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«La Amenaza Fantasma»: una batalla perdida

16/12/2015

I

Hace ahora poco más de 16 años el hype que había en torno a “La Amenaza Fantasma” era muy similar al que ha generado en 2015 “El despertar de la Fuerza”. En el ámbito cinematográfico, yo no recuerdo una expectación mayor que la que suscitó a finales de los 90 el regreso de George Lucas a su (nuestra) querida saga galáctica, un nuevo tríptico que iba a contarnos los acontecimientos anteriores a “Una nueva esperanza” y que se iba a centrar en el ascenso y caída al lado oscuro de la Fuerza de Anakin Skywalker. Esa nueva trilogía era el sueño húmedo prolongado durante muchos años de todos los fans de Star Wars hecho por fin realidad. Pero, como casi siempre ocurre cuando las expectativas son tan absolutamente desmesuradas, Lucas no tenía más remedio que decepcionarlas. Era imposible contentar a todos, incluso aunque “La Amenaza Fantasma” hubiera terminado siendo una película mejor de lo que fue. El mundo había cambiado, el público de la trilogía original había crecido e incluso Lucas había dedicado todo aquel tiempo que transcurrió desde “El Retorno del Jedi” a un montón de cosas que no tenían que ver con dirigir películas. “La Guerra de las Galaxias” fue la quimera de un loco con todo en contra salvo el apoyo de un puñado de locos que le siguieron en su visión, aunque algunos ni siquiera creyeran en ella; “La Amenaza Fantasma” era más bien el capricho de un ultramillonario que iba a regalarnos (y regalarse) el juguete más caro del mundo. Así, el fervor por disfrutar de una nueva entrega de “Star Wars” solo iba a ser comparable a la avidez inmediatamente ulterior de confrontarla con el áurea mítica de las cintas originales, de encontrarle los fallos, de despedazarla sin piedad. Quizás Lucas puso las cosas fáciles en ese sentido, cometió errores imperdonables, como crear el personaje secundario más infecto de la Historia y encima elevarlo casi a la categoría de principal, o cargarse el misticismo de la Fuerza con la explicación naturalista de los midiclorianos, y otros más prosaicos pero igualmente decisivos, como no dejar el guión en manos de un Lawrence Kasdan que ajustara, puliera y acoplara con más sabiduría el material que tenía entre manos. Lo que es incuestionable es que “La Amenaza Fantasma” se quedaba lejos, muy lejos, del nivel de la trilogía original, pero también creo que se llevó muchos más palos de los que realmente se merecía. Más que ninguna otra película de la saga, el Episodio I imploraba ser visionado con los ojos puros de un niño de 8 años, unos ojos que muchos ya habíamos perdido, o intercambiado por una mirada cínica y fiscalizadora, demasiado predispuesta a indignarse por cualquier contratiempo, que es justo la menos indicada para ver un filme como este.

Lo curioso es que todos los elementos que uno podía esperar de un regreso al universo de Star Wars están ahí. Tenemos a los caballeros Jedi en todo su esplendor con sus túnicas y sus sables de luz, tenemos a los alienígenas y criaturas imposibles (más que nunca), nuevos y fascinantes planetas como Naboo o Coruscant y otros ya de sobra conocidos como Tatooine, hologramas, batallas espaciales, una damisela en peligro, villanos inquietantes… Hay que reconocerle a Lucas el esfuerzo por hacernos sentir como en casa, por salvaguardar y ampliar las señas de identidad de su mundo galáctico, y, sin embargo, no es lo mismo. Nada se siente igual. Los acontecimientos se suceden a buen ritmo, vemos multitud de efectos especiales, percibimos que la película es ‘entretenida’, pero no conseguimos implicarnos emocionalmente. ¿Qué sucede? ¿Quizás es culpa nuestra, que ya no somos los de entonces? En parte puede que sí, pero esencialmente, el principal problema de “La Amenaza Fantasma” es que la chispa no llega a prender, el hechizo no se conjura, la magia no aparece. Lucas tiene ante sí el reto de volver a seducirnos, de enamorarnos, pero aquí falta carisma por los cuatro costados, algo de lo que siempre había ido sobrada la saga.

 

De entrada, el punto de partida de la cinta –una crisis política, un conflicto económico entre el planeta Naboo y la Federación de Comercio, problemas de cobro de impuestos en las rutas comerciales, un tratado que hay que firmar- es mucho menos mitológico y bastante más pedestre y terrenal de lo que podríamos esperar, pero eso no tiene por qué ser un escollo insalvable; incluso puede ser conveniente comenzar toda la epopeya desde un ángulo más realista. La cuestión es que a Lucas le cuesta mucho lograr que sus nuevos personajes nos transmitan emociones; la mayoría de ellos se pasean por la escena atenazados y envarados, ninguno de ellos sirve como cicerone del espectador a través de la aventura como sí sucedía con Luke Skywalker, y aún menos hay un Han Solo o una Leia Organa que rompan en mil pedazos el formalismo que se adueña de la función (bueno, sí, hay uno que “rompe” con todo, pero a ese hay que darle de comer aparte…).

Phantom Menace_Jedi Knights

Qui-Gon Jinn sería lo más parecido al protagonista de esta historia, y ciertamente el noble y sabio caballero Jedi interpretado por Liam Neeson es el personaje mejor definido y más interesante, especialmente por ser capaz de plantar cara al propio Consejo Jedi. Su presencia, su equilibrio mental y su modo de comportarse es el que todo fan habría imaginado al rememorar a los antiguos guardianes del orden en la Galaxia, pero su papel es el de mentor, no el de héroe. El joven Obi-Wan Kenobi de Ewan McGregor, al ser el nexo más evidente con la trilogía anterior, podría haber desempeñado ese rol, sin embargo es el que, desgraciadamente, mejor ejemplifica la falta de personalidad del elenco del Episodio I. Su función aquí es tan accesoria que si se le hubiera eliminado de la trama apenas cambiaría nada. Nos quedaría entonces Anakin, pero aunque sabemos que, a la larga, él será el auténtico protagonista de las precuelas, aquí no podemos dejar de verle como un niño ‘especial’, bondadoso y algo soberbio, aunque ajeno a las circunstancias mayores que le rodean. No soy de los que defenestran el trabajo del pobre chaval Jake Lloyd, que se limita a hacer lo que Lucas quiere que haga, incluido su estomagante arsenal de ‘Yupis’ y ‘Oops’, pero hay que admitir que su presencia inevitablemente infantiliza la saga, lo cual no tiene por qué ser ni malo ni bueno, pero sí hace más difícil la identificación del público adulto con esta historia. En cualquier caso, el momento en el que Anakin, el «elegido» de la profecía, será realmente importante todavía no ha llegado en “La Amenaza Fantasma”, por lo que ésta se queda así sin el potente centro de gravedad que necesita toda narración del género de aventuras.

Phantom Menace_Qui Gon_Anakin_Obi Wan

La Padmé Amidala de Natalie Portman tampoco es que sea un personaje precisamente memorable más allá de su incontestable belleza y de sus fastuosos vestuarios y maquillajes. Obviamente está basada en el molde de mujer fuerte y determinada de Leia, pero al menos en este capítulo inicial aparece muy encorsetada. Como reina Amidala resulta hierática, más un símbolo que un personaje de carne y hueso; como Padmé sí se muestra más natural, aunque tan insípida como Obi-Wan, o como los miembros del Consejo Jedi en el poco tiempo en que estos aparecen en pantalla (con un Yoda algo rejuvenecido y al mismo tiempo empeorado con respecto al que conocíamos). Por otra parte, la recuperación de R2-D2 y C-3PO es sencillamente una gratuita concesión a la parroquia que, para más inri, derivará en problemas de continuidad con la trilogía original. Sin embargo, en esta ocasión el alivio cómico (o más bien diarrea cómica) no les corresponde realmente a los dos androides, sino a ese ser repelente y soporífero llamado Jar Jar Binks que se empeña en asesinar la película cada vez que aparece en pantalla, algo que ocurre con una frecuencia inusitada. La trilogía clásica siempre supo equilibrar admirablemente las dosis exactas de comicidad y su sintonía con el público infantil; venga, admitamos que quizás con los Ewoks se le fue un poco de las manos, pero nunca cayó en una astracanada tan pueril. Alguna vez he fantaseado con la posibilidad de que algún experto youtuber, o, ya puestos, el propio Lucas en su lecho de muerte y ya dispuesto a redimirse de todos sus pecados, se atreviera a hacer una edición especial del Episodio I eliminando todas y cada una sus apariciones, pero luego he caído en la cuenta de que sin su presencia la película, aparte de demasiado corta, carecería de sentido, pues él es la verdadera amenaza fantasma. Y, pese a todo, como en la vida todo es cuestión de puntos de vista, el tal Binks es una criatura que a los niños pequeños les encanta. A eso puede agarrarse Lucas, que en su delirio sigue diciendo que de poder reencarnarse en un personaje de Star Wars elegiría a Jar Jar. El viejo George. Todo un personaje.

Jar Jar Binks

Si en “La Amenaza Fantasma” no hay un héroe indiscutible que actúe como ancla de la audiencia, su opuesto, el Lado Oscuro, es igualmente difuso, pero más sugestivo. Darth Sidious, el Señor Oscuro de los Sith, es un ente maligno infiltrado en las sombras que orquesta maquiavélicamente las piezas de su plan maestro para derrocar a la República. En ningún momento se le identifica como Palpatine, el senador de Naboo que aparentemente aconseja y apoya a la reina Amidala, pero el espectador avezado no tardará en darse cuenta de que son la misma persona. En el Episodio I no aparece demasiado, pero Palpatine (un formidable Ian McDiarmid) es definitivamente mi personaje favorito de la segunda trilogía. De hecho, la taimada intriga que desarrolla para ser nombrado Canciller Supremo es uno de los puntos más sobresalientes de la cinta, y Lucas sí se muestra acertado en la narración del complejo relato político. No deja de ser paradójico que en la cinta más aniñada de la saga se aborden por primera vez tan frontalmente aspectos tan adultos, o espesos, según quien esté mirando. En última instancia, “La Amenaza Fantasma” es el fracaso de un Senado dominado por la burocracia, la corrupción y las grandes corporaciones, algo que traza paralelismos bastante pertinentes con el mundo real.

Phantom Menace_Palpatine_Amidala

Darth Maul, el discípulo de Sidious, posee una estampa imponente, con su rostro tatuado en rojo y negro, sus cuernos y su doble sable láser (una brillante y molona idea conceptual). Apenas pronuncia unas pocas palabras en toda la cinta, no sabemos nada de él ni llegaremos a saberlo, pero inspira un temor bastante plausible. El error que podríamos cometer es compararle con Darth Vader, o esperar de él que sea más de lo que es, un brutal perro de presa de Sidious. Menos coherentes con el espíritu de la saga, y más apropiados como villanos de un filme de Disney, son los dirigentes de la Federación de Comercio, seres cobardes y temerosos que actúan como meros títeres de Sidious, mientras que sus ejércitos de droides, menos vistosos que las tropas imperiales, se revelan como unos oponentes bastante poco eficientes.

Phantom Menace_Darth Maul

Otro aspecto al que hay que hacer mención al referirse a “La Amenaza Fantasma” es el enorme salto tecnológico en el campo de los FX que se había producido desde los tiempos de la trilogía original y que fue la principal razón para que Lucas, que había contribuido decisivamente a ese salto al frente de ILM, se animara a retomar la saga. Las técnicas digitales ya sí le permitían reconstruir esos mundos llamativos y detallados que él había imaginado, y efectivamente los efectos especiales le permitieron capturar planos, momentos y personajes brillantes (pienso por ejemplo en Wattoo, el tipejo que tiene esclavizado a Anakin), imposibles de reproducir con la vieja tecnología artesanal, pero también se pierde esa fisicidad orgánica, esa mugre tan real que caracterizaba el aspecto visual de Star Wars. La estética aquí es más limpia, más artificial, más falsa, tanto que en ocasiones parece que estemos ante un colorido videojuego, y es que el desarrollo del CGI en 1999 todavía tenía mucho camino por recorrer, en una época en la que un par de años podían marcar una diferencia abismal en su perfeccionamiento. Recuérdese, por ejemplo, al impresionante Gollum de “Las Dos Torres”, una película solo tres años posterior a ésta, y compárese con nuestro querido Jar Jar. Incluso da la impresión de que el uso y abuso de la pantalla verde contribuye a que los actores parezcan un tanto despistados e incómodos durante parte del metraje al despojarles de un entorno real con el que interactuar.

Phantom Menace_Carrera de vainas

Aunque “La Amenaza Fantasma” palidezca como película de aventuras ante el recuerdo de las películas antiguas, hay que reconocer que aquí también hay buenos momentos de evasión. El arranque de la cinta, por ejemplo, con la incursión de los dos Caballeros Jedi en la nave de la Federación de Comercio, es un buen ejemplo de de acción de la vieja escuela, coherente con el espíritu de serial matinal de “Una nueva esperanza”. La carrera de vainas en Tatooine, aunque excesivamente larga y en realidad no demasiado emocionante, es una secuencia brillantemente planificada, en la que Lucas demuestra que sus habilidades en el uso del montaje y de los efectos sonoros siguen intactas. En el tramo final se acumulan hasta cuatro acciones paralelas (la batalla en los campos de Naboo, las guerrillas en los pasillos del Palacio, la lucha entre los cazas y las naves de la Federación y el duelo de sables de luz entre Jedis y Sith), asemejándose bastante a la conclusión de “El Retorno del Jedi”, aunque desde luego no hay aquí la resonancia emocional de entonces, ni por asomo. La refriega entre gungangs y droides en realidad nos da bastante igual, y que el niño se desenvuelva como pez en el agua en la batalla espacial es un poco meh; en cambio, sí es espectacular el combate entre Qui-Gon, Obi-Wan y Darth Maul en el imponente escenario de la sala de generadores, tanto como el épico “Duel of the fates” de John Williams que acompaña las imágenes, pero es tan espectacular como en el fondo vacío, pues es una lucha sin pasiones ni sentimientos en juego, es decir, todo lo contrario de las que mantenían Luke y Vader con muchas menos acrobacias. Quizás ahí resida la clave de por qué “La Amenaza Fantasma” nunca termine de calar hondo en el espectador. En el fondo, toda ella se siente como una larga introducción a los momentos decisivos que terminarán llegando en el Episodio III. Es un montón de paja, paja más o menos mullida, paja quizás necesaria para que después arda la hoguera, pero paja al fin y al cabo.

Duel of the Fates

“La Amenaza Fantasma”, como no podía ser de otra forma, rompió el box office de su época y  a día de hoy continúa siendo la película más taquillera de la saga, sin ajustar la inflación, pero sus virtudes quedaron eclipsadas por todos sus evidentes defectos, hasta el punto de que se instauró un clima de desánimo y desilusión entre muchos antiguos fans que arrastraron durante prácticamente toda la segunda trilogía, quizás hasta la última hora de “La venganza de los Sith”. Con el paso del tiempo, y tal vez como reacción lógica ante tantos vituperios que ha tenido que soportar, algunas voces la ensalzan como mejor película que su sucesora, “El ataque de los clones”, incluso no falta quien proclama que es la mejor de la saga moderna. Personalmente, nunca me pareció tan horrorosa como a muchos, ni jamás me la tomé como una defecación de Lucas en los rincones más preciados de mi infancia, pero tampoco la considero una gran cinta y, de hecho, tardé en incorporarla a mi colección de DVDs (sólo lo hice cuando la ofertaron con un periódico, y más que nada por completar). Sinceramente, no puedo ser tan duro con ella como a buen seguro lo habrían sido otros compañeros del Cadillac Negro, igual que un padre no puede hacer más que apechugar pacientemente con el hijo descarriado porque al fin y al cabo forma parte de la familia, pero sí me quedó claro que para disfrutar de estas precuelas iba a tener que relajar las expectativas y olvidarme en la medida de lo posible de la trilogía original porque nada, nunca, puede estar a la altura de los mitos que alimentamos y nos alimentan en la infancia. De lo contrario, es una batalla perdida, para las dos partes.

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7 comentarios leave one →
  1. Xoloitzcuintles permalink
    18/12/2015 17:35

    De hecho, lo que pides de un montaje de la película sin Jar Jar existe, se llama «The Phantom Edit» y se hizo poco después de que se estrenase la película. Incluso se le llegó a atribuir su autoría a Kevin Smith, que lo negó. Aparte de ese, hay bastantes fan-edits de las precuelas por ahí, en YouTube hay varios.

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