El 2015 es de ellas
A pesar de que aún faltan más de tres meses para finalizar el año, por lo que es absurdo comenzar a hacer esos (a veces también absurdos) balances de fin de temporada, me voy a permitir, en plena «sequía creativa», salir de ella mirando un poco hacia atrás, un vistazo que me sirve para comprobar que este 2015 está dejando una más que destacada presencia femenina entre mis discos favoritos del año, siendo además nombres nuevos en su mayoría, algunos en el panorama musical y otros simplemente descubrimientos personales. Así, después de que hace unas semanas un compañero de líneas me propusiera escribir sobre esto mismo, ha sido finalmente la irrupción de una nueva fémina en mi discoteca la excusa a la que me voy a agarrar para recordar algunos de los trabajos más destacados de los últimos meses, que además bien merecieron en su día un hueco en este blog pero que por uno u otro motivo no tuvieron la presencia necesaria.
Como decía, entre las artistas que me han sorprendido sobremanera en lo que llevamos de año se encuentran un regreso, una confirmación, una reválida y dos discos de debut. Pongamos nombres: Sleater-Kinney, que con «No cities to love» acababan con 10 años de silencio; Florence + The Machine, que con «How big, how blue, how beautiful» se confirmaba como una de las grandes artistas a nivel mundial; Torres, acometiendo con «Sprinter» el siempre complicado segundo disco; Natalie Prass, una de las grandes sorpresas de los primeros meses del año con su álbum homónimo; y Halsey, que con su «Badlands» me ha dado el pie para saldar deudas con el resto.
SLEATER-KINNEY
«No cities to love»
En los ya muy lejanos primeros días de 2015 salía a la venta «No cities to love», el primer disco del trío femenino Sleater-Kinney en 10 años, poniendo el listón bien alto para todo lo que tendría que venir después. El regreso de esta banda de rock-punk supuso toda una celebración, un discazo fresco, punzante y urgente, toda una lección para los más jóvenes. Con la sospecha que siembra siempre el retorno de un grupo disuelto, las dudas quedaron más que resueltas gracias a unas inspiradas melodías envueltas en unos poderosos juegos de guitarras. Se trata de un disco breve, compacto, donde ninguno de los temas destaca especialmente, pero en el que ninguno baja el nivel, 10 canciones en media hora que se cierran con «Fade», posiblemente la única que se sale levemente del tono, bajando las revoluciones un punto y apuntando algún brochazo más oscuro. Si hay que destacar algún corte (en realidad no hay por qué hacerlo, pero lo voy a hacer), me quedo con «No Anthems», «Surface envy» o «No cities to love». Un disco para ponerlo en modo «repeat all» una y otra vez hasta tener las pilas bien cargadas.
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También en enero de 2015 se publicó el primer LP (después de un par de EP’s) de Natalie Prass. El disco fue producido por Matthew E. White, y este dato, a menudo de relleno para el grueso de los lectores, para qué engañarnos, en este caso es muy destacado, ya que el álbum brilla especialmente por el tratamiento dado a unos temas que, con otro abrigo, no habrían llegado a los niveles de delicadeza y belleza que aquí alcanzan. Con abundancia de metales y cuerdas, la dulce voz de Natalie Prass habla de rupturas amorosas sin caer en la tragedia, gracias precisamente a estos arreglos, que revisten las penas con adornos, sutiles a veces, casi grandilocuentes en otras ocasiones. Así, desde la declaración de principios que supone la apertura con «My baby don’t understand me», el disco, nuevamente muy breve, se mueve al compás de delicadas bases, cantando a veces al borde del falsete. Y es que, a pesar de lo oscuro que podría haber resultado, el conjunto es un álbum muy bonito, incluso en los momentos en los que parece que va a caer en el drama, siempre hay un estribillo que saca a flote el tema y lo retoma a los sonidos más luminosos a bases de flautas, arpas o bellos coros. Y para acabar, de nuevo un tema que se sale ligeramente del tono, «It is you», una delicia que bien podría provenir de las películas musicales de los años 40 y 50.
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Pasados unos meses, ya en mayo, se editó el segundo disco de Torres (o Mackenzie Scott, que es su nombre real), titulado «Sprinter», trabajo con el que esta joven de 24 años debía confirmar el buen recibimiento que tuvo su homónimo debut dos años antes. Lo reconozco, yo no había oído de esta tipa nunca. Gran fallo. Qué enorme disco es «Sprinter». 50 segundos tarda en descargar la rabia, y en los siguientes 45 minutos ya no podrás huir de ella, convirtiendo el álbum en un universo totalmente opuesto al descrito anteriormente en el trabajo de Natalie Prass. Aquí no hay espacio para los adornos. Los guitarras, distorsionadas, en algunas ocasiones hasta el límite, toman el protagonismo entre los lamentos de Torres, a veces en temas lentos y casi angustiosos («Son you are no island»), otras veces en canciones más urgentes («Stranges hellos»). Para el final queda, después de «The harshest light», la cual posiblemente sea la mejor canción del lote, «The exchange», la más desgarradora, un epílogo prácticamente a capela (únicamente una casi imperceptible guitarra acompaña el rezo de Torres), que cierra de forma estremecedora el disco, lejos de la furia que se había desparramado minutos antes, en calma, pero una calma muy oscura.
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FLORENCE + THE MACHINE
«How big, how blue, how beautiful»
Si hasta ahora habíamos estado hablando de artistas más o menos minoritarias, llega el turno de una de las grandes triunfadores del año a nivel mundial. Y es que Florence Welch, al frente de Florence + The Machine, sin duda estará con «How big, how blue, how beautiful», su tercer LP, en muchas de las listas que en pocos meses inundarán las revistas digitales más modernas. Nos encontramos en la némesis de los tres discos comentados anteriormente. Donde hace un momento hablábamos de intimismo, sencillez, urgencia, pinceladas, … ahora nos encontramos con un disco a lo grande. Con la irresistible e imponente voz de la británica Florence como punto de referencia y unos metales de aúpa levantando las canciones, nos encontramos con un puñado de temas que buscan re-moverte por completo, ya sea haciéndote cantar a pleno pulmón, haciéndote bailar o, en los temas más íntimos, haciéndote estremecer. Con «What kind of man» como uno de los singles más importantes del año, el disco encierra otros bombazos como el que da título al disco, como «Queen of Peace» o como «Mother», y momentos estremecedores como «Various storms & saints».
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Nos plantamos en los últimos días del pasado mes de agosto y aparece la llamada «última heroína blanca», Hasley, una nueva jovencita de imagen rompedora llamada a alterar los cimientos del pop con su primer disco, «Badlands». Realmente la cosa no es para tanto, además de que, personalmente, se me va un poco de estilo. Comienza el disco prometedor con «Castle», una atmosférica y casi robótica canción a la que le sigue la desafiante y de pegadizo estribillo «Hold me down», temas que hacen presumir cositas interesantes que, lamentablemente, vuelven a aparecer únicamente con cuentagotas a lo largo del disco, aproximándose a veces en demasía a los sonidos más terroríficamente MTV (la MTV de hoy en día) y taylorswiftianos. Es de agradecer unas letras más atrevidas de lo normal en una artista de su edad (20 insultantes años), aunque a veces pequen de, en el fondo, pretenciosamente querer ser bandera de una nueva generación. De todas formas, el vídeo incrustado a continuación, recreando el «Hold me down» en solitario, únicamente acompañada de guitarra, apunta maneras y deja espacio para la esperanza.
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Aparte de los reseñados discos de solistas, hay más presencia femenina a destacar en lo que llevamos de año, como el EP de Shannon Van Etten, «I don’t want to let you down», una de las grandes triunfadoras del año pasado, que con otra media decena de canciones se ha confirmado como una de nuestras preferidas; el nuevo disco de Beach House, «Depression cherry», en el que Victoria Legrand sigue haciéndonos soñar; o, ya en territorio nacional, el primer larga duración de Clara Path, ya reseñado con gran certeza por el compañero Alberto en estas líneas. En resumen, ellas, siempre ellas, han salido al rescate; por un lado, para quitarme el polvo y darme la excusa para poder expulsar algunas palabras con este ‘retropost’; y por otro, para darme otro color a una discografía que en los últimos meses ha logrado adquirir nuevas sensibilidades. nuevos matices y sensibilidades.
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