«Unplugged in New York»: el triunfo póstumo de Nirvana
Lo sé. Es el estreno de Nirvana en el Cadillac, Y sí, seguramente hubieran merecido un post inaugural que hubiera diseccionado toda su carrera o, al menos, su disco más famoso, el que siempre les hará pasar a la posteridad, ‘Nevermind’. Pero así es el Cadillac, amigos. A veces elegimos temas -siempre que nos interesen, claro- por su carácter informativo o de actualidad y a veces el corazón nos puede y optamos por rendir tributo a obras clave en nuestra existencia, opción que ha elegido en esta ocasión el aquí firmante. Uno vivió de primera mano, en los trascendentales albores de la adolescencia, la eclosión de Nirvana como gran sensación mundial, su corta pero muy fructífera carrera, la tragedia final, su gran influencia y el enorme cambio de reglas musicales que provocaron. Pero, más allá de escuchar hasta la saciedad sus distintos ‘singles’ en las radios comerciales españolas (sí, por aquel entonces ponían algo de rock), mi entrada por la puerta grande a la discografía de Nirvana se produjo ya con Kurt Cobain criando malvas y en forma de ansiado regalo en las Navidades de 1994. Cuando, tras laboriosas maniobras, logré abrir el envoltorio apareció resplandeciente ‘Unplugged in New York’, que se convertiría en un resistente okupa en mi equipo de música.
Hoy puede parecer antediluviano, pero hace 20 años la moda de hacer actuaciones acústicas, especialmente propiciadas por la cadena MTV en su serie ‘Unplugged’ pero no necesariamente monopolizadas por ella, estaba en pleno esplendor. Tras el inesperado éxito cosechado por los siempre reivindicables Tesla con su magnífico ‘Five Man Acoustical Jam’ en 1990, pocos artistas se resistieron a desenchufar sus guitarras y ofrecer, supuestamente, su faceta más íntima y desnuda. Incluso el fenómeno llego a España con los famosos ‘Básicos’, que tanto supieron rentabilizar Revolver. Muchas leyendas pasaron por allí intentando revitalizar sus algo alicaídas carreras en aquel momento (Bob Dylan, Bruce Springsteen, Jethro Tull), al igual que grupos de plena actualidad (Roxette, Pearl Jam, Stone Temple Pilots, Alanis Morisette); e incluso aún hoy en día quedan algunos rescoldos (Scorpions lanzaron el año pasado una actuación francamente intrascendente), pero su importancia, más allá de sus desiguales resultados, residía en su mayoría en un acto meramente promocional. Pocos, muy pocos, escaparon de la categoría de anécdota. De entre los que sí lo hicieron, cabe destacar la absoluta reivindicación que supusieron para sus respectivas trayectorias los multiventas discos acústicos de Eric Clapton y Rod Stewart. Tampoco nos podemos olvidar de que la grabación del muy correcto ‘MTV Unplugged’ de Kiss supuso el primer paso hacia su histórica reunión de mediados de los años noventa. Y nunca dejaremos de recordar, tanto por su relevancia histórica como por su sobresaliente calidad, el de Alice in Chains, una actuación absolutamente sobrecogedora y, por desgracia, una de las últimas que pudimos disfrutar del gran Layne Stanley. Por supuesto, entre estos pocos elegidos se encuentra nuestro protagonista, el ‘Unplugged in New York’ de Nirvana.
La MTV llevaba bastante tiempo tras de ellos cuando Nirvana, poco después de editar ‘In Utero’, aceptaron realizar uno de los conciertos de la celebérrima serie. En un periodo en el que Kurt Cobain, Kris Novoselic y Dave Grohl habían regresado a la crudeza pretérita tras el desorbitado suceso de ‘Nevermind’, lo que menos les apetecía era dar una actuación ‘estandar’. Muy influidos, según palabras de Grohl, por el primer disco en solitario de Mark Lanegan, ‘The Winding Sheet’, los ensayos previos se tornaron en infernales cuando las alejadísimas visiones sobre el concierto entre cadena y grupo chocaron irremisiblemente. Cobain estuvo a punto de abandonar, pero finalmente los directivos televisivos dieron su brazo a torcer y la sesión se grabó el 18 de noviembre de 1993, para ser emitida por primera vez apenas un mes después, el 16 de diciembre.
Conscientes de la dependencia de la electricidad de la mayor parte de su repertorio y de lo excesivamente desnudas que quedarían sin ella muchas de sus canciones, Nirvana acertaron de pleno en reclutar para el concierto no solo al ya habitual Pat Smear (ex de los míticos punks The Germs y miembro actual de los Foo Fighters) en la guitarra sino también a otra componente de su gira de aquellos tiempos, Lori Goldston, que con su cello se encargó de puntear y adornar las melodías, de llenar espacios vacíos, y que resultó clave para dar un toque diferente y excitante al cancionero de Cobain y cia.
Pero lo realmente diferente fue el repertorio elegido. Supongo que más de un directivo de la MTV estuvo a punto del infarto cuando revisó el ‘set-list’: ¿Dónde están ‘In Bloom’ y ‘Lithium’? ¿Cómo coño pueden dejar fuera singles tan recientes como ‘Heart Shaped Box’ o ‘Rape me’? y, sobre todo, ¿puede ser verdad que no vayan a tocar ‘Smells like Teen Spirit? Pues sí, así fue. Nirvana se quedaban así, ya antes de empezar siquiera, sin casi ninguno de sus posibles ganchos hacia una audiencia masiva. Como si Francis Ford Coppola hubiera mandado a paseo a Marlon Brando, Al Pacino, Robert Duvall, James Caan y John Cazale antes de rodar ‘El Padrino’. El único ‘hit’ superviviente era ‘Come as you Are’, que se lo ventilaban al inicio del show en una interpretación poco más que correcta, idéntico nivel al que alcanza la rendición de otra gema de ‘Nervermind’, ‘On a Plain’.
Más que previsible era la aparición en el repertorio de dos temas que ya eran acústicos en su versión original: ‘Polly’, prácticamente igual a su aparición en el mítico álbum del bebé bajo el agua, y ‘Something in the Way’, que se presenta algo menos dramática de la que ya conocíamos, pero igualmente subyugante y con un apoyo vital del cello de Goldston. Tampoco era difícil de pronosticar que dos medios tiempos de por aquel tiempo reciente ‘In Utero’ harían acto de presencia: a un tema tan grande como ‘All Apologies’ poco se le puede tocar, con lo que la fiel recreación aquí presentada sigue dejándola en un lugar de privilegio entre las mejores composiciones del grupo de Seattle, mientras que ‘Dumb’ se beneficia de una interpretación soberana de Cobain y el acierto de arreglo de Goldston para superar a su primera versión, al igual que lo hace uno de los grandes clásicos que dio este álbum: ‘About a Girl’, primer single de arrollador éxito y arrolladora y preciosa versión de la tonada que lo inició todo, la que abría ‘Bleach’, trasmutando su esencia noise melódico en un medio tiempo acústico que quedará siempre en las discotecas más selectas.
Sin duda, el punto diferencial de ‘Unplugged in New York’ son sus inesperadas versiones. El grupo ya había comentado que ‘The Man who Sold the World’, quizás la mejor pieza del seminal álbum homónimo de David Bowie, estaría en el repertorio y cumplieron su palabra, regalándonos una traslación perfecta al acústico de una canción eminentemente eléctrica y, sobre todo, realzando el magnífico riff y la preciosa melodía del original. Mucho más descolocante fue la revisión cruda, embaucadora y con un cello protagónico de ‘Jesus doesn’t Want me for a Sunbeam’, un tema de una banda indie escocesa llamada The Vaselines, que vieron como apenas 4 minutos y 20 segundos de recital sirvieron pasar de ser un grupo de culto local a adquirir un nombre internacional que les ha servido, entre otras cosas, para lanzar un reciente disco de regreso. Pero, sin duda, cuando los jerifaltes de la MTV bramaron desesperados fue cuando los hermanos Curt y Chris Kirkwood salieron a escena para tocar junto a Nirvana ‘Plateau’, uno de los clásicos de su banda, Meat Puppets. La cadena aspiraba, en sus mejores sueños, a que estrellas del momento como Eddie Vedder o Tori Amos colaborasen en el proyecto con el trío de Seattle. Pero no, Cobain, Novoselic y Grohl prefirieron reivindicar a lo grande a una banda esencial del rock alternativo cuando éste era realmente alternativo. El horror ya fue total cuando, al acabar la interpretación del tema, los hermanos parecían no tener ninguna prisa en abandonar el escenario y completaban la jugada con dos temas más de su repertorio: ‘Oh Me’ y ‘Lake of Fire’. Tres de las mejores canciones del disco de 1984 ‘Meat Puppets II’, atrevida mezcla de punk, rock clásico y dejes country, que con unas versiones preciosas, intensas ,atmosféricas, aún mejores que las originales, nos regalan uno de los grandes momentos del show y, sin duda el mayor acercamiento del sonido nirvanero a los parámetros más tradicionalistas y folkies.
Dejo las dos joyas de la corona para el final. La inesperada y tremebunda versión de un mito de la música americana como es Leadbelly, ‘Where did you Sleep Last Night?’, se convierte en una magna despedida de disco, con una interpretación de Cobain plena de desesperación y sentimiento, extremada en unos espeluznantes gritos finales que ya son leyenda. Una revisión que no es osado comparar, por resonancia y belleza, a la de ‘Hurt’ que hiciera Johnny Cash. Sin embargo, mi momento favorito del show se encuentra unos cuantos temas antes. El rubio cantante pide entre risas al resto del grupo que deje el escenario y se queda solo con su guitarra para ofrecernos una revisión de ‘Pennyroyal Tea’, la gran joya de ‘In Utero’, que supera con mucho a la de estudio, ya de por sí extraordinaria. Desgarro extremo, belleza suprema en cuatro de los minutos más mágicos que nos dieron los años 90. Y no fueron pocos…
Paradójicamente, el que era uno de los grandes ‘fucks’ a la industria de la historia se convirtió, por los caprichosos vericuetos del destino, en la entrada por la puerta grande de Nirvana en los hogares de todo el mundo. Ya no eran solo aquellos chicos depresivos y gritones que ponía a todo volumen el hijo/la hija rebelde de la casa, sino una banda respetable que también lograron seducir los oídos de muchos progenitores y, de paso, acrecentar su estatus legendario. Doble misión cumplida para una banda irrepetible.
Uf. Más de 20 años. Fue también uno de mis regalos navideños, las primeras adquisiciones de una colección, música nueva que no fueran los vinilos que había en casa. Pasé un verano, SÓLO con el Unplugged de Nirvana (me olvidé de los demás cassettes ¡cassettes!). Lo escuché tanto que me sabía hasta las voces del público. La muerte de Cobain me llegó a escarbar (aún más) a Neil Young, tras las emocionantes declaraciones del canadiense y la frase escrita por Cobain antes morir sacada de uno de los temas de Young. Ahora el señor Young es una referencia para mí, y aunque Nirvana no me descubrió a Neil Young (los vinilos en casa:Harvest) sí que es verdad que a menudo me vienen a la cabeza los dos, por mucho que no tenga casi nada que ver.
Quizás por el desgaste que tuvo en su día ya no escucho el unplugged. Sí que recuerdo que Pennyroyal Tea y Lake of Fire como mis temas favoritos.
Reseñar sobre éste disco de Nirvana ha provocado que me salgan aún más canas.
Nos hacemos mayores. Pero ha sido un bonito ejercicio para recordar cómo se pasaba de una banda a otra. :)
Saludos!
Veo que tenemos bastante en común, Guillem.
En mi caso, también quemé el ‘Unplugged…’ hasta quemarlo, más que nada porque en esa época eran los inicios de mi colección y tampoco tenía muchos más discos de los que tirar. Y también estuve bastante tiempo sin escucharlo por ese motivo (al igual que mis otros discos fundacionales como los ‘Use Your Illusion’ de Guns’n’Roses o ‘El espíritu del vino’ de Héroes del Silencio), pero lo recuperé hace un tiempo y de golpe me vinieron los recuerdos y, sobre todo, las ganas de dedircarle un post.
Y, como supongo que hicieron otros muchos nacidos a la música en la era alternativa, también llegue a Neil Young vía el grunge, aunque más en concreto a tráves del ‘Rockin’ in the Frre World’ que versionaban en sus comienzos Pearl Jam y sus posteriores colaboraciones con el Maestro.
Para terminar, amo ‘Harvest’ (es uno de mis discos fetiche, sin duda alguna) y…no me imagino un disco menos veraniego que el ‘Unplugged…’. Me puedo imaginar pasar con él a solar un lluvioso otoño pero, ¡¿un verano?!. Definitivamente, debió ser una experiencia intensa!
Un placer, como siempre, comentar contigo.
Un saludo