mientras que nos alegra mucho la vista, pero por otros motivos, reencontrarnos con el gran Peter Weller, aunque su papel acabe teniendo un punto un tanto caricaturesco.
Alex Kurtzman y Roberto Orci, los dos creadores junto al propio director de la, casi siempre, excepcional “Fringe”, y guionistas también de la anterior cinta, felizmente repiten aunque formando equipo en esta ocasión con otro miembro de la pandilla, un Damon Lindelof que se quita así en cierta manera la espinita de “Prometheus”, que quedó muy lejos de ser su mejor trabajo. Podemos perdonarles algún que otro agujerillo en la trama y alguna inevitable licencia típica del género porque, en definitiva, su libreto es lo suficientemente sólido y tiene todos los ingredientes y mimbres para que Abrams pueda aportar su toque, o quizás ya deberíamos hablar de su magia, y nos acabe entregando justo lo que queremos y necesitamos: un espectáculo de primer orden, con toneladas de acción, y muy bien rodada (toma nota, Zack Snyder), efectos visuales deslumbrantes, personajes con los que es fácil empatizar, las dosis justas, necesarias y bien dosificadas de sentido del humor, dramatismo y emotividad… Quizás lo más chirriante y lo que pueda llevar a equívoco, aunque no deje de ser un detalle menor, sea su título, ese “En la oscuridad” que nos pueda hacer pensar que estamos ante un film con una mayor gravedad de la que realmente tiene, una especie de “Star Trek” ‘nolanizado’. Una sensación a la que pudieron contribuir además los primeros avances que nos fueron llegando. Nada más lejos de la realidad. No se me ocurre una película más lúdica, divertida y, por momentos, jodidamente brillante y luminosa estrenada, al menos, en este 2013.
Mención aparte merecería la espléndida partitura firmada por Michael Giacchino, que también está opositando para reemplazar en el futuro a otro grande, qué digo, al más grande, a un John Williams que ya tiene 81 años. Me tiemblan los dedos al escribirlo, y Dios, o Yoda, o la Fuerza o Quien Sea quiera que siga con nosotros y en activo aún unos cuantos años más, pero lo cierto es que si el legendario autor de la música de “Star Wars”, entre otras tantísimas obras maestras, no puede o no quiere acompañar a Abrams en los futuros episodios de la saga, está claro que su relevo natural debería ser Giacchino. El compositor nacido en Nueva Jersey, a sus 45 años, ya puede presumir de haber ganado un Oscar por la maravillosa banda sonora de la aún más maravillosa “Up”, y además de ser el aliado inseparable de Abrams (“Perdidos”, “Fringe”, “Alias”, “Misión Imposible III”, “Super 8”…) también es uno de los músicos de cabecera de la factoría Pixar. O lo que es lo mismo, Disney. O sea, la nueva dueña de la saga galáctica creada por George Lucas. Pues eso.
Desconozco si “Star Trek: En la oscuridad” tiene suficientes guiños y homenajes a la fuente original para saciar y dejar satisfechos a los ‘trekkies’ de toda la vida, si es suficientemente respetuosa con el legado de Roddenberry o si, en cambio, comete alguna ignominiosa traición o algún delito imperdonable. No han sido pocas las voces que han llegado a decir que este nuevo “Star Trek” estaba hecho, en realidad, para los fans de “Star Wars”. En mi caso, podría decirse que así ha sido. Lo cierto es que la peor noticia para la USS Enterprise es que el viaje de J. J. Abrams parece haber concluido, y el futuro ahora es un tanto incierto. De hecho, el film de 2009 y esta flamante nueva entrega han acabado sirviendo a modo de precuelas y el cineasta ha dejado al capitán Kirk y a su tripulación precisamente en el punto en el que se desarrollaba la serie original, embarcados en esa misión de cinco años en la que habrán de explorar mundos desconocidos y nuevas civilizaciones. Pero ya será otro el que se encargue de ella. Ahora Abrams se meterá de lleno en la gran aventura de su vida. Aquélla para la que lleva años y años preparándose, y probablemente soñando desde que no era más que un niño. Creo que no me equivoco si digo que la mayoría de los fans de “Star Wars” casi preferiríamos que esa nueva trilogía, esos episodios VII, VIII y IX, no se llevasen a cabo, vistos los precedentes… Pero ya que va a ser así, y nada va a poder evitarlo, a mí no se me ocurren mejores manos que las de Abrams. Si ha sido capaz de devolvernos, al menos durante un par de horas, a nuestros mejores y más felices veranos con sus dos fabulosas entregas de “Star Trek”, por qué no habría de hacerlo con nuestra saga galáctica favorita. Si alguien puede hacerlo, es él. En Abrams confiamos.
Soy fan, super fan, de Star trek, y la pelicula me encanto, aunque me gusto mas la primera. En todo caso, se que el «hard core»de Trekkies no esta de acuerdo con el romance de Uhura y Spock…..a mi me fascina.
Soy fan de las dos sagas (Star Trek y Star Wars), más allá de que no me convencen demasiado ni el carilindo que pusieron como Kirk, ni la esquelética Zaldaña como Uhura, el resto del elenco me parece un hallazgo. Y esta segunda película, superó a mi gusto, largamente a la primera, en acción, actuaciones, efectos. La escena de la pelea entre Spock y Khan me pareció antológica. No me gusta su romance con Uhura. Por lo demás, más que satisfecha. Un detalle Rodrigo Martin, el alcance de tu crítica va más allá de España, de hecho soy de Argentina, es para que lo tengas en cuenta. América y sus gustos van más allá del imperial país del norte. Me encantan tus reseñas.
Felicidades por este extenso análisis. Por mi parte conozco algo de la saga Star Trek, no soy superfan pero he disfrutado de las dos películas recientes mucho.
Me gustaría comentar dos «esto me suena» que me vinieron a la cabeza justo cuando la estaba viendo. Además de recordar a Indiana Jones al inicio ¿no os recuerda a otras películas? El ataque por parte de John Harrison a la reunión de los capitostes de la Federación, le pones a unos italianos con traje y gomina en el pelo y tienes «El Padrino III». No sé si Coppola se inspiró en otra película pero el señor JJ lo ha hecho seguro. Por no decir la pelea final, que sí, que está muy bien pero… es Star Wars total, esa pelea de Anakin y Obi Wan… «tengo ventaja porque estoy en una posición más elevada» ¡Ostras aún me duele! Que sí, que me han encantado y lo he pasado genial… pero no le monto un altar a JJ ni a sus amigos.
Buenas noches, acabo de ver Stan Tres (sin 3D) y después de haber visto todos los blockbusters del verano en el cine (me falta elysium), sin duda el mejor de todos es el filme de JJ Abrams asi que enhorabuena por tus predicciones. Me acabo de enterar por tu post que es la última de Abrams de la serie y lloro por ello, porque es un cacho de película que respeta todos los guiños necesarios del original (que básicamente se resumen en Scotty más potencia, en darle un poco el tostón a Spock porque uuyuyuyuy que lógico eres y alguna cosiña más).