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«El Imperio Contraataca»: cómo conocí a vuestro padre

14/12/2015

V

Chicos, voy a contaros una historia increíble. La historia de cómo conocí a vuestro padre…no, Luke, no habéis hecho nada malo y sí, Leia, ésto tardará un rato. Aunque, en esta ocasión, prescindiremos de inusuales serendipias y paraguas amarillos, e iremos directos al grano. No hace relativamente mucho tiempo, en una galaxia hoy en día ya no tan lejana, descubrimos todo un universo de personajes y aventuras que cambiarían para siempre la industria del cine y del entretenimiento. Hasta el verano de 1980, (y con perdón de los trekkies que puedan leerme), la mejor película de ciencia ficción era «La Guerra de las Galaxias«. Para el que no quisiera saber nada más de las aventuras de Luke Skywalker, Darth Vader, Han Solo y la princesa Leia (aquella historia era auto-conclusa), esta afirmación probablemente seguiría siendo cierta a día de hoy. Sin embargo, todos los que acogimos con los brazos abiertos una entrega más, sabemos que ese primer puesto se lo ganaría con creces la primera secuela de esta saga. Una pieza maestra que ha influido en generaciones enteras de directores, actores, guionistas y amantes del cine en general.

Tras el masivo éxito de «Star Wars», la única cuestión en el aire era cuándo sería posible entregar una continuación. La dirección de este capítulo la delegaría George Lucas en el veterano Irvin Kershner; en uno de los últimos movimientos lúcidos que Lucas tendría en esta saga y que, por contra, rompería en la siguiente trilogía. Los desafíos que conllevaba esta nueva entrega eran enormes, pues el avance técnico que se requería para poder llevar a la pantalla la gran mayoría de pasajes que formaban la nueva trama, establecerían un nuevo listón en la historia de los efectos visuales. Una ardua tarea que supondría el reinado tecnológico durante décadas de la compañía IL&M, creada expresamente por y para esta saga espacial. De hecho, dado que la fecha de estreno se iría a 1980 (tres años después de «Star Wars»), George Lucas tampoco dudaría en producir en 1979 un especial navideño (un poco de benevolencia, que tiene 36 años) con el reparto principal de la saga, para que los espectadores no olvidasen la cita que les esperaba un año después. Sería precisamente a partir de 1980 cuando la pareja formada por George Lucas y Steven Spielberg empezaría a moldear  (gracias a los éxitos ya adquiridos para entonces) la industria cinematográfica hasta convertirla en lo que hoy tenemos. El primero, por su apuesta total (y posterior control) por una historia que acabaría convertida en una de las más longevas y mayores minas de oro nacidas en Hollywood y, el segundo, por su inmenso talento narrativo cuyo constante éxito en todo lo que se involucraba le llevaría a ganarse el sobrenombre de rey Midas. De hecho, es muy probable que lo que presenciemos el próximo 17 de diciembre sea la fusión perfecta entre el sentido de aventura de Lucas (que se le presupone a la nueva continuación) y la sensibilidad de Spielberg; pues J.J. Abrams es seguramente el director al que Steven más ha influenciado (como ya dejó bastante claro en «Super 8«). En mi caso, de haber tenido la oportunidad (y la edad suficiente), éste podría haber sido el inicio de un emocionante relato sobre mis experiencias en el estreno de «El Imperio Contraataca«. Por suerte o por desgracia, mi tierna edad por aquél entonces no me habría permitido degustar su visionado; por lo que me vi relegado a ver las dos primeras entregas en un cine de barrio poco antes del estreno de «El Retorno del Jedi«, formando así un legend…(wait for it)…ary programa doble

 

Tal y como nos adelantaban los créditos iniciales, la rebelión no pasa por su mejor momento. A pesar de haber destruido la principal arma del Imperio (la Estrella de la Muerte) en la primera entrega, las tropas del Emperador se han recuperado y, poco a poco, han ido diezmando una a una cada base oculta que tenían las fuerzas rebeldes. Para ello, Lord Darth Vader envió miles de sondas espía a lo largo y ancho del universo conocido. La última alerta enviada por una de esas sondas nos sitúa en el gélido planeta Hoth, donde la alianza rebelde mantiene una de sus últimas bases operativas.

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Durante una misión de exploración, Luke es atacado y capturado por un wampa (la versión lucasiana del Yeti, que serviría para justificar las cicatrices que arrastra Mark Hamill en su cara tras un desafortunado accidente de coche ocurrido antes del estreno de «La Guerra de las Galaxias»). En el momento en el que la base se percata de la ausencia de Luke, Han Solo no duda ni un instante en salir en busca de su compañero y amigo a lomos de un tauntaun; escena en la que comprobamos que, a pesar de las individualidades de cada personaje en la primera entrega, durante el tiempo que ha pasado han llegado a formar una familia. Quedando atrás aquellas constantes disputas entre Solo y Skywalker, notando el serio semblante de Leia y el gemido de preocupación que suelta Chewie cuando las pesadas compuertas de la base se cierran ante la inminente llegada de la noche, mientras dos de sus amigos se quedan fuera. La caverna del wampa será la primera ocasión en la que seremos testigos de las aptitudes de Skywalker como futuro Jedi; logrando atraer su sable láser para librarse de sus ataduras y herir a su captor al tiempo que inicia su huida. Luke, herido, desorientado y sin recursos, deberá sobrevivir a las duras inclemencias del gélido planeta.
Tras una espectral aparición de Obi Wan y caer inconsciente, afortunadamente Skywalker será localizado por Han Solo, a quien no le quedará más remedio que abrir en canal al tauntaun que montaba para poder mantener alejado de la hipotermia a su buen amigo durante la helada noche de Hoth. Esa será la primera y única vez en la saga que veremos a Solo utilizar un sable láser.

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Con Han y Luke de regreso en la base (y tras ver cómo recuperan a Luke de los efectos de la hipotermia, sumergiéndolo en un tanque de agua), el Imperio inicia una ofensiva sobre la nueva base detectada (y, si el trabajo del maestro John Williams ya era portentoso en La guerra de las Galaxias, escuchar la marcha imperial acompañando la imágenes de los enormes destructores ya compensaba con creces el precio de la entrada). Los impresionantes AT-AT nos dejan una de las panorámicas más poderosas del film; emergiendo por el horizonte, con la tierra temblando bajo su avance constante, dejando en nuestras retinas unas imágenes que tardarían 23 años en superarse (con «El Retorno del Rey» y la carga que los haradrim realizan a lomos de gigantescos olifantes). No obstante, a pesar de su espectacular diseño, seamos sinceros, los AT-AT tienen toda la pinta de ser un desperdicio en cuanto a practicidad. ¿La mejor forma de transportar tropas y material militar es mediante unos armatostes articulados sobre cuatro soportes, con un centro de gravedad que, al mínimo desequilibrio, caerán irremediablemente?…quizás su cuestionable utilidad práctica sólo sea más dudosa en su versión sobre dos patas (AT-ST) de «El Retorno del Jedi». Como se acaba demostrando, un simple gancho magnético y un hilo de acero es suficiente para que estos gigantes con pies de barro acaben besando la helada lona.

A pesar de esta resistencia inicial, la alianza tienen poco que hacer contra la invasión terrestre que despliegan las fuerzas del Imperio. El operativo de Hoth acaba cayendo y, los que aún pueden, acaban huyendo del planeta.
En este punto se abren las dos líneas narrativas paralelas que se mantendrán hasta su confluencia en el desenlace del film. Por un lado, Luke Skywalker y R2-D2 pondrán rumbo al planeta Dagobah para recibir la formación Jedi del maestro Yoda, tal y como le aconsejó Kenobi tras librarse Luke del wampa; por otro, el resto de protagonistas (Solo, Leia, Chewie y C3PO), que formarán la tripulación del Halcón Milenario. Aunque es palpable que las desventuras de los ocupantes del ‘pedazo de chatarra más rápida de la galaxia’ (por cierto, haciendo honor a su leyenda, en este título el Halcón Milenario falla constantemente…y ya sabemos debido a quién) aportan las mejores dosis de acción y aventura, se nota claramente que sus pasajes son rodados para que el ritmo del film no decaiga; ya que, básicamente, se dedican a huir airosamente de cada una de las persecuciones en las que se ven envueltos, bien sea un crucero interestelar, un campo de asteroides (pasaje donde, nuevamente, John Williams nos deja una auténtica joya) o un mastodóntico gusano espacial. Es probable que su escritura en el guión se pensara para compensar la trama que desarrolla Luke en paralelo; por si no fuese todo lo efectiva que aparentaba sobre el papel. Viendo el resultado final, los guionistas no tenían nada que temer. Todo el metraje localizado en el planeta Dagobah supone la más espectacular y adulta visión de todo el universo creado por Lucas; convirtiendo el cuento de hadas que cada personaje acababa viviendo al finalizar «La Guerra de las Galaxias» (título heredero de la inocencia y sense of wonder de «Flash Gordon«), en una oscura narrativa repleta de profundas reflexiones sobre el miedo, la ira y el lado oscuro de la fuerza. Elevándose sobre la trama de su predecesora.

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Tras un accidentado aterrizaje en la pantanosa superficie del planeta Dagobah, (bienvenidos a los planetas con un solo clima: Hoth y el eterno invierno polar, Tatooine y sus sempiternas dunas desérticas, Dagobah y sus pantanosas lagunas…convirtiendo a Alderaan en casi un destino turístico) Luke y R2 se disponen a encontrar al maestro Yoda, (veterano Jedi cuya leyenda surge en las llamadas ‘guerras clon‘), para recibir avanzadas enseñanzas para conseguir convertirse en Jedi y dominar las intrincadas artes de ‘la Fuerza’. Las expectativas iniciales de Luke sobre el aspecto físico del maestro se verán notablemente decepcionadas cuando se encuentren con Yoda; demostrando que (al igual que la belleza) la auténtica fortaleza también se encuentra en el interior.

Yoda resulta ser un pequeño ser, anciano y, aparentemente, débil (una especie de versión primigenia del señor Miyagi de «Karate Kid«), que vive en un constante ‘descanso espiritual’, alejado de todo contacto que no sea con la naturaleza; recluido en, básicamente, un inmenso pantano. Será en este desolador paraje donde el joven e impetuoso Luke Skywalker recibirá el aprendizaje imprescindible para convertirse en un Jedi…y algunas otras lecciones de la vida (aplicables también a nosotros mismos) que acabarán forjando su carácter definitivamente.

Don´t try…do or do not

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Yoda es la más clara demostración (por antítesis) de que no hay nada más aburrido que comprobar que una secuela es totalmente innecesaria. Principalmente, porque sus personajes arrastran las mismas motivaciones y los mismos retos de una entrega a otra. Por eso destaca tanto «El Imperio contraataca» respecto a otras secuelas; porque no deja que sus personajes se acomoden, les obliga a evolucionar, a crecer.
Ciertamente, cuando el público espera una secuela, está deseando más de lo mismo…y esto debería ser así; pero sólo en algunos elementos de la historia. De esta forma, permitiría a guionistas y directores experimentar con los personajes y con las expectativas del público para sorprenderles. No sólo es expandir el universo con nuevos personajes; sino encontrar física y emocionalmente nuevos retos para los personajes ya existentes, darles un tono distinto que permita seguir dibujando un cuadro similar en su forma, pero distinto en su mensaje. Contar una historia que, teniendo como base a sus predecesoras, sea capaz de mantenerse en pie por si misma. El trabajo que Lawrence Kasdan y Leigh Brackett realizan en el libreto de «El Imperio Contraataca»es simplemente asombroso. Totalmente centrado en los personajes, elaborando una historia que (a pesar de no ser auto-conclusa y de contar con una estructura más arriesgada que su predecesora) va dirigiendo todas las acciones que se desarrollan en la historia hacia un punto de confluencia que pilla al espectador a contra-pie, provocando con ese giro paterno-filial un doloroso desenlace interruptus. Aumentando con tal intensidad el potencial de la saga, que sus efectos seguimos disfrutándolos hoy en día en forma de secuelas cinematográficas. Al final, el mensaje del maestro Yoda (‘hazlo o no lo hagas…pero no lo intentes’) se podría adaptar libremente a la industria del cine con un «si no vas a superar lo ya realizado, no lo hagas».

A pesar de tratarse de una marioneta creada y manipulada por el genio Frank Oz, Lucas no quería que Yoda fuera simplemente un personaje al que el espectador pudiera abrazar; quería una interpretación a la altura del resto del reparto. Y aquí destacan dos momentos en la interpretación del maestro Jedi. Por un lado la demostración de poder que realiza Yoda, en el momento en el que su alumno Luke empieza a perder toda esperanza de avanzar en sus aptitudes como Jedi, ante el poco avance que parece mostrar su entrenamiento. Por otro, el escalofriante momento en el que Yoda envía a Luke al rincón más oscuro de la laguna; con un primer plano de R2 moviéndose nerviosamente y la expresión de preocupación de Yoda, que no auguran nada bueno para el joven Skywalker.

Yes, a Jedi´s strength flows from the force. But beware of the dark side. Anger, fear, aggression; the dark side of the force are they

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No deja de ser curioso que, cuando Luke siente la presencia del lado oscuro en Dagobah, afirme sentir frío. El lado oscuro de la Fuerza siempre ha estado relacionado con emociones profundamente pasionales como el odio, la ira, el miedo; sentimientos que siempre uniríamos a personas de sangre caliente. Sin embargo, los Jedi, que voluntariamente renuncian a ser controlados por sus sentimientos y son siempre asociados a una correcta situación emocional, muestren siempre un comportamiento gélido.
Tras la (imprevista por todos) aparición de Lord Vader, a la que Luke hace frente, teniendo como resultado una visión de su propio destino, contemplando su propio rostro habitando el casco del sith; Skywalker sentirá el peligro en el que se encuentran sus amigos y, desoyendo el consejo del maestro Yoda, decide interrumpir temporalmente su formación para acudir en su ayuda. Mientras le vemos partir, Yoda y Obi Wan dejarán evidencias de una segunda alternativa en el caso de que Luke nunca más regrese.

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En paralelo, tras llegar a la Ciudad Nube (suspendida sobre la superficie del planeta Bespin) buscando cobijo bajo la protección de Lando Calrissian (Billy Dee Williams), gobernador de la ciudad y antiguo amigo de Solo, los tripulantes del Halcón Milenario se verán retenidos por fuerzas del Emperador.
Lando, consciente de su delicada situación respecto al Imperio, temiendo que éste cierre todas sus operaciones ilegales, se ve obligado por necesidad a pactar con Vader la retención de Solo y Leia, junto con la entrega de Luke Skywalker. Lando comete el error de creer que al tratar directamente con Vader (músculo del imperio) y no con el Emperador (cabeza pensante), podrá negociar con él un salvoconducto para sus amigos a cambio de la entrega de Luke. Minusvalorando la capacidad de manipulación de Vader, Lando contemplará como su acuerdo será constantemente ninguneado por Vader, conocedor de su posición de fuerza frente a Calrissian.
El Lord Sith no duda en utilizar a Han Solo (quien le ganó el Halcón Milenario en una desafortunada partida de cartas) para comprobar el correcto funcionamiento de la cámara de congelación y, de paso, entregarlo al cazarrecompensas Bobba Fett (Solo arrastra desde hace tiempo peligrosas deudas con Jabba); anunciando a Lando su intención de llevarse como prisionera a la princesa Leia; aunque en un principio iba a estar bajo la más benévola custodia de Lando.
En algunos casos, Lando Calrissian ha sido recordado como un traidor a su fiel amigo y un vendido al Imperio, en otros casos, como un héroe que consiguió liberar a Leia de las garras del Emperador a costa de entregar a su amigo. En mi opinión, el personaje de Lando en esta entrega es indiferente en este sentido. El objetivo último de Vader es conseguir atraer a Luke al lado oscuro de la Fuerza. Por eso despliega miles de sondas; no para localizar las bases ocultas de los Aliados (que también), sino para dar con su paradero. Cuando a Vader se le presenta la oportunidad de retener a sus amigos y usarlos como cebo ante Skywalker, no duda en aprovecharla. Poco le importa Han Solo, más allá de poder comprobar el correcto funcionamiento de la carbonita que usará con Luke. En cuanto Skywalker hace acto de presencia en la ciudad, la atención de Vader se centra en el joven Jedi, lo que permite que Lando pueda colaborar en la evasión de Leia. Afortunadamente, el padawan Skywalker no obedeció al maestro Yoda en este caso, porque de haber mantenido Luke su entrenamiento en Dagobah y retrasando el enfrentamiento con su padre, seguramente el destino de Leia habría sido terrible.

I love you
I know

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Este es, (obviamente, junto con la revelación que Luke recibe de su propio padre), uno de mis diálogos favoritos de «El Imperio Contraataca». Ambos breves, rotundos, directos al corazón. Durante toda la película, Han Solo ha ido dejando muestras evidentes de los sentimientos que profesa por la princesa Leia; incluso poniendo a prueba los sentimientos de ella, acercándose a ella, aprovechando fortuitos momentos para obtener una señal por parte de la princesa que le indique que sus sentimientos van en la misma dirección que los suyos. Sin embargo, Leia se mantiene siempre a la defensiva, sin una postura clara. Hay ciertas miradas (como cuando Solo regresa a la base de Hoth, tras rescatar a Luke) y ciertos gestos que dejan claro al espectador que Leia también siente algo también por Han; pero esos gestos se producen siempre a espaldas de Solo. Sin embargo, él no renuncia. Aún sin pruebas que lo demuestre, está seguro de que su amor es correspondido por ella y sigue esperando la señal definitiva.

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Por eso, cuando Han Solo afronta en la ciudad flotante de Bespin su posible muerte (al fin y al cabo, le están usando para testear la eficacia de la cámara de congelación) y Leia le confirma que le ama, cuando ambos saben que es demasiado tarde y que han desperdiciado todo el tiempo que han estado juntos…Han Solo, lejos de recordar a Leia todas las oportunidades perdidas, responde con un ‘lo sé’ que nos deja claro que no necesitaba que Leia mostrara sus sentimientos en ese último instante. Él estaba seguro de los sentimientos de ella y, aún sin oírlo de sus labios, habría muerto sabiendo que su amor era correspondido en silencio por ella.

I am your father

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Es más que evidente que «El imperio Contraataca» ha sido y será recordada por la determinación que, tanto Luke como Vader, muestran para conseguir enfrentarse (uno para matar a su oponente, otro para convertirle en su aliado). En claro contraste con las enormes proporciones que tenía la lucha en el planeta Hoth con la que arranca el film, el desenlace del film será un emocionante e íntimo duelo protagonizado por padre e hijo en el filo del abismo. El único enfrentamiento con sables láser de toda la película (lo que ocurre en Dagobah es más un producto de la imaginación), extenso y perfectamente coreografiado (en claro contrapunto con el pobre enfrentamiento con Obi Wan en «La Guerra de las Galaxias» y con los duelos de la segunda trilogía, más propios de El Circo del Sol), durante el cual lentamente va desapareciendo la luz y el sonido, para dejarnos a solas en la oscuridad, acompañados únicamente por el crepitar de los sables al entrar en violento contacto. Un (ahora sí) legendario climax final que demostrará que una gran superproducción no requiere de un aparatoso y gigantesco despliegue de medios para impactar al espectador en el desenlace del film. Que un final infeliz puede ser una opción más que viable. Que nuestros héroes pueden acabar heridos físicamente y devastados emocionalmente. Siendo inevitable hacer referencia en este apartado a uno de los mejores alumnos que «El Imperio Contraataca» ha tenido: «El Caballero Oscuro«.
Echando la vista atrás, llama la atención que ésta sea la única película en la que Vader está realmente al mando y la única en la que el Imperio consigue una clara e importante victoria sobre las fuerzas rebeldes. Quizás, de no haber existido la figura del Emperador, o mejor incluso, de ser Lord Vader el Emperador, seguramente el destino de los Aliados habría sido mucho más aciago que el que todos conocemos.

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Bajo mi punto de vista, la saga de Star Wars como tal, no se generó realmente en «La Guerra de las Galaxias». A pesar del enorme éxito de la primera entrega, la saga y las expansiones futuras reciben luz verde en el momento en el que nuestro corazón responde con un latido descoordinado al oír las cuatro palabras más legendarias del espacio: Yo soy tu padre. En ese preciso instante nace todo lo que conocemos hoy en día. Cinco producciones más (de momento) y todo un imperio económico que tienen como base ese brillante giro dramático que forma el corazón de una de las mayores sagas de todos los tiempos.
«El Imperio Contraataca» representa con tanta energía el poder de la amistad, del amor, del odio, del miedo que llega a alcanzar una épica de la que se beneficiarán tanto «El Retorno del Jedi», como (de forma retroactiva) la propia «La Guerra de las Galaxias». En ninguna de sus posteriores entregas, la saga Star Wars alcanzó el brillo (y la oscuridad) que recibe con «El Imperio Contraataca», ni la crudeza con la que muestra que los buenos no siempre ganan. Quizás, en pocos días, volvamos nuevamente a vivir en una sala de cine esa maestría, o quizás sea dentro de mucho tiempo, en otra galaxia muy, muy lejana…

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