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«Cosmos»: bienvenidos a la nave de la imaginación

15/06/2014

 

Corría el año 1975 cuando un brillante estudiante de Nueva York, (del Bronx, para ser más exactos), era invitado por la universidad de Cornell a visitar sus laboratorios e instalaciones. La intención de la oficina de admisión de dicha universidad era convencer a ese adolescente para que se decidiera a cursar sus estudios universitarios con ellos. Con ese fin, no dudó en utilizar a uno de sus más afamados profesores para que le guiara en persona durante su visita por el centro educativo. Y, aunque finalmente el chico se decidió por Harvard, él mismo reconoce que aquel día cambió su vida. Años más tarde, el destino de aquel chico volvería a cruzarse con el de aquel profesor de Cornell.

Los protagonistas de los hechos que acabo de relataros eran un joven de apenas 17 años llamado Neil deGrasse Tyson y el afamado científico y divulgador Carl Sagan. Apenas dos años años después de aquella visita guiada, Sagan comenzaría una serie documental de trece episodios que marcaría un hito en la historia de la televisión. Con más de 600 millones de espectadores, se convirtió en “el” referente para cualquier documental científico realizado desde entonces, demostrando que la ciencia ni es aburrida, ni tan complicada que haga difícil ser comprendida. Aquella obra maestra llamada “Cosmos: Un viaje personal”, rebosaba amor por la vida de todo aquello que nos rodea, por la ciencia, por el universo conocido hasta entonces y por los misterios que no habíamos sido capaces de desvelar todavía. Todo ello, concentrado en la figura de un hombre que inspiró a una generación de espectadores, con los que compartió asombrosas historias de superación; a la que facilitó la comprensión de investigaciones que parecían acotadas al entendimiento de reducidos grupos de científicos; que asesoró a la NASA en las que han sido las misiones más importantes de dicha agencia…tanto en las misiones Apolo, para poner a un hombre en la Luna, como en las misiones Pioneer y Voyager, centradas en la exploración de nuestro Sistema Solar; un hombre que hizo del pensamiento crítico su bandera y la de todos los que le siguieron; que en los momentos de mayor gloria para la humanidad, supo dirigir una mirada humilde hacia todos aquellos científicos que, con su conocimiento, con su esfuerzo y (en muchos casos) con su vida, hicieron posible esas gestas, ayudando a construir cada peldaño de la escalera de la ciencia. Sin los logros de aquella serie original, sería imposible entender hoy que su continuación se estrene en 180 países, 220 canales de tv y 48 idiomas distintos; hasta el punto que una cadena como la FOX haya emitido el primer episodio en horario de máxima audiencia y de forma simultánea en todos sus canales (Fox Broadcasting Company, National Geographic Channel, FX, FXX, FXM, FOX Sports 1, FOX Sports 2, Nat Geo Wild, Nat Geo Mundo and FOX Life). Cosmos se ha convertido por méritos propios en el mayor lanzamiento mundial de la historia de la televisión. Con todos estos precedentes, nos parecía imposible en El Cadillac Negro no dedicar una reseña coincidiendo con la emisión del último episodio de esta segunda entrega de «Cosmos».

¡Acompañadnos en esta aventura por el espacio, el tiempo y el conocimiento! .


Tuvieron que pasar 34 años para que la viuda de Sagan (Ann Druyan) y Steven Soter (ambos productores de la primera saga) se convencieran de que había llegado el momento de recoger el testigo de aquella serie y decidieran ampliar las fronteras que dejó su legado, transmitiendo el mensaje de la serie original a una nueva generación, actualizando su contenido con las últimas tecnologías y homenajear la labor que Carl Sagan realizó en vida. Junto con Seth MacFarlane (sí, el mismo) y aquel joven Neil, (hoy convertido en astrofísico, escritor, divulgador y director del planetario Hayden de Nueva York), tomaron el timón de esta nueva odisea que hoy es tendencia mundial.

El resultado de esta nueva aventura se llama “Cosmos: A spacetime odyssey”.

Así, cada uno de los 13 episodios de esta nueva entrega se centra en uno o más grandes investigadores que desafiaron a su entorno y, en muchos casos, a sus propias creencias y conocimientos para llegar a descubrimientos que cambiaron el destino de todos nosotros y, sin los cuales, el mundo no sería tal y como lo conocemos hoy. Hablamos de Giordano Bruno, Pitágoras, Isaac Newton, Clair Patterson, Edmond Halley, Robert Hooke, Annie Jump Cannon, William y John Herschel, Michael Faraday, Henrietta Swan Leavitt, Galileo, Albert Einstein, Cecilia H. Payne, Joseph von Fraunhofer, Marie Tharp, Augustin Mouchot, Frank Shuman, Victor Hess, Fritz Zwicky

Por desgracia, en alguno de estos casos, sus pensamientos y descubrimientos suponían una ruptura del sistema establecido, convirtiéndose en una amenaza para aquellos que ejercían un férreo control sobre la comunidad a nivel político, científico y religioso. Aunque la serie no pretende establecer dogmas, ni adoptar posturas extremistas acerca de la religión, tampoco pierde la oportunidad de recordar a aquellas figuras que acabaron convertidos en mártires debido a que no aceptaron creencias impuestas. Acoge con los brazos abiertos a espectadores de cualquier credo, pero deja claro que el aula se levanta sobre paredes sostenidas exclusivamente por la ciencia, teniendo siempre en mente un conjunto de sencillas reglas:

“Poner a prueba las ideas mediante la experimentación y la observación, construir sobre aquellas ideas que pasan la prueba y rechazar aquellas que no, seguir la evidencia adonde quiera que conduzca y cuestionar todo.

Acepte estos términos y el cosmos será suyo.”

Ya no contamos con la música de Vangelis; aunque la elección de Alan Silvestri (Regreso al futuro, Forrest Gump, Contact, Los Vengadores) no podía ser más acertada. Tampoco contamos con actores y actrices interpretando a destacada figuras científicas; pero a cambio, disfrutamos de efectivas piezas animadas (cobrando aún más relevancia el papel de Seth MacFarlane en el revival de esta serie) con la voz de afamados actores como Patrick Stewart, Kirsten Dunst, Richard Gere, Amanda Seyfried, Cary Elwes, Marlee Matlin o el propio MacFarlane. Si a esto le añadimos la labor de Brannon Braga (saga Star Trek), la de Bill Pope (saga Matrix) y toda la tecnología actual en el campo de efectos visuales, obtenemos un  espectáculo de proporciones épicas que actualizan y revitalizan el mensaje que nos dejó la serie de 1980, adaptándolo a una generación más preparada y menos impresionable.

A pesar de los difíciles tiempos que corre el campo de la investigación en la actualidad, necesitamos inculcar en la generación más joven el gusto por la ciencia, el amor por el saber, el desafío por los nuevos descubrimientos, el hábito de cuestionar todo lo que conocemos. Y es aquí donde la divulgación científica lleva a cabo su papel más importante: transmitir y explicar los logros que se obtienen por la comunidad de investigadores, acercando la ciencia a todos, transmitiendo la necesidad de invertir tiempo, dinero y esfuerzo en una tarea de la que todos salimos beneficiados tarde o temprano. Seguro que entre los espectadores de esta nueva edición de «Cosmos» hay jóvenes promesas que dedicarán su vida al entendimiento de la materia oscura, al análisis del bosón de Higgs, a la investigación en manipulación genética, al desarrollo de materiales biosintéticos y tantos otros campos que, a buen seguro, merecerán nuevos episodios en una tercera entrega de «Cosmos» para la que, esperemos, no tengan que pasar otros 34 años.

No puedo terminar esta primera colaboración en el blog sin hacer mención a uno de los más inspiradores discursos que escribió Carl Sagan y que pone también punto final a esta serie. El origen de las siguientes líneas se sitúa en 1990, en el preciso instante en el que la sonda Voyager I alcanzaba los 6.000 millones de kilómetros de distancia con la Tierra, a punto de abandonar nuestro Sistema Solar. En ese momento, Sagan convenció a los responsables de la misión para que una de las cámaras que equipaba la sonda girara 180º y tomara una imagen de nuestro planeta:

El resultado, es un punto azul pálido, la décima parte de un pixel, viajando por la inmensa oscuridad del espacio (la coloración de la foto se corresponde con aberraciones cromáticas originadas por el Sol sobre la lente fotográfica). Una lección de humildad para todos nosotros y, al mismo tiempo, un canto a la vida, a la superación y al conocimiento…descrito como sólo Sagan era capaz de hacer.

UN PUNTO AZUL PÁLIDO:

Desde este lejano punto de vista, la Tierra puede no parecer muy interesante. Pero para nosotros es diferente. Considera de nuevo ese punto. Eso es aquí. Eso es nuestra casa. Eso somos nosotros. Todas las personas que has amado, conocido, de las que alguna vez escuchaste, todos los seres humanos que han existido, han vivido en él. La suma de todas nuestras alegrías y sufrimientos, miles de ideologías, doctrinas económicas y religiones seguras de sí mismas, cada cazador y recolector, cada héroe y cobarde, cada creador y destructor de civilizaciones, cada rey y campesino, cada joven pareja enamorada, cada madre y padre, cada niño esperanzado, cada inventor y explorador, cada profesor de moral, cada político corrupto, cada “superestrella”, cada “líder supremo”, cada santo y pecador en la historia de nuestra especie ha vivido ahí —en una mota de polvo suspendida en un rayo de sol.

La Tierra es un escenario muy pequeño en la vasta arena cósmica. Piensa en los ríos de sangre vertida por todos esos generales y emperadores, para que, en gloria y triunfo, pudieran convertirse en amos momentáneos de una fracción de un punto. Piensa en las interminables crueldades cometidas por los habitantes de una esquina de este píxel sobre los apenas distinguibles habitantes de alguna otra esquina. Cuán frecuentes sus malentendidos, cuán ávidos están de matarse los unos a los otros, cómo de fervientes son sus odios. Nuestras posturas, nuestra imaginada importancia, la ilusión de que ocupamos una posición privilegiada en el Universo… Todo eso es desafiado por este punto de luz pálida. Nuestro planeta es un solitario grano en la gran y envolvente penumbra cósmica. En nuestra oscuridad —en toda esta vastedad—, no hay ni un indicio de que vaya a llegar ayuda desde algún otro lugar para salvarnos de nosotros mismos.

La Tierra es el único mundo conocido hasta ahora que alberga vida. No hay ningún otro lugar, al menos en el futuro próximo, al cual nuestra especie pudiera migrar. Visitar, sí. Colonizar, aún no. Nos guste o no, por el momento la Tierra es donde tenemos que quedarnos. Se ha dicho que la astronomía es una experiencia de humildad, y formadora del carácter. Tal vez no hay mejor demostración de la locura de la soberbia humana que esta distante imagen de nuestro minúsculo mundo. Para mí, subraya nuestra responsabilidad de tratarnos los unos a los otros más amable y compasivamente, y de preservar y querer ese punto azul pálido, el único hogar que jamás hemos conocido.

 

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4 comentarios leave one →
  1. Arzu permalink
    16/06/2014 3:45

    Madre, mía… ¡Cuánta novedad! ¡Qué pequeños somos! Bienvenido a ti también, José Manuel.

  2. Jorge Luis García permalink*
    17/06/2014 0:15

    Felicidades, Jose, por tu excelente debut al volante del Cadillac Negro. Gasolina fresca para seguir viajando hasta el infinito y más allá.

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