‘La mejor oferta’: la añoranza del cine que fue
De vez en cuando viene bien una película así. De esas que se ciñen al objetivo de contar lo mejor posible una historia en principio sencilla pero con más fondo del que se imagina en un primer momento, con dilemas morales universales y atemporales. No me entendáis mal, amo los filmes que intentan abrir nuevas vías, que intentan ensanchar los límites del cine, pero es muy refrescante quitarse de encima en determinados momentos esa necesidad de epatar a toda costa que parece tener el cine contemporáneo, ese frenetismo muchas veces impostado y simplemente dejarse llevar por los aromas del cine de siempre. ‘La mejor oferta’ podría haber sido filmada tanto en los años 30 como en las décadas de los 50 o los 70, pero se hace especialmente necesaria en 2013.
Giuseppe Tornatore regresa así al primer plano cinematográfico después de una carrera excesivamente opacada por el éxito mundial de la tan preciosa como excesivamente ‘perfecta’ ‘Cinema Paradiso’. No lo voy a negar, aparte de esta celebérrima película, no había visto ninguna otra obra de este director. Sin embargo, creo que voy a probar a adentrarme en su filmografía ante el buen pulso y la elegancia exhibida a la hora de rodar la historia de un solitario, con la única compañía de sus preciadas obras de arte, y exitoso director de una casa de subastas que ve como su existencia da un vuelco completo cuando se introduce en una villa romana para hacer una tasación de su patrimonio y se ve obligado a tratar con una misteriosa mujer agorafóbica a la que no puede ver, pero cuyas charlas le enredan en una pasión cada vez más irrefrenable.
Ecos de Hitchcock, de la Hammer, un cierto goticismo ‘light’, una pizca de esa maravillosa rareza de Manckiewicz que es ‘El fantasma y la Señora Muir’ y, sobre todo en su tramo final, toques del cine negro de Fritz Lang se entremezclan en un singular thriller que avanza parsimonioso pero sin desfallecimientos, con un misterio creciente, en lo que es un tratado sobre el sentimiento de soledad, sobre la necesidad de abrir las puertas a los demás, sobre los riesgos de esa apertura de puertas, sobre esas personas que sienten que no encajan, que buscan un cobijo por pequeño que sea para sentirse seguros, en definitiva, sobre esa siempre difícil convivencia entre la esencia de una persona y la necesidad de diluirla para vivir en sociedad.
Tornatore deja caer todo el peso sobre los hombros del estupendo Geoffrey Rush, que aprovecha un papel a su medida para recordarnos lo que ya sabíamos, que cuenta con un talento extraordinario, pese a que parezca que nunca haya conseguido encontrar su sitio en Hollywood, en una trayectoria guadianesca que abarca tanto en filmes de prestigio como los mayores ‘blockbusters’. En el resto del gran elenco -se nota que el realizador italiano ha echado mano de la chequera- , destaca la siempre agradable presencia del veterano Donald Sutherland y la del ascendente Jim Sturgess. Pero lo mejor de todo es que no falla a la cita con uno de sus directores fetiche el gran Ennio Morricone y creo que afirmando que su música está a la altura esperada ya os basta para haceros una idea de su magnificiencia.
La virtuosa modestia de la cinta se merecía un final conciso y contundente poco después del climax que supone el giro ‘inesperado’ de la historia. Sin embargo, Tornatore parece entusiasmado con su propuesta y alarga el metraje con una innecesaria coda que parece pensada tanto para explicarnos mejor la historia como para liarnos un poco más, que deja en evidencia alguna trampa del guión, solamente para llegar a, eso sí, un bellísimo plano final.
En otros tiempos, ‘La mejor oferta’ no hubiera pasado de ser un agradable entretenimiento con cierta ambición, pero hoy en día nos encontramos con una de las películas más refrescantes de la temporada veraniega, que nos hace recordar tiempos mejores. Como me lo hizo recordar la repleta sala en la que la presencié. Recuerdos de cuando el cine importaba.
Alberto, la ví hace unos días y pensé exactamente lo mismo que tú: película con aroma a clasicismo. Si estuviera rodada en blanco y negro podría perfectamente parecer una película de hace 70 años, pero eso evidentemente también sacrificaría gran parte de la belleza del entorno que muestra la película (magnífica la fotografía).
Me ha encantado la elegancia con la que cuenta la fascinante búsqueda de la resolución a un enigma, sin sobresaltos, de forma sutil y pausada, como la preciosa música del gran Morricone que la acompaña, y de cómo el enigma conduce inexorablemente a la certeza de que el mayor misterio reside en el propio ser humano, en toda su grandeza y su fragilidad.
Quizás lo más reprochable de la historia, más allá de su cuestionada credibilidad, sea que desde determinado punto se hace previsible y sabes que alguien saldrá herido, pero desde luego es una de las películas de suspense más bellas que he visto en mucho tiempo. Especial mención al trabajo de Geoffrey Rush, fantástico. Totalmente recomendable.
Saludos!
Hola, Tamara. Poco puedo añadir a tu comentario, solo que es verdad que al final se hace algo previsible, el ‘giro inesperado’ no es tan inesperado, pero no empaña una película muy necesaria.
Un saludo
Realmente esto es lo que sentí ayer cuando vi la película, te parece todo tan especial que sabes que va a pasar algo.
Una película de las de antes sin duda, necesaria y para mi gusto estupenda.
Un saludo,
Hola, Gloria,
Me alegro de que te gustara. Como bien dices, es una película de las de antes, de las que no pasan de moda, del estilo que hizo que muchos sigamos enganchados a esta bendita droga.
Un saludo!
Suena muy bueno – la voy a ver.
Rush es un actor formidable. Has visto Shine (1996)?
Hola, Shimky.
Pues justamente ‘Shine’ no la he visto es una de esas pelis que tengo eternamente en la carpeta de ‘Pendientes’ y no he podido verla hasta ahora. Y tengo ganas, porque se supone que es la actuación estelar de Rush. Pero tienes razón, es un actor formidable como hemos podido comprobar en un buen montón del películas.
Un saludo.