“Sons of Anarchy”: una historia de violencia

(ALERTA SPOILER: Revela detalles esenciales de la trama de la serie, hasta el primer capítulo de la sexta temporada, «Straw»)

Que “Sons of Anarchy” es una de las series más violentas, si no la que más, del actual panorama televisivo es algo que sabemos desde su mismísimo arranque. Y ya llevamos cinco años, éste será el sexto, viendo a una banda de rudos moteros traficando con armas (y con drogas a partir de su cuarta temporada), manteniendo vínculos con el IRA Auténtico, los carteles de la droga colombianos o la mafia rusa, ampliando sus negocios cuando les ha convenido al mundo del porno o la prostitución, y resolviendo los enfrentamientos con sus enemigos y, lo que es peor, sus problemas internos, a golpes, navajazos o tiros, dejando un número ingente de cadáveres por el camino… No, todos sabemos lo que es “Sons of Anarchy” a estas alturas y cómo se las gasta su creador y ‘showrunner’, Kurt Sutter. Y el nivel de drama y crudeza que es capaz de alcanzar la serie en los últimos tiempos. Esto no sólo no ha sido un obstáculo para el éxito de la serie, sino todo lo contrario, me atrevo a decir que es la base sobre la que se sustenta gran parte de su auge y popularidad. De hecho, es el programa más visto en la historia de la cadena FX, muy por encima de shows de la talla de “American Horror Story”, “Justified”, “The Shield”, “Nip/Tuck”, “Damages” o la reciente “The Americans”. Y parece que cuanto más trágica, oscura y salvaje es la serie de Sutter, más parece ganarse los favores de la audiencia: los récords alcanzados con los respectivos estrenos de la cuarta (4,93 millones de espectadores) y quinta temporada (5,37 millones) ya son historia. “Straw”, el primer episodio de la sexta y penúltima temporada de “Sons of Anarchy”, reunió el pasado martes a 5,87 millones de personas delante de sus televisores. Otros cuantos cientos de miles tuvimos que aguantarnos hasta el día siguiente para poder ver el capítulo en nuestros hogares. Acostumbrados como estamos a esperarnos (sobre todo en una ‘season premiere’) cualquier cosa, cualquier salvajada que nos deje sin habla, totalmente noqueados o con la moral por los suelos… seguro que ninguno estábamos preparados para lo que vimos. Madre mía, Sutter, ¿estás como una puta cabra o tienes los cojones bien puestos? El debate está en la calle. O incendiando la red, que viene a ser lo mismo.

Pero ya hablaremos del evento en cuestión más adelante, y de si Sutter ha cruzado en esta ocasión una línea roja y ha ido demasiado lejos, aunque yo os avanzo que, de momento, me inclino por pensar que NO lo ha hecho. Pero todo dependerá de lo que venga a continuación y de cómo gestione el creador y principal guionista de la serie la trama de los próximos episodios. Lo que “Straw” sí deja bien claro, y eso sí nos lo esperábamos, es que todo va a ir a peor esta temporada para los habitantes de esa Charming, California, que cada vez se parece más al mismísimo Infierno. Aunque cueste creerlo. No, parece que no hemos tenido suficientes tragedias, ni suficientes pérdidas, que aún no alcanzamos a ver el fondo del agujero y que seguimos en caída libre… Y todo está tan podrido que ya no hay vuelta atrás, y nadie puede salir vivo o entero de una casa que se cae a pedazos. Es como esa condena a muerte a la que está sentenciado Otto Delaney (interpretado por el propio Sutter): algún día llegará, pero no lo hará hasta haber vivido antes un horripilante martirio en prisión. Ésa es la actual situación de SAMCRO: nada bueno aguarda al final del túnel, y además no hay forma de salir de él sin atravesar antes un verdadero calvario.  

Precisamente en mi anterior post sobre la serie, ‘“Sons of Anarchy”: héroes caídos’, me permití hacer un paralelismo entre los sucesivos golpes que ha ido sufriendo Otto con la espiral dramática en la que ha ido cayendo el antaño club de sus amores. Tuerto, sin apenas visión en su único ojo, habiéndose arrancado él mismo la lengua a mordiscos, y con su sentencia inicial de seis años de cárcel convertida en una pena capital, el tormento de ‘Big Otto’ continúa. Ya se lo advirtió Lee Toric (Donal Logue), el US Marshal (¿)retirado(?) hermano de la enfermera que él mismo asesino con ese maldito crucifijo al final de la pasada temporada: «Los próximos meses van a ser los más dolorosos de tu nauseabunda y miserable vida». Y así es. Toric se aprovecha de sus contactos en la prisión de Stockton para hacer que el pobre diablo sea golpeado y sodomizado a diario. Los mismos contactos que le sirvieron para encarcelar a Tara (Maggie Siff) −al menos ya sabemos que Gemma no tuvo nada que ver− y para hacerle una oferta: protección de testigos, para ella y sus hijos, a cambio de entregar a SAMCRO y a Jax (Charlie Hunnam). Y los mismos que le han permitido mantener aislado y a salvo a un Clay (Ron Perlman) que, en el pabellón de los presos comunes, no hubiese aguantado vivo ni dos minutos. Pero nada es gratis y, si quiere mantener su situación de privilegio, el señor Morrow deberá servirle en bandeja a Toric la cabeza de sus (ex)hermanos. Todos conocemos a Clay y sabemos que no tiene ninguna intención de reunirse con Mr. Mayhem en un futuro próximo, por lo que a nadie ha sorprendido que haya terminado aceptando. Menos sentido parece tener la obsesión del ex Marshal con ir a degüello a por SAMCRO, cuando sus ansias de venganza en realidad deberían ir enfocadas hacia el único responsable de la muerte de su hermana, Otto Delaney… También es cierto que, por lo visto al final del episodio, no está nada bien de la azotea. Lo que es seguro es que el enésimo antagonista al que deberá enfrentarse el club tiene visos de ser uno de los más temibles hasta la fecha. El tiempo dirá también si Clay se convertirá realmente en una rata, o si Sutter nos tiene reservada otra de sus jugadas maestras… o jugarretas.

Así, mientras unos intentan sobrevivir como buenamente pueden entre rejas (de hecho, Tara no ha tardado mucho en usar los puños para hacerse respetar), en el exterior Jax se empeña en recomponer las piezas de un club que está a punto de venirse abajo. Con Bobby (Mark Boone Junior) autoexiliado y no sabemos si pensando en hacerse nómada o en montar su propio charter, Chibs (Tommy Flanagan) ha ascendido al puesto de Vicepresidente, recayendo ahora la función de Sargento en Armas en el ‘bueno’ de Happy (David Labrava). Tarea complicada la de Jax, cuando el resto de tus piezas son Tig, Juice y dos tipos tan intrascendentes como Phil y Rat (lo siento por ellos, pero así es). Tig (Kim Coates) sigue devastado por la terrible ejecución de su hija. Teniendo en cuenta que algo así es imposible de superar, que aunque para nosotros ha pasado un año para el personaje no han sido más que unas pocas semanas, y que siempre ha estado bastante jodido del coco, ahora mismo es una bomba de relojería. Para él mismo y para el propio club. Que se lo digan si no al menor de los Ghanezi Brothers. Para complicar aún más las cosas, el heredero de Damon Pope sigue reclamándole a Jax su cabeza. En cuanto a Juice (Theo Rossi), por mucho que Jax le haya perdonado (con la traición a Clay mediante), ha cometido suficientes crímenes contra SAMCRO como para estar ya a estas alturas bajo tierra. De momento, sólo el presidente y Chibs conocen sus secretos… y es probable que el escocés haya encontrado también la manera de absolver a su antiguo pupilo y protegido. Qué escena, por Dios. Puede ser que a “Sons of Anarchy” a veces se le vaya la mano, pero otras es capaz de encontrar el equilibrio perfecto entre brutalidad y belleza, salvajismo y nobleza.

“Straw” nos ha devuelto también en plena forma a una Gemma (Katey Sagal) que sigue siendo mucha Gemma, nunca desaprovechando una oportunidad para lanzar sus amenazas a diestro y siniestro, o para romper una nariz (¿realmente era necesario, aunque fuese la de un personaje tan odiado como Ima (Kristen Renton)?). Además, hemos visto la más que probable despedida definitiva de Wendy (Drea de Matteo), y Sutter nos ha introducido una perturbadora trama de ‘torture porn’, con abusos y violaciones a mujeres, bañeras llenas de orín y vinagre, todo bastante más truculento y desagradable que de costumbre, que acabó sirviendo como excusa para presentar a los nuevos fichajes de la temporada. Muy celebrados por un servidor, eso sí. El señor Peter Weller, recientemente visto en “Star Trek: En la oscuridad” y en los últimos tiempos, entre otras, en “Fringe” y “Dexter”, encarna a Barosky, un ex policía que controla el puerto de Stockton, y con el que de momento los Sons han hecho muy buenas migas. Weller es además un viejo amigo del show, ha dirigido varios episodios en temporadas anteriores y, de hecho, se encargará de la realización del siguiente de esta tanda, “One One Six”. Barosky es el encargado de llevar a Jax y a Nero Padilla (Jimmy Smits), que también celebro que siga en el show, hasta el personaje de Colette, una madame muy ‘maternal’ encarnada por mi adoradísima Kim Dickens. Con su fichaje ya he perdido la cuenta de los intérpretes de “Deadwood” que han pasado por “Sons of Anarchy”, y tres de ellos coincidieron este martes (Dayton Callie sigue deambulando por ahí en el pellejo del pobre Wayne Unser y Robin Weigert da vida a la abogada Ally Lowen). Colette seguro que dará mucho juego… ¡Pero coño! ¡Si ya se ha pasado por la piedra a Jax! Sí, chicas, o chicos, todos aquéllos que os hayáis escandalizado con el obsceno comportamiento del presi de SAMCRO, siendo infiel de esa forma tan vil a Tara mientras ésta se resiste a traicionarle y debe defenderse a puñetazos en la prisión de Stockton… Hace mucho, mucho tiempo que Jax Teller dejó de ser un buen tipo. Por si aún os resistíais a verlo, Sutter os lo ha dejado bien claro. Y ya de paso, os ha mostrado un generoso primer plano del culo del futuro Christian Grey…

Y en medio de todo este follón, en lo que parece un capítulo más o menos normal de “Sons of Anarchy”, un niño de no más de diez u once años, rubio, rostro angelical, vestido pulcramente con traje y corbata, se va entrecruzando a lo largo de casi 60 minutos con los protagonistas de nuestra historia. Al principio le vemos en su habitación escribiendo en un cuaderno, mientras oímos la voz en off de Jax, que no tarda en aparecer en pantalla haciendo exactamente lo mismo, por lo que por un momento llegamos a pensar que estábamos ante una versión joven del presidente de SAMCRO. Pero no, luego vemos a ese mismo niño despedirse con un beso de su madre dormida, coger su mochila y salir de su casa, justo en el momento en el que entra Primo, un miembro de la banda de Nero (interpretado por el guitarrista Dave Navarro), que le saluda con un «Hey, mijo!». El niño deambula durante todo el día por las calles de Charming y alrededores, escribiendo en su cuaderno, e incluso en un momento dado llega a protagonizar un intenso intercambio de miradas con nuestro Jax. Al final de la jornada, el niño se sienta en un banco, se quita la chaqueta, se remanga, mostrándonos unas horripilantes cicatrices en uno de sus brazos, deja el cuaderno a un lado… y saca de la mochila una metralleta. Mientras vemos que las páginas están ilustradas en realidad con horribles dibujos de pesadilla y textos como «God doesn’t like bullies», «What’s wrong you dumb bitch!» o «Thy will be done», el niño se levanta, entra con paso decidido en una escuela y, desde afuera, escuchamos un tiroteo, acompañado de los gritos de pavor provenientes del interior, mientras la sangre salpica las ventanas.

Llevaba Sutter varios días advirtiendo que el capítulo sería muy controvertido. Veríamos una escena, dijo, que llevaba años queriendo incluir en el show, esperando precisamente a hacerlo en el momento adecuado. Yo leí aquello y pensé que se trataría de alguna mierda relacionada con Clay, o qué se yo, y tampoco quise pensar demasiado en ello… Tras la emisión del episodio, el ‘showrunner’ no tardó ni un minuto en salir a dar explicaciones. Entendamos cómo pueden afectar estas cosas, y cuánta gente puede sentirse herida, en un país que ha sufrido desgracias de este tipo tan reales como las masacres de Columbine en 1999, Virginia Tech en 2007 o la más reciente en la escuela de Sandy Hook en Newtown, Connecticut, acaecida hace apenas nueve meses y en la que murieron 28 personas, entre ellas 20 niños de entre 6 y 7 años. ¿Es, por tanto, una irresponsabilidad de Sutter incluir esta secuencia en una serie como “Sons of Anarchy”? ¿Ha traspasado, como preguntaba más arriba, una línea roja? ¿Ha ido demasiado lejos? Pues, si lo hubiese hecho sólo con la intención de escandalizar, como un golpe a su audiencia gratuito e injustificado, por supuesto que sería censurable. Pero Sutter explica que la escena tiene sentido en el contexto de la historia, y yo al menos le creo cuando esgrime que lleva años planeándola y cuando insinúa que precisamente ahora, cuando la serie afronta sus dos últimas temporadas, este trágico evento (más trágico imposible) será el que ponga definitivamente a nuestros protagonistas contra las cuerdas y les aboque a enfrentarse a las consecuencias de sus terribles actos, a pagar por sus crímenes y a afrontar un final que sólo puede ser, insisto, amargo.

Puede haber dado la sensación (no, qué demonios, es que así ha sido…) de que “Sons of Anarchy” ha glorificado en demasiados momentos la violencia, haciendo que nos pongamos incondicionalmente de parte de unos tipos que no dejan de ser unos delincuentes, una pandilla de inmorales de la peor estopa, unos verdaderos hijos de puta. También es cierto que sus antagonistas, aquéllos que han querido pararles los pies, han sido casi siempre iguales o peores que ellos. No olvidemos que John Teller, esa figura casi mitológica, el primer presidente y fundador de SAMCRO, quiso sacar al club del negocio de las armas, y que su amigo y vicepresidente, Clay Morrow, se opuso firmemente y acabó asesinándole. Su hijo Jax Teller también soñó en su día con devolver a los Sons al camino de la legalidad, honrando así la figura de su padre, pero poco a poco se ha ido apartando de su camino y ya podemos afirmar que ha fracasado clamorosamente y ha acabado convirtiéndose en un ‘nuevo Clay’. La conexión de SAMCRO con la matanza en la escuela está clara: el arma es una de las que el club le vendió a la banda de Nero, y el niño es el hijo de la novia de Primo. Cuando traficas con armas durante décadas, éstas pueden acabar un día sesgando la vida de decenas de inocentes en el patio trasero de tu casa. Y cuando infectas las calles de tu ciudad con toneladas de violencia, ésta lo acaba pudriendo todo y nada se salva. Ni siquiera eso que consideramos nuestro bien más preciado, que son nuestros hijos. Y lo cierto es que Jax, como líder de su club, marido y padre de dos niños pequeños, lo está haciendo de puta pena. Y ya es tarde para enmendarlo. Si ya tenía las manos manchadas de sangre, el peso de la tragedia en la escuela debería acabar pudriendo definitivamente su alma.

Si es así, amigo Sutter, si eso es lo que le tienes reservado a nuestros personajes, lo doy por bueno. Aguardaré, pacientemente, a ver el resto de la temporada para comprobarlo. Por supuesto, no espero a estas alturas que “Sons of Anarchy” imparta lecciones de moralidad de ningún tipo. Ni deseo de ninguna manera que se dedique a lanzar mensajes políticos. Pero sí opino en cambio, aunque no todos estarán de acuerdo, que dramáticamente no debería haber (casi) ningún tema tabú, y que no podemos negar la realidad, ser ciegos y no querer ver que tragedias como Columbine o Virginia Tech o Newtown suceden y seguirán sucediendo. Como digo, no tengo problema en que la ficción recree estos hechos, que pueden herir sensibilidades, siempre que se haga con cierto sentido de la responsabilidad y no como un mero espectáculo. Cierto es que las cosas pueden verse distintas a uno y otro lado del Atlántico. Ya hay asociaciones que han pedido en EE.UU la retirada de la serie, como era de esperar. Y no son pocos los espectadores norteamericanos, por lo que he podido sondear en la red, que juran que no sólo dejarán de verla, sino que cancelarán su suscripción con el canal FX. Pues por mi parte, y me refiero a estos últimos, todo es muy respetable y cada cual que haga lo que quiera. Yo sí tengo claro que, hasta ahora, “Sons of Anarchy” ha sido uno de los mejores dramas que he visto en mi puñetera vida, y confío en que no cambiaré de opinión en estos dos últimos años. Pero también creo que “Straw” marcará, para bien o para mal, un antes y un después en la historia de la serie. Sólo el tiempo dirá hacia qué lado se inclinó esta vez la balanza.