“El Retorno del Jedi”: ewoks, Nocilla y cintas de vídeo (Beta)
“El Retorno del Jedi” siempre será MI película de “Star Wars”. No es mi favorita, si tengo que juzgarlas ahora, pues para mí quedaría como para muchos por detrás de, en este orden, “El Imperio Contraataca” y “La Guerra de las Galaxias”. Pero es MI película por muchos motivos. Yo no recuerdo haber visto “La Guerra de las Galaxias”, o lo que mucho tiempo después conoceríamos como “Una Nueva Esperanza”. Quiero decir que no soy capaz de evocar una imagen de mí mismo viendo por primera vez el film. Pero uno de mis primeros recuerdos, aún un tanto borroso, sí me traslada en cambio a la tarde en que mis padres subieron una cinta del videoclub, mi hermano y yo nos parapetamos ante el televisor y nos reencontrábamos así en la base helada de Hoth, para nuestra inesperada alegría, con aquellos personajes que ya conocíamos de un momento anterior que sin embargo ahora permanece sepultado en mi memoria. No mucho tiempo después, y eso puedo rememorarlo con mucha mayor nitidez, llegaría ese primer encuentro con “El Retorno del Jedi”, que se estrenó cuando yo tenía cuatro años. ¡Cuatro añitos! Así que, por una simple cuestión cronológica, la película de “Star Wars” más apegada a mi infancia (de la que fui más consciente, la que más veces vería…) tiene que ser necesariamente el Episodio VI. Y no, yo no puedo presumir de haber visto la trilogía original, antes de los reestrenos de 1997, en una sala de cine con un enorme bol de palomitas en mi regazo, pero sí sentado en el suelo enmoquetado de nuestra sala de estar, frente a un bocata de Nocilla y aquel gigantesco, mastodóntico, ahora casi mitológico vídeo Beta. No me negaréis que no mola casi más.
Muchos fans de “Star Wars” odian “El Retorno del Jedi” y yo no lo entiendo. Bueno, sí lo entiendo, en cuanto a que conozco sobradamente sus razones, pero no las comparto. Muchos fans de “Star Wars” odian “El Retorno del Jedi” por los ewoks. Consideran que la introducción de unos ositos de peluche en medio de la batalla decisiva entre el malvado Imperio Galáctico y los aguerridos rebeldes liderados por Luke Skywalker, Han Solo y la Princesa Leia convierte el final (hasta ahora) de la saga en un producto meramente infantil. A este respecto citaré a mi compañero Jorge, pues en los debates previos a este especial creo que dio en el clavo al recordar que él, como yo y como muchos otros, «era un infante» cuando vio la película por primera vez, y que odiar a los ewoks es ya «una cosa de mayores». No debemos olvidar una cosa, y es la trascendencia que tuvo para mi generación (los nacidos a finales de los años 70 y principios de los 80) el momento en el que vimos por primera o decimocuarta vez muchas de esas obras que, por tanto, dejaron una impronta indeleble en nuestras conciencias, o todos los juguetes, libros, cómics y videojuegos del Spectrum (o el Amstrad, o el Commodore) que compramos compulsivamente y con los que nos recreamos tarde sí y tarde también. No se me ocurre mejor época para ser niño que esos mágicos años 80, ni un momento en el que el merchandising o los productos oficiales de las películas tuviesen más impacto que nunca a la hora de alimentar nuestras fantasías y sueños ¿Significa esto que no sólo “El Retorno del Jedi”, sino muchas de esas películas que nos entusiasmaron en su momento, son malas y sólo nos gustan porque éramos entonces unos mocosos con un juicio cinematográfico nulo? Para nada. Por supuesto que hay obras que, vistas ahora, sólo se sostienen por la nostalgia que nos provocan, y también algunas que incluso es mejor dejar en todo su esplendor en nuestras memorias y no conviene acercarse a ellas a una edad adulta. Pero muchas otras sí aguantan el paso del tiempo, siguen y seguirán siendo espléndidas películas, se miren por donde se miren, y en un visionado actual no sólo mantienen toda su brillantez y grandeza, sino que nos permiten descubrir y disfrutar con detalles o aspectos que, mucho más jovencitos, seguro que pasamos por alto. “El Retorno del Jedi” pertenece, para mí, a esta última estirpe. Era cojonuda en 1983, lo sigue siendo en 2015 y lo será en 2047.
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Pero sí, es cierto, en el idilio o fobia personal que uno tiene con una determinada película, serie, libro, etc, es imposible obviar cómo y en qué momento llegó a nuestras vidas. Y eso ya es un equipaje, maravilloso o maldito, según, con el que cargaremos toda la vida. Ese creo que fue uno de los principales problemas que tuvo, o tuvimos, con la ‘nueva’ trilogía perpetrada por George Lucas, esos Episodios I, II y III que nos fueron llegando más de 20 años después de los originales. Y aquí metería también como un ejemplo clarísimo a ese cuarto “Indiana Jones” que algunos prefieren fingir que nunca ha existido. Vale, indudablemente son productos muy inferiores a sus predecesores, pero también solemos repetir eso de «es que ya no es lo mismo», sin caer en la cuenta de que nosotros tampoco somos los mismos. ¿Cómo sería ver “Star Wars”, o “Indiana Jones”, o “Los Goonies”, o “Regreso al futuro” por primera vez con nuestros ojos adultos? Por suerte eso es una hipótesis que nunca jamás podremos resolver. Lo que es seguro es que, sea como sea, muchos de los detractores durante décadas de “El Retorno del Jedi” se hubiesen dado con un canto en los dientes si cualquiera de los tres posteriores (¿o anteriores?) hubiesen siquiera rozado su nivel.
Probablemente haya simplificado demasiado el tema al manifestar que el desprecio, o poco aprecio, que muchos fans de “Star Wars” sienten por el Episodio VI se debe exclusivamente a los ewoks. En realidad, reconozco que los ‘problemas’ del film son algo más complejos. El mayor de ellos es que llega después de “El Imperio Contraataca”, que es de largo la mejor película de la trilogía, y crece además con posteriores visionados según uno va sumando años, pues es la más adulta, oscura, dramática y sólida a todos los niveles. Nos endosa en su tramo final, además, LA gran revelación de la saga, y termina mal, rematadamente mal, lo cual por inusual no deja de ser un puntazo a su favor. “El Retorno del Jedi”, que admito que en líneas generales es mucho menos consistente que sus predecesoras, es claramente la más luminosa, positiva y vitalista (aunque no siempre), el tono aventurero domina buena parte de la función (no es casualidad que llegase dos años después del primer “Indiana Jones”, el otro gran legado que le debemos a George Lucas) y, además, termina bien, previsiblemente bien. ¡Pero es que es el final de la historia (hasta ahora), y qué otra opción había que regalarnos un destino benévolo para la mayoría de sus personajes! Algo que, por cierto, probablemente cambie con el estreno del episodio VII, “El Despertar de la Fuerza”… Y sí, para colmo de males, aparecen los ewoks, y ya con eso le endiñamos la etiqueta de ‘infantil’, pasando por alto muchos de los grandes, grandísimos hitos de la cinta.
Y es que, y en esto también tengo que coincidir con mi amigo Jorge, “El Retorno del Jedi” tiene algunas de las imágenes más icónicas y épicas de la saga. Y secuencias que yo precisamente no calificaría como ‘infantiles’, sino más bien todo lo contrario. Para empezar, el Imperio Galáctico se nos muestra mucho más imponente y amenazante que nunca, ya desde la escena inicial y no digamos tras la aparición (¡por fin!) del tenebrísimo Emperador. Y luego tenemos esa primera media hora bestial en el Palacio de Jabba el Hutt, tan lúgubre, insana, desagradable y excesiva en su malrollismo. Demasiado para un jovenzuelo que llegó a tener pesadillas pensando en lo jodidamente doloroso que sonaba eso de ser ingerido por un Sarlacc, por aquello de que sus digestiones duran mil años y tal. Incluso ese Luke estrenando los galones de Jedi, de negro de pies a cabeza y cubierto por una capa, resulta un tanto intimidante. Por no hablar de la Princesa Leia y su traje de esclava, con una carga erótica brutal e inédita hasta entonces (y hasta ahora) en “Star Wars”, aunque de eso iríamos siendo más conscientes según nos fuimos haciendo mayores.
El rescate de Han Solo y la huida de nuestros héroes se resuelven de forma memorable. La argucia de Luke, librándose de ser arrojado a las fauces del Sarlacc dando una espectacular voltereta, mientras R2-D2 le lanza su nuevo sable de luz (¡verde!), es droga dura para el impresionable cerebro de un niño, y sería uno de los momentos más reproducidos en mis juegos infantiles. En plena resaca de tan glorioso espectáculo, toca atar el último gran cabo suelto de la saga, y de paso despedirnos del gran maestro Yoda. Que uno de los más queridos y entrañables personajes de tu infancia se desvanezca ante tus ojos, de esa forma… es desoladoramente triste. La escena en la que Luke descubre que Leia es su hermana… digamos que está a años luz de aquélla en la que conocimos la verdadera identidad de su progenitor. Ni la intensidad de la secuencia ni la magnitud de la revelación pueden compararse, y tampoco creo que fuese esa la intención, pero supongo que algunos fans se sentirían desencantados. Para los más pequeños en cambio fue trascendentísimo, pues contemplaríamos ya a aquella pequeña pero aguerrida mujer con mucha mayor admiración si cabe. Reconozcámoslo, no andábamos muy sobrados de referentes femeninos heroicos y fuertes en aquellos años (la teniente Ripley, por motivos obvios, aún tardaría en llegar a mi vida). Los lazos de sangre entre Luke y Leia llevarían, más de dos décadas después, a una de las mayores incongruencias (o cagadas) en la continuidad de la serie: en Endor, Leia recordará a su madre como una mujer «muy hermosa, amable pero triste», cuando luego veríamos a Padmé fallecer en el parto de los mellizos. En cualquier caso, la culpa no es de la película de 1983. Y qué detalle más insignificante, la verdad.
“El Retorno del Jedi”, ni siquiera yo puedo negarlo, es el film más simple y escueto en el plano argumental de la trilogía original, lo que confirma que a Lucas no le quedaba tampoco tanto que contar. Rescatamos a Solo, atamos cabos y directos a la contienda decisiva. Aunque ésta última dure 80 minutazos, se geste al principio a fuego lento y se vaya resolviendo, ganando paulatinamente en intensidad, en tres planos distintos. Tengo que admitir también que en el segundo acto el Episodio VI comienza a perder algo de pegada, y de hecho creo que es a partir de entonces cuando a los fans más exquisitos se les empieza a atragantar. Los preparativos del ataque rebelde a la segunda Estrella de la Muerte recuerdan intencionadamente a los del primer film, y enseguida nos embarcamos camino de la Luna de Endor junto a Luke, Han y Leia, a los que curiosamente no veíamos compartiendo correrías, hombro con hombro, desde “La Guerra de las Galaxias”. No tardarán en separarse de nuevo, y cierto es que esta vez sus andanzas conjuntas calan menos que cuando se conocieron en la primera Estrella de la Muerte, pero estamos en un punto distinto, tanto la trama, como los personajes, como nosotros los espectadores. La llegada a Endor nos deja al menos otro de los momentazos de la trilogía: esa persecución de motos voladoras que, al menos a los más pequeños, nos dejaría totalmente extasiados. Podrá ser, vista ahora, todo lo cutre técnicamente que queráis, pero sigue engorilando mil veces más que la más perfecta de las carreras de vainas, ya me entendéis.
Y sí, llegan los ewoks. Su encuentro con los héroes, en un principio, es un tanto tenso y violento, pero pronto (truco de Jedi mediante) todo es camaradería, concordia y buen rollo. Y saboreamos un último instante de calma antes de la gran tormenta… pues una vez empiecen las hostilidades, la cinta ya no nos dará la más mínima tregua. ¿Que la batalla de Endor es ‘infantil’? ¿En serio? Bueno, lo que queráis. Pero, mientras los ewoks hacen de las suyas en la superficie de esta luna, los rebeldes capitaneados por Lando Calrissian a los mandos del Halcón Milenario van siendo despiadadamente masacrados, con un trágico número de bajas, víctimas de los engaños del Emperador en su ataque a la segunda Estrella de la Muerte. Y el enfrentamiento decisivo entre Luke Skywalker y su padre Darth Vader, con el maldito Palpatine (aunque, corríjanme si me equivoco, entonces aún no le conocíamos por este nombre) metiendo cizaña, es acojonante, desde los tensísimos prolegómenos, pasando por la intensidad y fiereza de su duelo a muerte, hasta su dramático aunque en definitiva afortunado desenlace. El montaje de los últimos 40 minutos del film, con sus tres líneas argumentales, es trepidante y modélico. Pese a quien pese, es el clímax absoluto de la saga, y su conclusión es, al menos para un servidor, plenamente redonda y satisfactoria. Algunas voces, entre ellos Irvin Kershner, director de “El Imperio Contraataca”, mostrarían su decepción con la escena en la que un ya moribundo Anakin Skywalker le descubre su verdadero rostro a su hijo. Uno de los más grandes villanos de la historia mostrándose como un patético y mutilado vejestorio con cabeza de huevo… Para mí, es perfecto, y además de que simboliza a la perfección el título de ese Episodio VI, cobra aún más fuerza una vez vistas las seis primeras películas de “Star Wars”, confirmándose que el hilo conductor de la saga, al menos hasta ahora, es Anakin/Vader, narrándose su auge, caída y redención final. Que luego el personaje que vimos en los Episodios I, II y III no cumpliese las expectativas de la inmensa mayoría, esa ya es otra historia, que también contaremos por aquí. Y maldito seas, George, pero para nosotros Anakin SIEMPRE será Sebastian Shaw.
Pese a todos los aciertos que, creo yo, debemos concederle a “El Retorno del Jedi”, seguiremos oyendo eso de que los ewoks jodieron la película. Otras flaquezas e imperfecciones podrán perdonárselas, pero esa no. Nunca. Jamás. Sus numerosos detractores esgrimen, y no les falta parte de razón, que su intervención le resta seriedad al asunto, y dota a la cinta de una comicidad y ligereza excesiva. Yo prefiero quedarme con que estos entrañables ositos de peluche representan, salvando las distancias y con menos peso y trascendencia, lo mismo que los hobbits en “El Señor de los Anillos”: unos seres pequeños, frágiles, aparentemente inofensivos e insignificantes, que esconden mucho más de lo que aparentan y que, en los momentos decisivos, se revelan como cruciales a la hora de derrotar al todopoderoso Mal. Otra lección muy valiosa es que a veces la astucia, el coraje y la tenacidad son más fuertes que las más potentes tecnologías. Y la Historia nos ha dejado numerosos ejemplos de cuán difícil es derrotar a un enemigo notoriamente menor y mucho más débil en su propio territorio, y con sus propias reglas.
¿Habría cambiado mucho el film si Lucas hubiese ejecutado sus planes originales de trasladar la batalla de Endor al planeta de los wookies? ¿Sería “El Retorno del Jedi” mucho mejor? Y yo qué sé. A mí, qué demonios, me gustan los ewoks. Me gustaban cuando era un niño y me gustan ahora. En cualquier caso, creo que su papel debía haberse quedado ahí, pues su prestigio se vio aún más vulnerado en años sucesivos con dos películas, “La aventura de los Ewoks” (1984) y “La batalla del planeta de los Ewoks” (1985), en realidad dos tv-movies aunque creo que, al menos una de ellas, fue estrenada en cines en nuestro país. Estos dos, en definitiva, spin-offs de “Star Wars” son productos tan menores y están tan alejados de los valores y la grandeza de la trilogía original que ni siquiera deberían ser tenidos en cuenta. Yo sólo recuerdo haber visto la primera, e incluso tenía un libro sobre el film, y supongo que a tan tierna edad la disfrutaría en su momento, aunque no dejase al final apenas poso en mi memoria. Pero entiendo que los die-hard fans de la saga galáctica rabiasen y pataleasen entonces ante semejantes afrentas y la perspectiva de que, en su lugar, no habría más films de “Star Wars”, que era lo que en realidad querían. También se estrenó a mediados de los 80 una serie de dibujos animados, “Los Ewoks”, que en España alternaba su emisión, en sábados sucesivos, con “Droids”, o lo que es lo mismo, las aventuras de R2-D2 y C-3PO. No, los peludos habitantes de Endor no hicieron demasiados méritos para ganarse el cariño del público más serio tras “El Retorno del Jedi”, aunque admitamos también que nuestros dos queridos androides no han vuelto a hacer hasta ahora nada relevante ni digno de elogio desde 1983. Tampoco ha sabido George Lucas desde entonces ganarse el aprecio incondicional de su público, y echando un vistazo a estas cosas uno comprende que no hay que culpar exclusivamente a su segunda trilogía.
Existen muchos documentales, programas de televisión, libros, artículos y posts en millones de blogs profundizando en los entresijos de la creación de “Star Wars”, y todo lo que rodea a “El Retorno del Jedi” puede resultar especialmente jugoso, pues al menos hasta 1999 fue el episodio más polémico, menos satisfactorio para el gran público, y más cargado de dificultades y tensiones durante su creación, muchas de ellas protagonizadas por una ya entonces problemática Carrie Fisher o un Richard Marquand que, como director inexperto, se vio en muchos momentos superado por el proyecto. Un proyecto, como sabemos todos, en realidad manejado firmemente por Lucas. Yo he visto algunas cosas por ahí, he leído otras por allá, pero reconozco que no me interesan demasiado. No creo que nada que vea o lea pueda mancillar mi recuerdo concreto por cualquiera de mis films emblemáticos, pero tampoco lo necesito para engrandecerlo. Por eso no habéis encontrado nada de eso por aquí, y sí en cambio un intento de mirar un film como “El Retorno del Jedi” con la experiencia que pueda tener un tipo de 36 años, pero intentando no perder la ilusión o el entusiasmo más propios de un niño de cuatro.
Hablar o escribir sobre “El Retorno del Jedi” siempre me devuelve las ganas de verla por millonésima vez. O mejor dicho, de enchufarme la trilogía original completa, y gozarla en su totalidad, del primer al último minuto. Y de escudriñar en los armarios en busca de todos esos maravillosos tesoros que me recordarán, una vez más, por qué ésta es MI película de “Star Wars”. Además del libro oficial, con la imagen en la portada de Luke blandiendo su sable verde en la barcaza de Jabba el Hutt, en mi impecablemente bien conservada colección de muñecos de la saga son mayoría los personajes pertenecientes a este film: muchos secuaces de Jabba, entre ellos Bib Fortuna, tres guardias (un Gamorreano, Klaatu y Weequay, que más tarde yo reconvertiría en mis juegos en Freddie Krueger), varios miembros de la banda residente de aquel estercolero (la cantante Sy Snootles, el clarinetista Droopy McCool, y el teclista Max Rebo, cuya parte superior dejó de ser azul para teñirse de un amarillo verdoso después de un verano tostándose al sol en una estantería de mi terraza), la Leia disfrazada de cazarrecompensas, o el propio Luke enfundado en su nuevo y flamante traje negro, con capa y sable verde. También tenía un par de ewoks (los más molones, el Jefe Chirpa y el pequeño Wicket), un Scout Trooper con su alucinante moto, que saltaba en pedazos con sólo pulsar un botón, y uno de mis muñecos preferidos, un imponente Guardia Imperial. Siempre envidié, eso sí, a los que les compraron el Rancor o el mismísimo Jabba. Aunque nunca tanto como a los cabronazos que tenían el Halcón Milenario… Caigo en la cuenta, ahora, de que para cuando el Episodio IX, el último de esta tercera trilogía, llegue a los cines de todo el mundo, mis dos hijos tendrán entonces cuatro años. ¡Cuatro añitos! ¿Y lo muchísimo que les va a gustar “Star Wars”? ¿Y lo contentos que se van a poner cuando su progenitor les compre toneladas y toneladas de muñequitos y naves de la saga? ¿Lo que van a disfrutar con su flamante Halcón Milenario? Ay, lo que no haga un padre por sus hijos…
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Enhorabuena por el articulo, me ha encantado y coincido plenamente en las sensaciones que describes, para mi también, por edad, fue mi preferida. Con el tiempo y revisionados es verdad que gana el imperio contraataca pero el recuerdo de esta es fantástico. Que suerte tuvimos de vivir aquellos 80 desde la visión de niños!